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“Enséñanos a orar”La Atalaya 1996 | 15 de julio
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“Enséñanos a orar”
“SEÑOR, enséñanos a orar”, suplicó un discípulo de Jesucristo. (Lucas 11:1.) Es obvio que este discípulo anónimo valoraba mucho la oración. Los adoradores verdaderos de la actualidad reconocen igualmente su importancia. Después de todo, es el medio por el cual obtenemos audiencia ante el Personaje más Excelso del universo. ¡Imagínese! El “Oidor de la oración” presta atención personal a nuestras preocupaciones e inquietudes. (Salmo 65:2.) Y, lo que es más importante, mediante la oración damos gracias a Dios y lo alabamos. (Filipenses 4:6.)
Ahora bien, la petición “enséñanos a orar” hace surgir preguntas de gran relevancia. Las religiones de todo el mundo utilizan muchos métodos diferentes para dirigirse a Dios. Sin embargo, ¿hay una manera correcta y otra incorrecta de orar? Para responder a esta pregunta, echemos primero un vistazo a algunas de las costumbres religiosas populares relacionadas con la oración. Nos centraremos en las prácticas de América Latina.
Imágenes y “santos patronos”
Por lo general, los países latinoamericanos son sumamente religiosos. Por ejemplo, en México se observa la práctica popular de rezar a los “santos patronos”. De hecho, es costumbre celebrar fiestas patronales en honor del “santo” del pueblo. Los católicos mexicanos también oran a una gran diversidad de imágenes. El santo al que se invoque depende del tipo de petición que desee hacer el devoto. Si alguien busca con quién casarse, pudiera encenderle una vela a “san” Antonio. O el que está a punto de emprender un viaje por carretera pudiera encomendarse a “san” Cristóbal, el patrón de los viajeros y, en particular, de los conductores.
¿Dónde se originaron tales costumbres? La historia atestigua que cuando los españoles llegaron a México, se encontraron con un pueblo que adoraba con fervor divinidades paganas. Victor Wolfgang von Hagen dice en su libro Los Aztecas, Hombre y Tribu: “Existían dioses personales, cada planta tenía su dios, cada función su dios o diosa, hasta los suicidas tenían uno. Yacatecuhtli era la deidad de los comerciantes. En este mundo politeísta, todos los dioses tenían tendencias y funciones definidas con claridad”.
El parecido entre estos dioses y los “santos” católicos era tan asombroso, que lo que hicieron los nativos cuando los conquistadores españoles intentaron “cristianizarlos” fue simplemente cambiar el culto a sus ídolos por la devoción a los “santos” de la Iglesia. Un artículo de The Wall Street Journal expuso las raíces paganas del catolicismo practicado en algunas zonas de México. Observó que en cierta región, la mayoría de los 64 “santos” venerados por la población corresponden a “dioses mayas concretos”.
La New Catholic Encyclopedia indica que “entre el santo y sus devotos se forja un lazo de intimidad y confianza, como el que existe entre los hermanos mayores y los menores, lazo este que, lejos de desvirtuar la relación con Cristo y con Dios, la enriquece y estrecha”. Pero ¿cómo puede un lazo que es un claro vestigio del paganismo estrechar la relación de uno con el Dios verdadero? ¿Le agradan realmente a Dios las oraciones que se ofrecen a tales “santos”?
Origen del rosario
Otra costumbre popular consiste en el uso del rosario. El Diccionario Enciclopédico Hispano-Americano define el rosario como “sarta de cincuenta o ciento cincuenta cuentas separadas de diez en diez por otras de mayor tamaño y unida por sus dos extremos a una cruz, actualmente precedida por tres cuentas”.
Una publicación católica explica del siguiente modo el uso del rosario: ‘El Santo Rosario es una forma de oración vocal o mental sobre los Misterios de nuestra redención. Se compone de quince décadas. Cada década consiste en la recitación del Padrenuestro, diez Avemarías y un Gloria al Padre. Durante cada década se medita sobre un Misterio’. Los misterios son doctrinas o enseñanzas que los católicos deben conocer, referentes en este caso a la vida, padecimientos y muerte de Cristo Jesús.
The World Book Encyclopedia dice: “El rezo del rosario se inició en la cristiandad durante la Edad Media, pero no se propagó hasta los siglos XV y XVI”. ¿Es el rosario privativo del catolicismo? No. El Diccionario Enciclopédico Hispano-Americano afirma: “Sartas semejantes están en uso en la devoción islámica, lamaísta y budista”. Es más, según la Encyclopaedia of Religion and Religions, “algunos autores sostienen que los mahometanos tomaron su rosario de los budistas, y los cristianos, a su vez, de los mahometanos en la época de las Cruzadas”.
Hay quienes alegan que el rosario no es más que una ayuda para la memoria cuando hay que repetir una serie de plegarias. No obstante, ¿le complace a Dios que se utilice?
No tenemos por qué especular o polemizar sobre si tales costumbres son correctas o válidas. Jesús dio una respuesta de peso a la petición de que enseñara a sus discípulos a orar. Sus palabras resultarán esclarecedoras para algunos lectores, y quizá los sorprendan.
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¿Cómo debemos orar a Dios?La Atalaya 1996 | 15 de julio
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¿Cómo debemos orar a Dios?
CUANDO cierto discípulo rogó a Jesús que les enseñara a orar, este no se negó. Según Lucas 11:2-4, Jesús contestó: “Cuando oréis, decid: Padre, santificado sea tu nombre; venga tu reino; danos cada día el pan cotidiano; perdónanos nuestras deudas, porque también nosotros perdonamos a todos nuestros deudores, y no nos pongas en tentación”. (Versión Nácar-Colunga, católica.) De esta oración, conocida como el padrenuestro, obtenemos muchísima información.
Para empezar, la misma primera palabra nos indica a quién debemos dirigir las oraciones: a nuestro Padre. Observemos que Jesús no dio pie para que oráramos a otra persona, imagen o “santo”, ni siquiera a él mismo. Después de todo, Dios había declarado: “No doy mi gloria a ningún otro ni mi honor a las imágenes fundidas”. (Isaías 42:8, Straubinger, católica.) Por consiguiente, nuestro Padre celestial no escucha ninguna oración dirigida a un objeto o persona que no sea él, prescindiendo de la sinceridad del adorador. Jehová Dios es el único a quien se denomina en la Biblia “Oidor de la oración”. (Salmo 65:2.)
Algunas personas aducen que los “santos” son solo intercesores ante Dios. Pero el propio Jesús enseñó: “Yo soy el camino y la verdad y la vida. Nadie viene al Padre sino por mí. [...] También, cualquier cosa que ustedes pidan en mi nombre, esto lo haré, para que el Padre sea glorificado con respecto al Hijo”. (Juan 14:6, 13.) Jesús excluyó la idea de que alguien a quien se llame santo pueda servir de intercesor. Fíjese también en lo que el apóstol Pablo dijo respecto a Cristo: “El que murió, aún más, el que resucitó, el que está a la diestra de Dios, es quien intercede por nosotros”. “Es, por tanto, perfecto su poder de salvar a los que por Él se acercan a Dios y siempre vive para interceder por ellos.” (Romanos 8:34; Hebreos 7:25, NC.)
El nombre que debe santificarse
Las siguientes palabras de la oración de Jesús fueron: “Santificado sea tu nombre”. ¿Cómo se puede santificar el nombre de Dios, o ponerlo aparte, distinguiéndolo de cualquier otro nombre, a menos que se conozca y se use? En el “Antiguo Testamento” se identifica más de seis mil veces a Dios con el nombre personal “Jehová”.
Respecto al nombre de Dios en hebreo, una nota de Éxodo 6:3 en la versión católica Scío de San Miguel dice: “Cesó enteramente de pronunciarse, y así se olvidó su primitiva y verdadera pronunciación”. Varias traducciones católicas de la Biblia emplean el nombre “Yavé”. Aunque algunos eruditos prefieren esta pronunciación, “Jehová” es una forma legítima y tradicional de pronunciar el nombre divino en español. En otros idiomas se pronuncia de manera diferente. Lo importante, sin embargo, es que utilicemos el nombre de modo que lo santifiquemos. ¿Le ha enseñado su Iglesia a emplear el nombre “Jehová” en sus oraciones?
Asuntos por los cuales pedir
A continuación, Jesús enseñó a sus discípulos a pedir: “Venga tu reino”. El Evangelio de Mateo añade: “Hágase tu Voluntad así en la tierra como en el cielo”. (Mateo 6:10, Biblia de Jerusalén, católica.) El Reino de Dios es un gobierno en manos de Jesucristo. (Isaías 9:6, 7.) Según la profecía bíblica, pronto reemplazará a los gobiernos humanos y dará inicio a una era de paz mundial. (Salmo 72:1-7; Daniel 2:44; Revelación 21:3-5.) Los verdaderos cristianos, por tanto, piden reiteradamente en sus oraciones la venida del Reino. ¿Le ha enseñado su Iglesia a hacerlo así?
Debe notarse que Jesús también mostró que nuestras oraciones pueden incluir asuntos personales que nos inquieten. Dijo: “Danos cada día el pan cotidiano; perdónanos nuestras deudas, porque también nosotros perdonamos a todos nuestros deudores, y no nos pongas en tentación”. (Lucas 11:3, 4, NC.) Las palabras de Jesús implican que podemos buscar la guía de Dios en las cuestiones cotidianas, que podemos comunicar a Jehová cualquier asunto que nos preocupe o nos quite la tranquilidad de ánimo. Orarle así con regularidad nos recuerda que dependemos de él y hace que nos percatemos de cuánto influye en nuestra vida. Pedirle a diario que nos perdone las ofensas es igualmente beneficioso, pues nos vuelve más conscientes de nuestras debilidades y más tolerantes con los fallos de los demás. La exhortación de Jesús de pedir que se nos libre de la tentación es también oportuna en vista de la degradación moral de este mundo. En armonía con esta oración, hemos de tratar de evitar las circunstancias y situaciones que podrían inducirnos a cometer actos malos.
Sin lugar a dudas, el padrenuestro nos dice mucho sobre el tipo de oraciones que le agradan a Dios. Pero ¿pretendía Jesús que aprendiéramos esta oración para recitarla una y otra vez?
Más consejo sobre la oración
Jesús dio más instrucciones sobre la oración. En Mateo 6:5, 6 leemos: “Cuando oren, no deben ser como los hipócritas; porque a ellos les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de los caminos anchos para ser vistos de los hombres. [...] Tú, sin embargo, cuando ores, entra en tu cuarto privado y, después de cerrar tu puerta, ora a tu Padre que está en lo secreto; entonces tu Padre que mira en secreto te lo pagará”. De estas palabras se desprende que las oraciones no deben ofrecerse de manera ostentosa, con el fin de impresionar. ¿Derrama usted su corazón en privado ante Jehová, como insta la Biblia? (Salmo 62:8.)
Jesús dio esta advertencia: “Al orar, no charléis mucho, como los gentiles, que se figuran que por su palabrería van a ser escuchados”. (Mateo 6:7, BJ.) Es patente, pues, que a Jesús no le parecía bien que se memorizaran oraciones, y mucho menos que se leyeran de un libro. Sus palabras también descartan el uso del rosario.
Un misal católico reconoce lo siguiente: “La mejor oración tal vez la constituyan nuestros propios pensamientos espontáneos cuando nos dirigimos a él agradecidos o en tiempos de necesidad o de dolor, o en los momentos del día que reservamos para rendirle culto”. Las oraciones de Jesús fueron espontáneas, no memorizadas. Lea, por ejemplo, su oración recogida en el capítulo 17 de Juan. Se atiene a la oración modelo, por cuanto destaca el deseo de Jesús de ver santificado el nombre de Jehová. Esta oración de Jesús fue espontánea y muy sincera.
Oraciones que Dios escucha
Si le han enseñado a recitar oraciones aprendidas de memoria, a rezar a los “santos” o a las imágenes, o a utilizar artículos religiosos, como el rosario, la idea de orar del modo explicado por Jesús quizás le inquiete al principio. No obstante, la clave es llegar a conocer a Dios —su nombre, sus propósitos, su personalidad—, lo cual puede lograr mediante un estudio meticuloso de la Biblia. (Juan 17:3.) Los testigos de Jehová están dispuestos a ayudarle. De hecho, ya han ayudado a millones de personas de toda la Tierra a ‘gustar y ver que Jehová es bueno’. (Salmo 34:8.) Cuanto mejor conozca a Dios, más impulsado se sentirá a alabarlo en oración. Y cuanto más se acerque a Jehová en oración reverente, más íntima se tornará su relación con él.
Por lo tanto, a todos los adoradores verdaderos de Dios se les exhorta a ‘orar incesantemente’. (1 Tesalonicenses 5:17.) Asegúrese de que sus oraciones armonizan con la Biblia, lo que incluye las instrucciones de Jesucristo. De este modo tendrá la certeza de que cuentan con la aprobación de Dios.
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