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FilipinasAnuario de los testigos de Jehová 2003
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Se amplía el terreno de la sucursal
A medida que se multiplicaba el número de congregaciones y circuitos, aumentaba el trabajo de la sucursal. En 1980 había unos sesenta mil publicadores en el territorio, y en menos de una década, las Filipinas pasaron a engrosar la lista de países que superaban la cifra de 100.000 publicadores. En el mismo período, la familia Betel creció de 102 a 150 miembros. No obstante, ya a principios de los años ochenta, la sucursal se estaba quedando pequeña. Era imprescindible disponer de más alojamiento.
El Cuerpo Gobernante dio instrucciones de que se buscara más terreno. Félix Fajardo relata lo que ocurrió: “Fuimos de casa en casa para averiguar si había en venta alguna propiedad próxima a Betel. Los propietarios filipinos y chinos dijeron que no pensaban vender sus fincas. Uno de ellos afirmó categóricamente: ‘Los chinos no vendemos, sino que compramos. Nunca vendemos’”. Así que, por el momento, parecía que no había nada disponible cerca de la sucursal original.
Se inició la búsqueda de terrenos en otros lugares. De ser necesario, la sucursal se trasladaría a las afueras de la ciudad. En provincias cercanas se encontraron varios terrenos. Un hermano ofreció a un precio razonable una gran finca próxima a San Pedro (Laguna) en la que el Cuerpo Gobernante puso especial interés. Se autorizó la compra de la propiedad y se siguió adelante con la planificación de la construcción de oficinas, un hogar Betel y una fábrica. Con el paso del tiempo, sin embargo, se vio que no era la voluntad de Jehová que se trasladaran allí. No había servicio de teléfono, la carretera estaba en mal estado y era una zona poco segura. Se hizo evidente que aquella no era la mejor localización para la sucursal, así que se convirtió en una granja que contribuiría a abastecer a la familia Betel. Sin embargo, eso no resolvió la falta de espacio en la sucursal.
Un inesperado giro de los acontecimientos pareció indicar cuál era la guía de Jehová. Félix prosigue: “De repente, nuestro vecino más cercano nos dijo: ‘Vendemos nuestra finca de 1.000 metros cuadrados, y deseamos vendérsela a ustedes’. El Cuerpo Gobernante autorizó la compra, y pensamos que el problema estaba resuelto. Sin embargo, cuando sometimos los planes de construcción a la aprobación de la sede mundial, nos respondieron: ‘Convendría seguir buscando más terreno. Necesitan un poco más’.
”Justo después de eso, un médico y un abogado vinieron y nos dijeron: ‘Queremos venderles nuestra propiedad’. Eran otros 1000 metros cuadrados más. A continuación, una señora puso a la venta una hectárea de terreno contigua a Betel, y la compramos a muy buen precio. Entonces creímos que ya teníamos una superficie lo bastante grande. Pero la sede central nos dijo: ‘Busquen un poco más’.”
En ese momento se recibió ayuda de una fuente insospechada: el médico y el abogado a quienes se les había comprado la propiedad fueron a visitar a los demás vecinos y los convencieron de que vendieran sus tierras. Uno a uno acudieron a la sucursal para venderlas. Cuando ya se habían adquirido casi todas las propiedades de los alrededores, se envió otra propuesta a la sede central. De nuevo, la respuesta fue: “Todavía necesitan más terreno”. Los hermanos pensaron: “¿Adónde iremos ahora? Hemos agotado todas las posibilidades de las inmediaciones”.
Más o menos por ese entonces, se recibió una llamada de teléfono relacionada con el terreno del comerciante que antes les había dicho: “Los chinos no vendemos”. ¡Ahora estaba en venta! Félix explica: “El hermano Leach y yo averiguamos que nadie más estaba interesado en él, así que lo conseguimos muy barato. Parecía que la mano de Jehová estaba detrás de lo que ocurría”. Tras añadir otra hectárea a lo que ya tenían, la sede central al fin respondió: “Ahora tienen suficiente para iniciar los planes para la construcción”.
Con el paso del tiempo y los cambios de circunstancias, se hizo patente que la granja de San Pedro ya no era necesaria. Gran parte de los alimentos para la familia Betel podían adquirirse al por mayor a precios más bajos de lo que costaba cultivarlos en la granja, de modo que se optó por venderla. En 1991 ya tenía otro dueño, y el dinero de la venta ayudó a sufragar la construcción de los nuevos edificios de la sucursal.
Se construyen las nuevas instalaciones de la sucursal
La propiedad de la sucursal triplicaba con creces el tamaño del solar original de una hectárea adquirido en 1947. Los planos se diseñaron con la colaboración de la Oficina Regional de Ingeniería de la sucursal japonesa de los testigos de Jehová, y a mediados de 1988 se iniciaron los trabajos de preparación del terreno, que incluyeron el derribo de algunas de las viejas construcciones de madera. Entre los edificios proyectados figuraba uno de once plantas destinado a viviendas y una enorme fábrica de dos plantas, así como un Salón del Reino.
Además de los graduados de Galaad asignados a colaborar en las obras, casi trescientos hermanos y hermanas de unos cinco países acudieron en calidad de siervos internacionales permanentes y voluntarios internacionales temporales. A los vecinos les sorprendió que vinieran a ayudar personas de otros países, y aún se quedaron más impresionados al enterarse de que la mayoría había pagado de su propio bolsillo los gastos del viaje. Los hermanos y hermanas filipinos se sumaron a este ambiente de unidad internacional.
Tal como había ocurrido con la adquisición del terreno, la guía de Jehová se percibía a medida que avanzaba la construcción. Por citar un ejemplo: solo una empresa en todo el país fabricaba las planchas necesarias para el tejado de los edificios... y el pedido de la sucursal tenía el número 301 en la lista de espera de la empresa. Los hermanos solicitaron una cita para hablar directamente con el vicepresidente de la compañía y le explicaron la naturaleza voluntaria de nuestra obra. La junta directiva se reunió, aprobó la solicitud de los hermanos y trasladó el pedido al primer lugar de su lista de producción. Poco después de entregarse los materiales, los trabajadores de la compañía se declararon en huelga.
La multitud de hermanos que participaron en la ampliación de la sucursal manifestaron un excelente espíritu. Cada semana acudían unos seiscientos voluntarios de congregaciones cercanas. De hecho, estos hermanos desempeñaron alrededor de un treinta por ciento del trabajo.
Se mantuvieron elevados niveles de calidad. Puesto que las islas Filipinas están situadas en una región de intensa actividad sísmica, los hermanos que proyectaron la construcción se aseguraron de que el bloque de once plantas pudiera resistir fuertes temblores. Estos edificios de alta calidad contrastaban enormemente con las estructuras anteriores, una de las cuales se había construido allá en la década de 1920. Los inmuebles más antiguos se derribaron para hacer sitio a los nuevos.
Por fin, el 13 de abril de 1991 tuvo lugar la dedicación de la sucursal. John Barr, miembro del Cuerpo Gobernante, pronunció el discurso de dedicación ante un auditorio de 1.718 personas. Se invitó para la ocasión a hermanos y hermanas que habían servido a Jehová por más de cuarenta años y a delegados de diez países. Al día siguiente, 78.501 personas se beneficiaron de un edificante programa espiritual transmitido por vía telefónica a seis sedes distribuidas por todo el archipiélago.
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FilipinasAnuario de los testigos de Jehová 2003
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[Ilustración de la página 228]
Izquierda: John Barr discursando en el programa de dedicación de la sucursal, en 1991
[Ilustración de la página 228]
Abajo: los edificios de la sucursal en 1991
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