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  • ‘Sus manos están llenas de sangre’
    ¡Despertad! 1987 | 8 de junio
    • ‘Sus manos están llenas de sangre’

      “AUNQUE hagan muchas oraciones, no escucho; sus mismas manos se han llenado de derramamiento de sangre.” Eso es lo que el Dios Todopoderoso dijo a los que profesaban servirle pero que derramaban sangre inocente. (Isaías 1:15.)

      ¿Son culpables las religiones de este mundo de derramar sangre inocente? Sí, ciertamente lo son. En cada una de las guerras de este siglo XX las religiones del mundo y su clero han apoyado el derramamiento de sangre. Como consecuencia, hasta miembros de la misma religión se han estado matando masivamente unos a otros.

      No obstante, Jesús enseñó a sus seguidores que deberían ‘volver su espada a su lugar’. (Mateo 26:52.) El apóstol Pablo declaró: “Las armas de nuestro guerrear no son carnales”. (2 Corintios 10:4.) El poderoso mensaje de la Palabra de Dios dice que los que practican la religión verdadera deben amarse unos a otros y no derramar sangre: “Los hijos de Dios y los hijos del Diablo se hacen evidentes por este hecho: Todo el que no se ocupa en la justicia no se origina de Dios, tampoco el que no ama a su hermano. Porque este es el mensaje que ustedes han oído desde el principio, que debemos tener amor unos para con otros; no como Caín, que se originó del inicuo y degolló a su hermano”. (1 Juan 3:10-12.)

      Si una religión no practica esa clase de amor, sus oraciones no serán oídas por Dios. La Biblia dice: “Cualquier cosa que le pedimos la recibimos de él, porque estamos observando sus mandamientos y estamos haciendo las cosas que son gratas a sus ojos”. (1 Juan 3:22.) Pero las religiones de este mundo no han observado los mandamientos de Dios. Al contrario, han demostrado su debilidad consintiendo el degüello de unos 100 millones de personas ¡tan solo en este siglo!

      ¿Escucharán los gobernantes y la gente?

      En su discurso de conclusión en Asís, Juan Pablo II dijo: “Invitamos a los líderes mundiales a que presten atención a nuestra humilde imploración a Dios por la paz”. ¿Escucharán este llamamiento los líderes políticos y sus súbditos en general? Para saberlo, echemos un vistazo a la historia.

      La historia revela que los tratados y las oraciones por la paz no son nada nuevo. En la Edad Media, a los tratados de paz se les solía llamar treguas de Dios o treguas santas. Se proclamaban en ocasiones festivas religiosas de la cristiandad y, durante esas treguas, tenían que cesar todos los conflictos. Pero ni siquiera la amenaza de excomunión para los que violaban dichas treguas era suficiente para que los hombres las respetasen.

      En el año 1915 el papa Benedicto XV hizo un llamamiento a las naciones para que pusiesen fin a la “horrenda matanza” de la primera guerra mundial. Oró a Dios por “el cese del malvado azote”. Pero ni los líderes nacionales ni sus súbditos escucharon. Y, como en ambos bandos los combatientes eran miembros de la misma religión, lógicamente Dios tampoco escuchó. Fue así que católico mató a católico y protestante mató a protestante, algo que estaba claramente en contra de los mandamientos de Dios.

      En la primavera de 1939, cuando se estaban formando los nubarrones de la segunda guerra mundial, Pío XII organizó “una cruzada de oraciones públicas por la paz”. En agosto de ese año, justo antes de que estallase la guerra, hizo un llamamiento a los líderes nacionales y a sus súbditos para que abandonasen “las acusaciones, las amenazas, las causas de desconfianza mutua” con el fin de evitar lo peor.

      Pero todos esos llamamientos y oraciones no detuvieron la máquina de guerra de la Alemania católica y protestante, ni tampoco impulsaron a la paz a la Italia católica o al Japón sintoísta. Y no se amenazó con la excomunión a los miembros de ninguna religión por matar a otros de su misma fe. Por consiguiente, la matanza de hermano por hermano continuó durante seis años, con el respaldo del clero de cada nación.

      En respuesta al llamamiento del Papa en Asís, el 27 de octubre de 1986 se detuvieron las luchas en algunos lugares. Pero en otros países continuaron. Muchos de estos fueron países cuya religión estaba representada en Asís. Por ejemplo, en Irlanda, los guerrilleros católicos del IRA hicieron explotar una bomba. Los sijs lucharon en la India. En Afganistán, Etiopía, Líbano, Irán e Irak, así como en otras zonas, también continuó el derramamiento de sangre. Incluso en los lugares donde aquel día guardaron la tregua, justo al día siguiente se volvía a sembrar la muerte y el terror. ¡Qué paz tan extraña!

      ¿Podría bendecir “el Dios de la paz” esas iniciativas que indirectamente aprueban los que dejan de matar hoy, solo para empezar de nuevo mañana? ¿Aprobó Dios a Caín después que mató a Abel? ¡Sin duda que no! (Hebreos 13:20.)

  • ‘Sus manos están llenas de sangre’
    ¡Despertad! 1987 | 8 de junio
    • Al concluir la jornada de oración, el propio Papa admitió la responsabilidad que recaía sobre el catolicismo por todo este derramamiento de sangre. Dijo: “Estoy dispuesto a reconocer que los católicos no han sido siempre fieles a esta afirmación de fe”. Y luego, añadió: “No hemos sido siempre ‘pacificadores’. Por consiguiente, para nosotros, pero quizás también, en cierto sentido, para todos, este encuentro en Asís es un acto de penitencia”.

      Pero ¿ha demostrado la religión del día moderno por sus acciones que su actitud para con la guerra ha cambiado? ¿Está realmente arrepentida de su deshonroso pasado? Hablando de guerras actuales, Ernesto Galli Della Loggia observó: “Nueve de cada diez de estos conflictos son también, por no decir principalmente, conflictos religiosos”.

      De modo que las oraciones por la paz han sido inútiles. Ni los líderes políticos ni la gente las escuchan y actúan en conformidad con ellas; y Dios tampoco, pues ha dicho: “Aunque hagan muchas oraciones, no escucho; sus mismas manos se han llenado de derramamiento de sangre”. (Isaías 1:15.) Esa es la razón por la que el Año Internacional de la Paz, el año 1986, promovido por las Naciones Unidas y respaldado por las oraciones de las religiones de este mundo, ha resultado ser un verdadero fracaso.

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