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  • ¿Reconocemos el medio que Dios usa para guiarnos?
    La Atalaya 2011 | 15 de abril
    • ¿Reconocemos el medio que Dios usa para guiarnos?

      NI LOS israelitas ni los egipcios habían visto nunca nada semejante. Cuando el pueblo de Dios abandonó Egipto, comenzó a acompañarlos una columna de nube que por la noche se volvía de fuego. ¡Qué impresionante! Pero ¿de dónde salió? ¿Qué finalidad tenía? Y hoy, tres mil quinientos años más tarde, ¿qué aprendemos de la manera en que Israel veía “la columna de fuego y nube”? (Éxo. 14:24.)

      La Biblia revela el origen y el propósito de este milagro: “Jehová iba delante de ellos durante el día en una columna de nube para guiarlos por el camino, y durante la noche en una columna de fuego para darles luz, para ir de día y de noche” (Éxo. 13:21, 22). Como vemos, desde que los israelitas salieron de Egipto, la columna fue el medio que Dios usó para guiarlos por el desierto. Siempre tenían que estar listos para seguirla tan pronto se movía. Jehová también la utilizó para protegerlos colocándola entre ellos y el ejército del faraón cuando este se preparaba para atacarlos (Éxo. 14:19, 20). Aunque la columna no les indicó el camino más corto, la única forma que tenían de llegar a la Tierra Prometida era dejándose dirigir por ella.

      La columna era una garantía de que Dios estaba con los israelitas. Representaba a Jehová, quien a veces les hablaba desde ella (Núm. 14:14; Sal. 99:7). Además, fue el medio que identificó a Moisés como el caudillo elegido por Jehová (Éxo. 33:9). De igual modo, sirvió para confirmar el nombramiento de Josué como sucesor de Moisés, tal como indica el último pasaje donde se la menciona (Deu. 31:14, 15). Ciertamente, el éxito de los israelitas durante el éxodo dependía de que reconocieran el medio visible que Dios estaba usando para dirigirlos y siguieran su guía.

      Perdieron de vista el propósito de la columna

      Cuando los israelitas vieron por primera vez aquella señal milagrosa, debieron de quedar maravillados. Lamentablemente, su presencia constante no bastó para infundirles confianza plena en Jehová. De hecho, llegaron a cuestionar la guía divina en varias ocasiones. Por ejemplo, cuando los egipcios salieron tras ellos, no creyeron que Dios pudiera salvarlos. Más bien, acusaron a su representante, Moisés, de haberlos metido en una trampa mortal (Éxo. 14:10-12). Después de atravesar el mar Rojo, lo criticaron a él, a Aarón y al propio Jehová porque pensaron que no tendrían comida ni agua (Éxo. 15:22-24; 16:1-3; 17:1-3, 7). Y unas semanas más tarde, presionaron a Aarón para que les fabricara un becerro de oro. Imagínese la situación. En un sector del campamento se alcanzaba a ver la columna de fuego y nube, la majestuosa prueba de que estaba con ellos su Libertador, Jehová. Pero al mismo tiempo, no lejos de allí, los israelitas estaban adorando a un ídolo sin vida mientras decían: “Este es tu Dios, oh Israel, que te hizo subir de la tierra de Egipto”. ¡Qué “actos de falta de respeto” tan horribles! (Éxo. 32:4; Neh. 9:18.)

      Con su rebeldía, los israelitas estaban demostrando desprecio por la guía de Jehová. Tenían un problema de visión, pero no era físico, sino espiritual. Contemplaban la columna, pero ya no significaba nada para ellos. Sus acciones le “causaban dolor [...] al Santo de Israel”, pero aun así, él fue misericordioso y continuó dirigiéndolos mediante la columna hasta que llegaron a la Tierra Prometida (Sal. 78:40-42, 52-54; Neh. 9:19).

  • ¿Reconocemos el medio que Dios usa para guiarnos?
    La Atalaya 2011 | 15 de abril
    • Agradezcamos la guía divina

      ¿Cómo podemos demostrar gratitud por la guía de Dios? El apóstol Pablo nos da la respuesta: “Sean obedientes a los que llevan la delantera entre ustedes, y sean sumisos” (Heb. 13:17). Claro, esto no siempre es fácil. Para ilustrarlo, imagínese que usted es un israelita de la época de Moisés. Lleva días caminando por el desierto detrás de la columna. De repente, esta se detiene. “¿Por cuánto tiempo se quedará aquí? —piensa—. ¿Un día? ¿Una semana? ¿Varios meses?” Entonces se pregunta si valdrá la pena deshacer el equipaje. Por si acaso, saca solo lo imprescindible. Sin embargo, pasan varios días y se harta de estar buscando entre los bultos, de modo que decide sacar el resto. Pero cuando está acabando, la columna se levanta, ¡y usted tiene que volver a guardarlo todo! ¡Qué fastidio! Sin embargo, no le queda otra opción que partir “inmediatamente después”, igual que el resto del pueblo (Núm. 9:17-22).

      ¿Cómo reaccionamos hoy cuando Dios nos da su guía? ¿La seguimos “inmediatamente después” de recibirla, o continuamos haciendo las cosas como siempre?

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