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  • ¿Estamos dejando que el Gran Alfarero nos moldee?
    La Atalaya (estudio) 2016 | junio
    • Piense en lo que le ocurrió a Jim, un anciano cristiano que tuvo un desacuerdo con los otros ancianos sobre un asunto de la congregación. Él cuenta: “Les dije que no estaban demostrando amor, y me fui de la reunión de ancianos”. Unos seis meses después, se mudó a una congregación cercana, pero allí no lo nombraron anciano. “Me sentí destrozado. Estaba tan seguro de que tenía la razón que dejé la verdad”, reconoce Jim. Estuvo inactivo durante diez años. “Tenía el orgullo herido —cuenta él— y empecé a echarle la culpa a Jehová por lo que estaba pasando. Durante años, los hermanos vinieron a verme y trataron de razonar conmigo, pero no quise su ayuda”.

      5 El ejemplo de Jim muestra que el orgullo puede llevarnos a justificar nuestros actos, haciendo que dejemos de ser fáciles de moldear (Jer. 17:9). “No podía dejar de pensar en lo que me parecía que los demás estaban haciendo mal”, dice él. ¿Nos ha herido alguna vez un hermano o nos ha dolido perder algún privilegio? ¿Cuál fue nuestra reacción? ¿Dejamos que el orgullo nos afectara? ¿O nos preocupó más hacer las paces con el hermano y ser leales a Jehová? (Lea Salmo 119:165 y Colosenses 3:13).

  • ¿Estamos dejando que el Gran Alfarero nos moldee?
    La Atalaya (estudio) 2016 | junio
    • Jim, mencionado antes, comenzó a ablandar su actitud cuando un anciano se interesó en él. “Nunca me criticó ni dijo que yo fuera el culpable de mi situación —recuerda—. En vez de eso, fue positivo y expresó su deseo sincero de ayudarme”. Después de unos tres meses, el anciano lo invitó a una reunión. Jim cuenta: “La congregación me dio una calurosa bienvenida, y el cariño que me mostraron fue decisivo. Empecé a darme cuenta de que mis sentimientos no son lo más importante. Con la ayuda de los hermanos y de mi querida esposa, que siempre mantuvo una fe fuerte, poco a poco recuperé la salud espiritual. También me animaron mucho dos artículos de La Atalaya del 15 de noviembre de 1992: “Jehová no tiene la culpa” y “Sirva a Jehová lealmente”.

      12 Con el tiempo, Jim fue nombrado anciano otra vez. Desde entonces, ha ayudado a otros hermanos a superar pruebas parecidas y a recuperar la salud espiritual. Él concluye: “Pensé que tenía una relación fuerte con Jehová pero, en realidad, no era así. Lamento que mi orgullo me impidiera ver las cosas más importantes, y que por su culpa me obsesionara con las faltas de otros” (1 Cor. 10:12).

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