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FilipinasAnuario de los testigos de Jehová 2003
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Dionisio Carpentero ha servido de superintendente viajante junto con su esposa por más de dieciséis años. Todavía recuerda lo que pasó durante su primer año en la obra de circuito, en la provincia de Negros Oriental, en el sur de la zona central de las Filipinas: “Estábamos visitando la congregación de Linantuyan. El miércoles habían acudido al servicio del campo cuarenta publicadores, así que estábamos muy animados. Sin embargo, no sabíamos que las fuerzas rebeldes vigilaban todos nuestros movimientos. Su guarida estaba próxima al Salón del Reino. A las cuatro de la tarde, cuatro rebeldes fueron a donde nos alojábamos para saber quiénes éramos. Un anciano les explicó que yo era un superintendente de circuito que visitaba su congregación cada seis meses”.
Por lo visto, estos hombres, que sospechaban que Dionisio era un militar, no quedaron satisfechos con la explicación y exigieron al anciano que lo sacara fuera para matarlo. Cuando el anciano les contestó que primero tendrían que matarlo a él, se marcharon.
Dionisio sigue contando: “Los ladridos de los perros durante toda la noche delataban la presencia de los rebeldes. Esa noche oramos cuatro veces pidiendo la guía de Jehová. Luego, a pesar de estar en la estación seca, comenzó a llover copiosamente, y los hombres que nos esperaban para matarnos se fueron”.
Tras la reunión del domingo, Dionisio comunicó a los ancianos que él y su esposa partirían hacia la siguiente congregación. Sin embargo, esto requería pasar al lado de la guarida de los rebeldes. “Uno de los hombres estaba mirando por la ventana —cuenta Dionisio—. Incluso le dijimos que nos marchábamos; pero, a las ocho de la noche, los rebeldes fueron al Salón del Reino y preguntaron por nosotros. El anciano les informó que ya nos habíamos marchado y que incluso habíamos pasado por delante de su guarida. Asombrosamente, no nos habían visto. Esta experiencia nos enseñó a confiar en Jehová y a ser valientes al enfrentarnos a las pruebas.” Dionisio y su esposa continúan con gozo en su ministerio.
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FilipinasAnuario de los testigos de Jehová 2003
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Wilfredo Arellano es un superintendente viajante que posee una amplia experiencia de servicio en una gran variedad de territorios, algunos más pacíficos que otros. En 1988 visitó una congregación en el sur de la zona central del país, donde los hermanos habían resistido firmemente las presiones de los subversivos para que se unieran a la rebelión contra el gobierno.
“Durante mi visita —relata Wilfredo—, las tropas gubernamentales estaban muy activas en el territorio de la congregación. Querían organizar a los vecinos en una milicia para combatir a los rebeldes. En el transcurso de una reunión con los representantes del gobierno, los hermanos tuvieron oportunidad de explicar por qué no se unirían a ninguno de los dos bandos. Aunque algunos vecinos se opusieron a nuestra postura, los portavoces del gobierno nos respetaron.”
Wilfredo cuenta lo que sucedió a continuación: “Cierto hermano que volvía a su granja después de la reunión se encontró con un grupo de hombres fuertemente armados que llevaban a dos prisioneros con los ojos vendados. Le preguntaron si había asistido a la reunión organizada por el gobierno, y él respondió afirmativamente. Entonces quisieron saber si se había unido a la milicia, a lo que él respondió que no y les expuso su postura neutral. Como resultado, dejaron que siguiera su camino a casa. A los pocos minutos, este hermano oyó dos tiros y comprendió que habían ejecutado a los dos prisioneros”.
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FilipinasAnuario de los testigos de Jehová 2003
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[Ilustración y recuadro de las páginas 191 y 192]
Entrevista con Filemón Dámaso
Año de nacimiento: 1932
Año de bautismo: 1951
Reseña biográfica: Emprendió el servicio de tiempo completo en 1953. Posteriormente se casó y comenzó en la obra de circuito. Después de criar a sus hijos, él y su esposa prosiguieron en el servicio de tiempo completo como precursores especiales. Hasta el momento ha servido en distintas asignaciones en las islas Visayas y en Mindanao.
Durante los años sesenta, muchas privaciones dificultaban el servicio de tiempo completo. Las plagas de ratas que atacaban los maizales y arrozales hacían escasear la comida. Además, la vestimenta y los zapatos gastados nos impedían predicar en las ciudades.
Así que íbamos, normalmente sin zapatos, a los campos, montañas y barrios de la periferia. En cierta ocasión, estuve a punto de no dar un discurso en una asamblea de circuito por carecer de la ropa apropiada. No obstante, nuestro superintendente de distrito, el hermano Bernardino, me prestó su camisa y pude pronunciar la conferencia. Claro está, muchas personas aún tenían menos que nosotros. Jehová bendijo nuestra determinación de seguir adelante.
En 1982 nos enfrentamos a diversas pruebas debido a nuestra postura neutral. En Mindanao, la rebelión contra el gobierno se intensificaba de forma incontrolable. Como yo dirigía estudios bíblicos con presuntos dirigentes rebeldes, los soldados del gobierno me pusieron la etiqueta de “maestro” de los izquierdistas. No obstante, un funcionario les explicó que lo que nosotros enseñamos procede en su totalidad de la Biblia y no tiene carácter político.
Al mismo tiempo, los rebeldes me veían con recelo, pues los primeros a quienes daba testimonio cuando iba a predicar eran el representante municipal del barrio y el comandante del destacamento militar. Sin embargo, no se atrevieron a tocarnos, pues un dirigente rebelde con el que había estado estudiando nos defendió.
Jehová nos ha ayudado durante décadas a superar privaciones y pruebas. Damos gracias a él por su misericordia y protección (Pro. 18:10; 29:25).
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