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¿Por qué permite Dios el sufrimiento?¡Despertad! 1986 | 22 de febrero
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Ya existía una forma de vida más elevada: “los que tienen parecido a Dios”, criaturas espíritu a las que también se llama ángeles. (Salmo 8:5.)
Uno de “los que tienen parecido a Dios”, criaturas cuya cantidad rebasa los millones, vio la oportunidad de convertirse en un verdadero dios-gobernante sobre la primera pareja humana, en lugar de su Creador, Jehová. Ejerciendo su libre albedrío, mintió deliberadamente a la mujer para inducirla a desobedecer a Dios e inducir, valiéndose de ella, también a su esposo. Insinuó que Dios era un mentiroso y un engañador. Le dijo a la mujer que si pensaba y actuaba con independencia de Dios no moriría, como Dios había dicho, al contrario: “Tendrán que ser como Dios, conociendo lo bueno y lo malo”. (Génesis 3:1-5.)
Por su proceder, esta criatura ‘parecida a Dios’ dio comienzo a una rebelión contra la gobernación de Dios... una rebelión que fue presenciada por millones de ángeles. De esta manera, el derecho a ejercer la soberanía se convirtió en una cuestión de importancia universal. Ese ángel opositor se constituyó en adversario de Dios, término que se traduce del hebreo por “Satanás”. Al poner en tela de juicio la veracidad de Dios, Satanás también se convirtió en el primer calumniador, expresión que se traduce del griego por “Diablo”. Esta primera rebelión desencadenó la serie de acontecimientos que ha conducido a los sufrimientos de la humanidad.
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¿Por qué permite Dios el sufrimiento?¡Despertad! 1986 | 22 de febrero
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Por qué no cortó Jehová de raíz la rebelión destruyendo a Satanás en el Edén? Siendo el Todopoderoso, ciertamente tenía el poder para hacerlo. Sin embargo, lo que Satanás desafió no fue su poder, sino su manera de ejercerlo. Al argüir contra la ley que Dios había dictaminado, Satanás de hecho afirmaba que el modo de gobernar de Dios era incorrecto y no beneficiaba a sus criaturas. También arguyó que si al hombre se le sometía a prueba no permanecería leal a Dios. (Job, capítulos 1 y 2.) ¿Cómo se haría frente a este desafío y se resolvería de una vez por todas?
Tal vez podamos comparar la manera de Dios tratar a la humanidad desobediente con la parábola de Jesús sobre el hijo pródigo o despilfarrador. Jesús habló de un hombre que tenía dos hijos, el menor de los cuales reclamó su parte correspondiente de la herencia mientras su padre aún vivía. Él quería ser independiente, marcharse de casa y demostrar que podía arreglárselas por sí solo. El padre pudo haber tomado medidas inmediatas, denegando primero la petición del hijo y encerrándolo luego en una habitación, de modo que no pudiese escapar. ¿Habría servido de algo esta medida? No, porque el hijo hubiese permanecido en contra de su voluntad. Además, se le hubiese privado del ejercicio de su libre albedrío. Entonces, ¿qué hizo el padre?
Jesús explicó: “Él les repartió la hacienda. Pocos días después el hijo menor lo reunió todo y se marchó a un país lejano donde malgastó su hacienda viviendo como un libertino”. Las cosas le fueron tan mal a este joven judío, que tuvo que alquilar sus servicios como ‘apacentador de puercos’. Aunque había comida para los cerdos, no había comida para él. Entonces, según explicó Jesús: “Entrando en sí mismo, dijo: ‘¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, mientras que yo aquí me muero de hambre!’”. Y ahora, ¿qué hizo? Decidió regresar a su casa arrepentido y acogerse a la misericordia de su padre. (Lucas 15:11-32, Biblia de Jerusalén.)
¿Qué necesitó este joven judío para recobrar el juicio? Tiempo y experiencia. El padre no procedió drásticamente con él, sino que le concedió tiempo para que él se diera cuenta de la insensatez de su proceder. Es cierto que el muchacho sufrió una experiencia dolorosa, pero recobró el juicio.
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