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  • Cuidado con las costumbres que desagradan a Dios
    La Atalaya 2005 | 1 de enero
    • Cuidado con las costumbres que desagradan a Dios

      COLOCADO en un pequeño patio, hay un féretro abierto bajo el ardiente sol africano. Cuando los que componen el cortejo fúnebre pasan a su lado para expresar su dolor, un anciano se detiene. Con una profunda tristeza en sus ojos se inclina sobre el rostro del fallecido y le pregunta: “¿Por qué no me dijiste que te ibas? ¿Por qué me dejas así? ¿Seguirás ayudándome, ahora que has regresado allá?”.

      En otra parte de África nace un niño. Nadie puede verlo, pues debe transcurrir algún tiempo antes de que sea presentado en público y se lleve a cabo la ceremonia para ponerle nombre.

      Es posible que a algunas personas les resulte extraño que alguien hable con un muerto u oculte a un recién nacido de la vista de los demás. Sin embargo, en ciertas culturas y sociedades, la arraigada creencia de que los muertos en realidad siguen con vida y conscientes condiciona el modo de actuar y pensar de la gente con respecto a la muerte y el nacimiento.

      Tan extendida está dicha creencia que forma parte indispensable de costumbres y rituales que abarcan casi todo aspecto de la vida. Por ejemplo: millones de personas consideran que etapas importantes de la vida —como el nacimiento, la pubertad, el matrimonio, la maternidad y la muerte— son fases de una transición al mundo espiritual de sus antepasados. Creen que allí el difunto sigue interviniendo en las vidas de quienes ha dejado atrás. También piensan que puede renacer para continuar el ciclo de vida.

      Para asegurarse de que todas las fases de este ciclo transcurran sin problemas, se llevan a cabo diversas ceremonias y ritos. Estas costumbres se basan en la creencia de que algo dentro de las personas sobrevive a la muerte.

  • Cuidado con las costumbres que desagradan a Dios
    La Atalaya 2005 | 1 de enero
    • Ceremonias para poner nombre al recién nacido

      Existen numerosas costumbres ligadas a los nacimientos que son apropiadas. Sin embargo, los cristianos verdaderos deben ser cuidadosos en aquellos lugares donde el nacimiento se ve como una transición del mundo de los espíritus ancestrales al de los humanos. En algunas zonas de África, por ejemplo, se mantiene al recién nacido dentro de la casa y no se le asigna un nombre hasta que transcurre cierto tiempo. El período de espera varía según el sitio, pero concluye con una ceremonia, durante la cual se saca a la criatura al exterior y se la presenta formalmente a los parientes y amigos. En ese momento, se anuncia su nombre de manera oficial a todos los presentes.

      Con respecto al significado de esta costumbre, el libro Ghana—Understanding the People and Their Culture (Los ghaneses y su cultura) explica: “Se cree que durante los primeros siete días de vida, el recién nacido está de ‘visita’ mientras pasa del mundo espiritual a la vida terrenal. [...] Por lo general, se mantiene al niño dentro de la casa y no se permite que nadie ajeno a la familia lo vea”.

      ¿Por qué esa espera antes de darle nombre al recién nacido? El libro Ghana in Retrospect (Ghana en retrospectiva) aclara: “Antes del octavo día, se supone que el niño no es humano. Todavía conserva algunos lazos con el mundo del que procede”. La misma obra continúa: “Dado que el nombre es lo que, por así decirlo, humaniza al recién nacido, si la pareja teme que su hijo pueda morir, postergan darle un nombre hasta que están seguros de que sobrevivirá. [...] Por eso, se piensa que este rito de transición, en ocasiones denominado presentación del niño, tiene mucha trascendencia para el recién nacido y sus padres. Dicha ceremonia introduce al niño en la compañía, o el mundo, de los seres humanos”.

      Un anciano de la familia suele oficiar esta celebración. La ceremonia difiere de un lugar a otro, pero por lo general incluye, entre otros ritos, libaciones y rezos de agradecimiento a sus espíritus ancestrales por la llegada sin contratiempos del recién nacido.

      El punto culminante de la ceremonia se produce cuando se anuncia el nombre del niño. Aunque los principales responsables a la hora de escoger el nombre son los padres, a menudo pesa mucho la opinión de otros parientes. Algunos nombres encierran un significado simbólico en el idioma local, como por ejemplo “Se marchó pero volvió”, “Mamá está aquí por segunda vez” o “Papá ha regresado”. El significado de otros nombres busca impedir que los espíritus de los antepasados se lleven al recién nacido al mundo de los muertos.

      Por supuesto, no tiene nada de malo alegrarse por el nacimiento de un niño. Llamarlo de cierta forma en honor de alguien, así como ponerle un nombre que refleje las circunstancias que rodearon su nacimiento son costumbres admisibles, y decidir cuándo hacerlo, en algunos lugares, es una cuestión personal. Sin embargo, los cristianos que desean agradar a Dios procuran evitar toda costumbre y ceremonia que dé la impresión de que concuerdan con la creencia de que el recién nacido es un “visitante” del mundo de los espíritus ancestrales en el mundo de los vivos.

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