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Le abrió su corazón a JehováEjemplos de fe
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Al irse acercando, Ana de seguro piensa detenidamente en lo que le dirá a Jehová cuando le ore. Una vez que llegan, todos se sientan a comer. Pero Ana se retira del grupo tan pronto como puede y se dirige al tabernáculo de Jehová. Sentado junto a la puerta se halla el sumo sacerdote Elí. Es probable que Ana ni siquiera lo vea, pues está concentrada en lo que le dirá a Jehová. Aquí, en la casa de Dios, siente la confianza de que será oída. Aunque nadie más pueda entender su dolor, su Padre en los cielos sí puede. Está tan afligida que le resulta imposible contener las lágrimas.
11 Rompiendo en sollozos, le habla a Jehová para sus adentros. Sus labios se mueven mientras va formulando en su mente las palabras que expresan su angustia. Se toma su tiempo para desahogarse con su Padre celestial. Pero hace más que simplemente pedirle que le conceda su intenso deseo de tener un hijo. Ana no solo está interesada en lo que pueda recibir de Dios, sino también en lo que pueda darle. Así que le promete que, si tiene un hijo varón, se lo entregará para que le sirva toda su vida (1 Sam. 1:9-11).
12. ¿Qué nos enseña el ejemplo de Ana sobre cómo debemos orarle a Dios?
12 El ejemplo de Ana nos muestra cómo desea Dios que le oremos. Jehová bondadosamente nos invita a hablarle con franqueza, sin reservas, a desahogarnos con él tal como un niño lo haría con su padre que lo ama (lea Salmo 62:8 y 1 Tesalonicenses 5:17). El apóstol Pedro escribió por inspiración estas consoladoras palabras relacionadas con la oración a Jehová: “Ech[e]n sobre él toda su inquietud, porque él se interesa por ustedes” (1 Ped. 5:7).
13, 14. a) ¿A qué conclusión apresurada llega Elí, y por qué? b) ¿Qué ejemplo de fe nos da Ana por la manera en que reacciona cuando Elí la acusa?
13 Lamentablemente, los seres humanos no somos tan comprensivos como Jehová. Mientras Ana ora con lágrimas en los ojos, una voz la interrumpe. Es Elí, el sumo sacerdote, quien la ha estado observando. “¿Hasta cuándo te portarás como una borracha? Aparta tu vino de ti”, le dice. Elí ha visto cómo le tiemblan los labios a Ana, sus sollozos, su agitación. Pero en vez de preguntarle qué le pasa, se apresura a concluir que está borracha (1 Sam. 1:12-14).
14 ¡Qué doloroso debe ser para Ana que, en estos momentos de angustia, la acusen de algo así! Y para colmo, el que la acusa es nada menos que el sumo sacerdote. Con todo, Ana nos vuelve a dar un precioso ejemplo de fe. No permite que las imperfecciones de ningún hombre se interpongan en su adoración a Jehová. Le contesta a Elí con respeto y le explica su situación. Elí, quizás un tanto avergonzado, responde en un tono más suave: “Ve en paz, y que el Dios de Israel conceda tu petición que le has pedido” (1 Sam. 1:15-17).
15, 16. a) ¿Cómo se sintió Ana después de abrirle su corazón a Jehová y adorarlo en el tabernáculo? b) ¿Cómo podemos seguir el ejemplo de Ana cuando estamos desanimados?
15 ¿Cómo se sintió Ana después de abrirle su corazón a Jehová y adorarlo en el tabernáculo? El relato indica que “procedió a irse por su camino y a comer, y su rostro no volvió a mostrar preocupación por su propia situación” (1 Sam. 1:18). En este pasaje, otra versión de la Biblia dice: “Su rostro ya no estaba triste” (Diego Ascunce). Ana se sintió aliviada. Había colocado el peso de su carga emocional sobre unos hombros infinitamente más anchos y fuertes que los suyos: los de su Padre celestial (lea Salmo 55:22). ¿Acaso puede haber algún problema demasiado grande para él? Jamás... ¡ni entonces, ni ahora, ni nunca!
16 Cuando nos sintamos abrumados o desanimados, sigamos el ejemplo de Ana y hablemos abiertamente con Jehová, a quien la Biblia llama “Oidor de la oración” (Sal. 65:2). Si lo hacemos con fe, veremos que nuestra tristeza se transforma en “la paz de Dios que supera a todo pensamiento” (Filip. 4:6, 7).
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Le abrió su corazón a JehováEjemplos de fe
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Entonces Ana pronuncia una oración que Dios considera digna de ser incluida en su Palabra inspirada. En cada línea del pasaje de 1 Samuel 2:1-10 percibimos la fe tan profunda de esta mujer. En su oración alaba a Jehová por cómo usa su poder de maneras maravillosas, y explica que no hay nadie como él que pueda humillar a los altivos, bendecir a los oprimidos y quitarle la vida a alguien o incluso salvarlo de la muerte. También lo alaba por su incomparable santidad, su justicia y su fidelidad. Con toda razón, Ana puede afirmar: “No hay roca como nuestro Dios”. En efecto, Jehová es totalmente confiable. En él pueden refugiarse todas aquellas personas que se sientan oprimidas y pisoteadas, y él les brindará seguridad y protección.
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