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    Anuario de los testigos de Jehová 2003
    • La obra prosigue a pesar de las catástrofes

      Como se señaló al comienzo de este informe, las catástrofes naturales devastan las Filipinas muy a menudo. Veamos algunos desastres que han sufrido los hermanos.

      Terremotos. Dado que estas islas están situadas en la convergencia de dos importantes placas tectónicas, en el país son frecuentes los terremotos. Un experto afirma que a diario se producen un mínimo de cinco, así como un número mucho mayor de temblores imperceptibles. La mayoría no alteran la vida cotidiana, pero de vez en cuando causan estragos.

      A las cuatro y veintiséis de la tarde del 16 de julio de 1990 se produjo uno de esos grandes sismos acompañado de fuertes réplicas en las cercanías de Cabanatuan, ciudad del centro de Luzón. La provincia de Benguet también sufrió graves daños, y el derrumbamiento de varias escuelas y hoteles causó víctimas mortales.

      En aquel momento, el superintendente de distrito de la zona, Julio Tabíos, viajaba con su esposa para asistir a una asamblea de circuito en una región montañosa de Benguet. Un hermano que transportaba verduras con la intención de venderlas en Baguio se ofreció a llevarlos en su camión. Tras serpentear por las montañas, llegaron a un estrechamiento de la carretera donde tuvieron que ceder el paso a otro vehículo que iba en dirección contraria. Justo en ese momento empezaron a desprenderse rocas de la montaña, y se dieron cuenta de que se trataba de un gran terremoto. Julio relata: “El hermano logró llevar el camión marcha atrás hasta un tramo de camino más ancho, tras lo cual un enorme peñasco cayó sobre el lugar que acabábamos de dejar. Agradecimos estar a salvo. Instantes después se produjo un segundo temblor y vimos una gigantesca roca tambalearse a nuestro lado como si estuviera bailando”. Laderas enteras se deslizaron montaña abajo.

      Los corrimientos de tierras habían cortado el camino, de modo que la única forma de llegar al lugar de la asamblea, o a cualquier otro lugar en realidad, era atravesando las montañas a pie. Al caer la noche se alojaron en casa de una persona amable. Al día siguiente tuvieron que trepar por una elevada montaña para llegar a su destino. En el trayecto se encontraron con varios hermanos que se estaban ayudando unos a otros a paliar los efectos del terremoto. Por fin, siguiendo peligrosos senderos de montaña llegaron a Naguey, donde se iba a celebrar la asamblea. Julio prosigue: “Los hermanos lloraban de alegría, pues ya no esperaban que llegáramos. Aunque estábamos agotados, verlos felices dándonos la bienvenida nos hizo recuperar las fuerzas”. A pesar del terremoto, muchos se habían esforzado por estar presentes, lo que puso de manifiesto su gran aprecio por los asuntos espirituales.

      Seguramente recuerda que por aquel entonces estaban en construcción los nuevos edificios de la sucursal. Pues bien, aunque el que albergaba las viviendas aún no se había finalizado, el terremoto de 1990 constituyó su primera prueba estructural. El balanceo provocó que algunos betelitas se marearan, pero el edificio soportó el fuerte temblor sin sufrir daños, tal como se había proyectado.

      Inundaciones. A causa del húmedo clima tropical, en la mayor parte del país llueve en abundancia, y en algunas zonas son comunes las inundaciones. Leonardo Gameng, que lleva más de cuarenta y seis años en el servicio de tiempo completo, comenta: “Teníamos que caminar tres kilómetros con lodo hasta las rodillas”. Juliana Angelo, que ha servido de precursora especial en territorios de la provincia de Pampanga que se inundan con frecuencia, nos cuenta: “Para llegar a las personas interesadas en el mensaje del Reino, nos trasladábamos en pequeños botes de remos. El hermano que rema ha de tener buena vista para evitar los árboles donde aguardan serpientes listas para dejarse caer dentro de la embarcación”. Corazón Gallardo, precursora especial desde 1960, pasó muchos años en territorios de Pampanga. Recuerda que en ocasiones, por no disponer de bote, tuvo que vadear a pie las aguas de las crecidas, que casi le llegaban a los hombros. A pesar de los desafíos, su actitud es magnífica. Ha aprendido a adaptarse y confiar en Jehová, pues sabe que él nunca abandona a sus leales.

      La situación ha empeorado en Pampanga desde que el lahar del monte Pinatubo rellenó muchas tierras bajas, ya que ahora el agua se desborda hacia otras zonas. Generoso Canlas, superintendente de circuito de la región, explica que, debido al agua, a menudo tienen que calzar botas o incluso ir descalzos al servicio del campo. No obstante, los hermanos siguen saliendo pese a los inconvenientes.

      Allí donde las inundaciones son especialmente graves y afectan a comunidades enteras, los testigos de Jehová se ayudan entre sí y a otras personas que no son Testigos. Los funcionarios de Davao del Norte, al sur de las Filipinas, quedaron tan agradecidos a los hermanos, que aprobaron una resolución para expresarlo públicamente.

      Volcanes. Los volcanes abundan en las Filipinas, pero el que captó la atención del mundo fue el monte Pinatubo. En junio de 1991, el volcán hizo erupción originando una espectacular nube con forma de hongo. Parecía como si el día se hubiera trocado en noche, y algunos pensaron que era el comienzo del Armagedón. Las cenizas llegaron hasta la lejana Camboya, al oeste. En poco tiempo, el monte Pinatubo arrojó 6.650 millones de metros cúbicos de piroclastos. Las pesadas cenizas causaron el derrumbe de techos y hasta de edificios enteros. Gran parte del material expulsado formó lahares, inmensas corrientes de agua y sedimentos volcánicos, que a su paso se llevaban algunas casas y sepultaban otras. Tanto las cenizas como los lahares destruyeron o dejaron seriamente dañados Salones del Reino y hogares de hermanos. Julius Aguilar, precursor regular en Tarlac por aquel entonces, comenta: “Nuestra casa quedó sepultada por completo bajo las cenizas”. Su familia no tuvo más remedio que mudarse.

      Pedro Oandasán, que servía de superintendente de circuito en la zona, señala: “Los hermanos nunca abandonaron su adoración y servicio a Jehová. La asistencia siempre superaba el 100%. Además, el lahar no disminuyó el amor de los hermanos por la predicación. Continuamos predicando a los evacuados e incluso a los que estaban en las áreas devastadas”.

      Este tipo de catástrofes naturales ofrecen oportunidades de demostrar con obras el amor cristiano. Tanto durante como después de la erupción del monte Pinatubo, los hermanos colaboraron unos con otros en la evacuación. La sucursal envió de inmediato un camión lleno de arroz que, una vez descargado, se empleó para desalojar a los hermanos de las poblaciones afectadas. En cuanto los Testigos de Manila se enteraron de la necesidad, enviaron fondos y ropa. Hermanos jóvenes del pueblo de Betis, en la provincia de Pampanga, organizaron una brigada de ayuda a los damnificados. Entre estos se encontraba una señora interesada cuyo esposo se había opuesto a la verdad. Al ver a estos jóvenes colaborando en la reconstrucción de su casa, el esposo quedó tan impresionado, que ahora es Testigo.

      Tifones. De todos los fenómenos meteorológicos que se producen en el país, los que mayor destrucción dejan a su paso son los tifones, o ciclones tropicales. Una media de veinte tifones sacuden el archipiélago todos los años. Aunque varían en intensidad, estas tormentas se caracterizan por fuertes vientos y aguaceros, a menudo tan violentos que llegan a derribar edificios. Por otra parte, los tifones arrasan los cultivos, con el consiguiente perjuicio para los agricultores.

      Vez tras vez, los Testigos ven afectados sus hogares y cultivos, pero se recuperan con sorprendente rapidez y siguen adelante. En algunas regiones del país, los tifones son tan habituales que la gente casi se ha acostumbrado a ellos. Es digno de encomio que los hermanos hayan aprendido a aguantar y afrontar los problemas de cada día sin inquietarse por los del siguiente (Mat. 6:34). Sobra decir que cuando los Testigos de zonas cercanas se enteran de la necesidad de sus hermanos, les envían por iniciativa propia alimento o dinero. A veces, después de tormentas particularmente fuertes, los superintendentes viajantes se ponen en contacto con la sucursal, la cual se complace en organizar la ayuda que se precise.

  • Filipinas
    Anuario de los testigos de Jehová 2003
    • [Ilustraciones de la página 236 ]

      Pese a las dificultades que causan los terremotos, volcanes e inundaciones, los celosos publicadores siguen predicando

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