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    Anuario de los testigos de Jehová 2002
    • El amor nunca falla

      Las autoridades hicieron lo posible por separar a las familias de testigos de Jehová. Muchas veces ponían a los hermanos ante la disyuntiva de elegir entre Dios y su familia. Pero en la mayoría de los casos, aquellos cristianos se mantuvieron leales a Jehová aun bajo las pruebas más severas.

      Hanna Bokoch, de Transcarpatia, cuyo esposo, Nutsu, fue detenido por su celosa predicación, recuerda: “Durante su estancia en prisión, mi marido aguantó viles humillaciones en numerosas ocasiones. Lo tuvieron seis meses incomunicado en una celda en la que no había cama, solo tenía una silla. Lo golpearon brutalmente y le hicieron pasar hambre. En unos pocos meses adelgazó muchísimo, llegó a los 36 kilos [80 libras], la mitad de lo que solía pesar”.

      Su fiel esposa quedó sola con su hijita. Las autoridades presionaron al hermano Bokoch para que abandonara su fe y colaborara con ellos. Le dijeron que escogiera entre su familia o la muerte. Pero él no renegó de sus creencias y continuó fiel a Jehová y su organización. Pasó once años en diversas prisiones y, cuando salió en libertad, siguió efectuando su labor cristiana como anciano y más tarde como superintendente de circuito hasta su muerte, acaecida en 1988. Un texto que solía darle fuerzas era el Salmo 91:2: “Ciertamente diré a Jehová: ‘Tú eres mi refugio y mi plaza fuerte, mi Dios, en quien de veras confiaré’”.

      Otro ejemplo sobresaliente de aguante lo tenemos en Yurii Popsha, superintendente viajante de Transcarpatia. A los diez días de haberse casado, lo detuvieron. En lugar de irse de luna de miel, pasó diez años en prisión en Mordvinia (Rusia). Su fiel esposa, Mariya, lo visitó catorce veces, pese a que el viaje implicaba recorrer 1.500 kilómetros [900 millas] de ida y otros tantos de vuelta. Actualmente, el hermano Popsha sirve de anciano en una de las congregaciones de Transcarpatia con el apoyo fiel y amoroso de su querida Mariya.

      Cabe destacar también el caso de Oleksii y Lydia Kurdas, matrimonio que vivía en la ciudad de Zaporožje. En marzo de 1958, diecisiete días después de nacerles su hija, Halyna, ambos fueron detenidos junto con otros catorce hermanos de la zona. El hermano Kurdas fue sentenciado a veinticinco años de reclusión en campos de prisioneros, y su esposa recibió una condena de diez años. Por si fuera poco, los separaron. A él lo enviaron a los campos de Mordvinia, y a ella, con su hija recién nacida, a Siberia.

      La hermana Kurdas describe así las tres semanas de viaje en tren desde Ucrania hasta Siberia: “Fue terrible. En una celda para dos nos metieron a mi niña y a mí, a Nadiya Vyshniak con su bebé nacido unos días antes en prisión durante el período de investigación, y a otras dos hermanas. Colocamos a los bebés en la litera de abajo, y nosotras hicimos todo el recorrido sentadas en la de arriba, con las piernas encogidas. Como único sustento recibimos pan, arenque salado y agua, y las raciones eran solo para cuatro prisioneros adultos. No nos dieron nada para los bebés.

      ”Cuando llegamos a nuestro destino, a Halyna y a mí nos instalaron en el hospital de la prisión, donde conocí a varias hermanas. Les dije que el investigador me había amenazado con quitarme a mi hija y enviarla a un orfanato. Las hermanas se las arreglaron de alguna manera para explicar mi situación a los Testigos de las congregaciones de Siberia, pues poco después se presentó en el hospital del campo una joven de 18 años llamada Tamara Buriak (ahora Ravliuk) a la que jamás había visto, y dijo que venía a recoger a Halyna. Me resultó muy doloroso dejar a mi querida hijita en manos de una completa desconocida, aunque fuera mi hermana espiritual. Pero me sentí mucho más tranquila cuando las Testigos del campo me hablaron de la lealtad de la familia Buriak. Halyna tenía cinco meses y dieciocho días cuando se la entregué a Tamara. ¡Y pasaron siete años antes de volver a ver a mi hija!

      ”En 1959, la URSS decretó una nueva amnistía para las mujeres con hijos menores de siete años. Pero las autoridades carcelarias me dijeron que para beneficiarme de ella debía renunciar a mi fe. Como no lo hice, tuve que permanecer en el campo de prisioneros.”

      El hermano Kurdas salió en libertad en 1968, a la edad de 43 años. Estuvo preso por la verdad un total de quince años, ocho de ellos en una prisión especial de régimen cerrado. Finalmente regresó a Ucrania, al lado de su esposa y su hija. Por fin estaban los tres juntos de nuevo. Al ver a su padre, Halyna se le sentó en las rodillas y dijo: “Papá, he estado muchos años sin poder sentarme en tus rodillas, así que voy a recuperar el tiempo perdido”.

      La familia Kurdas tuvo que irse trasladando de un lugar a otro porque cuando fijaban su residencia, las autoridades del lugar los obligaban a marcharse. Primero vivieron en el este de Ucrania, luego en el oeste de Georgia y en la Ciscaucasia. Por último se trasladaron a Járkov, donde todavía residen. Halyna está casada, y toda la familia sigue fiel, sirviendo felizmente a su Dios, Jehová.

  • Ucrania
    Anuario de los testigos de Jehová 2002
    • [Ilustración y recuadro de las páginas 180 y 181]

      Entrevista con Lydia Bzovi

      Año de nacimiento: 1937

      Año de bautismo: 1955

      Reseña biográfica: De 1949 a 1965 estuvo deportada.

      Durante la adolescencia me resultó muy doloroso que papá no estuviera con nosotros. Amábamos a nuestro padre, como la mayoría de los niños. No pude despedirme de él. Ivan y yo no lo vimos partir porque estábamos cosechando mijo.

      Cuando regresamos a casa, mamá nos dijo que lo habían detenido. Me sobrevino una sensación de vacío, de dolor. Pero no sentí miedo ni odio. Era algo que esperábamos. Siempre se nos recordaban las palabras de Jesús: “Si ellos me han perseguido a mí, a ustedes también los perseguirán” (Juan 15:20). Aprendimos este texto a muy tierna edad. Lo sabíamos tan bien como el padrenuestro. Además reconocíamos que al no ser parte del mundo, el mundo no nos amaría, y que las autoridades obraban de aquella manera por ignorancia.

      Bajo el régimen rumano en Moldavia, el caso de papá pudo defenderse en los tribunales, y a nosotros nos permitieron presenciar el juicio. Fue un día muy feliz para la familia.

      Mi padre dio un magnífico testimonio. Nadie estaba interesado en los cargos presentados por el fiscal; todos escucharon boquiabiertos cuando papá hizo su declaración. Habló durante una hora y cuarenta minutos en defensa de la verdad. Su testimonio fue muy claro y comprensible. A los funcionarios del juzgado se les saltaban las lágrimas.

      Estábamos orgullosos de que papá hubiera podido prestar declaración en el juicio y defender la verdad públicamente. No nos sentíamos abatidos.

      Nota: En 1943, las autoridades alemanas detuvieron a los padres de la hermana Bzovi y los sentenciaron a veinticinco años de prisión por supuesta colaboración con los soviéticos. En menos de un año llegaron las tropas soviéticas y los liberaron. A continuación, las propias autoridades soviéticas detuvieron a su padre. En total, este cabeza de familia pasó veinte años en diversas prisiones.

      [Comentario]

      Amábamos a nuestro padre, como la mayoría de los niños. No pude despedirme de él

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