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¿Puede libertarse al hombre de su estado pecaminoso?La Atalaya 1992 | 15 de junio
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¿Puede libertarse al hombre de su estado pecaminoso?
CHISAKO y sus cuatro hijos adolescentes solían limpiar retretes públicos en una ciudad a 600 kilómetros (400 millas) de su hogar. Mientras ella limpiaba, salmodiaba un sutra (sermón budista), aunque no lo comprendía. Era una práctica de cierto grupo religioso que procuraba descubrir la esencia de todas las religiones.
“Aunque seguía prácticas austeras —recuerda Chisako—, no podía cambiar mi personalidad. En lo recóndito de mi corazón, no podía perdonar a otros ni amar con un motivo sincero.”
Hasta en los países orientales, donde la mayoría de la gente no tiene ningún concepto del pecado como se enseña en la Biblia, hay muchos a quienes su tendencia a pecar les molesta la conciencia, como le ocurría a Chisako. (Romanos 2:14, 15.) ¿Quién no se ha sentido angustiado por haber sido poco bondadoso con alguien que estaba en una situación lastimosa, o quién no ha sentido pesar deprimente por haber dicho algo que no debió decir? (Santiago 4:17.) ¿Y no es cierto que los horribles celos incorrectos yacen dentro de todos, tanto jóvenes como viejos?
¿Por qué sienten las personas esa angustia? Porque, sea que lo sepan o no, tienen un sentido interno de lo que es incorrecto, de lo que es pecado. En efecto, la tendencia a pecar afecta a todas las personas, sea que estén al tanto de la enseñanza bíblica sobre el pecado o no. Un experto en este asunto llegó a la siguiente conclusión: “Todos han pecado y no alcanzan a la gloria de Dios”. (Romanos 3:23.)
¿Puede borrarse el pecado?
Hay muchas personas hoy, sobre todo en la cristiandad, que se esfuerzan por borrar de su conciencia sentimientos de culpa causados por el pecado. “La mismísima palabra ‘pecado’ [...] casi ha desaparecido”, dijo el Dr. Karl Menninger en su libro Whatever Became of Sin? (¿Qué habrá sido del pecado?). Sin embargo, el evitar la palabra “pecado” no es de ningún provecho, como tampoco lo es el que un hombre de edad avanzada quiera evitar la palabra “viejo”. Debemos aceptar el hecho de que tendemos a pecar y necesitamos que se nos liberte de esta miserable condición. Pero ¿quién puede libertarnos?
El apóstol cristiano Pablo planteó esa pregunta después de admitir sus propias tendencias hacia cometer pecados a pesar de querer evitarlos: “¡Hombre desdichado que soy! ¿Quién me librará del cuerpo que está padeciendo esta muerte?”. Luego él pasó a contestar: “¡Gracias a Dios mediante Jesucristo nuestro Señor!”. ¿Por qué? Porque Dios se había encargado de que el perdón del pecado fuera posible mediante el sacrificio de rescate de Jesús. (Romanos 7:14-25.)
No obstante, a muchos de los 3.500 millones de no cristianos del mundo (el doble de la cantidad de los llamados cristianos) les resulta muy difícil aceptar la idea de un rescate. Por ejemplo, la doctrina del rescate llegó a ser la mayor piedra de tropiezo para cierto musulmán que vive en Japón y que estudió la Biblia por algún tiempo. Para muchos orientales es rara la idea de que un hombre pudiera morir por todos.
Esto se comprende, porque incluso para algunos miembros de la cristiandad es difícil entender esta doctrina fundamental. “En parte queda sin lograrse la teología de la Redención —reconoció la New Catholic Encyclopedia—, y sigue siendo un problema teológico.”
Las palabras del escritor religioso N. H. Barbour pusieron de manifiesto la gran confusión que había sobre esta doctrina: “La muerte de Cristo no tenía más mérito como pago por la pena incurrida por los pecados del hombre de lo que el pasar un alfiler a través del cuerpo de una mosca causándole sufrimiento y muerte podía ser considerado por un padre terrestre como pago justo por la mala conducta de su hijo”. En aquel tiempo Barbour era socio de Charles T. Russell, quien vio la necesidad urgente de defender la enseñanza del rescate. Russell dejó de asociarse con Barbour, y en 1879 empezó a publicar una nueva revista, que más tarde llegó a ser la publicación que usted está leyendo. Desde el principio, La Atalaya ha sido defensora del sacrificio de rescate de Jesucristo.
Pero ¿es posible que personas sin antecedentes “cristianos” acepten alguna vez esta doctrina? Para averiguar eso, demos una mirada más de cerca a esta enseñanza sobre la muerte de un hombre por toda la humanidad.
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Un rescate en cambio por muchosLa Atalaya 1992 | 15 de junio
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Un rescate en cambio por muchos
EL 31 de marzo de 1970 un avión comercial fue secuestrado cerca del monte Fujiyama en Japón. Nueve miembros de un grupo conocido como la facción japonesa del ejército rojo tomaron como rehenes a más de 120 pasajeros y a la tripulación, y exigieron que se les condujera a salvo a Corea del Norte.
Cuando el avión aterrizó en Seúl, República de Corea, el viceministro de Transporte de Japón, Shinjiro Yamamura, ofreció arriesgar su vida por los cautivos. Los secuestradores consintieron en aceptarlo como garantía de su propia seguridad y pusieron en libertad a los rehenes, excepto a la tripulación. Entonces volaron a Pyongyang, donde se entregaron a las autoridades de Corea del Norte. Después, el señor Yamamura y el piloto regresaron ilesos a Japón.
En este caso, una persona sirvió de intercambio por la vida de más de 120 rehenes. Puede que este ejemplo nos ayude a comprender cómo es posible que un hombre pudiera dar su vida como rescate en cambio por muchos. Pero para entender la doctrina bíblica del rescate, es necesario que examinemos este asunto más a fondo.
En primer lugar, tenemos que estudiar cuidadosamente el origen del pecado. La Biblia explica que “por medio de un solo hombre el pecado entró en el mundo, y la muerte mediante el pecado, y así la muerte se extendió a todos los hombres porque todos habían pecado”. (Romanos 5:12.) ¿Cómo sucedió eso? El hombre que se menciona ahí es Adán, el primer humano que fue creado. Puede leer el relato histórico de su creación y lo que lo llevó a apartarse de las normas de Dios. Se halla en los primeros tres capítulos del libro bíblico de Génesis. Gé 1-3
Ese relato revela que hubo un instigador entre bastidores cuando Adán cometió el pecado original. Para satisfacer su propia pasión por el poder, aquel instigador tramó dominar a Adán y a cualquier descendencia que este tuviera. El instigador fue Satanás el Diablo. A este también se le llama “la serpiente original” porque utilizó una serpiente para lograr que Adán pecara. (Revelación 12:9.) A pesar de que el Creador amoroso de la humanidad había dicho a Adán que respetara Su derecho a decidir entre lo que es correcto y lo que es incorrecto, la serpiente engañó a la esposa de Adán, Eva, e hizo que desobedeciera a Dios. Ella, a su vez, persuadió a su esposo a desobedecer. Al obrar así, Adán declaró su independencia de Dios, se hizo pecador voluntariosamente y solo podía pasar esa clase de vida a su prole.
Todavía sufrimos las consecuencias de aquella acción. ¿De qué manera? Pues bien, el Creador había decretado con toda justicia que Adán y Eva morirían si deliberadamente optaban por desobedecer. Por lo tanto, al pecar, Adán vendió a toda la humanidad al pecado y la muerte. (Génesis 2:17; 3:1-7.)
¿Cómo podía ser redimida la humanidad de ese estado imperfecto? Jesucristo vino a la Tierra “para dar su alma en rescate en cambio por muchos”, y eso abrió el camino para redimir a la humanidad. (Mateo 20:28.)
Cubierta y liberación
La Biblia muestra que el proceso de redimir a la humanidad requería dos pasos: 1) recomprar y 2) libertar. El escriturario Albert Barnes escribió lo siguiente respecto a la palabra griega (lý·tron) que se traduce “rescate”: “La palabra rescate significa literalmente un precio que se paga por la redención de cautivos. En tiempos de guerra, al dinero que se paga para libertar a los prisioneros que el enemigo ha capturado se le llama rescate; o sea, es el medio por el cual son libertados. Por lo tanto, a cualquier cosa que liberta a alguien de un estado de castigo, sufrimiento o pecado se le denomina rescate”.
Sí, “a cualquier cosa que liberta a alguien” se le puede llamar lý·tron. Como se ve, esta palabra griega destaca la acción o el proceso de libertara.
El apóstol Pablo usó un vocablo relacionado con ese, a saber, an·tí·ly·tron, para recalcar el valor del precio que se pagó como rescate. En 1 Timoteo 2:6 escribió que “[Jesús] se dio a sí mismo como rescate correspondiente por todos”. La obra Greek and English Lexicon to the New Testament, de Parkhurst, dice lo siguiente respecto a este asunto: “En sentido estricto, significa el precio por el que se redimen los cautivos del enemigo; también, la clase de canje en el que la vida de uno se redime con la vida de otro”. Aquí se da énfasis a la naturaleza correspondiente del precio de rescate que se paga o su eficacia en equilibrar las balanzas de la justicia. ¿Cómo podría considerarse el sacrificio de rescate de Jesús un “rescate correspondiente”?
Un rescate correspondiente
Adán vendió a toda la humanidad, incluso a nosotros, al pecado y la muerte. El precio o castigo que pagó fue su vida humana perfecta, con la posibilidad de vivir para siempre. Para cubrir eso, tenía que pagarse otra vida humana perfecta, un rescate correspondiente. Sin embargo, ningún descendiente de hombres imperfectos podía suministrar la vida perfecta que se requería. (Job 14:4; Salmo 51:5.) No obstante, en su sabiduría Dios proveyó la solución a este problema. Transfirió la vida perfecta de su Hijo unigénito desde los cielos hasta la matriz de una virgen para que naciera como hombre perfecto. (Lucas 1:30-38; Juan 3:16-18.) Esta enseñanza de que Jesús nació de una virgen no es un cuento ideado para exaltar al fundador de una religión. Más bien, explica un paso lógico que Dios tomó para proveer el rescate.
Para poder redimir a la humanidad, Jesús tuvo que mantenerse sin tacha durante todo el tiempo en que estuvo en la Tierra. Lo logró. Después sufrió una muerte sacrificatoria. Así, pagó el precio de su vida humana perfecta como el rescate para libertar a la humanidad. (1 Pedro 1:19.) De modo que podemos decir correctamente que “un hombre murió por todos”. (2 Corintios 5:14.) En efecto, “así como en Adán todos están muriendo, así también en el Cristo todos serán vivificados”. (1 Corintios 15:22.)
Un hombre en cambio por muchos
En el caso del secuestro mencionado al principio de este artículo, los rehenes no tenían ninguna manera de liberarse, aunque fueran ricos. Fue necesario conseguir ayuda de otro lugar, y el hombre que sirvió como intercambio tuvo que satisfacer ciertas condiciones. Lo mismo es cierto, de manera mucho más profunda, con respecto al rescate que se requería para redimir a la humanidad. Uno de los salmistas escribió: “Los [...] que siguen jactándose acerca de la abundancia de sus riquezas, ni uno de ellos puede de manera alguna redimir siquiera a un hermano, ni dar a Dios un rescate por él (y el precio de redención del alma de ellos es tan precioso que ha cesado hasta tiempo indefinido)”. (Salmo 49:6-8.) En realidad, la humanidad necesitaba ayuda de otro lugar. La vida de un hombre bastaría para redimir a toda la humanidad con tal que satisficiera las condiciones requeridas para equilibrar la balanza de la justicia de Dios. Jesucristo ha sido el único humano perfecto que ha satisfecho los requisitos.
Jehová Dios se ha encargado de la liberación de la humanidad mediante el rescate pagado por Jesucristo. Pero Dios ha hecho más que eso. Ha dictado la pena de muerte contra Satanás el Diablo, aquel que llevó a la humanidad al pecado. (Revelación 12:7-9.) Pronto Jehová encerrará a ese culpable y finalmente ejecutará juicio al ‘arrojarlo al lago de fuego y azufre’, que simboliza la destrucción eterna. (Revelación 20:1-3, 7-10, 14.) Con la eliminación de esa criatura de espíritu inicua y mediante la aplicación del rescate, se libertará a la humanidad no solo de las garras del pecado y la muerte, sino también de la influencia de Satanás. Con esa libertad y la aplicación plena del mérito del rescate de Cristo, la humanidad obediente progresará a la perfección.
La provisión del rescate y usted
Al aprender del sacrificio de rescate de Jesucristo, muchas personas del Oriente han mostrado agradecimiento profundo por lo que Dios ha hecho por ellas. Kazuo es un ejemplo de esto. Su vida giraba en torno a inhalar diluyente de pintura para drogarse. Por conducir bajo la influencia de esa sustancia, destrozó sus automóviles en varias ocasiones. Tres de sus amigos se suicidaron después de haberse arruinado la salud. Kazuo también trató de suicidarse. Después comenzó a estudiar la Biblia. Al aprender la verdad, se sintió movido a abandonar sus prácticas inmundas. Luchó contra el hábito de abusar de su cuerpo con diluyente de pintura, y sufrió muchos reveses. Estaba dividido entre su deseo carnal y su deseo de hacer lo correcto. ¡Qué feliz se sentía de poder orar a Dios por perdón mediante el mérito del sacrificio de rescate de Jesucristo! Por medio de la oración y con la ayuda de amigos cristianos, Kazuo venció su vicio y ahora sirve a Jehová como ministro feliz con una conciencia limpia.
¿Recuerda a Chisako, mencionada al principio del artículo anterior? Mediante un estudio de la Biblia, ella también llegó a entender la provisión amorosa del rescate. Se conmovió profundamente cuando aprendió que Dios dio a su Hijo para libertar a la humanidad del pecado. Chisako dedicó su vida a Jehová. Aun ahora, a la edad de 77 años, pasa unas 90 horas cada mes hablando con otras personas acerca del gran amor de Jehová y la bondad inmerecida que él muestra.
El rescate debería ser importante para usted también. Por medio de él, Dios abrirá el camino a la verdadera libertad para la humanidad... libertad del pecado y la muerte. Un magnífico futuro de vida eterna en una Tierra paradisíaca les espera a los que aceptan el sacrificio de rescate de Jesucristo. Sírvase ponerse en comunicación con los testigos de Jehová y vea por sí mismo cómo puede disfrutar de la libertad del pecado y la muerte mediante la provisión amorosa del rescate.
[Nota a pie de página]
a En las Escrituras Hebreas, la palabra pa·dháh y otros términos relacionados se traducen “redimir” o “precio de redención”, lo que hace resaltar la liberación que se logra. (Deuteronomio 9:26.)
[Reconocimiento en la página 5]
Cortesía del Mainichi Shimbun
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