Padres, escojan con cuidado los juguetes de su hijo
“LOS hijos son una herencia de parte de Jehová”, dice la Biblia. (Salmo 127:3.) En consecuencia, los padres temerosos de Dios reconocen que están obligados a educarlos “en la disciplina y regulación mental de Jehová”. (Efesios 6:4.) No dejan a los fabricantes de juguetes la tarea de moldear la personalidad de sus hijos.
Los juguetes pueden contribuir notablemente al desarrollo emocional y mental del niño. Esto, sin embargo, no significa que los padres deban gastar grandes sumas de dinero en artefactos sofisticados. Algunos de los juguetes más sanos y estimuladores que pueda haber son muy económicos.
Una simple caja de cartón puede convertirse en una casa de muñecas, un avión o cualquier cosa que conciba la fértil imaginación infantil. Con un cubo y una pala puede hacer castillos de arena. Los juegos de piezas cúbicas, los rompecabezas, la arcilla y los lápices de colores pueden asimismo entretenerlo sanamente durante horas. A los niños más crecidos, los materiales de dibujo y los estuches de herramientas para aficionados los ayudan a aprender técnicas útiles y les permiten dar rienda suelta a su creatividad de manera positiva, lo cual resulta muchísimo más satisfaciente que disparar contra blancos electrónicos.
Algunas actividades lúdicas no precisan de ningún instrumento especial. Un paseo por el bosque puede parecerle al niño una aventura apasionante, sobre todo si va acompañado de un padre o una madre cariñosos que le dedican atención. Hasta las labores domésticas más esenciales se pueden enseñar de manera divertida. Penelope Leach escribe en su libro Your Growing Child (El desarrollo de su hijo): “Quizás usted considere trabajo preparar un pastel o una comida, cultivar el jardín, limpiar el auto, pintar el techo, hacer la compra o bañar al bebé, pero para su hijo pueden ser juegos de lo más apetecibles”.
Siete pautas prácticas
De todos modos, es obvio que los juguetes fabricados pueden resultar convenientes. En caso de que el presupuesto familiar le alcance para comprarlos, tal vez desee hacerse las siguientes preguntas antes de elegir uno:
1. ¿Estimula realmente la curiosidad e imaginación de mi hijo? De no ser así, enseguida se aburrirá. Aunque un juguete parezca atractivo en un anuncio de televisión, tenga en cuenta que se ha pagado a los actores y actrices infantiles para que se muestren entusiasmados con él. Puede que su hijo no reaccione de la misma forma. Obsérvelo mientras juega o cuando entran en una juguetería. ¿Qué tipo de juguetes le atraen?
Los padres a veces creen que los juguetes no tienen valor a menos que sean “educativos”. Sin embargo, la profesora Janice T. Gibson nos recuerda: “Los niños aprenden de todos los juguetes. Lo importante es que se diviertan para que así sigan jugando de maneras que sean constructivas”.
2. ¿Es adecuado para las aptitudes físicas y mentales de mi hijo? Quizás el niño no sea lo suficientemente fuerte, paciente o ágil para utilizar un determinado juguete, y aun así los padres estén tentados de comprarlo por razones sentimentales. Ahora bien, ¿puede un niño de 3 años hacer funcionar un tren eléctrico o empuñar un bate de béisbol? ¿Por qué no espera a que su hijo tenga edad para apreciar esos juguetes?
3. ¿Es un juguete seguro? Los niños pequeños tienden a meterse todo en la boca, por lo que pudieran asfixiarse fácilmente con piezas menudas de madera u objetos plásticos. Las esquinas y los bordes afilados pueden representar un peligro para los niños de todas las edades. También debería preguntarse si es probable que su hijo lance el juguete o lo utilice a modo de arma contra su hermano.
En Estados Unidos, algunos fabricantes indican para qué edades están concebidos los juguetes. Siguiendo dichas recomendaciones, puede impedir que su hijo se haga daño. En caso de que abrigue dudas respecto a un juguete, pregunte al dependiente de la tienda si tienen uno de muestra para que usted lo pueda examinar.
4. ¿Está bien hecho y es resistente? “Los niños pequeños a los que les gusta tirar al suelo, lanzar y meterse en la boca todas las cosas pueden hacer añicos los juguetes que no sean resistentes”, nos recuerda la revista Parents.
5. ¿Vale lo que se paga por él? Los anuncios televisivos raramente mencionan el precio, pero los juguetes cuestan dinero. Es más lo que se paga por la marca que lo que cuestan los materiales. Por otra parte, muchas veces los anuncios crean expectativas irreales en los niños que pueden causarles una gran desilusión.
Enseñe a sus hijos a ser buenos compradores. Proverbios 14:15 lee: “Cualquiera que es inexperto pone fe en toda palabra, pero el sagaz considera sus pasos”. Un artículo de The New York Times dijo: “A veces uno se da cuenta a tiempo de que la fabricación de un juguete en particular es deficiente o de que su publicidad es engañosa”. El Times añadió: “Los niños se convierten en consumidores mucho más perspicaces cuando el dinero sale de su propio bolsillo en lugar del de los padres”.
Obviamente, el valor real de un juguete va más allá de la calidad de los materiales y de la fabricación. Otros factores importantes son con cuánta frecuencia lo va a utilizar su hijo y cuánto va a disfrutar de él. Un columpio, por ejemplo, puede ser relativamente caro, pero entretener al niño durante muchas horas a lo largo de varios años. Un juguete barato que se deseche enseguida puede ser a la larga una inversión menos acertada.
6. ¿Qué valores y principios enseña? El profesor David Elkind, especialista en desarrollo infantil, sostiene que “los juguetes deben estimular la imaginación del niño de manera positiva, no negativa”. Evite los juguetes que inspiran miedo, los que fomentan claramente la violencia o los que reproducen los vicios de los adultos, como el juego de azar.
¿Qué se puede decir de los juguetes basados en cuentos de hadas populares o en personajes de ciencia ficción? Tales narraciones por lo general tratan del triunfo del bien sobre el mal. De modo que algunos padres ven los ‘elementos mágicos’ de estos cuentos como el simple producto de una imaginación infantil y no les parece que puedan perjudicar a sus hijos. Otros, en cambio, pudieran temer que despertaran en ellos el interés por el ocultismo. (Deuteronomio 18:10-13.) Sin juzgar a los demás, los padres deben tomar sus propias decisiones al respecto, teniendo en consideración los efectos que estas historias, y los juguetes basados en ellas, causan en sus hijos.
Recuerde igualmente el principio de 1 Corintios 10:23: “Todas las cosas son lícitas; pero no todas las cosas son ventajosas”. Aun si no desaprueba cierto juguete popular, ¿es ventajoso comprarlo? ¿Pudiera ofender o hacer tropezar a otros?
Los juguetes catalogados como educativos también deben someterse a un cuidadoso examen, sobre todo cuando pretenden ilustrar a los niños sobre la sexualidad y el embarazo. ¿Está preparado el niño para recibir dicha información? ¿Se transmitiría mejor la información mediante conversaciones entre el padre y el hijo?a Algunos juguetes enseñan los aspectos físicos de estas cuestiones, pero ¿enseñan los principios morales correctos?
7. ¿De verdad quiero que mi hijo lo tenga? A lo mejor piensa que su hijo ya tiene demasiados juguetes, que el juguete en cuestión no es práctico para sus circunstancias o que hace más ruido del que usted puede soportar. Si no consigue solventar estos problemas, tal vez no le quede más remedio que decirle que no a su hijo. No es fácil; pero accediendo a todos sus caprichos y demandas no le ayudará a convertirse en un adulto equilibrado. Fíjese en el principio de Proverbios 29:21: “Si uno viene mimando a su siervo [o hijo] desde la juventud, este hasta llegará a ser un ingrato en el período posterior de su vida”.
Lo antedicho no significa que deba ser una madre o un padre dogmático e irrazonable, pues así solo conseguirá que su hijo se resienta. “La sabiduría de arriba es [...] razonable.” (Santiago 3:17.) Una especialista en el cuidado infantil lo expresó con estas palabras: “Tiene que sentarse con su hijo y explicarle cuidadosamente por qué no quiere darle ciertos juguetes”.
Cosas más importantes que los juguetes
Si bien los juguetes resultan valiosos para educar y entretener, no dejan de ser meros objetos. El niño puede encariñarse con un juguete, pero este no puede encariñarse con el niño. Los niños necesitan la atención amorosa que solo los padres pueden dar. “Los padres son el mejor juguete de los niños”, dice la Dra. Magdalena Grey. Al jugar con sus hijos, los padres contribuyen a la formación de un estrecho vínculo afectivo y de actitudes y sentimientos sanos.
En definitiva, los niños necesitan juego sano. Pero más importante aún es la necesidad que tienen de recibir orientación moral y espiritual. “Esto significa vida eterna —dice la Biblia—, el que estén adquiriendo conocimiento de ti, el único Dios verdadero, y de aquel a quien tú enviaste, Jesucristo.” (Juan 17:3.) Los padres pueden ayudar muchísimo a sus hijos a alcanzar este conocimiento salvador. Las familias que son testigos de Jehová tratan de incluir el estudio de la Biblia en su programa de actividades. Por lo general utilizan como base para tal estudio publicaciones escritas especialmente para los jóvenes, como Mi libro de historias bíblicas, Escuchando al Gran Maestro y Lo que los jóvenes preguntan. Respuestas prácticas.b La finalidad de estos libros no es tan solo entretener a los niños, como se desprende del hecho de que ya han ayudado a miles de ellos a cultivar una fe firme en Dios. Los niños también gustan de las grabaciones en casete de dramas bíblicos y de publicaciones como El hombre más grande de todos los tiempos.c
Así pues, los verdaderos cristianos no se limitan a jugar con sus hijos; también oran, estudian y hablan con ellos. Se requiere tiempo y mucho esfuerzo para atenderlos con tanto amor. Pero a la larga produce un disfrute más duradero que cualquier juego o juguete llamativo.
[Notas a pie de página]
a Véanse los artículos sobre educación sexual de ¡Despertad! del 22 de febrero de 1992.
b Editadas por Watchtower Bible and Tract Society of New York, Inc.
c Editadas por Watchtower Bible and Tract Society of New York, Inc.
[Fotografías en las páginas 8, 9]
Los niños se divierten con juguetes caseros, como cestos de ropa convertidos en autos o cajas de zapatos transformadas en trenes