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FilipinasAnuario de los testigos de Jehová 2003
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Este es el relato de Rodolfo de Vera, el superintendente de circuito: “El 19 de octubre de 1989, un gran tifón azotó sin previo aviso la ciudad de Santiago con vientos que alcanzaron un máximo de 205 kilómetros por hora. Por la mañana, cuando comenzamos la clase en el Salón del Reino, solo caían algunos chubascos y soplaba un viento suave, así que decidimos continuar con la escuela de precursores. Sin embargo, el viento arreció y el edificio comenzó a estremecerse. Poco después, el techo salió volando. Queríamos irnos, pero nos dimos cuenta de que aventurarse afuera era más peligroso, debido a los numerosos objetos que el tifón lanzaba por los aires”. Aunque algunas partes del edificio habían comenzado a derrumbarse, todos resultaron ilesos. Según los hermanos, debían su supervivencia no solo a Jehová, sino también a haber seguido la sugerencia de la revista ¡Despertad! de buscar refugio bajo una mesa o un escritorio en este tipo de situaciones. El hermano De Vera explicó: “Nos refugiamos bajo las mesas. Tras el paso del tifón, estábamos cubiertos de ramas y planchas metálicas del tejado, pero ninguno de los que permanecimos en el edificio bajo las mesas sufrió daño alguno”.
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FilipinasAnuario de los testigos de Jehová 2003
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La sucursal envía ancianos que hablan estos idiomas a impartir el curso a los superintendentes viajantes. Y estos, a su vez, dirigen las escuelas para los ancianos de congregación y los siervos ministeriales. En la última clase se beneficiaron de esta instrucción 13.000 ancianos y 8.000 siervos ministeriales.
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