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FilipinasAnuario de los testigos de Jehová 2003
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Wilfredo Arellano es un superintendente viajante que posee una amplia experiencia de servicio en una gran variedad de territorios, algunos más pacíficos que otros. En 1988 visitó una congregación en el sur de la zona central del país, donde los hermanos habían resistido firmemente las presiones de los subversivos para que se unieran a la rebelión contra el gobierno.
“Durante mi visita —relata Wilfredo—, las tropas gubernamentales estaban muy activas en el territorio de la congregación. Querían organizar a los vecinos en una milicia para combatir a los rebeldes. En el transcurso de una reunión con los representantes del gobierno, los hermanos tuvieron oportunidad de explicar por qué no se unirían a ninguno de los dos bandos. Aunque algunos vecinos se opusieron a nuestra postura, los portavoces del gobierno nos respetaron.”
Wilfredo cuenta lo que sucedió a continuación: “Cierto hermano que volvía a su granja después de la reunión se encontró con un grupo de hombres fuertemente armados que llevaban a dos prisioneros con los ojos vendados. Le preguntaron si había asistido a la reunión organizada por el gobierno, y él respondió afirmativamente. Entonces quisieron saber si se había unido a la milicia, a lo que él respondió que no y les expuso su postura neutral. Como resultado, dejaron que siguiera su camino a casa. A los pocos minutos, este hermano oyó dos tiros y comprendió que habían ejecutado a los dos prisioneros”.
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FilipinasAnuario de los testigos de Jehová 2003
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En 1982 nos enfrentamos a diversas pruebas debido a nuestra postura neutral. En Mindanao, la rebelión contra el gobierno se intensificaba de forma incontrolable. Como yo dirigía estudios bíblicos con presuntos dirigentes rebeldes, los soldados del gobierno me pusieron la etiqueta de “maestro” de los izquierdistas. No obstante, un funcionario les explicó que lo que nosotros enseñamos procede en su totalidad de la Biblia y no tiene carácter político.
Al mismo tiempo, los rebeldes me veían con recelo, pues los primeros a quienes daba testimonio cuando iba a predicar eran el representante municipal del barrio y el comandante del destacamento militar. Sin embargo, no se atrevieron a tocarnos, pues un dirigente rebelde con el que había estado estudiando nos defendió.
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