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El tsunami de Japón de 2011: los sobrevivientes cuentan sus historias¡Despertad! 2011 | diciembre
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Varias organizaciones comenzaron a atender las necesidades de sus miembros, entre ellas la de los testigos de Jehová. El viernes por la tarde, momentos después de la catástrofe, los Testigos ya estaban buscando a sus hermanos en la fe para ver en qué condición se hallaban. El problema era que en muchos lugares los caminos habían quedado intransitables y no había servicio eléctrico ni teléfonos. Además, la zona siniestrada era enorme, lo cual hizo muy difícil localizarlos a todos.
Takayuki, anciano de la congregación de Soma (prefectura de Fukushima), solo encontró a unas cuantas familias aquella espantosa tarde. “Decidí continuar al día siguiente —relata él—. Tan pronto amaneció, reanudé la búsqueda en auto y luego a pie; no paré hasta el anochecer. Fui a veinte sitios, incluidos varios refugios, para tratar de encontrar a más miembros de la congregación. Cuando los hallaba, les leía de la Biblia y oraba con ellos.”
Shunji explica lo que se hizo en Ishinomaki: “Nos dividimos en equipos para buscar a nuestros hermanos. Cuando llegamos a la zona del desastre, nos quedamos sin palabras. Había automóviles colgando de los postes de luz, casas apiladas unas encima de las otras y montones de escombros más altos que las casas. Vimos una persona muerta sobre el techo de un auto; al parecer no resistió el frío nocturno. Vimos otro auto colgando boca abajo entre los techos de dos casas; tenía un cadáver dentro”.
Shunji sintió un gran alivio al encontrar a varios hermanos en los refugios. “Cuando los vi —dijo—, me di cuenta de lo mucho que los quiero.”
“Sabíamos que vendrían, ¡pero no tan rápido!”
Dos jóvenes Testigos llamadas Yui y Mizuki, del pueblo de Minamisanriku (prefectura de Miyagi), eran vecinas. Cuando pasó el terremoto, salieron corriendo de sus casas, se encontraron en la calle y huyeron a un lugar alto. Menos de diez minutos después, observaron cómo desaparecían sus casas y el pueblo entero arrastrados por una sucesión de olas.
Yui y Mizuki encontraron unas amigas Testigos en un refugio y oraron con ellas. A la mañana siguiente, unos hermanos de su congregación y de congregaciones vecinas cruzaron una montaña para llevarles comida y provisiones. Yui y Mizuki exclamaron: “Sabíamos que vendrían, ¡pero no tan rápido!”.
Hideharu, anciano de la congregación de Tome que visitó ese refugio, relata: “Pasé la noche tratando de localizar a los hermanos de la costa. A las cuatro de la madrugada me informaron que había varios refugiados en una escuela, así que a las siete nos juntamos unos diez para preparar bolas de arroz, y tres de nosotros fuimos en auto a llevárselas. Los caminos estaban imposibles, pero después de mucho batallar, llegamos a la escuela. Incluso quienes habían perdido sus hogares nos ayudaron a consolar a los demás”.
Se cubren las necesidades espirituales
Semana tras semana, los testigos de Jehová se reúnen para estudiar juntos la Biblia. Muchos lo hacen los viernes por la noche, como los miembros de la congregación de Rikuzentakata; sin embargo, el Salón del Reino —su lugar de culto— fue barrido por el tsunami. Aun así, uno de ellos sugirió: “Busquemos la manera de reunirnos”. Escogieron una casa no muy dañada y corrieron la voz.
Como no había electricidad, utilizaron un generador para tener luz. Hubo dieciséis presentes. “Lloramos de alegría”, recuerda Yasuyuki, un joven que perdió su apartamento debido al tsunami. “Fue el mejor refugio que hubiéramos podido pedir.” Hideko agregó: “Durante la reunión se sintieron fuertes réplicas, pero mientras estuvimos juntos olvidé mis temores y angustias”.
La congregación no ha dejado de celebrar ni una reunión desde entonces. El domingo, dos días después del desastre, se presentó el discurso “Una hermandad mundial rescatada de la calamidad”.
Se organizan las labores de socorro
De inmediato, diversas entidades del gobierno pusieron en marcha las labores de socorro, y eso mismo hizo la sucursal de los testigos de Jehová de Japón, ubicada en Ebina (cerca de Tokio). Un día después del terremoto, el sábado, ya se tenía dividida en tres sectores la vasta zona del desastre, y el lunes llegaron representantes de la sucursal.
Las labores de socorro prosiguieron durante las semanas y meses siguientes. Se repartieron toneladas y toneladas de suministros enviados por otros Testigos. En cierto momento llegó a haber tres centros de socorro y veintiún almacenes y centros de distribución. Durante los primeros dos meses, cientos de voluntarios entregaron más de doscientas cincuenta toneladas de comida, ropa y otros artículos básicos. Muchos Testigos han compartido sus provisiones con los vecinos.
Las congregaciones de Rikuzentakata y la vecina Ofunato están utilizando su recién reconstruido Salón del Reino para brindar consuelo espiritual a la gente y ayudarla a afrontar los retos que quedan por delante: reconstruir sus vidas y superar el devastador trauma causado por el terremoto y el tsunami. De los más de catorce mil Testigos que viven en la zona, doce fallecieron y dos siguen desaparecidos.
Una familia dijo: “Lo único que nos llevamos cada uno fue una bolsa. Sin embargo, nuestros hermanos en la fe han cubierto todas nuestras necesidades”. Y eso mismo comentan muchos otros Testigos que fueron víctimas de esta terrible tragedia. Qué bueno es saber que los siervos de Jehová, el único Dios verdadero, forman parte de la hermandad mundial que predijeron hace siglos Jesús y sus apóstoles. Y no hay tsunami ni desastre natural capaz de destruir este hermoso vínculo fraternal (Juan 13:34, 35; Hebreos 10:24, 25; 1 Pedro 5:9).
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El tsunami de Japón de 2011: los sobrevivientes cuentan sus historias¡Despertad! 2011 | diciembre
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[Ilustración de la página 19]
Equipos de socorro en acción
[Ilustración de la página 20]
Salón del Reino de Rikuzentakata después del tsunami
[Ilustración de la página 20]
Tres meses después
[Ilustración de la página 20]
Salón del Reino reconstruido
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