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Me he beneficiado mucho de seguir buenos ejemplosLa Atalaya (estudio) 2020 | febrero
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Nací en la ciudad de Quebec, en la provincia canadiense del mismo nombre, donde se habla francés. Mis padres, Louis y Zélia, me dieron mucho cariño. Mi padre era un hombre reservado al que le encantaba leer. A mí me gustaba escribir y tenía el sueño de llegar a ser periodista.
Cuando yo tenía unos 12 años, nos visitaron en casa Rodolphe Soucy, que era compañero de trabajo de mi padre, y un amigo suyo. Eran testigos de Jehová. Yo no sabía gran cosa sobre los Testigos, y tampoco estaba muy interesado en su religión. Pero me llamó la atención la amabilidad y la lógica con que respondían nuestras preguntas usando la Biblia. Mis padres también quedaron impresionados, así que aceptamos un curso de la Biblia.
En aquel entonces, yo iba a una escuela católica. De vez en cuando hablaba con mis compañeros sobre lo que iba aprendiendo de la Biblia. Finalmente, los profesores, que eran sacerdotes, se enteraron de estas conversaciones. Uno de ellos, en lugar de refutar con las Escrituras lo que yo decía, me acusó delante de toda la clase de ser un revolucionario. Aunque aquella discusión fue tensa, me ayudó mucho, porque comprendí que las enseñanzas religiosas que allí se daban no estaban de acuerdo con la Biblia. Me di cuenta de que aquel no era mi sitio. Con el permiso de mis padres, me cambié de escuela.
APRENDO A DISFRUTAR DE LA PREDICACIÓN
Seguí estudiando la Biblia, pero mi progreso espiritual era lento porque tenía miedo de ir de casa en casa. La Iglesia católica tenía mucha influencia y su oposición a nuestra predicación era feroz. Maurice Duplessis, el primer ministro de Quebec, fue un gran aliado político de la Iglesia. Con su apoyo, las turbas acosaban y hasta atacaban a los Testigos. Había que ser muy valiente para salir a predicar entonces.
Un hermano que me ayudó a vencer mis temores fue John Rae, graduado de la novena clase de la Escuela de Galaad. A pesar de tener mucha experiencia, era sencillo y accesible. Pocas veces me dio consejo directamente, pero su buen ejemplo lo decía todo. Como le costaba hablar francés, yo salía con frecuencia con él a predicar y lo ayudaba con el idioma. Pasar tiempo con John hizo que por fin me pusiera de parte de la verdad. Me bauticé el 26 de mayo de 1951, diez años después de hablar por primera vez con los Testigos.
El buen ejemplo de John Rae (A) me ayudó (B) a vencer el temor a ir de casa en casa.
Nuestra pequeña congregación de la ciudad de Quebec estaba compuesta principalmente por precursores. Su buena influencia me motivó a ser precursor. En aquel tiempo, en la predicación de casa en casa solo usábamos la Biblia. Como no disponíamos de publicaciones, teníamos que usarla muy bien. De modo que me esforcé por conocer versículos que me ayudaran a defender la verdad. Sin embargo, mucha gente se negaba incluso a leer la Biblia si no tenía el permiso oficial de la Iglesia católica, el llamado imprimátur.
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Me he beneficiado mucho de seguir buenos ejemplosLa Atalaya (estudio) 2020 | febrero
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VOLVEMOS A LA CIUDAD DE QUEBEC COMO PRECURSORES ESPECIALES
En 1964, a Simone y a mí se nos nombró precursores especiales en Quebec, la ciudad donde habíamos nacido. Allí servimos durante los siguientes años. En ese momento, aunque seguía habiendo oposición a la predicación, la situación había mejorado.
Un sábado por la tarde, me detuvieron en Sainte-Marie, una pequeña localidad que no estaba muy lejos de la ciudad de Quebec. Un policía me llevó a la comisaría y me encerró en la cárcel por predicar de casa en casa sin permiso. Más tarde, me llevaron ante un juez llamado Baillargeon, un hombre de aspecto imponente. Me preguntó quién me iba a representar en el juicio. Cuando dije que sería Glen How,a un abogado Testigo muy conocido, exclamó nervioso: “¡No, él no!”. Glen How tenía fama por haber defendido con éxito a muchos hermanos. Al poco tiempo, el tribunal me comunicó que se habían retirado los cargos.
Debido a la oposición de nuestra obra en Quebec, era difícil alquilar lugares apropiados donde reunirnos. Nuestra pequeña congregación solo encontró un viejo garaje sin calefacción. Para calentarse un poco durante los fríos inviernos, los hermanos tenían una estufa de queroseno. Antes de las reuniones, solíamos ponernos alrededor de ella durante unas horas y contar experiencias animadoras.
Es maravilloso ver cómo ha prosperado la predicación a lo largo de los años. En la década de los sesenta, solo había unas cuantas congregaciones pequeñas en los alrededores de Quebec, la región de Côte-Nord y la península de Gaspé. En la actualidad, en esa zona hay muchísimos hermanos, que se reúnen en hermosos Salones del Reino.
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