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Un rey rico y sabioLa Atalaya 1998 | 15 de mayo
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Un rey rico y sabio
¿Cree usted que las riquezas le harían feliz? Si alguien le diera una gran suma de dinero, ¿no se alegraría? Es muy probable. No le resultaría muy difícil encontrar en qué gastarla.
HAY que admitir que pueden comprarse muchas cosas que hacen más placentera y grata la vida. El dinero es también “una protección” contra reveses inesperados, como la enfermedad o el desempleo (Eclesiastés 7:12).
Ahora bien, ¿qué conexión existe entre el dinero y la felicidad? ¿Piensa usted, como tanta gente, que la felicidad es una consecuencia de la riqueza? Hallar la respuesta a estas preguntas tal vez resulte complicado, porque el dinero se puede calcular o contar fácilmente, pero no la felicidad: es imposible ponerla en una balanza y pesarla.
Además, algunos ricos parecen dichosos, mientras que otros son desgraciados. Lo mismo puede decirse de los pobres. Aun así, casi todas las personas, incluidas las que ya son ricas, creen que tener más dinero las hará más felices.
Un rey del antiguo Israel, Salomón, uno de los hombres más ricos que han existido, escribió al respecto. En el 1Re capítulo 10 del libro bíblico de Primero de los Reyes leemos una descripción de su enorme riqueza. Fíjese en lo que dice el versículo 14, por ejemplo: “El peso del oro que vino al rey Salomón en un año ascendió a seiscientos sesenta y seis talentos de oro”. Esa cifra equivale a 25 toneladas de oro, que hoy valdrían bastante más de 200.000.000 de dólares.
Sin embargo, Salomón no solo era rico; Dios lo bendijo dándole sabiduría. La Biblia relata: “El rey Salomón era más grande en cuanto a riquezas y sabiduría que todos los demás reyes de la tierra. Y toda la gente de la tierra venía buscando el rostro de Salomón para oír su sabiduría que Dios había puesto en su corazón” (1 Reyes 10:23, 24). Nosotros también podemos aprovecharnos de la sabiduría de Salomón, pues sus escritos forman parte de la Biblia. Veamos qué tuvo que decir tocante a la relación entre las riquezas y la felicidad.
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¿Pueden hacerle feliz las riquezas?La Atalaya 1998 | 15 de mayo
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¿Pueden hacerle feliz las riquezas?
El rey Salomón conocía el valor del dinero. Escribió: “El pan es para la risa de los trabajadores, y el vino mismo regocija la vida; pero el dinero es lo que tiene buena acogida en todo” (Eclesiastés 10:19). Una comida entre amigos puede ser de lo más agradable, pero el pan o el vino cuestan dinero. Puesto que el dinero es el medio de obtener los bienes materiales, “tiene buena acogida en todo”.
AUNQUE Salomón era inmensamente rico, sabía que las riquezas tienen limitaciones. Se dio cuenta de que un modo de vida materialista no abre las puertas de la felicidad. Escribió: “Un simple amador de la plata no estará satisfecho con plata, ni ningún amador de la riqueza con los ingresos” (Eclesiastés 5:10).
Supongamos que alguien rico consigue aún más riquezas. Salomón dice: “Cuando las cosas buenas llegan a ser muchas, los que las comen ciertamente llegan a ser muchos” (Eclesiastés 5:11). Cuantas más “cosas buenas”, o posesiones, se tienen, más personas hacen falta para cuidarlas. Técnicos, empleados de mantenimiento, criados y personal de seguridad, entre otros: a todos hay que pagarles por sus servicios, lo que, a su vez, exige más y más dinero.
Esa situación tiene una incidencia directa en la felicidad del individuo. El historiador griego Jenofonte, quien vivió en el siglo IV a.E.C., puso por escrito los dichos de alguien que había pasado de ser pobre a tener riquezas:
“¿De modo [...] que supones que ahora yo disfruto tanto más de la vida cuando más poseo? ¿No sabes —prosiguió— que ahora como, bebo y duermo sin más placer en absoluto que cuando era pobre? Son muchas mis posesiones y sólo saco esto: más tengo que vigilar, más que distribuir entre los demás, y más preocupaciones que atender. Pues ahora son muchos los sirvientes que piden comida, muchos bebida y muchos otros vestido; otros necesitan médicos; el uno llega contando que los rebaños han sido devorados por lobos, o que sus bueyes se han precipitado por un barranco, o afirmando que una epidemia ha caído sobre el ganado. De suerte que [...] tengo la impresión de que peno ahora más por tener mucho, que antes por tener poco.”
Otra razón por la que las personas se entregan a la búsqueda de más y más posesiones es que las ha cautivado lo que Jesucristo denominó “el poder engañoso de las riquezas” (Mateo 13:22). El engaño consiste en que las riquezas que tanto se afanan en buscar, nunca les proporcionarán la satisfacción o la felicidad que esperan de ellas. Discurren que lo que no alcanzan a conseguir con su riqueza lo lograrán si esta es mayor. De ahí que luchen continuamente por tener más.
El amor al dinero no conduce a la felicidad
La preocupación del rico por sus posesiones puede impedirle descansar apaciblemente de noche. Salomón escribe: “Dulce es el sueño del que rinde servicio, sin importar que sea poco o mucho lo que coma; pero la abundancia que pertenece al rico no le permite dormir” (Eclesiastés 5:12).
Cuando la inquietud por la posible pérdida de las riquezas llega a extremos, el problema no es solamente la falta de sueño. Salomón escribe en cuanto al avariento: “Todos sus días él come en la oscuridad misma, con muchísima irritación, con enfermedad de su parte y causa para indignación” (Eclesiastés 5:17). En vez de encontrar la felicidad en la riqueza, come ‘con irritación’, como si le doliera gastar incluso el dinero de la comida. Esa actitud enfermiza contribuye a la mala salud, y esta, a su vez, aumenta la ansiedad del avariento, pues le dificulta amasar más riquezas.
Esta situación quizá nos recuerde lo que el apóstol Pablo escribió: “Los que están resueltos a ser ricos caen en tentación y en un lazo y en muchos deseos insensatos y perjudiciales, que precipitan a los hombres en destrucción y ruina. Porque el amor al dinero es raíz de toda suerte de cosas perjudiciales, y, procurando realizar este amor, algunos [...] se han acribillado con muchos dolores” (1 Timoteo 6:9, 10). Por dinero, la gente estafa, miente, roba, se prostituye y hasta asesina. Al final, termina acribillada de dolores de índole emocional, física y espiritual por tratar de hacerse con riquezas y retenerlas. ¿Parece este el camino a la felicidad? Claro que no.
Contentos con lo que tenemos
Salomón tenía más que decir en cuanto a ver las riquezas con equilibrio. Escribió: “Tal como uno ha salido del vientre de su madre, desnudo volverá a irse, tal como vino; y absolutamente nada puede uno llevarse por su duro trabajo, que pueda llevarse con la mano. ¡Mira! La mejor cosa que yo mismo he visto, la cual es bella, es que uno coma y beba y vea el bien por todo su duro trabajo con el cual trabaja duro bajo el sol por el número de los días de su vida que el Dios verdadero le ha dado, porque esa es su porción” (Eclesiastés 5:15, 18).
Estas palabras indican que la felicidad no estriba en la lucha por acumular una fortuna pensando en un futuro que tal vez nunca alcancemos a vivir. Es mucho mejor estar satisfechos y contentos con los frutos de nuestro duro trabajo. El apóstol Pablo expresó una idea parecida en la carta inspirada que dirigió a Timoteo: “Nada hemos traído al mundo, y tampoco podemos llevarnos cosa alguna. Teniendo, pues, sustento y con qué cubrirnos, estaremos contentos con estas cosas” (1 Timoteo 6:7, 8; compárese con Lucas 12:16-21).
La llave de la felicidad
Salomón poseía riquezas y sabiduría divina en abundancia, pero vinculó la felicidad a la sabiduría, no al dinero. Dijo: “Feliz es el hombre que ha hallado sabiduría, y el hombre que consigue discernimiento, porque el tenerla como ganancia es mejor que tener la plata como ganancia; y el tenerla como producto, que el oro mismo. Es más preciosa que los corales, y todos tus otros deleites no pueden ser igualados a ella. Largura de días está en su diestra; en su siniestra hay riquezas y gloria. Sus caminos son caminos de agradabilidad, y todas sus veredas son paz. Es árbol de vida a los que se asen de ella, y los que la mantienen firmemente asida han de ser llamados felices” (Proverbios 3:13-18).
¿Por qué es la sabiduría superior a las posesiones materiales? Salomón escribió: “La sabiduría es para una protección lo mismo que el dinero es para una protección; pero la ventaja del conocimiento es que la sabiduría misma conserva vivos a sus dueños” (Eclesiastés 7:12). Mientras que el dinero proporciona a su dueño cierta medida de protección al permitirle comprar lo que necesite, la sabiduría le protege de correr riesgos que atenten contra su vida. La verdadera sabiduría no solo puede salvarle de una muerte prematura, sino que lleva a conseguir vida eterna, pues se fundamenta en un legítimo temor de Dios.
¿Por qué conduce a la felicidad la sabiduría divina? Debido a que la auténtica felicidad no procede más que de Jehová Dios. La experiencia demuestra que solo se consigue obedeciendo al Altísimo. La felicidad perdurable depende de que tengamos la aprobación de Dios (Mateo 5:3-10). Al aplicar lo que aprendemos en un estudio de la Biblia, cultivaremos “la sabiduría de arriba” (Santiago 3:17). Hacerlo así nos otorgará la felicidad que las riquezas jamás pueden traernos.
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