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  • “Guárdense de toda suerte de codicia”
    La Atalaya 2007 | 1 de agosto
    • “Guárdense de toda suerte de codicia”

      “Hasta cuando uno tiene en abundancia, su vida no resulta de las cosas que posee.” (LUCAS 12:15.)

      1, 2. a) ¿Cuáles cree usted que son los intereses de la gente hoy día? b) ¿Cómo puede repercutir esa actitud en nosotros?

      EL DINERO, las propiedades, el prestigio, un trabajo bien pagado y la familia son, para la mayoría de la gente, un indicativo del éxito y un medio para asegurarse un buen futuro. A la vista está que el principal interés de muchas personas —sea que vivan en países ricos o pobres— es obtener ganancias materiales y progresar en la vida. En cambio, su interés por las cuestiones espirituales, si es que lo tienen, está decayendo rápidamente.

      2 Esto es justo lo que predijo la Biblia. “En los últimos días se presentarán tiempos críticos, difíciles de manejar. Porque los hombres serán amadores de sí mismos, amadores del dinero, [...] amadores de placeres más bien que amadores de Dios, teniendo una forma de devoción piadosa, pero resultando falsos a su poder.” (2 Timoteo 3:1-5.) Al estar rodeados de esta clase de personas, los cristianos verdaderos se ven constantemente presionados a adoptar esa mentalidad y estilo de vida. Por lo tanto, ¿qué nos ayudará a resistir dicha presión y a ‘no dejar que se nos moldee según el criterio de este mundo’? (Romanos 12:2, Hendriksen.)

      3. ¿Qué consejo de Jesús analizaremos a continuación?

      3 En su papel de “Agente Principal y Perfeccionador de nuestra fe”, Jesucristo nos dejó valiosas lecciones a este respecto (Hebreos 12:2). En cierta ocasión, él estaba ayudando a una muchedumbre a entender mejor profundos asuntos espirituales, cuando un hombre lo interrumpió para hacerle la siguiente petición: “Maestro, di a mi hermano que divida conmigo la herencia”. En respuesta, Jesús dio al hombre —y a todos los que estaban escuchando— una importante advertencia. Primero, les aconsejó que evitaran la codicia y, luego, para reforzar esta idea y hacerles pensar, contó una parábola. De modo que si queremos beneficiarnos del consejo de Jesús, nos conviene analizar lo que dijo para ver cómo aplicarlo en nuestra vida (Lucas 12:13-21).

      Una petición inapropiada

      4. ¿Por qué estuvo fuera de lugar la interrupción del hombre?

      4 Antes de que el hombre lo interrumpiera, Jesús estaba hablando sobre el peligro de caer en la hipocresía, sobre tener valor para ‘confesar unión’ con el Hijo del hombre y sobre la ayuda que da el espíritu santo (Lucas 12:1-12). Todas estas eran sin duda cuestiones muy importantes a las que los discípulos —y todos los demás— tenían que prestar mucha atención. Pero en medio de una disertación tan profunda, un hombre interrumpe bruscamente a Jesús para pedirle que actúe de árbitro en lo que parece ser una disputa familiar por bienes materiales. Veamos la gran lección que podemos aprender de todo esto.

      5. ¿Qué dejaba entrever la petición del hombre?

      5 Alguien dijo una vez que “el carácter de una persona a menudo se evidencia por la dirección que toman sus pensamientos cuando escucha una exhortación religiosa”. Pues bien, parece que mientras Jesús hablaba de asuntos espirituales serios, aquel hombre estaba pensando en cómo podría obtener ciertas ventajas económicas. El relato no aclara si su motivo de queja con respecto a la herencia era justificado o no. Tal vez quiso sacar partido a la autoridad de Jesús y a su reputación de juez justo (Isaías 11:3, 4; Mateo 22:16). En cualquier caso, su petición dejaba entrever un problema de fondo: una grave falta de aprecio por las cuestiones espirituales. ¿Y nosotros? ¿No deberíamos examinarnos a este respecto? En las reuniones cristianas, por ejemplo, es fácil que nuestra mente divague o que nos pongamos a pensar en lo que haremos más tarde. En vez de eso, debemos escuchar atentamente la información que se presenta y buscar maneras prácticas de aplicarla en nuestra vida. Así mejoraremos nuestra relación con nuestro Padre celestial, Jehová Dios, y con nuestros hermanos cristianos (Salmo 22:22; Marcos 4:24).

      6. ¿Por qué no atendió Jesús la petición del hombre?

      6 Sea cual fuere el motivo del hombre para hacer esa petición, Jesús se negó a atenderla diciéndole: “Hombre, ¿quién me nombró juez o repartidor sobre ustedes?” (Lucas 12:14). Con estas palabras aludió a una conocida disposición de la Ley mosaica, según la cual los jueces de las ciudades eran los encargados de decidir en esas cuestiones (Deuteronomio 16:18-20; 21:15-17; Rut 4:1, 2). Jesús tenía preocupaciones mucho más importantes, como dar testimonio acerca de la verdad del Reino y enseñar a la gente la voluntad de Dios (Juan 18:37). ¿Cómo podemos imitar su ejemplo? No dejando que cuestiones triviales nos distraigan y dedicando nuestro tiempo y energías a predicar las buenas nuevas y “ha[cer] discípulos de gente de todas las naciones” (Mateo 24:14; 28:19).

      Cuidado con la codicia

      7. ¿Qué perspicaz comentario hizo Jesús?

      7 Como Jesús era capaz de discernir las intenciones más profundas del corazón, sabía que algo más grave se ocultaba tras la solicitud de aquel hombre. Por eso, en vez de solo negarse a intervenir en una cuestión personal, Jesús atacó la raíz del problema. “Mantengan abiertos los ojos y guárdense de toda suerte de codicia —dijo—, porque hasta cuando uno tiene en abundancia, su vida no resulta de las cosas que posee.” (Lucas 12:15.)

      8. ¿Qué es la codicia, y a qué puede llevar?

      8 La codicia es más que un simple deseo de poseer dinero u otras cosas, que podrían tener una utilidad y un propósito correctos. De acuerdo con varios diccionarios, se podría definir como un deseo distorsionado que se centra en bienes materiales o inmateriales, sea que pertenezcan a otra persona o no. A veces se manifiesta en un apetito insaciable de conseguir cosas por el mero hecho de tenerlas, independientemente de si uno las necesita o de cómo repercutirá eso en los demás. La persona codiciosa permite que el objeto deseado acapare su mente y sus acciones hasta el grado de convertirse en su dios. Ahora bien, recordemos que el apóstol Pablo equiparó la codicia a la idolatría y dijo que las personas dominadas por la avidez no heredarían el Reino de Dios (Efesios 5:5; Colosenses 3:5).

      9. ¿De qué formas puede manifestarse la codicia? Dé ejemplos.

      9 Es interesante destacar que Jesús previno contra “toda suerte de codicia”. En efecto, la codicia puede adoptar diversas formas. El último de los Diez Mandamientos enumera algunas: “No debes desear la casa de tu semejante. No debes desear la esposa de tu semejante, ni su esclavo, ni su esclava, ni su toro, ni su asno, ni cosa alguna que pertenezca a tu semejante” (Éxodo 20:17). La Biblia contiene numerosísimos ejemplos de personas que pecaron gravemente, empujadas por una forma u otra de codicia. Satanás fue el primero en codiciar algo que pertenecía a otro: la gloria, honra y autoridad que solo Jehová merece (Revelación [Apocalipsis] 4:11). Eva codició el derecho a la autodeterminación; por ello, creyendo que podía ser independiente de Dios, se dejó engañar y así encaminó a la humanidad hacia el pecado y la muerte (Génesis 3:4-7). Del mismo modo, los demonios fueron ángeles que, descontentos con “su posición original, [...] abandonaron su propio y debido lugar de habitación” para obtener algo que no les correspondía (Judas 6; Génesis 6:2). Pensemos también en Balaam, Acán, Guehazí y Judas Iscariote. Como no estaban satisfechos con lo que tenían, dejaron que su insaciable deseo de bienes materiales los llevara a abusar de la confianza que se había depositado en ellos. Actuar así los condujo a la perdición.

      10. ¿Con qué objetivo debemos ‘mantener abiertos los ojos’, como recomendó Jesús?

      10 Desde luego, fue muy apropiado que Jesús iniciara su advertencia contra la codicia diciendo: “Mantengan abiertos los ojos”. ¿Por qué? Porque a las personas les resulta muy fácil reconocer la codicia en los demás, pero raras veces la reconocen en sí mismas. El apóstol Pablo indica, de todas formas, que “el amor al dinero es raíz de toda suerte de cosas perjudiciales” (1 Timoteo 6:9, 10). Y el discípulo Santiago señala que un deseo impropio, “cuando se ha hecho fecundo, da a luz el pecado” (Santiago 1:15). De ahí que, siguiendo la recomendación de Jesús, debamos ‘mantener abiertos los ojos’. Ahora bien, el objetivo no es descubrir si los demás encajan en la descripción del codicioso, sino hacernos un examen de conciencia a fin de averiguar cuáles son los verdaderos deseos de nuestro corazón. De esta forma nos ‘guardaremos de toda suerte de codicia’.

      Vivir en la abundancia

      11, 12. a) ¿Qué razón dio Jesús para evitar la codicia? b) ¿Por qué debemos reflexionar en esa declaración?

      11 Hay otra razón por la cual debemos evitar la codicia. Fijémonos en lo que dijo Jesús a continuación: “Hasta cuando uno tiene en abundancia, su vida no resulta de las cosas que posee” (Lucas 12:15). Debemos reflexionar en esa declaración, pues en esta era materialista la gente asocia la riqueza y la prosperidad con la felicidad y el éxito. Con estas palabras, Jesús destacó que una vida verdaderamente feliz y con sentido no depende de los bienes materiales, por muy abundantes que sean.

      12 Claro, es posible que algunos no compartan esta opinión. Tal vez crean que los bienes materiales permiten disfrutar de una vida mucho más cómoda y agradable y, por tanto, hacen que valga la pena vivirla. Por eso, vuelcan sus esfuerzos en aquello que les permita adquirir todas las cosas que desean, pensando que de ese modo tendrán una vida mejor. Sin embargo, quienes razonan así olvidan lo que dijo Jesús.

      13. ¿Cuál es el punto de vista equilibrado sobre la vida y las posesiones?

      13 Jesús no se centró en si estaba bien o mal vivir en la abundancia. Lo que indicó es que la vida del ser humano “no resulta de las cosas que posee”, o sea, de las que ya tiene. Todos sabemos que para vivir —es decir, para nuestro sustento— no se necesita mucho. En realidad, basta con un poco de comida, algo de ropa y un lugar donde dormir. Los ricos tienen de todo mientras que los pobres tienen que trabajar duro para conseguir tan solo lo básico. Sin embargo, esta diferencia desaparece cuando la vida llega a su fin: todo se queda en nada (Eclesiastés 9:5, 6). Así pues, una vida plena no puede ni debe reducirse sencillamente a lo que uno posee o puede adquirir. Esta idea resulta obvia cuando comprendemos de qué tipo de vida estaba hablando Jesús.

      14. ¿Qué aprendemos del significado de la palabra traducida por “vida” en este pasaje bíblico?

      14 ¿A qué se refería Jesús cuando dijo, según leímos en el Evangelio de Lucas, que la “vida no resulta de las cosas que [uno] posee”? La palabra griega que se traduce en este pasaje por “vida” (zo·é) no alude a la manera de vivir, sino a la vida en sí misma, vida en el sentido absoluto.a Lo que Jesús estaba diciendo es que, seamos ricos o pobres —vivamos rodeados de lujos o nos ganemos el sustento a duras penas—, no tenemos completo control de cuánto tiempo viviremos ni de si estaremos vivos mañana. Tal como dijo en su Sermón del Monte: “¿Quién de ustedes, por medio de inquietarse, puede añadir un codo a la duración de su vida?” (Mateo 6:27). La Biblia muestra con claridad que solo Jehová es “la fuente de la vida” y que únicamente él puede otorgar a los fieles “la vida que realmente lo es”, “la vida eterna”, una vida sin fin en el cielo o en la Tierra (Salmo 36:9; 1 Timoteo 6:12, 19).

      15. ¿Por qué muchas personas cifran su confianza en los bienes materiales?

      15 Las palabras de Jesús muestran lo fácil que es desarrollar un punto de vista distorsionado de la vida. Todos los seres humanos —ricos y pobres— somos imperfectos, y todos acabamos igual. El profeta Moisés lo expresó como sigue: “En sí mismos los días de nuestros años son setenta años; y si debido a poderío especial son ochenta años, sin embargo su insistencia está en penoso afán y cosas perjudiciales; porque tiene que pasar rápidamente, y volamos” (Salmo 90:10; Job 14:1, 2; 1 Pedro 1:24). Por esa razón, las personas que no han cultivado una buena relación con Dios suelen adoptar la mentalidad que mencionó el apóstol Pablo, a saber, “comamos y bebamos, porque mañana hemos de morir” (1 Corintios 15:32). Hay otros que, al observar que la vida es fugaz e incierta, buscan en los bienes materiales la sensación de seguridad y estabilidad que les falta. Tal vez piensen que pueden dar cierto grado de protección a su vida reuniendo muchas cosas materiales, tangibles. Por eso, trabajan sin descanso a fin de acumular riquezas, creyendo equivocadamente que así se sentirán seguros y felices (Salmo 49:6, 11, 12).

      Un futuro seguro

      16. ¿Qué cosas no son valiosas en la vida?

      16 Es cierto que un nivel de vida alto —con abundancia de alimento, ropa y abrigo, y todo tipo de lujos— quizás haga nuestra existencia más cómoda. Puede que incluso nos permita recibir mejor atención médica y vivir unos cuantos años más. Ahora bien, ¿tiene más sentido esa vida? ¿Es más valiosa y segura? Lo valioso en la vida no son los años que uno vive ni la cantidad de cosas materiales que uno posee o utiliza. El apóstol Pablo señaló el peligro de confiar demasiado en esas cosas. En su carta a Timoteo escribió: “A los que son ricos en el presente sistema de cosas da órdenes de que no sean altaneros, y de que cifren su esperanza, no en las riquezas inseguras, sino en Dios, que nos proporciona todas las cosas ricamente para que disfrutemos de ellas” (1 Timoteo 6:17).

      17, 18. a) ¿Qué sobresalientes ejemplos de equilibrio con respecto a las riquezas son dignos de imitar? b) ¿Qué parábola de Jesús se analizará en el siguiente artículo?

      17 Cifrar nuestra esperanza en las riquezas no es una buena idea, ya que estas son “inseguras”. El patriarca Job, por ejemplo, era muy rico. Pero cuando las desgracias le sobrevinieron súbitamente, sus riquezas no le sirvieron de nada, pues lo perdió todo de la noche a la mañana. Más bien, fue su fuerte relación con Dios lo que lo sostuvo a través de todas sus pruebas y aflicciones (Job 1:1, 3, 20-22). Abrahán, por su parte, no dejó que sus numerosos bienes le impidieran aceptar una difícil comisión de Jehová. Y como recompensa, llegó a ser “padre de una muchedumbre de naciones” (Génesis 12:1, 4; 17:4-6). Ambos hombres —como muchos otros— son ejemplos dignos de imitar. Así pues, seamos jóvenes o mayores, todos debemos examinarnos para ver a qué concedemos verdadera importancia en nuestra vida y en qué ciframos nuestra esperanza (Efesios 5:10; Filipenses 1:10).

      18 No cabe duda de que las breves palabras que Jesús dijo sobre la codicia y sobre tener un punto de vista equilibrado de la vida son muy instructivas. Sin embargo, Jesús no se quedó ahí, sino que, a continuación, contó una interesante parábola sobre un hombre rico que era irrazonable. ¿Qué tiene que ver esa ilustración con nosotros, y qué podemos aprender de ella? Veremos la respuesta a estas preguntas en el siguiente artículo.

      [Nota]

      a Otro término griego que se traduce por “vida” es bíos, del cual proceden palabras españolas como biografía y biología. Según el Diccionario expositivo de palabras del Antiguo y del Nuevo Testamento exhaustivo, de W. E. Vine, el vocablo bíos alude al “período o duración de la vida”, a “la manera de vivir” o a “los medios para la vida”.

  • ¿Somos ricos para con Dios?
    La Atalaya 2007 | 1 de agosto
    • ¿Somos ricos para con Dios?

      “Así pasa con el hombre que atesora para sí, pero no es rico para con Dios.” (LUCAS 12:21.)

      1, 2. a) ¿Con qué objetivo han estado dispuestas a hacer enormes sacrificios muchas personas? b) ¿Qué dificultad tienen que afrontar los cristianos, y qué peligro conlleva?

      BUSCAR tesoros escondidos no es tan solo un divertido juego de niños; en todas las épocas y culturas ha habido personas que se han lanzado a la búsqueda de tesoros reales. Por ejemplo, la famosa fiebre del oro del siglo XIX provocó una oleada de cazatesoros hacia Australia, Canadá, Estados Unidos y Sudáfrica. En su afán por hacer fortuna, estuvieron dispuestos a dejar su hogar y sus seres queridos para irse a lugares distantes, desconocidos y a veces inhóspitos. Ciertamente, hay muchas personas que, a fin de conseguir las riquezas que ambicionan, están dispuestas a correr grandes riesgos y hacer enormes sacrificios.

      2 Aunque hoy día la mayoría de la gente no se lanza a buscar tesoros, sí tiene que hacer grandes sacrificios para obtener el sustento. Ganarse la vida en este mundo no es nada sencillo: exige mucho esfuerzo y suele resultar agotador. Es fácil llegar a preocuparse tanto por la comida, la ropa y la vivienda que uno acabe desatendiendo, o hasta olvidando, las cosas más importantes (Romanos 14:17). Jesús utilizó una parábola que describía a la perfección esta tendencia humana. La encontramos en Lucas 12:16-21.

      3. Relate brevemente la parábola de Jesús que aparece en Lucas 12:16-21.

      3 Antes de narrar esa parábola, Jesús estaba hablando de la necesidad de evitar la codicia, tema que analizamos bastante a fondo en el artículo anterior. La parábola trata de un hombre rico que, al no sentirse satisfecho con sus graneros llenos de cosas buenas, decide demolerlos para edificar otros mayores que le permitan seguir acumulando bienes. Cuando por fin cree que ha llegado el momento de descansar y disfrutar de la vida, Dios le dice que va a morir y que todo lo que tiene almacenado pasará a otras manos. Jesús concluye diciendo: “Así pasa con el hombre que atesora para sí, pero no es rico para con Dios” (Lucas 12:21). ¿Qué lección aprendemos de esta parábola, y cómo podemos aplicarnos esa lección?

      Un hombre que se ve ante un problema

      4. ¿Cómo se podría describir al hombre de la parábola de Jesús?

      4 Observamos que Jesús comenzó la parábola con esta simple declaración: “El terreno de cierto hombre rico produjo bien”. Jesús no afirmó que el hombre hubiera adquirido sus riquezas con artimañas o ilegalmente. En otras palabras, no dijo que fuera una mala persona. Al contrario, parece ser que era un hombre muy trabajador, o, por lo menos, previsor, pues ahorraba para el futuro, tal vez pensando en el bienestar de su familia. Por tanto, a primera vista podría decirse que se trataba de alguien emprendedor, que se tomaba en serio sus obligaciones.

      5. ¿Ante qué problema se vio el hombre de la parábola de Jesús?

      5 Sea como fuere, lo que sí sabemos es que el hombre era rico, es decir, ya tenía muchas posesiones. Pero, según explica Jesús, se vio ante un problema. Sus tierras produjeron mucho más de lo que él esperaba: mucho más de lo que necesitaba o de lo que podía almacenar. ¿Qué debía hacer?

      6. ¿Qué opciones se les presentan hoy día a muchos siervos de Dios?

      6 En la actualidad, muchos siervos de Jehová se encaran a situaciones similares a la del hombre rico. Los cristianos verdaderos —sean empleados o dueños de su propio negocio— se esfuerzan por ser honrados, cumplidores y concienzudos en su trabajo (Colosenses 3:22, 23). Debido a ello, por lo general les va bien y sobresalen en lo que hacen. Ahora bien, cuando se les ofrece un ascenso o se les presentan nuevas oportunidades de negocios, tienen que tomar una decisión. ¿Aprovecharán la situación para ganar más dinero? En el campo escolar sucede algo parecido. Dado que muchos jóvenes testigos de Jehová son excelentes estudiantes, a veces les ofrecen becas u otro tipo de ayudas para que cursen estudios superiores en instituciones de renombre. ¿Las aceptarán por el solo hecho de que así lo harían la mayoría de sus compañeros?

      7. ¿Qué decidió hacer el hombre de la parábola de Jesús para solucionar su problema?

      7 Volviendo a la ilustración de Jesús, ¿qué hizo el hombre rico cuando su cosecha fue tan abundante que no tenía dónde almacenarla? Decidió demoler sus graneros y construir otros mayores que le permitieran almacenar todos sus excedentes de grano y todas sus cosas buenas. Parece ser que aquella decisión hizo que se sintiera tan satisfecho y seguro que pensó: “Diré a mi alma: ‘Alma, tienes muchas cosas buenas almacenadas para muchos años; pásalo tranquila, come, bebe, goza’” (Lucas 12:19).

      ¿Por qué se le llama “irrazonable”?

      8. ¿Qué factor esencial pasó por alto el hombre de la parábola de Jesús?

      8 Ahora bien, según el relato de Jesús, la sensación de seguridad que obtuvo el hombre rico fue solo eso, una sensación. Por acertados que pudieran parecer sus planes, no tuvo presente un factor esencial: cuál era la voluntad de Dios. Él tan solo pensaba en sí mismo, en estar tranquilo, comer, beber y gozar de la vida. Creía que, por el hecho de tener “muchas cosas buenas”, también tendría “muchos años” para disfrutarlas. Pero, lamentablemente, no sucedió así. Como Jesús había dicho, “hasta cuando uno tiene en abundancia, su vida no resulta de las cosas que posee” (Lucas 12:15). Aquella misma noche, todo aquello para lo que tanto había trabajado se vino abajo, pues Dios le dijo: “Irrazonable, esta noche exigen de ti tu alma. Entonces, ¿quién ha de tener las cosas que almacenaste?” (Lucas 12:20).

      9. ¿Por qué se le llama “irrazonable” al hombre de la parábola?

      9 Ahora llegamos al punto crucial de la ilustración de Jesús. Dios calificó al hombre de irrazonable. El Diccionario exegético del Nuevo Testamento explica que el adjetivo griego que se traduce “irrazonable” en este pasaje siempre significa “desvarío que se aparta de lo que es razonable”. También señala que, en la parábola, Dios usa ese término para exponer “lo absurdo de los planes del rico para el futuro”. Dicho adjetivo no se aplica a alguien poco inteligente, sino a quien “rechaza la dependencia en que se halla de Dios”. Lo que se dice del hombre rico en la parábola nos recuerda las palabras que Jesús dirigió posteriormente a los cristianos del siglo primero que pertenecían a la congregación de Laodicea (Asia Menor): “Dices: ‘Soy rico y he adquirido riquezas y no necesito absolutamente nada’, pero no sabes que eres desdichado y lastimoso y pobre y ciego y desnudo” (Revelación 3:17).

      10. ¿Por qué no es garantía de que alguien vivirá “muchos años” el hecho de que posea “muchas cosas buenas”?

      10 Conviene que tomemos esa lección muy en serio. ¿Nos podría pasar lo mismo que al hombre de la parábola? ¿Pudiéramos caer en el error de trabajar arduamente para conseguir “muchas cosas buenas”, pero no hacer lo necesario para llegar a vivir “muchos años”? (Juan 3:16; 17:3.) Según la Biblia, “las cosas valiosas no serán de ningún provecho en el día del furor”, y “el que confía en sus riquezas... él mismo caerá” (Proverbios 11:4, 28). De ahí que Jesús añadiera al final de la parábola esta advertencia: “Así pasa con el hombre que atesora para sí, pero no es rico para con Dios” (Lucas 12:21).

      11. ¿Por qué no tiene sentido que uno base su esperanza y su seguridad en los bienes materiales?

      11 Al decir “así pasa”, Jesús indicó que lo que le sucedió al hombre rico también les sucederá a quienes centran su vida —o sea, basan su esperanza y su seguridad— exclusivamente en los bienes materiales. El error radica en ‘no ser rico para con Dios’, y no tanto en ‘atesorar para sí’. El discípulo Santiago hizo una advertencia similar: “Vamos, ahora, ustedes los que dicen: ‘Hoy o mañana iremos a tal ciudad y allí pasaremos un año, y negociaremos y haremos ganancias’, cuando el caso es que ustedes no saben lo que será su vida mañana”. ¿Qué les aconsejó? “En vez de eso, deberían decir: ‘Si Jehová quiere, viviremos y también haremos esto o aquello’.” (Santiago 4:13-15.) Por muy rica que sea una persona, no logrará nada a menos que sea rica para con Dios. ¿Y qué significa ser rico para con Dios?

      Ser rico para con Dios

      12. ¿Qué nos ayudará a ser ricos para con Dios?

      12 En su advertencia al final de la parábola, Jesús contrastó dos ideas: la de ser rico para con Dios y la de acumular tesoros para uno mismo, o sea, enriquecerse materialmente. Lo que estaba diciendo es que no deberíamos centrar nuestra vida en la acumulación de riquezas o el disfrute de las posesiones. Deberíamos, más bien, usar nuestros recursos para fortalecer y mejorar nuestra relación con Jehová. No hay duda de que esto nos ayudará a ser ricos para con Dios. ¿Por qué? Porque de esa forma estaremos abriendo la puerta para que él nos colme de bendiciones. Recordemos que la Biblia dice: “La bendición de Jehová... eso es lo que enriquece, y él no añade dolor con ella” (Proverbios 10:22).

      13. ¿En qué sentido “enriquece” la bendición de Jehová?

      13 Cuando Jehová bendice a sus siervos, siempre les da lo mejor (Santiago 1:17). Por ejemplo, la tierra que Jehová les dio a los israelitas era una “tierra que mana[ba] leche y miel”. Aunque también se había dicho algo semejante de Egipto, la tierra de los israelitas era diferente por lo menos en un aspecto fundamental. “[Es] una tierra de la que Jehová tu Dios está cuidando”, dijo Moisés al pueblo. En otras palabras, la razón por la que los israelitas prosperarían era porque Jehová los cuidaría. Y así fue: cuando se mantenían fieles a Jehová, recibían de él un sinfín de bendiciones y su vida era visiblemente mejor que la de las naciones vecinas. Está claro, pues, que la bendición de Jehová “es lo que enriquece” (Números 16:13; Deuteronomio 4:5-8; 11:8-15).

      14. ¿Con qué cuentan los que son ricos para con Dios?

      14 La expresión “rico para con Dios” también se vierte “rico ante Dios” (Nácar-Colunga) o “rico a los ojos de Dios” (Biblia de América). Por lo general, los que son ricos materialmente se preocupan por la imagen que proyectan ante los demás, quieren ser importantes a los ojos de los hombres, y suelen reflejarlo en su modo de vivir. Para impresionar a los demás, recurren a lo que la Biblia denomina “la exhibición ostentosa del medio de vida de uno” (1 Juan 2:16). Por su parte, los que son ricos para con Dios cuentan con su aprobación, su favor y su inmensa bondad inmerecida, y tienen una estrecha relación personal con él. Desde luego, estar en una situación tan privilegiada les proporciona una sensación de bienestar y seguridad muy superior a la que se puede obtener de las riquezas materiales (Isaías 40:11). Lo que ahora nos queda por averiguar es qué tenemos que hacer para ser ricos a los ojos de Dios.

      Ricos a los ojos de Dios

      15. ¿Qué tenemos que hacer a fin de ser ricos para con Dios?

      15 El hombre de la ilustración de Jesús hizo planes y trabajó mucho con el único fin de enriquecerse, y por eso se le llamó “irrazonable”. De modo que, a fin de ser ricos para con Dios, hemos de esforzarnos por participar de lleno en las actividades que, a los ojos de Dios, realmente merecen la pena y tienen valor. Una de ellas la vemos en este mandato de Jesús: “Vayan, por lo tanto, y hagan discípulos de gente de todas las naciones” (Mateo 28:19). Si empleamos nuestro tiempo, energías y talentos en la predicación del Reino y la obra de hacer discípulos —en lugar de utilizarlos para prosperar económicamente—, estaremos haciendo una buena inversión, una que nos proporcionará cuantiosos beneficios espirituales. Las siguientes experiencias son prueba de ello (Proverbios 19:17).

      16, 17. Cuente una experiencia que indique cuál es la manera de vivir que nos hace ricos a los ojos de Dios.

      16 Veamos el caso de un cristiano que reside en un país asiático. Tenía un empleo muy bien pagado como técnico informático. Pero el trabajo le ocupaba casi todo el tiempo y se sentía espiritualmente empobrecido. Así que, en lugar de tratar de obtener un ascenso, optó por dejar el trabajo y ponerse a hacer helados y a venderlos en la calle. ¿Por qué tomó esa decisión? Porque quería tener más tiempo para atender sus necesidades y responsabilidades espirituales. Aunque sus anteriores compañeros se burlaron de la decisión que había tomado, veamos cómo le fue. “Lo cierto es que he salido ganando económicamente —dijo—. Ahora vivo más feliz porque no tengo las tensiones ni las preocupaciones de antes. Y más importante aún, me siento más cerca de Jehová.” Aquel cambio de trabajo le permitió emprender el ministerio de tiempo completo, y ahora sirve en la sucursal de los testigos de Jehová de su país. No puede negarse que la bendición de Jehová “es lo que enriquece”.

      17 Tenemos también el caso de una mujer que se crió en el seno de una familia que daba mucha importancia a la educación. Estudió en universidades de Francia, México y Suiza, y tenía ante sí una prometedora carrera profesional. “La vida me sonreía; gozaba de prestigio y me llovían oportunidades, pero en mi interior me sentía vacía, insatisfecha”, comenta. Entonces empezó a estudiar la Biblia. “Al ir progresando espiritualmente —continúa ella—, fue creciendo en mí el deseo de complacer a Jehová y de devolverle un poco de lo mucho que él me había dado. Por fin veía con claridad a qué debía dedicar mi vida: a servir a Dios de tiempo completo.” Renunció a su puesto de trabajo y poco después se bautizó. Para estas fechas ya lleva veinte felices años en el ministerio de tiempo completo. “Hay quienes dicen que he desperdiciado mis talentos —explica—, pero reconocen que soy feliz y admiran los principios por los que rijo mi vida. Todos los días le pido a Jehová que me ayude a ser humilde para contar con su aprobación.”

      18. ¿Cómo podemos llegar a ser ricos para con Dios, al igual que Pablo?

      18 Saulo de Tarso —quien llegó a ser el apóstol Pablo— había emprendido una prometedora carrera. Sin embargo, siendo ya cristiano, escribió lo siguiente: “De veras sí considero también que todas las cosas son pérdida a causa del sobresaliente valor del conocimiento de Cristo Jesús mi Señor” (Filipenses 3:7, 8). A los ojos de Pablo, las riquezas espirituales que había obtenido mediante Cristo tenían mucho más valor que todo lo que el mundo le podía ofrecer. Si nosotros, al igual que Pablo, tratamos de vivir de acuerdo con las normas divinas y no nos dejamos llevar por las ambiciones egoístas, también podremos ser ricos a los ojos de Dios. La Biblia nos garantiza: “El resultado de la humildad y del temor de Jehová es riquezas y gloria y vida” (Proverbios 22:4).

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