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Uso eficaz de las preguntasBenefíciese de la Escuela del Ministerio Teocrático
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LECCIÓN 44
Uso eficaz de las preguntas
COMO las preguntas exigen una respuesta —sea verbal o mental—, contribuyen a que los oyentes centren la atención en lo que usted les dice. Puede valerse de ellas para entablar conversaciones y disfrutar de un estimulante intercambio de ideas. Tanto en su función de orador como de maestro, empléelas para despertar el interés, ayudar a razonar sobre un tema o hacer hincapié en ciertos puntos. Si las utiliza bien, animará a otras personas a reflexionar en vez de limitarse a escuchar. Póngase un objetivo y formule las preguntas de forma tal que lo alcance.
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Para dar paso a ideas importantes. Cuando hable en público o converse con alguien, procure servirse de las preguntas para dirigir la atención a puntos importantes. Asegúrese de que estas aludan a asuntos de verdadero interés para sus oyentes. También puede emplear preguntas que intriguen por no tener respuesta obvia. Si tras formularlas hace una pausa breve, su auditorio probablemente escuchará lo que sigue con mayor interés.
En cierta ocasión, el profeta Miqueas planteó una serie de interrogantes. Para empezar, inquirió qué pide Dios de quienes lo adoran y, a continuación, formuló cuatro preguntas más que sugieren posibles contestaciones. Todas esas preguntas preparan al lector para la sabia respuesta con que concluye el razonamiento (Miq. 6:6-8). ¿Por qué no prueba usted a hacer algo parecido cuando enseñe?
Para razonar sobre un tema. También pueden emplearse preguntas para ayudar a los oyentes a seguir la lógica de una argumentación. Jehová se valió de este recurso al dirigir una seria declaración formal contra los israelitas, como muestra Malaquías 1:2-10. En primer lugar les dijo: “Los he amado”. Puesto que ellos no reconocieron su amor, les preguntó: “¿No fue Esaú el hermano de Jacob?”. Entonces Jehová señaló a la desolación de Edom como prueba de que, a causa de la maldad de esta nación, él no la amó. A continuación utilizó varias ilustraciones intercaladas con interrogantes que ponían de relieve que Israel no respondía debidamente a Su amor. Algunas de tales preguntas se ponen en boca de los sacerdotes infieles, mientras que otras se las plantea Jehová a ellos. El emocionante diálogo nos cautiva con su lógica irrefutable y su impactante mensaje.
Algunos oradores usan con eficacia las preguntas de un modo parecido. Aunque no esperen recibir una contestación verbal, logran que los oyentes respondan mentalmente a lo que les dice, como si de un diálogo se tratara.
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Para dar énfasis. También puede utilizar preguntas para dar énfasis a ciertas ideas. Así lo hizo el apóstol Pablo, como muestra Romanos 8:31, 32: “Si Dios está por nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que ni aun a su propio Hijo perdonó, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿por qué no nos dará bondadosamente también con él todas las demás cosas?”. Note que las dos preguntas de estos versículos amplían la idea expresada en la frase que las antecede.
Tras dejar constancia escrita de la sentencia divina contra el rey de Babilonia, el profeta Isaías añadió con total convicción: “Jehová de los ejércitos mismo ha aconsejado, y ¿quién puede desbaratarlo? Y su mano es la que está extendida, y ¿quién puede volverla atrás?” (Isa. 14:27). Tales preguntas llevan implícito que nadie puede hacerlo. No necesitan respuesta.
Para poner de manifiesto ideas incorrectas. Las preguntas bien pensadas son también muy útiles para sacar a la luz ideas incorrectas. Antes de sanar a cierto hombre, Jesús preguntó a los fariseos y a algunos entendidos en la Ley: “¿Es lícito curar en sábado, o no?”. Tras curar al enfermo, agregó: “¿Quién de ustedes, si su hijo o su toro cae en un pozo, no lo saca inmediatamente en día de sábado?” (Luc. 14:1-6). No hubo respuesta, aunque tampoco Jesús la esperaba. Las preguntas pusieron de manifiesto la forma de pensar errónea de aquellos hombres.
A veces, hasta los cristianos verdaderos tienen ideas equivocadas. Algunos corintios del siglo primero llevaron a sus hermanos a los tribunales para resolver problemas que deberían haber zanjado entre ellos. ¿Cómo trató el apóstol Pablo la cuestión? Planteó una serie de preguntas directas destinadas a corregir su manera de pensar (1 Cor. 6:1-8).
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