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‘Ustedes fueron comprados por precio’La Atalaya 1991 | 15 de febrero
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El sacrificio de Jesucristo abrió ese camino. Pero para que ese sacrificio fuera legalmente válido, Cristo tenía que comparecer personalmente ante Dios mismo.
2 Esto se había prefigurado en el día de Expiación, cuando el sumo sacerdote entraba en el Santísimo. (Levítico 16:12-15.) “Sin embargo —escribió el apóstol Pablo—, cuando Cristo vino como sumo sacerdote [...], él entró —no, no con la sangre de machos cabríos y de torillos, sino con su propia sangre— una vez para siempre en el lugar santo, y obtuvo liberación eterna para nosotros. Porque Cristo entró, no en un lugar santo hecho de manos, el cual es copia de la realidad, sino en el cielo mismo, para comparecer ahora delante de la persona de Dios a favor de nosotros.” (Hebreos 9:11, 12, 24.)
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‘Ustedes fueron comprados por precio’La Atalaya 1991 | 15 de febrero
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Es evidente que el poder expiatorio de un sacrificio estaba en su sangre. (Levítico 8:15; 9:9.) “Casi todas las cosas son limpiadas con sangre según la Ley, y a menos que se derrame sangre no se efectúa ningún perdón.” (Hebreos 9:22.)
4. a) ¿Con qué propósito limitó Dios el uso de la sangre? b) ¿Qué tiene de significativa la manera como se dio muerte a Jesús?
4 ¡No es de extrañar, pues, que bajo la Ley se castigara con muerte cualquier uso incorrecto de la sangre! (Levítico 17:10.) Todos sabemos que cuando una sustancia se hace poco común o su uso se limita en sumo grado, su valor aumenta. La limitación que Jehová impuso respecto al uso de la sangre aseguró que esta no se considerara algo de valor ordinario, sino precioso, valioso. (Hechos 15:29; Hebreos 10:29.) Esto concordaba con el propósito elevado que cumpliría la sangre de Cristo. Apropiadamente, él murió de una manera que llevó al derramamiento de su sangre. Así que fue patente que Cristo no solo sacrificó su cuerpo humano, sino que derramó su alma, ¡sacrificó su mismísima vida como humano perfecto! (Isaías 53:12.) Cristo no perdió el derecho legal a aquella vida debido a imperfección, de modo que su sangre derramada tenía gran valor y podía ser presentada ante Dios para expiar los pecados de la humanidad.
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