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Nunca se arrepintió de la decisión que tomó en su juventudLa Atalaya 2015 | 15 de octubre
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La policía secreta de la Unión Soviética quería enviarme de nuevo a prisión por predicar. Entonces, los hermanos que dirigían la predicación me pidieron que ayudara a producir publicaciones de manera clandestina. Tenía 24 años.”
LA PREPARACIÓN DE PUBLICACIONES
“A los hermanos les gustaba decir: ‘Si nos prohíben servir a Dios abiertamente, lo haremos a escondidas’ (Prov. 28:28). En aquella época imprimíamos muchas de nuestras publicaciones en escondites subterráneos. Mi primer lugar de trabajo estaba en un refugio debajo de la casa de mi hermano Dmitry. A veces me pasaba dos semanas seguidas sin salir. Si se apagaba la lámpara de queroseno por falta de oxígeno, me acostaba y esperaba a que se renovara el aire de la habitación.
Dibujos del refugio subterráneo donde Nikolai hacía copias de las publicaciones
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Nunca se arrepintió de la decisión que tomó en su juventudLa Atalaya 2015 | 15 de octubre
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LOS PROBLEMAS DE TRABAJAR EN LA CLANDESTINIDAD
“Imprimir publicaciones en secreto era mucho más difícil que estar en la cárcel. Para evitar a la KGB, durante siete años no pude asistir a las reuniones, así que tuve que cuidar de mi espiritualidad yo solo. Veía a mi familia en contadas ocasiones, pero me animaba saber que ellos comprendían la situación. La continua tensión y la necesidad de estar siempre alerta me dejaban agotado. Había que estar preparado para lo que fuera. Por ejemplo, una tarde llegaron dos policías a la casa donde me encontraba. Escapé por una ventana de la parte trasera y me adentré en el bosque. Cuando cruzaba una zona sin árboles, oí una especie de silbidos extraños a mi alrededor seguidos del sonido de unos disparos. De inmediato me di cuenta de que los silbidos eran las balas pasando a mi lado. Uno de los policías me persiguió montado a caballo y me estuvo disparando hasta que se le acabó la munición. Una bala me dio en el brazo. Afortunadamente logré escapar tras una persecución de 5 kilómetros (3 millas). Conseguí esconderme en el bosque. Tiempo después, en el juicio, me enteré de que me habían disparado 32 veces.
”Pasaba mucho tiempo en mi escondite, por lo que estaba muy pálido. Cualquiera podía darse cuenta de lo que estaba haciendo, así que intentaba tomar el sol siempre que podía para no llamar la atención. Vivir y trabajar bajo tierra también dañó mi salud. En cierta ocasión, ni siquiera pude ir a una reunión importante debido a que estaba sangrando por la nariz y la boca.”
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