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  • ¿Por qué dar devoción a un hombre-dios?
    ¡Despertad! 1989 | 22 de diciembre
    • PUEDE que a muchos les resulte difícil comprender la profunda devoción que se profesaba al emperador antes y durante la segunda guerra mundial. “En la escuela, la fotografía de Hirohito estaba en un altar especial —recuerda Mitsuko Takahashi—, ante el cual cada mañana los alumnos teníamos que pararnos y hacer una reverencia.”

      “Cuando pasaba el emperador —recuerda Masato Sakamoto— teníamos que agachar mucho la cabeza, pues se nos hizo creer que era demasiado excelso para que meros humanos lo miraran directamente.” De hecho, se decía a los niños que se quedarían ciegos si le miraban al rostro.

      Los dirigentes políticos y militares de Japón usaron el sistema educativo para inculcar devoción al emperador. Kazuo Matsumoto, maestro durante cincuenta años, incluso los de la guerra, dijo: “Enseñé a los jóvenes a estar dispuestos a morir de buena gana. Envié a muchos al campo de batalla. Soy incapaz de borrar este pasado reprochable”.

      Se decía a los jóvenes japoneses que los súbditos del emperador eran aohitogusa o “maleza humana que crece” y que tenían que servir de escudo protector para el emperador. Toshio Mashiko, sobreviviente que participó en varios ataques suicidas en las Filipinas, explica: “Se nos había enseñado que morir por el emperador era el mayor honor que podían tener sus súbditos”.

      Muchos realmente creían en el poder de salvación del emperador, por lo que se lanzaron a la batalla con una entrega temeraria. Shunichi Ishiguro, por ejemplo, pensó que las balas rebotarían en su cuerpo porque era un soldado que luchaba a favor de lo que, según se había enseñado, era “la nación divina”.

      Cuando el curso de la guerra se había vuelto definitivamente en contra de Japón, un joven llamado Isamu expresó sus inquietudes a su madre, una sintoísta: “No te preocupes —le dijo, y le repitió el punto de vista entonces aceptado—, nunca perderemos la guerra porque el kamikazea (viento divino) barrerá a nuestros enemigos”.

  • ¿Por qué dar devoción a un hombre-dios?
    ¡Despertad! 1989 | 22 de diciembre
    • Por lo tanto, eran los ministros del gobierno los que en realidad ejercían el poder político. Por otra parte, a la gente común le presentaban al emperador como un dios con poder absoluto sobre la nación. De esta manera, para subyugar al pueblo, la clase dirigente se valía de la divinidad tradicional del emperador, que se promovía oficialmente. Las guerras en las que participó Japón en este siglo XX se libraron en nombre del emperador, a quien, por lo general, el pueblo consideraba un dios con poderes milagrosos.

      Pero para sorpresa de muchos, evidentemente Hirohito no creía en su propia divinidad. “Nunca me he considerado un dios”, dijo al mando militar norteamericano tras la segunda guerra mundial. Después de rechazar “la idea errónea de que el emperador es dios y que los japoneses son superiores a otros pueblos”, se dice que preguntó a su esposa: “¿Ves alguna diferencia? ¿Te parezco más humano ahora?”.

      Por supuesto, hubo otros japoneses que al no aceptar la fachada de divinidad, se dieron cuenta de la verdad. Razonaron basándose en los hechos. Por ejemplo, Minoru Yamanaka, quien sirvió por cuatro años en el ejército del emperador, explicó: “El padre del emperador murió a la edad de cuarenta y siete años y su abuelo a los cincuenta y nueve, antes que muchos otros, por lo que nunca pensé que el emperador fuera Dios”.

  • ¿Por qué dar devoción a un hombre-dios?
    ¡Despertad! 1989 | 22 de diciembre
    • Motoshima señaló que, como oficial instructor de reclutas en el ejército durante la guerra, “se veía obligado a decir a la gente que muriera en nombre del emperador”. Al igual que otros, cree que si el emperador al que sus súbditos adoraban hubiera alzado su voz en contra de la guerra, su opinión hubiera tenido mucho peso.

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