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¿Enriqueció al cristianismo la filosofía griega?La Atalaya 1999 | 15 de agosto
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Para el siglo III E.C., las doctrinas filosóficas y religiosas de los pensadores que intentaron desarrollar y sintetizar las ideas de Platón adoptaron su forma definitiva, que hoy se conoce como neoplatonismo. Esta escuela de pensamiento iba a tener una gran influencia en el cristianismo apóstata.
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¿Enriqueció al cristianismo la filosofía griega?La Atalaya 1999 | 15 de agosto
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Plotino (205-270 E.C.), precursor de estos pensadores, se basó principalmente en la teoría de las ideas de Platón. Introdujo el concepto del alma separada del cuerpo. El profesor E. W. Hopkins dijo de él: “Su teología [...] ejerció bastante influencia en los que encabezaban la opinión cristiana”.
“Cristianismo helenizado” y “filosofía cristiana”
Desde el siglo II E.C., las principales mentes del “cristianismo” se esforzaron por llegar a los intelectuales paganos. A pesar de la clara advertencia del apóstol Pablo contra “las vanas palabrerías que violan lo que es santo, y [...] las contradicciones del falsamente llamado ‘conocimiento’”, estos maestros incluyeron entre sus enseñanzas elementos filosóficos de la cultura helenística que los rodeaba (1 Timoteo 6:20). El ejemplo de Filón parecía dar a entender que era posible reconciliar la Biblia con las ideas platónicas (compárese con 2 Pedro 1:16).
Por supuesto, la que realmente salió perjudicada fue la verdad bíblica. Los maestros “cristianos” intentaron demostrar que el cristianismo armonizaba con el humanismo grecorromano. Clemente de Alejandría y Orígenes (siglos II y III E.C.) hicieron del neoplatonismo el fundamento de lo que llegaría a ser la “filosofía cristiana”. Ambrosio (339-397 E.C.), obispo de Milán, se había “embebido de las obras griegas más recientes, tanto cristianas como paganas, especialmente de las [...] del neoplatónico pagano Plotino”. Este trató de proporcionar a los latinos cultos una versión clásica del cristianismo. Agustín siguió su ejemplo.
Un siglo más tarde, Dionisio el Areopagita (llamado también Pseudo-Dionisio), probablemente un monje sirio, intentó fusionar la filosofía neoplatónica con la teología “cristiana”. Según una enciclopedia, sus “escritos dieron la forma neoplatónica definitiva a un gran segmento de la doctrina y la espiritualidad medieval cristianas [...] que ha determinado algunas facetas de su carácter religioso y devoto hasta nuestros días”. Esta fue una flagrante violación de la advertencia del apóstol Pablo contra “la filosofía y el vano engaño según la tradición de los hombres” (Colosenses 2:8).
Contaminantes corruptores
Se ha señalado que “los platónicos cristianos dieron prioridad a la revelación y consideraron que la filosofía platónica era el mejor instrumento del que disponían para entender y defender las enseñanzas de las Escrituras y la tradición de la Iglesia”.
El propio Platón estaba convencido de que existía un alma inmortal. Es significativo que una de las enseñanzas falsas más importantes que se introdujeron en la “teología cristiana” es la de la inmortalidad del alma. No se puede justificar la aceptación de esta idea alegando que hizo al cristianismo más atractivo para las masas. Mientras predicaba en Atenas, el mismo corazón de la cultura griega, el apóstol Pablo no enseñó la doctrina platónica del alma. Antes bien, habló de la doctrina cristiana de la resurrección, a pesar de que a muchos de los griegos que le estaban escuchando les resultara difícil aceptar su mensaje (Hechos 17:22-32).
En contraste con la filosofía griega, las Escrituras indican claramente que la persona no tiene un alma, sino que es un alma (Génesis 2:7). Al morir, el alma deja de existir (Ezequiel 18:4). Eclesiastés 9:5 nos dice: “Los vivos tienen conciencia de que morirán; pero en cuanto a los muertos, ellos no tienen conciencia de nada en absoluto, ni tienen ya más salario, porque el recuerdo de ellos se ha olvidado”. La Biblia no enseña la doctrina de la inmortalidad del alma.
Otra enseñanza engañosa tiene que ver con la posición que ocupó Jesús en su existencia prehumana: la idea de que era igual a su Padre. El libro The Church of the First Three Centuries (La Iglesia de los tres primeros siglos) dice: “La doctrina de la Trinidad [...] se originó de una fuente totalmente ajena a las Escrituras judías y cristianas”. ¿Cuál? “Las manos de los Padres que impusieron la influencia de Platón, la desarrollaron y la injertaron en el cristianismo.”
De hecho, los trinitarios ganaron terreno a medida que pasaba el tiempo y los Padres de la Iglesia se dejaban influir cada vez más por el neoplatonismo. La filosofía neoplatónica del siglo III aparentemente les ayudó a conciliar lo inconciliable: el concepto de un Dios tripartito con el concepto de un solo Dios. Mediante el razonamiento filosófico, afirmaban que tres personas podían ser un solo Dios a la vez que estas conservaban su individualidad.
Sin embargo, la verdad bíblica indica claramente que solo Jehová es Dios Todopoderoso, que Jesucristo es su Hijo, creado por Él y, por tanto, inferior, y que el espíritu santo es Su fuerza activa (Deuteronomio 6:4; Isaías 45:5; Hechos 2:4; Colosenses 1:15; Revelación [Apocalipsis] 3:14). La doctrina de la Trinidad deshonra al único Dios verdadero y confunde a la gente alejándola de un Dios que no puede comprender.
La esperanza que nos dan las Escrituras respecto al Milenio también se vio afectada por el neoplatonismo (Revelación 20:4-6). Orígenes se destacó por su condena a los milenaristas. ¿Por qué se oponía tanto a la enseñanza del Reinado de Mil Años de Cristo, a pesar de su sólido fundamento bíblico? The Catholic Encyclopedia responde: “Ya que el neoplatonismo era la base de sus doctrinas [...], [Orígenes] no podía aceptar a los milenaristas”.
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