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Un gozo incomparableLa Atalaya 2003 | 1 de junio
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Imagínese cómo me sentí cuando, a las dos semanas de nuestra llegada, mientras todavía estaba luchando por entender aquella nueva lengua, me nombraron superintendente presidente de la Congregación Callao.
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Un gozo incomparableLa Atalaya 2003 | 1 de junio
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Así que Irene y yo, junto con Frances y Elizabeth Good (dos hermanas de Estados Unidos) y un matrimonio canadiense, nos trasladamos al distrito de San Borja. En menos de tres años fuimos bendecidos con otra floreciente congregación.
Cuando servimos en la congregación de Huancayo, ciudad situada a más de 3.000 metros de altura, en la Cordillera Central, había ochenta Testigos. Allí participé en la construcción del segundo Salón del Reino del país, y me nombraron representante legal de los testigos de Jehová, ya que tuvimos que ir tres veces a los tribunales para dejar establecidos nuestros derechos legales sobre el terreno que habíamos comprado.
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Un gozo incomparableLa Atalaya 2003 | 1 de junio
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Nuestra última asignación fue Breña, en las afueras de Lima. La congregación, formada por setenta cariñosos Testigos, enseguida pasó a tener bastante más de cien publicadores, y se formó otra congregación en Palominia.
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