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  • Benín
    Anuario de los testigos de Jehová 1997
    • Otro representante del jefe del Estado fue a la sucursal para conseguir los nombres del personal y otros detalles. Él y sus compañeros querían los nombres de todos los hermanos responsables de la obra en el país. Se les dieron los nombres de los misioneros que vivían en la sucursal y hogar misional. Cuando estos hombres se marcharon, los hermanos sacaron de la sucursal los registros y archivos de la Sociedad y los escondieron en un lugar seguro.

      Al día siguiente, el 17 de abril, regresaron dos funcionarios que querían hablar con el encargado. El hermano Prosser les dijo que tenían que apagar los cigarrillos antes de entrar. Accedieron, y se les invitó a entrar en la oficina. Aún querían saber los nombres de todos los hermanos responsables de la obra en el país. Pero los archivos importantes de la sucursal ya no estaban allí, de modo que de nada les hubiera servido registrar el lugar.

  • Benín
    Anuario de los testigos de Jehová 1997
    • “¡Díganos los nombres de su gente clave!”, le gritó el policía. El hermano Prosser respondió: “No puedo darles los nombres de mis hermanos. Si los quieren, vayan al Salón del Reino y escríbanlos ustedes mismos”. La respuesta les satisfizo. El hermano sabía que no había peligro porque las reuniones no se habían celebrado en el Salón del Reino por algún tiempo. Ahora se celebraban en hogares particulares donde se reunían los grupos del Estudio de Libro de Congregación.

      “¿Y Samuel Hans-Moévi? ¿Lo conoce? Es uno de los suyos, ¿no es cierto?” Esa pregunta sorprendió mucho al hermano Prosser, porque era en la casa de este hermano donde habían escondido los archivos de la Sociedad en dos maletas viejas y gastadas. Contenían los nombres de muchos hermanos. ¿Los había confiscado la policía? El hermano Prosser aparentó estar sereno, pero en lo más profundo de su corazón pidió la guía de Jehová.

      Por fin terminó el interrogatorio. El hermano Prosser no dio ningún nombre ni sufrió daño físico. Entonces lo pusieron en libertad, sin escolta. Años después, al reflexionar en ese incidente, el hermano Prosser dijo: “Lo primero que pensé fue: ‘¿Qué puedo hacer para ayudar a los hermanos?’. Luego pensé: ‘¡Cuidado! Pudiera ser una trampa. Tal vez quieran seguirme para ver si los conduzco a los hermanos’”.

      “En vez de ir directamente a casa —recuerda el hermano Prosser—, crucé el puente y fui a la ciudad para ver si había correspondencia en la oficina de correos. No quería hacer nada que causara dificultades a los hermanos. Pero anhelaba verlos para asegurarles que estábamos bien y darles orientación en cuanto a qué hacer en los días venideros.

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