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RusiaAnuario de los testigos de Jehová 2008
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FELICES DE VOLVER A ADORAR A DIOS EN UNIDAD
Como la KGB pensaba que había logrado detener las actividades de los testigos de Jehová en la Unión Soviética, planeó su ataque final. En 1960, más de cuatrocientos cincuenta hermanos fueron recluidos inesperadamente en uno de los campos de trabajos forzados de Mordvinia. Entre ellos se encontraban los que dirigían a ambos grupos de hermanos: los que se habían separado y los que no. La KGB esperaba que al ponerlos a todos juntos se dividiría aún más la organización. Incluso publicaron un artículo difamatorio en el periódico del campo en el que decían quiénes, según ellos, pelearían entre sí. Pero los hermanos, aprovechando el hecho de que estaban juntos, hallaron la manera de restablecer la unidad.
Iov Andronic recuerda: “Los hermanos responsables rogaron a todos los Testigos, incluidos los que se habían separado, que se esforzaran por vivir en unidad. Dieron especial atención a un artículo de la edición en ruso de La Atalaya del 1 de septiembre de 1961, titulado ‘La unidad de todos los hombres de buena voluntad prometida’. El artículo contenía principios y ejemplos que mostraban cómo había dirigido Jehová a su pueblo en la antigüedad. También hablaba de la importancia de que todos los miembros de la congregación cristiana se esfuercen por vivir en paz y unidad. Al estudiar con cuidado el artículo, muchos reconocieron el valor de la unidad teocrática y respondieron favorablemente”.
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RusiaAnuario de los testigos de Jehová 2008
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Mis esfuerzos por sembrar muchas semillas de la verdad se vieron recompensados: un ingeniero y su familia aceptaron estudiar la Biblia conmigo, y al poco tiempo, todos ellos llegaron a ser testigos de Jehová y fervorosos predicadores. Pero la KGB me estaba vigilando, y durante uno de sus registros encontraron publicaciones bíblicas en mi apartamento. El tribunal me sentenció a veinticinco años de prisión, y me enviaron a un campo de trabajos forzados de la ciudad siberiana de Krasnoyarsk. Me trasladaron muchas veces, así que pasé por un buen número de cárceles y campos de prisioneros. Un día calculé que a lo largo de mi vida me habían trasladado doscientas cincuenta y seis veces.
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