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Página 2¡Despertad! 1987 | 22 de junio
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En la República Federal de Alemania, donde el 29% de la extensión del país está cubierta de bosques, para 1983 el 43% de todos los árboles de los bosques habían sufrido daño a mayor o menor grado. Sin embargo, ¡para 1985 la cantidad de árboles damnificados había aumentado a un 53%!
¿Qué es lo que está matando los bosques, y qué se está haciendo para salvarlos? ¿Por qué puede decirse que este es un problema que le afecta a usted?
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La muerte de los bosques... ¡también es problema suyo!¡Despertad! 1987 | 22 de junio
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La muerte de los bosques... ¡también es problema suyo!
¿SE le dan bien las adivinanzas? Intente resolver esta: Soy cientos de años mayor que usted, pero ahora estoy en peligro de sufrir una muerte prematura. Soy solo una, pero estoy compuesta de muchos, los cuales, lamentablemente, cada vez son menos. Y a pesar de ser verde, me llaman negra. ¿Qué soy?
Si su respuesta es la Selva Negra de Alemania, ha acertado. ¡Qué triste es que los abetos y piceas que en un tiempo cubrían tan densamente las laderas de sus montañas, oscureciendo el bosque, estén siendo ahora diezmados por un asesino silencioso! ¡Pero espere! Eso no es todo.
Peter Schütt, profesor de silvicultura de la Universidad de Múnich, dijo en 1983: “Desde Italia hasta Dinamarca, sí, por toda Europa están muriendo los bosques”. Desde entonces, en vista de la evidencia inequívoca de que este problema se ha ido extendiendo hacia el norte, a los países escandinavos, sus palabras han cobrado mayor urgencia.
En América del Norte, y especialmente en Canadá, también existe ese problema, pero en ningún lugar del mundo ha adquirido unas proporciones tan alarmantes como en Europa. A tal grado, que en Alemania, país donde los bosques han tenido un marcado protagonismo, tanto en su historia como en su mitología, se ha acuñado el término Waldsterben: “bosque moribundo”.
Cómo le afecta a usted la muerte de los bosques
¿Disfruta usted de dar un paseo por el bosque de vez en cuando? ¿Se siente conmovido al ver la ilusión de los niños cuando contemplan los ciervos y demás fauna silvestre en su hábitat natural? Recuerde que, sin bosques, ya no habría más paseos de ese tipo, ni fauna silvestre, ni aire puro y refrescante.
Además, si los bosques siguen muriendo, piense en las consecuencias desfavorables que eso produciría en la economía de países productores de madera como Canadá y Suecia. En realidad, sufriría la economía del mundo entero. Calcule, si puede, el precio tan elevado al que se pondrían la madera y sus productos derivados, como por ejemplo el papel.
Asimismo, el que las regiones montañosas queden desnudas de árboles es una invitación al desastre. Un estudio publicado recientemente en Múnich dice que la mitad de las aldeas situadas en las estribaciones alpinas de Baviera están amenazadas por “desprendimientos, aludes e inundaciones” que podrían dejar “intransitables las carreteras que comunican las aldeas”. Se dice que en otras regiones alpinas la situación es similar.
Pero la peor amenaza de todas es que a menos que se haga algo pronto, como advierte el profesor Schütt, “los ecosistemas de nuestros bosques sufrirán un colapso en menos de diez o veinte años”. Un colapso así reduciría la cantidad de especies vegetales y animales. Afectaría el clima, alterando las temperaturas de toda la Tierra. También cambiaría la pluviosidad, amenazando las reservas de agua y las cosechas.
¿Y cómo afectaría la salud? ¿Podemos esperar que los seres humanos mantengan una buena salud mientras respiran el mismo aire contaminado que evidentemente está matando a nuestros árboles? Un estudio hecho en Alemania afirma haber descubierto una correlación entre la extensión y gravedad de los bosques moribundos y la incidencia y gravedad de las enfermedades del sistema respiratorio humano. En dicho estudio se cita a un doctor de la Universidad de California cuya opinión es “que si no se halla un remedio para el cáncer en menos de setenta y cinco años, muchas personas sufrirán; pero a menos que encontremos algún medio de conservar la naturaleza, en menos de quince años todos sufriremos”.
El doctor Albert Hofmann, de Suiza, dice que “si no hay ninguna diferencia básica en la manera como asimilan el anhídrido carbónico los árboles del bosque, los árboles frutales, las plantas comestibles, los cereales, etc. —y evidentemente no la hay—, entonces hay que considerar como una verdadera posibilidad el que en el futuro previsible las plantas que le sirven al hombre de alimento empiecen también a morir”. Y para concluir, afirma: “Con la muerte de nuestros bosques, se está poniendo en grave peligro el mismo fundamento de toda la vida terrestre”.
En vista de la gravedad de la situación, no es ninguna exageración que el libro Unser Wald Muss Leben (Nuestro bosque tiene que vivir) diga que la muerte de nuestros bosques plantea “el mayor desafío de nuestro tiempo”.
Con buena razón se ha dicho: “Primero mueren los bosques, y luego la gente”. ¿Hay algo que se pueda hacer?
[Recuadro en la página 3]
Algo más que un problema de Alemania
Suiza: Según un estudio completado recientemente, se calcula que la cantidad de árboles enfermos en ese país ha aumentado a un 46%, lo cual representa un incremento de un 10% durante el último año.
Austria: El director del Instituto de Silvicultura de la Universidad de Cultivo del Suelo de Viena dice que la mitad de los árboles del país manifiestan señales visibles de enfermedad, y afirma: “No ha quedado ni un solo árbol en Austria que no haya sufrido daño latente”.
Yugoslavia: Se pueden apreciar síntomas visibles de enfermedad en las piceas y en los abetos.
Francia: Hasta 1983 se afirmaba que la muerte de los bosques no afectaba a Francia, pero ahora se está haciendo evidente que hay árboles enfermos.
Luxemburgo: En 1984 se informó por primera vez que había bosques damnificados.
Checoslovaquia: Se ha informado que en los montes Metálicos, cordillera situada en la frontera de la República Democrática Alemana con Checoslovaquia, ya han muerto más de 50.000 Ha. (120.000 acres) de bosques.
Bélgica: Se dice que aproximadamente el 70% de los bosques que cubren la parte oriental del país están enfermos.
Inglaterra y Escocia: En 1984 la Comisión de Silvicultura del Reino Unido informó que en el sur y el oeste de Escocia y en el noroeste de Inglaterra el daño sufrido por los árboles es “reciente y bastante extendido entre varias especies”.
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¿Es posible salvar los bosques?¡Despertad! 1987 | 22 de junio
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Si se debía a la polución atmosférica provocada por unas instalaciones industriales cercanas, en seguida se detectaba cuál era la sustancia venenosa específica que había sido responsable de los daños. Por esa razón, cuando a finales de la década de los setenta los silvicultores vieron la primera evidencia de enfermedad, lógicamente sospecharon de estas causas “normales”. Pero entonces se dieron cuenta de que la enfermedad iba afectando a más y más especies: abetos blancos; luego, piceas y pinos; y a continuación, hayas, robles, arces y fresnos. Alarmados, los silvicultores, notaron que aumentaba la cantidad de árboles raquíticos, árboles con sistemas de raíces atrofiadas, árboles cuyas hojas o agujas iban poniéndose amarillas y se caían. Estos síntomas, hasta entonces desconocidos, demostraron que se estaba tratando con un fenómeno nuevo. ¿A quién se le podía achacar la culpa de estar matando sus bosques? Pronto creyeron haber descubierto al culpable: la lluvia ácida.
El papel de la lluvia ácida
Las centrales eléctricas, las calderas industriales y los vehículos de motor producen anhídrido sulfúrico y óxido nítrico. La interacción entre estos gases y el vapor de agua forma soluciones diluidas de ácido sulfúrico y nítrico que se precipitan en forma de lluvia ácida. Estas sustancias nocivas pueden ser transportadas a largas distancias, e incluso a través de fronteras internacionales.
Por ejemplo, el Canadá afirma que las emanaciones de alto contenido sulfúrico de las centrales eléctricas estadounidenses son principalmente responsables de la lluvia ácida que está devastando sus bosques y vías navegables. En Europa existe una situación similar, ya que la lluvia ácida, originada quizás en la Europa central, ha causado estragos en los lagos y ríos de los países escandinavos, aumentando la acidez del agua y matando a los peces.
Cuando el suelo absorbe la lluvia ácida, algunos minerales de calcio, potasio y aluminio son alterados químicamente y arrastrados hasta el subsuelo, dejando así a los árboles y las plantas sin una fuente vital de nutrición. Pero una mayor investigación ha demostrado que esta no es la única razón que está causando la muerte de los bosques. Sin embargo, el intentar precisar cuál es la causa exacta de ese problema ha sido muy difícil.
El enigma sin resolver
Un meteorólogo admitió: “Somos como un grupo de ciegos tratando de agarrar un elefante”. De hecho, un silvicultor sueco recientemente citó 167 teorías que han sido propuestas para explicar la causa del problema.
Sea cual sea la razón, “las emanaciones de anhídrido sulfúrico procedentes de otros lugares han sido parcialmente exoneradas de culpa —explica la revista estadounidense Smithsonian—, al menos en la Selva Negra”. Esto se debe a que en la atmósfera ahora hay menos anhídrido sulfúrico que hace quince años y, como indica la mencionada revista, “donde los árboles están más afectados, es la zona en que la concentración atmosférica de anhídrido sulfúrico es más baja”.
Actualmente, las investigaciones parecen indicar que los vestigios de metales tóxicos arrojados a la atmósfera por plantas industriales que queman combustible fósil y los gases de escape de los vehículos se combinan con la lluvia ácida para destruir los elementos de nutrición que los árboles necesitan para vivir. Por otra parte, algunas autoridades en la materia creen que, debido a la continua acidificación del suelo, elementos químicos en pequeñas cantidades pueden ser disueltos y absorbidos por las raíces, proceso que obstruye el suministro de agua del árbol.
Hans Mohr, un profesor de la Universidad de Friburgo, afirma que el problema radica en el nitrógeno, la misma sustancia que a menudo necesitan las plantas. Dicho profesor hace referencia a investigaciones que indican que los compuestos de nitrógeno que hay en la atmósfera han aumentado en un 50% durante los pasados veinte años. Este aumento se debe principalmente a los gases de escape emanados por los vehículos, las emisiones electrostáticas, los residuos arrojados a la atmósfera por la calefacción central a base de gas, petróleo y carbón, así como al amoníaco desprendido en los procesos agrícolas y por las instalaciones de eliminación de desperdicios. Bernhard Ulrich, de la Universidad de Gotinga, explica que los árboles no están siendo asfixiados por lo que hay en el aire, sino que están siendo envenenados por lo que hay en el suelo. Otras autoridades echan la culpa a los niveles de ozono, al descenso del nivel freático o a las ineficaces medidas de los silvicultores.
“Una nueva vía de investigación —observa la revista Smithsonian— afirma que la culpa no recae en un solo contaminante del aire, sino más bien en la interacción, todavía desconocida, entre los agentes contaminantes, de modo que el impacto del conjunto es mayor que el de las partes.” Esto es muy posible. Existen casi tres mil compuestos químicos que pueden denominarse contaminantes del aire. Su concentración ha ido aumentando durante varias décadas, sometiendo a los bosques a un ataque continuo.
Mientras el sistema ecológico se mantenía intacto y lo suficientemente fuerte como para rechazar los efectos de la contaminación, todo iba bien. Pero ahora, cuando aparecen en escena causas de enfermedad —como escarcha, sequía e insectos—, los árboles se encuentran demasiado débiles para resistir sus embates.
Es obvio que hay muchos factores implicados en el ocaso de los imponentes robles de Alemania. El determinar precisamente cuál es el agente contaminante en el que recae la responsabilidad principal de su muerte es tan difícil y tiene tan poco sentido como el decir cuál de los diez grifos que se están utilizando para llenar un depósito de agua es el grifo que finalmente hace que dicho depósito se desborde.
¿Qué se está haciendo?
Dándose cuenta de que hay que hacer algo deprisa, si se va a evitar lo peor, gobiernos locales, estatales y federales están recurriendo a “soluciones de corto plazo para mantener con vida los árboles hasta que pueda encontrarse una respuesta definitiva”, según lo expresa cierta revista. Mientras tanto se están haciendo extensos estudios, hasta tomando fotografías aéreas infrarrojas de los bosques para determinar el grado del daño y lo que debería hacerse.
“¿Por qué no se limitan a plantar árboles nuevos para reemplazar a los que están enfermos?”, pudiera usted preguntar. Pero no es así de sencillo, porque los árboles que acaban de plantarse ya están empezando a mostrar los mismos síntomas de enfermedad que los árboles de más edad. Incluso los fertilizantes han logrado solo un éxito limitado en contrarrestar las deficiencias del suelo.
Se está dando máxima prioridad a los esfuerzos por disminuir la polución atmosférica. Las leyes que regulan la industria se han hecho más rigurosas, y en la República Federal de Alemania se espera que para mediados de la década de los noventa estas regulaciones reducirán la cantidad de anhídrido sulfúrico a aproximadamente una tercera parte de la cantidad actual, y la de óxido nítrico, a aproximadamente la mitad.
A las personas que están dispuestas a comprar automóviles equipados con dispositivos —como convertidores catalíticos— que reducen considerablemente las emanaciones contaminantes se les han concedido generosas desgravaciones de impuestos. Como incentivo adicional, la gasolina sin plomo suele costar menos que la gasolina con plomo. En Austria, a diferencia de la mayoría de los demás países europeos, la gasolina sin plomo está fácilmente disponible en todas partes. A finales de 1986 se pusieron en vigor en Suiza unas nuevas leyes para el control de las emanaciones, ideadas también con el propósito de promover la venta de automóviles con convertidores catalíticos.
Estos esfuerzos se están haciendo debido a que, como afirma el director del Instituto de Silvicultura de la Universidad de Cultivo del Suelo, de Viena, la muerte de los bosques solo puede detenerse si se reduce la polución atmosférica a los niveles que existían en 1950. ¿Pero es realista este criterio, teniendo en cuenta que solamente en Alemania, donde hay más automóviles por kilómetro cuadrado que en cualquier otra nación del mundo, la cantidad de vehículos motorizados es más de diecinueve veces mayor que en aquel tiempo?
Las pruebas realizadas han demostrado que el imponer límites de velocidad reduciría considerablemente las emanaciones contaminantes. Pero esta idea ha tropezado con fuerte oposición. No obstante, hasta en Alemania, donde se suele circular a gran velocidad, algunos conductores están empezando a darse cuenta de que, por el bien de sus bosques —por no decir de sus vidas—, deben reducir la velocidad. Por supuesto, hay otros que egoístamente rechazan cualquiera de esas restricciones. Un ejemplo típico es el de los conductores que colocan un letrero en su parachoques con el lema: “Mi automóvil funcionará aun sin el bosque”.
Por consiguiente, un factor principal para resolver el problema es convencer a las personas y a los gobiernos de que deben cooperar. Como la polución atmosférica no conoce las fronteras nacionales, es necesario tomar medidas internacionales. Hasta el momento, no han prosperado los intentos por elaborar un programa unificado dentro de la Comunidad Europea.
¿Puede hacerse más?
Muchas personas creen que tiene que hacerse mucho más. De hecho, esta actitud ha contribuido a la formación de un nuevo partido político en Alemania llamado los Verdes. Este partido está dedicado a proteger el medio ambiente, y logró reconocimiento local y regional durante los últimos años de la década de los setenta. Finalmente, en 1983 se incorporó al Parlamento de Alemania, eligiendo a veintisiete representantes y captando el 5,6% del voto popular.
En alemán, al igual que en español, se dice que el verde es el color de la esperanza. Pero ¿ofrecen los Verdes esperanza para los bosques? A pesar de sus buenas intenciones y sus metas idealistas, el partido ha avanzado poco. Muchos ciudadanos los consideran políticos ingenuos que ofrecen soluciones simplistas a problemas complejos.
Sin embargo, muchas personas están dando pasos prácticos para reducir la polución atmosférica al mayor grado razonable posible. Están conduciendo más despacio, viajando menos, formando grupos para viajar en el mismo automóvil, utilizando gasolina sin plomo y obedeciendo las regulaciones prescritas por el gobierno contra la contaminación. No obstante, al parecer, esto todavía no es suficiente.
Otra alternativa, la de reducir drásticamente el uso de vehículos motorizados, aviones e instalaciones industriales, aunque ayudaría a resolver el problema de la polución atmosférica, seguramente crearía nuevos problemas. En realidad, la solución al problema de la muerte de los bosques —de hecho, a todos los problemas del medio ambiente— tiene que encontrarse en otro lugar.
[Comentario en la página 8]
Un factor principal para resolver el problema es convencer a las personas y a los gobiernos de que deben cooperar
[Ilustración en la página 7]
Los científicos disienten entre sí en cuanto a cómo causan la muerte de los bosques los agentes contaminantes
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¡Viva para ver a los bosques regocijarse!¡Despertad! 1987 | 22 de junio
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¡Viva para ver a los bosques regocijarse!
“Creo que nunca veré
un poema tan hermoso como un árbol. [...]
Los poemas los hacen tontos como yo,
pero solo Dios puede hacer un árbol.”
A LA verdad de que “solo Dios puede hacer un árbol”, el poeta americano Joyce Kilmer, cuyo talento se vio truncado por su muerte prematura en la I Guerra Mundial, bien pudiera haber añadido la idea: “Y solo Dios puede mantener vivo a un árbol”.
A pesar del grito de guerra: “Salvemos nuestros bosques”, los esfuerzos humanos por conservar los bosques solo están logrando un éxito limitado. Ni siquiera las “buenas noticias” dadas en un informe de la televisión alemana en el mes de septiembre de 1986 sirven de mucho consuelo. Se habló de “un alto nivel de estabilización”, lo cual, en palabras sencillas, significa que la muerte de los bosques todavía está propagándose, aunque a menos velocidad que en los pasados años.
Según un periódico alemán de renombre, muchos científicos están experimentando un creciente sentimiento de impotencia. Se cita al profesor Peter Schütt, del Instituto de Silvicultura de Múnich, quien recientemente dijo a un auditorio preocupado: “No nos engañemos. Hace tiempo que llegamos a los límites de nuestras posibilidades”. Este profesor advirtió que si los intentos actuales por refrenar la polución atmosférica fracasan, “no nos quedará absolutamente nada más por probar”.
¿Y cómo se podrían describir las perspectivas de solventar el problema de la polución atmosférica? Deprimentes, tristes o sombrías... escoja usted mismo. “La calidad del aire no ha mejorado”, advierte el periódico suizo Die Weltwoche. Mientras que “los fisiólogos botánicos todavía están absortos en lentas y minuciosas investigaciones intentando determinar qué agente contaminante está azotando a qué árbol en particular y hasta qué grado, [...] los conductores que en un tiempo se sentían desconcertados están recuperando su antigua confianza y circulan más deprisa de lo que debieran. La venta de automóviles con convertidores catalíticos se ha estancado [...]. Casi nada ha cambiado, con la excepción de que la racha de profunda preocupación [por la muerte de los bosques] hace mucho que pasó”.
Una solución realista que está muy próxima
El creer que la muerte de los bosques puede solucionarse con éxito utilizando medios humanos no es ser realista. ¿Por qué? Porque a los humanos les falta conocimiento exacto tanto de sus causas como de los métodos eficaces para combatirla. Además, carecen del poder que se precisa para controlar las fuerzas de la naturaleza, como pudieran ser los sistemas climáticos y los ecosistemas. Por otra parte, el egoísmo innato les impide renunciar a sus intereses personales en favor del bien común.
Sin embargo, hay razones para ser optimistas. La cronología bíblica y los acontecimientos actuales indican que el Reino de Dios, por el que se ha orado desde hace tanto tiempo, está muy próximo. El establecimiento de este gobierno fue predicho hace casi diecinueve siglos con las siguientes palabras: “Te damos gracias, Jehová Dios, el Todopoderoso, Aquel que eres y que eras, porque has tomado tu gran poder y has empezado a reinar. Pero las naciones se airaron, y vino tu propia ira, y el tiempo señalado [...] para causar la ruina de los que están arruinando la tierra”. (Revelación 11:17, 18.) Pronto, como se prometió, llegará el “tiempo señalado” para que Dios cause “la ruina de los que están arruinando la tierra”, entre ellos de los que están arruinando Sus bosques.
Bajo la gobernación divina, la humanidad obediente recibirá instrucciones necesarias en cuanto a cómo evitar la polución atmosférica y su secuela: la muerte de los bosques. Imagínese cómo se regocijará la Tierra, hablando simbólicamente, cuando el equilibrio de la naturaleza haya sido sanado, produciendo efectos positivos en el clima, la agricultura y la salud. “Esté gozosa la tierra, y [diga] entre las naciones: ‘¡Jehová mismo ha llegado a ser rey!’. [...] Al mismo tiempo prorrumpan gozosamente en gritos los árboles del bosque.” (1 Crónicas 16:31-33.) Debido a que habrán sido restaurados a una condición de mayor belleza y bienestar que nunca antes, “los árboles del bosque” verdaderamente tendrán toda razón para ‘prorrumpir gozosamente en gritos’.
Pero antes de que llegue ese momento, es posible que la muerte de los bosques empeore. Por ejemplo, en septiembre de 1986 el periódico suizo mencionado anteriormente escribió: “En las tierras bajas las plantas cultivadas están empezando a marchitarse; en la parte noroeste de Suiza los cerezos han perdido su sabor, y los granjeros están acudiendo a los agrónomos por consejo”. Recientemente, una situación similar en Alemania hizo que el estado de Baden-Württemberg empezase a investigar la relación entre la polución atmosférica y los árboles frutales damnificados. Aunque todavía no hay datos disponibles, se dice que los científicos creen que particularmente son las frutas drupáceas las que están en peligro.
Informes como estos pueden recordar a los estudiantes de la Biblia las palabras de Habacuc 3:17. Hablando de nuestros días, dice: “Aunque la higuera misma no florezca, y no haya fruto en las vides; la obra del olivo realmente resulte un fracaso, y los terraplenes mismos realmente no produzcan alimento”.
No obstante, si usted cifra su confianza en Dios y apoya la gobernación de su Reino, usted, al igual que Habacuc, no tendrá razón para temer. (Habacuc 3:18.) Al contrario, tendrá toda razón para mirar al futuro con optimismo y estar gozoso. El problema de la muerte de los bosques está a punto de solventarse... de manera permanente y completa. Usted también puede vivir para ver a los bosques regocijarse... ¡y a toda la humanidad junto con ellos!
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