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Improvisar las palabras a partir del bosquejoBenefíciese de la Escuela del Ministerio Teocrático
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Otros oradores se cohíben porque les preocupa demasiado usar las palabras exactas. Es cierto que el discurso pronunciado improvisando las palabras a partir del bosquejo no tiene el vocabulario cuidado ni la precisión gramatical del discurso leído, pero su atractivo estilo espontáneo compensa con creces esas deficiencias. La gente es más receptiva a los conceptos que se expresan con palabras y oraciones sencillas. Si se prepara bien, las frases brotarán con naturalidad, no por haberlas memorizado, sino por haber repasado suficientemente las ideas. Y si habla bien en la conversación cotidiana, también lo hará sin esfuerzo cuando esté en la plataforma.
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Improvisar las palabras a partir del bosquejoBenefíciese de la Escuela del Ministerio Teocrático
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PUEDE que haya invertido muchas horas en la preparación del discurso, que su contenido sea informativo y el desarrollo sea lógico, y que lo pronuncie con fluidez. Pero si la atención del auditorio está dividida —solo oye fragmentos de lo que decimos porque está pensando en otros asuntos—, ¿será eficaz la exposición? Si a los oyentes les resulta difícil mantenerse concentrados en el discurso, ¿será probable que les llegue al corazón?
¿Dónde radica el problema? Puede obedecer a muchos factores. En la mayoría de los casos, se debe a que el orador no deja que le fluyan de manera espontánea las palabras del discurso. Dicho de otro modo, consulta sus notas con demasiada frecuencia, o su exposición es demasiado formal. Ahora bien, estos problemas están directamente relacionados con el modo de preparar la disertación.
Si primero escribe el discurso y luego intenta convertirlo en un esquema, o bosquejo, posiblemente le resulte difícil improvisar a partir de lo que lleva escrito. ¿Por qué? Porque ha escogido las palabras exactas que piensa emplear. Aunque utilice el esquema en la exposición, intentará recordar las palabras de la versión original. El lenguaje escrito es más formal que el hablado, y la estructura de sus frases, más compleja. Su discurso reflejará esa realidad.
En vez de escribir el contenido de su intervención con todo detalle, intente lo siguiente: 1) Seleccione un tema y los aspectos fundamentales de este que vaya a exponer. En el caso de una disertación corta quizá baste con dos puntos principales; una más larga puede tener hasta cuatro o cinco. 2) Bajo cada punto, anote los textos que va a emplear al desarrollarlo; incluya también las ilustraciones y argumentos clave. 3) Piense en la introducción que utilizará. Puede incluso escribir una o dos oraciones. Haga lo mismo con la conclusión.
Si bien la preparación es muy importante, no repita la disertación palabra por palabra con la intención de memorizarla. Cuando se prepare para hablar a partir del bosquejo, no ponga el acento en las palabras, sino en las ideas. Repase estas en su mente hasta que una siga a la otra con facilidad. Si el discurso tiene un desarrollo lógico y está bien estructurado, no debe resultarle difícil. Así, las ideas le acudirán libre y fácilmente a la memoria durante la exposición.
Piense en los beneficios. Una ventaja importante de improvisar las palabras tras haber preparado a conciencia las ideas, es que hablará con un estilo llano al que la gente suele responder muy bien. Su disertación será más animada y, por lo tanto, más interesante para el auditorio.
Este método le permite tener un contacto visual máximo con su público, lo que mejora la comunicación. Ya que no depende de los apuntes para escoger las palabras con que formulará cada frase, sus oyentes se sentirán más inclinados a pensar que conoce bien el tema y que sinceramente cree lo que está diciendo. Así pues, esta forma de exposición por lo general es más cálida y natural, y llega de verdad al corazón del auditorio.
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