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RumaniaAnuario de los testigos de Jehová 2006
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Impresión clandestina
Durante la proscripción, el alimento espiritual entraba clandestinamente en el país en diversas formas —tales como publicaciones y clichés de multicopistas— y luego se reproducía localmente. Aunque la información a veces venía ya en rumano y en húngaro, casi siempre había que traducirla del alemán, francés, inglés o italiano. Para introducir el alimento espiritual se utilizaron mensajeros muy variados, como por ejemplo, turistas y estudiantes extranjeros, y rumanos que regresaban de viaje.
La Securitate trató por todos los medios de interceptar a los mensajeros y descubrir dónde se producían las publicaciones. Pero los hermanos eran prudentes y trabajaban en diversas casas particulares repartidas por varias poblaciones del país. Construían en estas compartimentos secretos insonorizados donde instalaban la maquinaria. Algunos de estos cuartos se hallaban detrás de la pared donde estaba la chimenea, que había sido modificada para que pudiera correrse dejando al descubierto una entrada oculta.
Sándor Parajdi trabajó en una imprenta secreta de Tîrgu Mureş donde se producía el texto diario, Nuestro Ministerio del Reino, La Atalaya y ¡Despertad! “Trabajábamos hasta cuarenta horas los fines de semana y nos turnábamos para dormir una hora —recuerda Sándor—. El olor de los productos químicos se adhería a la ropa y a la piel. En cierta ocasión, cuando llegué a casa, mi hijo de tres años exclamó: ‘¡Papá, hueles igual que el texto diario!’.”
A Traian Chira, un padre de familia que reproducía publicaciones y las repartía por el distrito de Cluj, le habían entregado una vieja multicopista manual a la que llamaban el molino. Aunque la máquina aún imprimía, los resultados dejaban mucho que desear, así que le pidió a un hermano mecánico que la reparara. La cara seria de este hermano cuando la inspeccionó hablaba por sí sola: la vieja multicopista no tenía arreglo. Pero de repente se le iluminó el rostro y dijo: “Yo puedo construir una”. Y en realidad hizo más que eso. Montó un taller en el sótano de una hermana y, tras construir un torno, fabricó más de diez multicopistas. Estos “molinos” se repartieron por todo el país y dieron muy buen servicio.
En la década de 1980, varios hermanos aprendieron a manejar máquinas offset, que eran mucho mejores. Nicolae Bentaru fue el primero en aprender, y este enseñó a los demás. En la casa del hermano Bentaru, así como en otras, toda la familia participaba en la producción de publicaciones. Cada cual se encargaba de una tarea. Claro, trabajar en secreto no era nada fácil, sobre todo durante la época en la que la Securitate espiaba a la gente y hacía redadas en los hogares. Como era vital actuar con rapidez, los hermanos se pasaban todo el fin de semana imprimiendo y transportando las publicaciones. ¿Por qué el fin de semana? Porque de lunes a viernes tenían que presentarse en su empleo.
También debían actuar con cautela al comprar papel. Tan solo con adquirir una resma —500 pliegos—, un comprador ya tenía que explicar para qué iba a usarla. Pues bien, los hermanos gastaban hasta 40.000 pliegos al mes. Es obvio que tenían que ser muy cautos al tratar con los vendedores. Además, como había controles en las carreteras, también había que tener mucho cuidado al transportar los materiales.
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[Recuadro de las páginas 132 y 133]
Métodos para copiar publicaciones
Durante la década de 1950, la forma más sencilla de reproducir publicaciones para el estudio de la Biblia era copiarlas a mano, valiéndose en muchos casos de papel carbón. Era lento y engorroso, pero tenía una ventaja: los copistas memorizaban gran parte de la información. Así, cuando los encarcelaron, pudieron animar espiritualmente a sus hermanos. También se usaban máquinas de escribir, pero eran difíciles de conseguir y además debían figurar en un registro especial de la policía.
Al final de los años cincuenta empezaron a usarse los mimeógrafos, o multicopistas. Para hacer el cliché de estas máquinas, los hermanos preparaban una mezcla de cera, cola y gelatina. Luego la vertían sobre una superficie rectangular lisa, preferiblemente de cristal, formando una capa fina. Con una tinta especial hecha por ellos mismos grababan en un papel el texto que iban a copiar. Cuando se secaba la tinta, colocaban el papel sobre la cera presionándolo de manera uniforme. Estos clichés no duraban mucho, así que siempre había que preparar clichés nuevos. Además tenían otro inconveniente: debido a que el texto se escribía a mano, el autor corría el riesgo de ser identificado por su caligrafía, como pasaba con las copias al carbón.
Desde 1970 hasta los últimos años de la proscripción, los hermanos construyeron más de diez multicopistas portátiles basándose en un diseño austriaco. El modelo manual que crearon, al que llamaron el molino, utilizaba planchas de impresión de papel plastificado. A finales de los setenta consiguieron varias máquinas offset alimentadas por hojas, pero como no sabían hacer las planchas, no pudieron usarlas. En 1985, un hermano de la antigua Checoslovaquia que era ingeniero químico les enseñó a fabricarlas, y a partir de entonces aumentaron muchísimo tanto la velocidad como la calidad de la impresión.
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Dos años después me concedieron otro privilegio: comprar el papel para nuestra imprenta clandestina. En 1980 aprendí a imprimir y empecé a colaborar en la producción de La Atalaya, ¡Despertad! y otras publicaciones. Usábamos una multicopista y una prensa manual pequeña.
Por aquel tiempo conocí a Veronica, una magnífica hermana que había demostrado su fidelidad a Jehová, y nos casamos. Ella me ayudó muchísimo en mi labor. En 1981, Otto Kuglitsch, de la sucursal de Austria, me enseñó a manejar nuestra primera multicopista offset alimentada por hojas. En 1987 conseguimos otra máquina en Cluj-Napoca, y me enviaron para que enseñara a los hermanos a utilizarla.
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[Ilustración de la página 133]
El molino
[Ilustraciones de la página 134]
Veronica y Nicolae Bentaru en un búnker oculto bajo su casa
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