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Intentan evitar que la Palabra de Dios llegue a las masas¡Despertad! 2011 | diciembre
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En 1199, el papa Inocencio III calificó de “herejes” a quienes osaron traducir la Biblia al francés y discutirla entre ellos, y les aplicó estas palabras de Jesús: “No den lo santo a los perros, ni tiren sus perlas delante de los cerdos” (Mateo 7:6). ¿Qué pretendía el Papa con este argumento? “Que ningún simple e indocto presuma tocar a la sublimidad de la Sagrada Escritura ni predicarla a otros”, escribió. A menudo, los que contravenían su decreto eran entregados a los inquisidores, quienes los torturaban para que confesaran. Los que se negaban a retractarse eran quemados vivos.
Durante la larga batalla en torno al derecho de poseer y leer la Biblia se citó con frecuencia esta epístola papal como apoyo para prohibir el empleo y la traducción de las Sagradas Escrituras. Poco después de promulgado el decreto de Inocencio, comenzó la quema de biblias en lenguas vernáculas y, en ocasiones, también de algunos de sus dueños. En siglos subsiguientes, los obispos y gobernantes de la Europa católica procuraron por todos los medios hacer cumplir la prohibición papal.
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Intentan evitar que la Palabra de Dios llegue a las masas¡Despertad! 2011 | diciembre
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1199
El papa Inocencio III califica de hereje a cualquiera que ose traducir la Biblia y hablar de ella. A menudo, quienes desacatan la orden papal son torturados y muertos.
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