-
Percibir los principios refleja madurezLa Atalaya 1997 | 15 de octubre
-
-
LAS malas compañías echan a perder los hábitos útiles. Se siega lo que se siembra. (1 Corintios 15:33; Gálatas 6:7.) Cada una de estas declaraciones, en sentido físico o espiritual, es un ejemplo de una verdad fundamental —un principio—, y de cada una de ellas pueden derivarse leyes. El carácter de las leyes suele ser temporal y específico. Los principios, por el contrario, son amplios y pueden durar para siempre. Así, la Palabra de Dios nos anima a pensar, de ser posible, en función de principios.
El Diccionario de uso del español define “principio” como “verdad o idea que sirve de fundamento a otras o a un razonamiento”. Y el Diccionario Esencial Santillana de la lengua española incluye la siguiente acepción: “Causa primitiva o primera de una cosa o aquello de lo que procede algo”. Por ejemplo, a un niño se le puede dar la ley “no toques la cocina”. Pero para un adulto la advertencia “la cocina está caliente” sería suficiente. Observe que la última es una declaración más amplia. Puesto que va a influir en la actuación —como cocinar, hornear o apagar el fuego— en cierto sentido se convierte en un principio.
Los principios más importantes de la vida son, por supuesto, de naturaleza espiritual; rigen la adoración que damos a Dios y nuestra felicidad. Algunas personas, sin embargo, prefieren evitar el esfuerzo que requiere razonar basándose en principios. Prefieren la comodidad de una regla cuando tienen que tomar una decisión. Este no es el proceder de la sabiduría, y contrasta con el ejemplo que dieron los hombres fieles de tiempos bíblicos. (Romanos 15:4.)
-
-
Percibir los principios refleja madurezLa Atalaya 1997 | 15 de octubre
-
-
Mire más allá de la ley
Por supuesto, las leyes desempeñan un papel esencial en la vida cristiana. Son como centinelas que nos ayudan a protegernos, y encierran muchos principios importantes. Si no percibimos estos principios, el amor que le tenemos a una determinada ley puede enfriarse. La antigua nación de Israel demostró este hecho.
Dios dio a Israel los Diez Mandamientos, el primero de los cuales prohibía la adoración a cualquier otro dios que no fuera Jehová. Una verdad fundamental tras esta ley es que Jehová creó todas las cosas. (Éxodo 20:3-5.) Pero ¿vivió la nación en armonía con este principio? Jehová mismo contesta: “‘Tú eres mi padre [decían los israelitas]’, y a una piedra [clamaban]: ‘Tú me has dado la vida’. Ellos me dan la espalda, no la cara”. (Jeremías 2:27, Biblia de América.) ¡Qué estupidez más insensible y falta de principios! ¡Y cómo hirió el corazón de Jehová! (Salmo 78:40, 41; Isaías 63:9, 10.)
Dios también ha dado leyes a los cristianos. Por ejemplo, deben evitar la idolatría, la inmoralidad sexual y el uso indebido de la sangre. (Hechos 15:28, 29.) Pensando en ello, podemos ver principios subyacentes, como: Dios merece nuestra devoción exclusiva; debemos ser fieles a nuestro cónyuge; y Jehová es quien nos ha dado la vida. (Génesis 2:24; Éxodo 20:5; Salmo 36:9.) Al percibir y apreciar profundamente los principios tras estas directrices, nos damos cuenta de que son para nuestro propio bien. (Isaías 48:17.) Para nosotros, los “mandamientos [de Dios] no son gravosos”. (1 Juan 5:3.)
Aunque los israelitas habían pasado por alto los mandamientos de Dios, para el tiempo de Jesús los “escribas, o doctores de la ley”, se habían ido al otro extremo. Habían formulado una gran cantidad de reglas y tradiciones que obstaculizaban la adoración verdadera y ocultaban los principios piadosos. (Mateo 23:2, Torres Amat.) La gente se había resignado al fracaso, a la desesperanza o a la hipocresía. (Mateo 15:3-9.) Y muchas de estas reglas de los hombres eran inhumanas. Cuando iba a curar a un hombre que tenía la mano seca, Jesús preguntó a los fariseos que había presentes: “¿Es lícito en sábado hacer un hecho bueno?”. Su silencio equivalía a un sonoro no, lo cual dejó a Jesús “cabalmente contristado por la insensibilidad de sus corazones”. (Marcos 3:1-6.) Los fariseos podían ayudar en sábado a un animal doméstico que se había caído o estaba herido (pues era una inversión económica), pero nunca a un hombre o una mujer, a menos que fuera cuestión de vida o muerte. De hecho, estaban tan obsesionados con las reglas y los tecnicismos humanos que, como hormigas que corretean sobre una pintura, no eran capaces de ver todo el cuadro, es decir, los principios divinos. (Mateo 23:23, 24.)
-