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  • ¿Tiene algún propósito la vida?
    ¡Despertad! 1992 | 22 de abril
    • ¿Tiene algún propósito la vida?

      “‘¿Por qué estamos aquí?’ es la pregunta más importante a la que debe enfrentarse un ser humano. [...] Creo que la vida tiene significado a pesar de las muertes sin sentido que he visto. La muerte no tiene sentido, la vida sí.”

      ESTAS palabras fueron escritas por Elie Wiesel, un escritor de renombre que sobrevivió a los campos de concentración nazis. Fue uno de los muchos que respondieron a la pregunta que planteó la revista Life: “¿Por qué estamos aquí?”. Aunque había visto el peor aspecto de la vida, estaba convencido de que esta tiene significado.

      No obstante, no todos opinaron igual. Un taxista llamado José Martínez dio la siguiente respuesta: “Estamos aquí para morir, tan solo para vivir y morir. Conduzco un taxi, voy a pescar, salgo con mi novia, pago los impuestos, leo un poco y luego me preparo para caerme muerto. [...] La vida es una gran farsa”. Parece que para José la vida no tiene ningún significado, ningún propósito.

      Lo sorprendente es que bastantes personas cultas parecían concordar más con el taxista que con el escritor. Los evolucionistas Richard E. Leakey y Roger Lewin explican en su libro Los orígenes del hombre: “Tal vez no sea la especie humana más que un espantoso error biológico, que se ha desarrollado hasta traspasar un punto en el que ya no puede prosperar en armonía consigo misma y con el mundo a su alrededor”. La vida humana, en su opinión, carece de sentido.

      En esta misma línea, el evolucionista Stephen Jay Gould escribió: “Estamos aquí porque la peculiar anatomía de las aletas de un grupo aislado de peces permitió que se transformaran en patas de criaturas terrestres; [...] porque una especie pequeña y débil, que apareció en África hace un cuarto de millón de años, se las ha ingeniado hasta ahora para sobrevivir contra viento y marea. Puede que ansiemos una respuesta ‘más elevada’, pero no existe ninguna”. Para Gould, la vida humana es un accidente sin sentido.

      Gould tiene razón al menos en un aspecto: muchas personas ansían una respuesta “más elevada” que la que él propone. En los momentos trágicos, muchos opinan como Jason, un jovencito de once años. Escribió lo siguiente respecto a la muerte de una niña amiga suya: “Cuando mi amiga Kim murió de cáncer, le pregunté a mi madre por qué Dios había hecho nacer a Kim si iba a hacer que muriese cuando solo tenía seis años”. Jason sabía instintivamente que la vida debería tener un propósito, y la lamentable muerte de su amiguita parecía frustrar dicho propósito.

      La importancia de la pregunta

      ¿Es importante saber si la vida tiene algún propósito o no? ¿Es esta solo una pregunta filosófica, o debería interesarle? Muchas personas han vivido su vida sin pensar mucho en este asunto. Y si José Martínez tiene razón, puede que el proceder de esas personas haya sido el más sensato.

      No obstante, si Elie Wiesel está en lo cierto y la vida sí tiene significado, entonces deberíamos tratar de descubrirlo. De lo contrario, podríamos perdernos la razón esencial por la que disfrutamos de la maravillosa experiencia de vivir. Sería como pasear por una galería de arte sin mirar los cuadros o como sentarse en un restaurante sin pedir que nos sirvan una comida.

      ¿Cómo podemos descubrir si la vida tiene algún propósito o no? En el siguiente artículo trataremos algunos puntos que nos ayudarán a resolver esta cuestión.

  • La búsqueda de un propósito
    ¡Despertad! 1992 | 22 de abril
    • La búsqueda de un propósito

      DESDE los tiempos de Charles Darwin, los biólogos han presionado mucho para que se acepte la teoría de que la vida es el resultado de una evolución y que básicamente carece de propósito. Sin embargo, muchas personas rechazan este criterio de manera instintiva. Un matrimonio joven que contempla a su hermoso recién nacido tiene dificultades para creer que esta nueva vida carece de propósito. Para ellos es un milagro, una maravilla que enriquece su vida.

      Algunos científicos tampoco concuerdan con que la vida sea un accidente sin sentido. ¿Por qué no? Debido a lo que The Encyclopedia Americana denomina “el extraordinario grado de complejidad y organización [que se observa] en los organismos vivos”. Esta enciclopedia añade: “Un examen minucioso de las flores, los insectos y los mamíferos indica que todas sus partes están ordenadas con una precisión casi increíble”.

      Al examinar tal complejidad y maravillosa organización, obvias hasta en los organismos vivos más simples, el científico sudafricano Louw Alberts dijo, según citó el periódico Cape Times: “Obtengo mayor satisfacción intelectual si acepto que hay un Dios, que si acepto simplemente que [la vida] se originó por casualidad”. El astrónomo británico sir Bernard Lovell escribió respecto a la composición química de los organismos vivos: “La probabilidad de [...] que por una casualidad se formase una de las moléculas más pequeñas de proteína es infinitamente pequeña. [...] De hecho, es prácticamente nula”.

      En esta misma línea, el astrónomo Fred Hoyle escribió: “Toda la estructura de la biología ortodoxa aún sostiene que la vida se produjo gracias al azar. No obstante, a medida que los bioquímicos profundizan en sus descubrimientos acerca de la tremenda complejidad de la vida, resulta evidente que las posibilidades de un origen accidental son tan pequeñas que deben descartarse por completo. La vida no puede haberse producido por casualidad”.

      ¿Qué significa esto? Si la vida no se originó por accidente, tiene que haber sido diseñada. Y en ese caso, debe haber tenido un Diseñador. ¡Y qué Diseñador! El salmista escribió correctamente: “De manera que inspira temor estoy maravillosamente hecho”. (Salmo 139:14.) Ahora bien, ¿qué nos dice esto acerca de si la vida tiene o no algún propósito?

      El hombre también diseña y construye cosas: aviones de reacción, refinerías de petróleo, centrales eléctricas y un sinfín de objetos más o menos complejos. Sin embargo, no diseña ni fabrica cosas tan complicadas sin una razón. Todo lo hace con un propósito.

      Puesto que nada de lo que el hombre ha hecho puede compararse a la impresionante complejidad de los seres vivos, no hay duda de que el Diseñador de la vida no la habría creado sin un propósito. Es el colmo de la insensatez creer que fuimos ‘maravillosamente hechos’ y luego dejados sin timón y sin propósito.

      La búsqueda de un propósito

      El que los humanos busquemos por naturaleza un propósito en la vida apoya la idea de que el Creador hizo al hombre para que cumpliese un propósito. El psicólogo Gilbert Brim se refirió a la necesidad instintiva del hombre de tener un propósito cuando dijo: “Muchas personas encuentran en su trabajo un incentivo para su vida y una oportunidad de formarse. Pero aquellos que no lo consiguen buscarán un sentido de logro e incentivos especiales en otra parte: perdiendo peso, dominando el golpe con el hierro número 6 cuando la pelota de golf ha caído en la parte baja de una pendiente, haciendo la tortilla perfecta o buscando sensaciones en la aventura, ya sea la aventura de planear colgado de un ala delta o la de probar nuevos platos”. El psiquiatra Viktor Frankl afirmó: “El esfuerzo por hallar significado en la vida es la principal fuerza impulsora del hombre”.

      Examinemos las metas que algunas personas se ponen en la vida.

      ¿Qué da propósito a la vida?

      Una adolescente a la que se preguntó qué metas tenía en la vida respondió: “Mi sueño es tener un bonito apartamento, un automóvil precioso y un chico guapo que me acompañe. Voy a lo mío, lo primero soy yo. Quiero aquellas cosas que me produzcan felicidad a mí, no a la entera sociedad”. Si usted piensa que esta respuesta refleja egoísmo, está en lo cierto. Pero, lamentablemente, no es una actitud excepcional.

      Ahora bien, ¿satisface nuestra necesidad de que la vida tenga significado el que simplemente nos afanemos por las posesiones materiales y los placeres? No. En el momento en que el placer es nuestro único objetivo, deja de ser satisfaciente. Las personas que hacen de él su principal meta en la vida, terminan compartiendo en su interior la opinión de un poderoso rey de la antigüedad que utilizó su poder y riquezas para explorar diversos aspectos de los placeres que había disponibles en aquel tiempo. Fíjese a qué conclusión llegó:

      “Acumulé también para mí plata y oro, y propiedad propia de reyes y de los distritos jurisdiccionales. Me hice cantores y cantoras, y los deleites exquisitos de los hijos de la humanidad, una dama, sí, damas. [...] Y, ¡mira!, todo era vanidad y un esforzarse tras viento.” (Eclesiastés 2:8, 11.)

      Muchos encuentran satisfacción en una carrera o en utilizar su capacidad mental o su fuerza física para conseguir lo que parecen ser objetivos dignos. Sin embargo, al cabo de un tiempo, una carrera no satisface por entero la necesidad de tener un propósito en la vida. Peter Lynch, considerado una “superestrella de las inversiones”, renunció a su lucrativa carrera cuando se dio cuenta de que en su vida faltaba algo muy importante. ¿Qué era? La relación con su familia. Confesó: “Me encantaba lo que hacía, pero llegué a una conclusión, y lo mismo hicieron algunos otros: ¿Para qué [...] hacemos esto? No conozco a nadie que en su lecho de muerte haya deseado haber pasado más tiempo en la oficina”.

      En conformidad con esto, una adolescente manifestó cierta medida de equilibrio cuando dijo sobre sus metas en la vida: “Uno de mis sueños es tener una profesión, pero creo que lo que más deseo es tener una familia feliz”. En efecto, nuestra familia puede dar significado y propósito a la vida. Una joven esposa señaló: “Desde que era muy pequeña he creído que ser madre era una de las cosas para las que una mujer había nacido, uno de los propósitos de la vida, y nunca me lo he cuestionado”.

      Otros buscan un propósito en la vida en otras actividades. Algunos, entre los que probablemente se cuentan aquellos científicos que dicen que la vida es el resultado de un accidente sin sentido, encuentran un propósito en la búsqueda de conocimiento. El evolucionista Michael Ruse escribió: “Tenemos sed de conocimiento, y eso nos hace superiores a las bestias. [...] Entre nuestras mayores necesidades y responsabilidades está la de transmitir a nuestros hijos la sabiduría acumulada del pasado, junto con nuestro entusiasmo y logros. [...] La búsqueda de conocimiento, así como los éxitos, constituye una de las características sobresalientes de la naturaleza humana”.

      Algunos dicen que lo que da propósito a su vida es luchar por una causa. Trabajan para la conservación de especies animales en peligro de extinción o se interesan por la contaminación y la destrucción del medio ambiente. Hay personas humanitarias que luchan por defender los derechos de los niños o por ayudar a los pobres y a las personas sin hogar. Otras se esfuerzan por impedir que se propague la adicción a las drogas. Esas personas a veces consiguen hacer mucho bien, y lo que efectúan da propósito y enriquece su vida.

      Frustraciones y decepciones

      No obstante, tenemos que reconocer que la búsqueda de metas, aunque se trate de metas nobles, muchas veces resulta frustrada. Padres que ponen todo su amor y esfuerzo en criar a sus hijos a veces los pierden en un accidente o debido a que son víctimas de un acto delictivo, de una enfermedad o de la drogadicción. O puede que cuando los hijos crezcan, se contagien del espíritu egoísta de este mundo y no correspondan al amor de sus padres.

      Muchas veces, las personas que trabajan de manera desinteresada por mejorar el medio ambiente ven frustrados sus esfuerzos por culpa de intereses comerciales o debido a que a otros no les importa lo que suceda. Los que trabajan para mejorar la situación de los pobres se ven abrumados por la envergadura de la tarea. La persona que disfruta con su carrera queda frustrada cuando se ve obligada a jubilarse. El investigador que encuentra sumamente satisfaciente la búsqueda de conocimiento se ve frustrado cuando su vida se acerca a su fin y todavía quedan multitud de preguntas sin responder. El hombre que se ha pasado la vida amasando una fortuna se da cuenta de que con el tiempo tendrá que dejársela a otros.

      El rey de la antigüedad citado antes habló de algunas de estas frustraciones cuando escribió: “Aborrecí lo que hice con tanta fatiga bajo el sol, pues se lo tengo que dejar a un sucesor, ¿y quién sabe si será sabio o necio? Él heredará lo que me costó tanto esfuerzo y habilidad”. (Eclesiastés 2:18, 19, Nueva Biblia Española.)

      ¿Será cierto que en el fondo la vida carece de propósito, como parecen indicar estas innegables palabras? ¿Acaso las diversas metas que los humanos se fijan no son más que una ayuda para ir subsistiendo los setenta, ochenta o noventa años de vida que a muchos se les ha otorgado? Además, ¿carecen de significado estas metas? No. Lo cierto es que indican algo muy profundo acerca de cómo fuimos hechos y dan prueba de que la vida sí tiene un propósito maravilloso. Pues bien, ¿cómo podemos descubrirlo?

      [Fotografías en la página 7]

      Para algunos, la búsqueda de conocimiento da sentido y propósito a su vida

      El hombre no fabrica cosas complicadas sin un propósito

      [Reconocimiento]

      Foto de la NASA

  • El verdadero propósito de la vida
    ¡Despertad! 1992 | 22 de abril
    • El verdadero propósito de la vida

      IMAGÍNESE que se encuentra en el taller de un amigo que acaba de terminar un trabajo. El objeto está tan bien hecho y tiene una forma tan curiosa, que le ha dejado fascinado. Sin embargo, por mucho que lo intenta, no es capaz de determinar para qué sirve. ¿Cómo salir de dudas? Muy sencillo: no tiene más que preguntárselo a su amigo y seguro que se lo dirá con mucho gusto.

      Pues bien, ¿cómo podemos descubrir cuál es el propósito de la vida? ¿Por qué no le preguntamos a Dios, “la fuente de la vida”? (Salmo 36:9.) Pero, ¿cómo hacerlo? Felizmente, Dios nos informa a través de la Biblia. Él hizo que hombres de fe pusieran por escrito Sus pensamientos de manera que nosotros pudiéramos entenderlos. En realidad, el propósito de la vida puede expresarse en pocas palabras: Estamos aquí para aprender de Dios y hacer su voluntad. La Biblia explica: “La conclusión del asunto, habiéndose oído todo, es: Teme al Dios verdadero y guarda sus mandamientos. Porque este es todo el deber del hombre”. (Eclesiastés 12:13.)

      ¿Le parece demasiado sencillo? No lo es tanto. El que estemos aquí para aprender de Dios y hacer su voluntad es algo maravilloso y muy profundo.

      El propósito original de Dios

      Algo que le ayudará a comprender mejor el propósito de la vida es conocer lo que Dios se proponía originalmente para la humanidad. Ese conocimiento también le aclarará por qué algunas de las cosas de las que se habló en el artículo anterior aportan cierto grado de significado y propósito a la vida de muchas personas de hoy día.

      El relato bíblico de la creación del hombre dice: “Dios pasó a decir: ‘Hagamos al hombre a nuestra imagen, según nuestra semejanza’”. (Génesis 1:26.) Por consiguiente, el ser humano fue hecho con la capacidad de ser como Dios, de poseer las sobresalientes cualidades que Él tiene, como sabiduría, poder, justicia y amor. ¿Resulta extraño, entonces, que haya personas que encuentren satisfaciente el ampliar sus conocimientos o el participar en actividades que supongan un incentivo para sus facultades mentales y físicas? ¿Y acaso sorprende que a otras muchas les proporcione un propósito satisfaciente en la vida el ayudar a su prójimo? En absoluto, pues esto es, en parte, para lo que se nos creó.

      El registro bíblico continúa diciendo que al ser humano se le concedió la supervisión de todas las otras formas de vida de la Tierra: “Los peces del mar y las criaturas voladoras de los cielos y [...] todo animal moviente que se mueve sobre la tierra”. (Génesis 1:26.) No es extraño, por tanto, que incluso hoy día haya muchas personas que encuentren satisfacción en tener animales cerca y jugar con ellos. Hay quienes sienten tal responsabilidad hacia los animales, que trabajan mucho en pro de la conservación de especies en peligro de extinción o luchan para que no se les someta a sufrimientos innecesarios.

      Al hombre también se le ordenó ‘sojuzgar la Tierra’. (Génesis 1:28.) ¿Qué implicaba ese mandato? Desde luego, no quería decir que debiera explotar de manera egoísta e irresponsable la Tierra hasta que sus riquezas se agotasen, su atmósfera se contaminase y su suelo y sus mares terminasen repletos de basura. Al contrario, Dios fijó el modelo para sojuzgar la Tierra cuando “plantó un jardín en Edén, hacia el este, y allí puso al hombre que había formado”. (Génesis 2:8.) Este jardín fue la muestra de lo que llegaría a ser la Tierra y reflejaba el propósito de Dios para nuestro planeta.

      El relato bíblico explica: “Además, bendijo Dios [al primer hombre y a la primera mujer] y les dijo Dios: ‘Sean fructíferos y háganse muchos y llenen la tierra y sojúzguenla’”. (Génesis 1:28.) Dios quería que tuviesen hijos y poblasen la Tierra; los unió, y puede decirse que aquella fue la primera boda que se ha celebrado en la historia. (Génesis 2:22-24.) ¡No es de extrañar que el matrimonio y la familia añadan significado y propósito a la vida de tantas personas!

      Lo que la vida podría haber sido

      El estudio de la Biblia nos hace patente que Dios se proponía que la familia de Adán creciese y que él y sus hijos extendiesen los límites del jardín de Edén hasta que la raza humana llenase la Tierra, que, una vez sojuzgada, llegaría a ser un paraíso. Es cierto que el hombre utilizaría las riquezas terrestres para su propio beneficio, pero lo haría de una manera responsable. Llegaría a ser un administrador de la Tierra, no un expoliador. La devastación que observamos hoy en nuestro planeta es contraria a la voluntad de Dios, y los que la llevan a cabo van en contra del propósito de la vida. (Revelación 11:18.)

      Aprendemos también del registro bíblico que no era el propósito de Dios que la gente muriese. El único motivo por el que nuestros primeros padres murieron fue porque desobedecieron a Dios. (Génesis 2:16, 17.) Al hacerlo, dejaron de cumplir el propósito de la vida, dejaron de hacer la voluntad de Dios. De modo que no solo murieron ellos, sino que toda su descendencia también ha estado sujeta a la muerte debido a la imperfección heredada. (Romanos 5:12.) No obstante, en un principio el hombre fue hecho para vivir para siempre, no para morir. Esta es, probablemente, la razón por la que a muchas personas les resulta frustrante pensar que llegará un día en que la muerte cortará en seco la obra de toda su vida.

      El cumplimiento del propósito de Dios

      El propósito original de Dios para la humanidad y para esta Tierra no ha cambiado. Todavía se propone tener una Tierra paradisiaca habitada por una raza humana perfecta. Sin embargo, se ha visto obligado a tomar medidas para vencer los lamentables efectos de la desobediencia de nuestros primeros padres. Hacer la voluntad de Dios hoy día implica, entre otras cosas, actuar en armonía con todas estas disposiciones suyas. Y podemos sentirnos agradecidos de que en la Biblia se nos proporcione una explicación del cumplimiento progresivo de Su propósito.

      Leemos en el primer libro de la Biblia que Dios habló de una “descendencia” que vendría para reparar todo el daño resultante de la desobediencia de Adán y Eva. (Génesis 3:15.) En las Escrituras Griegas Cristianas (“Nuevo Testamento”) leemos que Jesucristo fue la esperada “descendencia”, y se nos informa de su vida sin pecado y de su muerte a manos de sus enemigos. En realidad, la muerte de Jesús fue un sacrificio a favor nuestro que nos abrió el camino para recuperar la vida eterna que Adán y Eva perdieron. (Hebreos 7:26; 9:28.) Sí, la Biblia dice: “Todo el que ejerce fe en él no [será] destruido, sino que [tendrá] vida eterna”. (Juan 3:16.)

      Pero eso no es todo. Después de su muerte, Jesús fue resucitado como criatura celestial inmortal y ahora gobierna como rey del Reino celestial de Dios. Este Reino pronto reemplazará a los gobiernos terrestres actuales con una nueva sociedad mundial que asumirá la administración de los asuntos humanos. Una profecía bíblica promete: “El reino mismo no será pasado a ningún otro pueblo. Triturará y pondrá fin a todos estos reinos, y él mismo subsistirá hasta tiempos indefinidos”. (Daniel 2:44.)

      A continuación, este Reino supervisará la deleitable actividad de restaurar el Paraíso en la Tierra y elevar a la humanidad a la perfección. La Biblia incluso habla de una resurrección de los muertos, que permitirá que ellos también tengan la oportunidad de participar en el cumplimiento del magnífico propósito de Dios para la humanidad. (Hechos 24:15.) Entonces se verá cumplida esta hermosa promesa registrada en el libro de los Salmos: “Los mansos mismos poseerán la tierra, y verdaderamente hallarán su deleite exquisito en la abundancia de paz. Los justos mismos poseerán la tierra, y residirán para siempre sobre ella”. (Salmo 37:11, 29.)

      Beneficiémonos personalmente

      Para beneficiarnos personalmente del cumplimiento del magnífico propósito de Dios para la Tierra, en primer lugar tenemos que conocerle a Él. Jesucristo dijo: “Esto significa vida eterna, el que estén adquiriendo conocimiento de ti, el único Dios verdadero, y de aquel a quien tú enviaste, Jesucristo”. (Juan 17:3.) ¿Cómo podemos hacer eso? Podemos aprender algunas cosas acerca de Dios observando el mundo que nos rodea, los cielos estrellados y el resto de la creación. (Salmo 19:1.) Sin embargo, donde más aprendemos de Él, así como de su Hijo Jesucristo, es en la Biblia. En ella se nos dice Su nombre, Sus cualidades y todo lo que ha hecho por la humanidad. Tal conocimiento nos hace amarle y nos acerca a Él y a su Hijo.

      Cuando llegamos a conocerle, deseamos hacer su voluntad. Seguramente muchos hemos orado como Jesús enseñó: “Venga tu reino. Efectúese tu voluntad, como en el cielo, también sobre la tierra”. (Mateo 6:10.) Vivir la vida en armonía con Su voluntad es precisamente lo que le da verdadero propósito, lo que proporciona verdadera satisfacción.

      Ahora bien, ¿qué implica hacer la voluntad de Dios? En el caso de Adán y Eva implicaba supervisar el reino animal, sojuzgar la Tierra y llenarla de hijos perfectos. Si queremos hacer la voluntad de Dios en nuestros días, tenemos que aprender acerca del sacrificio de rescate de Jesús y ejercer fe en ese sacrificio. Además, hemos de seguir el ejemplo de Jesús y comunicar a otros ‘las buenas nuevas del Reino de Dios’. (Mateo 24:14.)

      Hacer la voluntad de Dios también implica llegar a tener una personalidad piadosa. Así que identificamos las cosas que Él odia —como la mentira, el robo, el chisme y la cólera incontrolada— y las rechazamos; también analizamos cuáles son las cualidades que ama —como el amor, el gozo, la paz, la benignidad y la bondad— y las cultivamos con la ayuda de su espíritu santo. (Gálatas 5:19-24.) Si queremos recibir vida eterna, tenemos que ser la clase de persona que Dios querrá tener en la Tierra durante toda la eternidad. Sí, el aprender acerca de Dios y el hacer su voluntad dan propósito y significado a nuestra vida como ninguna otra cosa puede hacerlo.

      Los efectos de encontrar el verdadero propósito de la vida

      La vida de millones de personas de todo el mundo es prueba de que hallar el verdadero propósito de la vida produce efectos muy positivos. Considere el caso de Wayne, un hombre que quedó desolado tras la muerte de su primera esposa. Como su pastor no fue capaz de consolarle, Wayne se ofreció voluntario para diferentes actividades con el fin de ocupar su tiempo. Sirvió de comandante en la Legión americana y estuvo activo en diversos grupos políticos. Con el tiempo volvió a casarse, pero su matrimonio no funcionaba. Su vida carecía de rumbo.

      Cierto día, Wayne tomó una Biblia y empezó a leerla. La terminó a los tres meses. Recuerda: “Entonces supe que nuestra existencia tenía un propósito y que había una esperanza de vida después de la muerte”. Así que le dijo a su esposa: “Deberíamos buscar la compañía de personas que se apegan a lo que dice la Biblia”. Pronto conocieron a los testigos de Jehová, y sus conversaciones con ellos intensificaron el deseo de ambos de hacer la voluntad de Dios. Tanto Wayne como su esposa se dedicaron a Él y su vida de familia mejoró en gran manera.

      Susan era hija de unos misioneros presbiterianos y quería hacer con su vida algo que de verdad ayudase al mundo. Una conferencia sobre los peligros de la energía nuclear la convenció de que este asunto tenía una importancia máxima. De modo que dejó los estudios para dedicar todo su tiempo a educar a la gente con respecto a ese problema. A los veintiún años sirvió de coordinadora para un gran mitin antinuclear. Más tarde recibió la visita de unos testigos de Jehová, que le mostraron lo que la Biblia dice, y con el tiempo halló el verdadero propósito de la vida. Aunque sin duda sigue preocupada por el hecho de que la humanidad está arruinando la Tierra, ahora comprende que Dios resolverá estos problemas mediante su Reino, y por eso ayuda a la gente a poner fe en ese Reino.

      Marielle hizo del disfrute de lo que el mundo ofrece su propósito en la vida. Ejercía una profesión y disfrutaba de las cosas que ofrecía la ciudad de Los Ángeles (California, E.U.A.), como fiestas y drogas. Sin embargo, cuando empezó a estudiar la Biblia, llegó a conocer a Dios y a servirle, y se dio cuenta de que todo aquello que le había parecido importante hasta entonces era vacío. Dice que ahora que ha puesto su vida en armonía con los propósitos de Dios, la encuentra mucho más significativa.

      La cantidad de personas que ha visto enriquecida su existencia al aprender cuál es el verdadero propósito de la vida aumenta en centenares cada día. Vivir en armonía con este propósito al hacer la voluntad de nuestro amoroso Padre celestial produce efectos muy positivos. Puede mejorar su vida entera. Le invitamos a investigar este asunto personalmente. Si lo hace, su vida será más satisfaciente.

      [Ilustración en la página 9]

      El Dador de la vida tenía un propósito cuando creó a la humanidad

      [Ilustración en la página 10]

      Dios no ha abandonado su propósito de tener una Tierra paradisiaca habitada por una raza humana perfecta

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