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  • El desastre azota Japón. Medidas ante la catástrofe
    ¡Despertad! 1995 | 22 de agosto
    • Los Testigos reaccionan con diligencia

      Cuando Keiji Koshiro, superintendente cristiano, visitó el centro de Kobe durante la mañana del terremoto, constató la terrible devastación ocurrida, de modo que regresó a casa y coordinó en la congregación local la preparación de comidas para otros cristianos más afectados que ellos. Por la tarde, fue en automóvil a repartir comida y bebida a las congregaciones del centro de Kobe. A la mañana siguiente se les llevó más alimentos y agua. Para eludir los atascos, organizaron un convoy de reparto con dieciséis motocicletas.

      Sin dilación, otros muchos tomaron la iniciativa de buscar a sus hermanos cristianos para ayudarlos. Tomoyuki Tsuboi y otro anciano fueron en motocicletas a Ashiya, una ciudad cercana a Kobe donde también hubo graves daños. Allí descubrieron que el superintendente viajante, Yoshinobu Kumada, ya había instalado un puesto de ayuda en un Salón del Reino céntrico.

      Se telefoneó a los hermanos para avisarles de la necesidad existente y se procedió sin demora a hacer acopio de provisiones. Poco después fueron a Ashiya nueve automóviles con mantas, comestibles y agua. Los suministros fueron llevados a dos Salones del Reino, donde había unos cuarenta o cincuenta refugiados. Otros hallaron cobijo en los hogares de sus hermanos en la fe. Al día siguiente, los Testigos de una zona cercana prepararon comidas para 800 personas. Al recibir víveres en abundancia, los Testigos decidieron compartirlos con los vecinos que tenían necesidad.

      Por toda la zona siniestrada, los testigos de Jehová salieron de inmediato a auxiliar a sus hermanos de religión, lo que impresionó a muchos observadores. Una semana después del sismo, un piloto de helicóptero abordó a un Testigo de Yokohama y le dijo: “El día del temblor fui a la zona del desastre y me quedé allí una semana. Los testigos de Jehová fueron los únicos que acudieron con rapidez al lugar. Quedé muy impresionado”.

      Se pone en marcha un programa de socorro

      La sucursal japonesa de los testigos de Jehová, situada en Ebina, no tardó en enviar a cuatro representantes al área de Kobe para coordinar el socorro. “Enseguida decidimos localizar Salones del Reino que no estuvieran destruidos a fin de enviar las provisiones allí —señaló uno de los representantes—. Seleccionamos seis salones, que al cabo de cinco horas ya estaban llenos. Los demás suministros se mandaron a dos amplios Salones de Asambleas de los testigos de Jehová de las cercanías.”

      Se informó a todas las congregaciones de los testigos de Jehová de Japón que se había abierto una cuenta bancaria para el fondo de ayuda. Durante los primeros tres días laborables se donó 1.000.000 de dólares. El dinero se repartió sin dilación para socorrer a los necesitados.

      Se notificó a las congregaciones que recogieran las provisiones necesarias en los centros de ayuda designados. Los ancianos las distribuyeron entre los miembros necesitados de sus congregaciones. No se desatendió a los familiares incrédulos de los Testigos. El padre de un superintendente cristiano de la zona afectada, que hasta entonces no había sido favorable a los testigos de Jehová, habló por teléfono con un pariente y le dijo orgulloso: “¡Los de la religión de mi hijo vienen a ayudarnos!”.

      Más que ayuda material

      Sin tardar, se organizaron reuniones cristianas. Una congregación celebró su reunión en un parque el martes, el mismo día del terremoto. Al concluir el domingo, la mayoría de las congregaciones de la zona afectada ya habían celebrado el estudio regular de La Atalaya en grupos pequeños o en los Salones del Reino poco deteriorados. La Atalaya del 1 de diciembre de 1994, que se estudiaba aquella semana, habló de un tema pertinente: el privilegio de “utilizar nuestros recursos para ayudar a las víctimas de los desastres naturales”. Una asistente a la reunión comentó: “Por primera vez nos hallamos en el papel de receptores de la ayuda. Me faltan palabras para expresar mi gratitud. Cuando volvamos a la normalidad, haré lo que me corresponda en mi papel de donante”.

      Los representantes que envió la sucursal fueron en motocicletas a las zonas más castigadas. “Nos conmovió el llanto de los hermanos —comentó uno de ellos—. Nos decían: ‘No lloramos por haberlo perdido todo, sino porque nos ha llegado al corazón que ustedes, hermanos, hayan venido de Ebina hasta aquí’.”

      No habían pasado veinticuatro horas del desastre cuando se recibieron mensajes del Cuerpo Gobernante de los testigos de Jehová, en Brooklyn (Nueva York, E.U.A.), y de otras sucursales del mundo, como muestra de su interés por la situación. Durante los días subsiguientes llegaron muchos más mensajes. Fue muy emotivo el fax de la Congregación Wŏnju Este, de la República de Corea, en donde dos años antes habían perecido quince Testigos en un incendio provocado.a Acababa diciendo: “Hacemos nuestros el dolor y la tristeza de nuestros hermanos de Kobe. Recuerden que, como hemos comprobado nosotros, no estamos solos ante la desgracia. Queridos hermanos, ¡no se rindan!”.

      Los representantes de la sucursal hicieron las gestiones oportunas con objeto de que los Testigos afectados siguieran recibiendo apoyo espiritual. Por ejemplo, se asignaron temporalmente más superintendentes viajantes a la zona de Kobe para que les dieran estímulo. También se invitó a otros ancianos cristianos de diversas regiones de Japón a que dedicaran cada uno una semana a dar apoyo espiritual y emocional a los que estaban sufriendo.

      Gracias al cariño y al estímulo de los hermanos en la fe de todo el mundo, los Testigos afectados han logrado mantener el optimismo y la gratitud. Después de asistir a la primera reunión tras el terremoto, un Testigo dijo: “Ayer aún estábamos algo inquietos, pues no teníamos dónde cobijarnos. Pero nos tranquilizamos mucho al venir aquí y enterarnos de las bondadosas medidas que se tomaron para nuestro beneficio, entre ellas el servicio de lavandería, lugares donde bañarnos y el uso de algunos Salones de Asambleas como alojamientos temporales. No cabe duda de que esta es la organización de Dios”.

      Es indudable que el énfasis que dan los Testigos a las riquezas espirituales ha contribuido a que aguanten. Una joven de poco más de 20 años dijo: “Desde los tres años, mi madre me ha enseñado a confiar en Jehová. La educación que recibí de ella y de la congregación cristiana me ha ayudado a soportar esta experiencia tan angustiosa”.

      Se organiza la reconstrucción

      Las casas de Testigos que recibieron daños graves o fueron destruidas ascendieron a unas trescientas cincuenta; de estas, un centenar eran propiedad privada. Además, hubo que hacer reparaciones menos importantes en unas seiscientas treinta casas de Testigos. Asimismo diez Salones del Reino habían quedado inutilizables.

      Se hicieron planes sin demora para reconstruir los Salones del Reino que algunas congregaciones habían perdido. Cada uno de los once comités regionales de construcción que hay en Japón organizó un equipo de veintiún trabajadores para reparar las casas damnificadas de los Testigos.

  • El desastre azota Japón. Medidas ante la catástrofe
    ¡Despertad! 1995 | 22 de agosto
    • [Fotografías en la página 26]

      Los Testigos organizaron con rapidez un programa de ayuda a las víctimas

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