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¡Violento terremoto siembra el pánico en México!¡Despertad! 1986 | 22 de febrero
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Poco después del terremoto, el gobierno mejicano se dispuso a prestar la ayuda necesaria. La policía, los bomberos y otros funcionarios combinaron sus esfuerzos a fin de salvar tantas vidas como pudieran. Unos 2.800 soldados de la marina participaron en las operaciones de rescate, junto con decenas de miles de otras personas. El ejército vigiló que no se produjeran casos de saqueo. Más de 22.000 víctimas fueron atendidas en los centros y puestos de socorro.
Cerca de 50 países enviaron aviones cargados de provisiones de alimentos y equipo de rescate. Centenares de expertos extranjeros se ofrecieron como voluntarios. Por todo el mundo las noticias informaron sobre la cooperación de muchos miles de personas. Como resultado de este esfuerzo unido, durante los primeros diez días después del terremoto se rescataron 3.266 personas y se localizaron por lo menos 17.000 desaparecidos. Pero el rescatar a un sobreviviente no era nada fácil.
Peligrosa obra de rescate
Más de una semana después de ocurrir el terremoto aún se podían oír gritos de personas que se hallaban atrapadas entre los escombros. Un joven voluntario no pudo más que sentarse, inclinar su cabeza y echarse a llorar. Se sentía tan impotente. Los rescatadores no podían quitar los escombros por temor de que el edificio se derrumbara, lo cual aumentaba la desesperación.
Por otra parte, se sentía mucha alegría cuando se rescataba a un sobreviviente. “Tuve la satisfacción de rescatar a nueve personas”, dijo cierto paramédico llamado Juan Labastida. Él había llegado desde los Estados Unidos como parte de un equipo de salvamento. “Aunque no teníamos el equipo de rescate necesario —explica él—, de todos modos nos introducíamos en los escombros en busca de sobrevivientes. No era nada fácil.”
Al explicar cómo salvaron a dos personas, dijo: “Al llegar adonde estaba cierto restaurante, nos valimos de un aparato electrónico especial para detectar las vibraciones de las personas que se hallaban atrapadas. Este aparato es tan sensible que puede captar solamente las vibraciones de la energía que emite el cuerpo humano. ¡Sin este aparato hubiera sido imposible detectar a las cuatro personas que se hallaban atrapadas allí adentro! Utilizamos una manguera larga para introducir agua y oxígeno en la bodega del restaurante, donde se hallaban atrapados dos hombres y dos mujeres desde hacía varios días.
”Mientras el equipo de salvamento aguardaba afuera, cierto experto francés y yo comenzamos a introducirnos en el edificio medio derruido. Este mismo aparato electrónico también detectaba las vibraciones de las paredes y del suelo —señal de peligro— a medida que entrábamos. Se nos había enseñado a tocar las paredes y el suelo con las manos: si el edificio está a punto de derrumbarse, percibiríamos un ligero temblor debido a la tierra que está cayendo por el interior de las paredes. Nos tardamos unas siete horas en llegar a los sobrevivientes.
”Cuando llegamos los dos hombres ya habían fallecido. Las dos mujeres estaban clínicamente muertas, pero les hicimos la respiración boca a boca y masaje al corazón durante 15 minutos hasta que por fin ¡revivieron! ¡No cabe la menor duda de que nuestros esfuerzos valieron la pena!”.
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¡Violento terremoto siembra el pánico en México!¡Despertad! 1986 | 22 de febrero
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Sin embargo, los testigos de Jehová se dispusieron inmediatamente a localizar a todos sus compañeros de las zonas afectadas. “Fue maravilloso ver tanto interés amoroso en nosotros”, relata Víctor Castellanos. Más de 5.000 kilogramos [11.000 libras] de alimento se recibieron y distribuyeron entre los damnificados. Familias de Testigos que viven en las zonas no afectadas compartieron sus hogares y posesiones materiales con sus hermanos cristianos que se quedaron sin hogar.
Al escapar con vida de su hogar que quedó en ruinas, Juan Chávez, su esposa y dos de sus hijos se dirigieron a la escuela local para localizar a sus otros dos hijos. Al regresar a casa, esta familia de seis miembros se sorprendió al ver reunida alrededor de su casa a una gran cantidad de hermanos cristianos, entre ellos un superintendente viajante y a los ancianos de la congregación local.
“¡Ellos pensaban que todavía estábamos atrapados allí adentro y querían ayudarnos! —informa la señora Chávez—. ¡Fue conmovedor! Ni siquiera conocíamos a algunos de los Testigos que habían venido para ayudarnos.”
Aunque ese violento terremoto ha dejado su huella en México, no ha afectado adversamente la fe y el valor de los testigos de Jehová que allí viven. Como dijo la señora Meléndrez, citada anteriormente: “Hemos aprovechado esta ocasión y hemos dado a conocer el mensaje del Reino a toda persona con quien hemos tenido contacto. El terremoto no nos ha hecho desistir de servir a Jehová. Al contrario, sentimos que nuestra fe es más fuerte y estamos mucho más determinados a servirle”.
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