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¿Qué hago si mi familia es pobre?¡Despertad! 1992 | 22 de enero
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Cultiva amor propio
Fíjate en el caso de James, un niño de once años. Vive con su madre y su hermana en un campamento de “squatters” (ocupantes ilegales de viviendas) cerca de Johannesburgo (África del Sur). Casi no tienen nada en sentido material. Pero todos los fines de semana ofrece voluntariamente sus servicios para colaborar en la construcción de un Salón del Reino de los testigos de Jehová de la localidad. De ese modo no solo ocupa un tiempo que de otra manera transcurriría lentamente, sino que también consigue tener un sentimiento de logro. James dice con una amplia sonrisa: “Después de trabajar todo un día en la construcción del Salón, siento en mi interior un gran contentamiento”. Aunque este muchacho es pobre, dispone de algo muy valioso: tiempo y energías.
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¿Qué hago si mi familia es pobre?¡Despertad! 1992 | 22 de enero
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[Recuadro en la página 20]
“Me sentía atrapado por la pobreza”
George era un joven africano que deseaba con todas sus fuerzas continuar sus estudios hasta terminar la educación básica. Razonaba que de esa forma podría encontrar un empleo bien remunerado que le ayudaría a salir de la pobreza y a sacar de ella a su familia. Sin embargo, las cosas no salieron como quería. Su familia atravesó unos aprietos económicos tan desesperados, que George se vio obligado a dejar sus estudios y buscar trabajo tras solo seis años de escolaridad. Con el tiempo encontró un empleo de embalador en una empresa embotelladora, en la que solo ganaba 14 rands a la semana (5 dólares [E.U.A.]). Todo su salario se destinaba a la manutención de la familia.
“Aunque me sentía atrapado por la pobreza —dice George—, me di cuenta de que no serviría de nada tratar de conseguir el sustento uniéndome a una pandilla o robando. Muchos de los jóvenes de mi edad que hicieron eso son ahora marginados sin esperanza, están esclavizados a la bebida y las drogas o se encuentran en la cárcel. Algunos hasta perdieron la vida por su forma de actuar.”
Con el tiempo conoció a los testigos de Jehová. “Una de las primeras cosas que observé —dice George— fue que en las reuniones cristianas todos venían y me hablaban con respeto.” Y añade: “Poco a poco adquirí la confianza y el amor propio que antes me faltaban”. También encontró mucho consuelo en textos bíblicos, como el Salmo 72:12, 13, donde dice: “Porque él [el Rey mesiánico] librará al pobre que clama por ayuda [...]. Le tendrá lástima al de condición humilde y al pobre, y las almas de los pobres salvará”. Las promesas de la Biblia renovaron su interés y esperanza en la vida.
Quien vea a George ahora jamás advinará la lucha que ha supuesto para él cambiar su actitud de impotencia y desesperación por un punto de vista positivo. Ahora es un hombre felizmente casado que sirve de superintendente presidente en una congregación de los testigos de Jehová de Soweto (África del Sur).
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