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    Anuario de los testigos de Jehová 2003
    • Al sur de las Filipinas, en la enorme isla de Mindanao, hay muchas áreas de difícil acceso. En esta zona ha servido de superintendente viajante Nathan Ceballos junto con su esposa. Las semanas que no tenían que visitar congregaciones, se esforzaban por predicar en territorios aislados e invitaban a otros hermanos y hermanas a que los acompañaran. En cierta ocasión, el grupo empleó diecinueve motocicletas para poder llegar a muchas aldeas. Las carreteras eran malas y estaban llenas de barro, y la mayoría de los ríos y arroyos que cruzaban carecían de puentes. Aunque la gente de la zona no disponía de mucho dinero, regalaban escobas flexibles hechas a mano en señal de agradecimiento por las publicaciones que les llevaban los hermanos. Imagínese a estos de vuelta a casa con las motocicletas cargadas de escobas. Nathan recuerda: “Regresábamos cansados y desaliñados, pero llenos de gozo porque sabíamos que habíamos hecho la voluntad de Jehová”.

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    Anuario de los testigos de Jehová 2003
    • Makati forma parte del circuito que, hasta hace poco, atendía Marlon Navarro. Este joven graduado de la Escuela de Entrenamiento Ministerial se esforzó mucho para organizar la predicación en el sector financiero de Makati, un área asignada a tres congregaciones. Se elegían hermanos y hermanas, en su mayoría precursores, a fin de prepararlos para predicar eficazmente en esta zona. En la actualidad se dirigen estudios bíblicos en los centros comerciales y los parques del sector, y algunos de estos estudiantes de la Biblia asisten a las reuniones.

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    Anuario de los testigos de Jehová 2003
    • En las montañas de la provincia de Abra, situada más al norte, el problema radica en llegar a pueblos en los que todavía no hay Testigos. Un superintendente de circuito, deseoso de llevar las buenas nuevas a las zonas más remotas, invitó a 34 hermanos a predicar con él en una zona próxima a Tineg (Hech. 1:8). Al no haber transporte público, el grupo tuvo que andar por las montañas durante siete días para llegar a diez pueblos con aproximadamente doscientas cincuenta casas.

      “No era nada fácil caminar por la cresta de las montañas cargados con las provisiones. De las seis noches, cuatro las pasamos al aire libre o al lado de un río”, cuenta el superintendente. Habían transcurrido muchos años desde que algunas de aquellas aldeas habían recibido testimonio. En una de ellas se encontraron con un hombre que les contó: “Hace veintisiete años, los testigos de Jehová le predicaron a mi padre. Él nos dijo que ustedes tienen la verdad”. En total, el grupo dejó en manos de la gente 60 libros, 186 revistas, 50 folletos y 287 tratados, y se comenzaron muchos estudios bíblicos.

      Se predica en otras zonas remotas

      La larga y estrecha Palawan, una de las islas grandes de las Filipinas (de 434 kilómetros de longitud), está lejos del bullicio de las islas más pobladas. Sus bosques albergan varias tribus y muchos asentamientos aislados, incluidos los de trabajadores itinerantes. Al misionero Raymond Leach, siempre dispuesto a aceptar cualquier cometido, lo enviaron a esa isla a servir de superintendente de circuito. Había pocos Testigos y tenía que recorrer largas distancias. “En el período en que estuve asignado allí, de 1955 a 1958, había únicamente catorce publicadores en todo Palawan —recuerda—. Me llevaba cinco semanas visitarlos a todos.”

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