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¿Habla usted de religión?¡Despertad! 1999 | 22 de febrero
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¿Habla usted de religión?
“Mejor cambiemos de tema. Hay dos asuntos que nunca trato: la religión y la política.”
“La religión se la dejo a la mujer y a los niños.”
“Ahora no deseo hablar de religión. Acabo de volver de la iglesia.”
¿LE SUENAN conocidos estos comentarios? Hay personas que prefieren no dialogar sobre religión, pues la consideran un asunto entre ellas y Dios. El propio Jesús dijo: “Cuando ores, entra en tu cuarto privado y, después de cerrar tu puerta, ora a tu Padre que está en lo secreto; entonces tu Padre que mira en secreto te lo pagará” (Mateo 6:6).
Por otro lado, ni Jesús ni sus discípulos opinaban que todas las vertientes de la fe tuvieran que ser privadas. Hablaron de forma abierta y sincera de cuestiones religiosas muy diversas, lo que permitió que sus doctrinas se difundieran por todo el mundo (Hechos 1:8; Colosenses 1:23). Como era de esperar, no toda la gente estuvo dispuesta a conversar con ellos, y algunos que sí estuvieron abiertos al diálogo se mantuvieron escépticos.
Hoy, igualmente, las actitudes ante el intercambio de opiniones religiosas varían de persona a persona y de una cultura a otra. A muchos occidentales, por ejemplo, suele preocuparles bastante la vida civil: la educación, el empleo, los deportes, la informática, la televisión y así por el estilo. Sin embargo, en otras culturas hay una mayor disposición a hablar de las convicciones propias. Y sin importar el trasfondo del individuo, los sucesos de la vida llevan a quienes no se habían interesado en la religión a replantearse sus necesidades espirituales.
La intolerancia disuade a muchas personas
Es posible que quien se niega a tratar temas religiosos haya presenciado una conversación que derivó a una discusión acalorada, o incluso haya participado en ella. “Las diferencias en materia religiosa suscitan más disputas que las discrepancias en política”, señaló un afamado orador. Asimismo, uno de los primeros vicepresidentes de Estados Unidos, Richard M. Johnson, dijo: “El fervor religioso despierta los más tenaces prejuicios de la mente humana; y, si está mal enfocado, excita las peores pasiones de nuestra naturaleza con el engañoso pretexto de servir a Dios”.
¿No le parece extraño que algo que puede ser tan edificante y ennoblecedor, como las enseñanzas de la Biblia, se emplee para fomentar la intolerancia, el fanatismo y el odio? En realidad, no es por las doctrinas bíblicas por lo que a muchos les resulta indigesta la religión, sino por la manipulación a que estas han sido sometidas. Examinemos, por ejemplo, el cristianismo.
Por palabra y obra, el Fundador del cristianismo, Jesucristo, promovió el amor a Dios y al prójimo, no la intolerancia ni el fanatismo. Los medios que utilizaron tanto Cristo como sus discípulos en su ministerio fueron la lógica y la persuasión (Mateo 22:41-46; Hechos 17:2; 19:8). Además, oraron por sus enemigos y sus perseguidores (Mateo 5:44; Hechos 7:59, 60).
La religión verdadera ilumina la mente y el corazón, y une a las personas. De ahí que, como veremos, las conversaciones dignas sobre temas religiosos puedan resultar muy provechosas para quienes buscan la verdad.
[Recuadro de la página 3]
Comentarios de figuras destacadas
“Si Jesús es el camino a Dios, es imperativo que sus seguidores lo divulguen.”—Ben Johnson, profesor de Evangelización del Seminario Teológico de Columbia.
“Jesús enseñó a sus discípulos a difundir el evangelio. La Gran Comisión exige que vayamos a todo el mundo. El Señor ordenó a sus seguidores que fueran por doquier.”—Kenneth S. Hemphill, director del Centro para el Crecimiento Eclesiástico de los Bautistas del Sur.
“Nadie puede ser cristiano auténtico sin ser a la vez testigo. [...] Todo cristiano [...] está llamado a ser misionero y testigo.”—El papa Juan Pablo II.
“Son demasiados los predicadores [...] que se interesan más por hacer congregaciones grandes, edificar imponentes iglesias y dedicarse a su labor pastoral, que por predicar el mensaje del evangelio, un mensaje que no está abierto a concesiones y resulta incómodo.”—Cal Thomas, escritor y columnista.
“Tenemos que llamar a las puertas [...]. Como los Testigos (de Jehová) y otros grupos, tenemos que salir a proclamar el Evangelio de Jesucristo.”—Thomas V. Daily, obispo católico.
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Por qué conviene hablar de religión¡Despertad! 1999 | 22 de febrero
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Por qué conviene hablar de religión
“Con hierro, el hierro mismo se aguza. Así un hombre aguza el rostro de otro.” (Proverbios 27:17, la Biblia.)
LAS hojas no se afilan golpeándolas entre sí. Es preciso recurrir a un proceso más delicado. Igualmente, hay formas correctas y equivocadas de aguzar el intelecto con el diálogo, particularmente en campos tan conflictivos como la religión.
Primero, hay que demostrar respeto a la dignidad del interlocutor mediante las palabras y los modales. “Que su habla siempre sea con gracia, sazonada con sal”, dice la Biblia (Colosenses 4:6). Hablar con gracia y gusto implica evitar un tono dogmático, aunque uno esté persuadido de que tiene la razón y el otro no.
La gracia también se manifiesta en el modo de escuchar. Impide que interrumpamos a quien habla o que no le escuchemos por estar preparando la réplica. El interlocutor podría percibir nuestro aparente desinterés en su opinión y dar por concluida la charla. Tampoco debemos imponernos ni intimidarlo para que cambie de ideas. Después de todo, es ‘Dios quien hace crecer las semillas de la verdad’ en los corazones receptivos (1 Corintios 3:6).
Nos dejó un magnífico modelo el apóstol Pablo, quien se valió del razonamiento y la persuasión en su ministerio (Hechos 17:17; 28:23, 24). Habló de religión dondequiera que había gente, como en los mercados y las casas (Hechos 17:2, 3; 20:20). Los testigos de Jehová procuran imitar su ejemplo yendo a donde están las personas para razonar con ellas a partir de las Escrituras.
Evitemos los malentendidos
Acababa de asentarse la nación de Israel en la Tierra Prometida, cuando casi estalló la guerra civil por un malentendido referente a un altar. Cuando los pobladores que vivían al este del Jordán edificaron un altar, las demás tribus creyeron que estaba destinado a la adoración falsa, por lo que se aprestaron a luchar contra sus hermanos para disciplinarlos. No obstante, se impuso la cordura. Los que se disponían a emprender la guerra enviaron primero a una delegación para averiguar la finalidad de la construcción. Con alivio descubrieron que era un simple monumento, “un testigo”, para recordar a todas las tribus que constituían una unidad ante Jehová Dios. Hablando se evitó una guerra que hubiera costado muchas vidas (Josué 22:9-34).
De igual modo, los equívocos actuales producen muchas veces distanciamiento y hasta prejuicio. Por ejemplo, ante las noticias de que los testigos de Jehová rechazan las transfusiones de sangre, hay quienes los consideran fanáticos religiosos. Pero quienes les preguntan directamente sobre este particular a menudo quedan sorprendidos, pues ven que su postura tiene base bíblica y que existen tratamientos alternativos seguros y efectivos (Levítico 17:13, 14; Hechos 15:28, 29). De hecho, ciertos problemas en los bancos de sangre llevaron a un columnista a escribir: “Demos gracias a Dios de que los testigos de Jehová abanderen la investigación de los sucedáneos de la sangre”.
También hay quienes se niegan a hablar con los testigos de Jehová porque han oído que no creen en Cristo. ¡Nada más falso! De hecho, los Testigos destacan el papel de Jesús en nuestra salvación, y explican que es el Hijo de Dios, enviado por él a la Tierra para rescatar a la humanidad del pecado y la muerte. Al tratar este asunto con los Testigos, se aclaran las confusiones (Mateo 16:16; 20:28; Juan 3:16; 14:28; 1 Juan 4:15).
¿Es la verdad popular, o impopular?
A muchos quizás les extrañe enterarse de que la senda religiosa popular suele ser la errónea. Ya dijo Jesucristo: “Entren por la puerta angosta; porque ancho y espacioso es el camino que conduce a la destrucción, y muchos son los que entran por él; mientras que angosta es la puerta y estrecho el camino que conduce a la vida, y pocos son los que la hallan” (Mateo 7:13, 14).
En tiempos de Noé, los únicos que anunciaron la verdad espiritual fueron ocho seres humanos: Noé, su mujer, sus tres hijos y sus nueras. Seguramente padecieron burlas y abusos al proclamar la advertencia y construir el arca. Pero no se amedrentaron; persistieron en la predicación y la construcción (Génesis 6:13, 14; 7:21-24; 2 Pedro 2:5). Así mismo, solo tres personas obedecieron las órdenes divinas y se libraron de la destrucción de Sodoma y Gomorra (Génesis 19:12-29; Lucas 17:28-30).
¿Qué puede decirse de nuestra época? “Si Cristo regresara en la carne, seguramente volverían a matarlo”, señaló un amo de casa a un testigo de Jehová, pues opinaba que sus enseñanzas y elevados principios morales serían tan impopulares hoy como hace dos milenios. ¿Comparte usted tal opinión?
Si así es, tiene razón, pues Jesús advirtió a sus discípulos: “Serán objeto de odio de parte de todas las naciones por causa de mi nombre”, una predicción que se ha cumplido (Mateo 24:9). Con relación al cristianismo, los jefes de la comunidad judía de Roma dijeron al apóstol Pablo: “En lo que toca a esta secta [...,] en todas partes se habla en contra de ella” (Hechos 28:22). Pero la impopularidad de sus convicciones no impidió que los seguidores de Cristo las difundieran, ni que la gente de corazón sincero dialogara con ellos (Hechos 13:43-49).
El mensaje de Jesús es hoy más relevante que nunca. ¿Por qué? Porque las condiciones mundiales indican que vivimos en “los últimos días” de este sistema, los cuales culminarán con la eliminación de la maldad de la Tierra. Jesús comparó la época actual con los días de Noé (2 Timoteo 3:1-5; Mateo 24:37-39). No es el momento de limitarnos a suponer que nuestras creencias son correctas, pues solo recibirán vida eterna quienes conocen a Dios y “lo adoran [...] con espíritu y con verdad” (Juan 4:24; 2 Tesalonicenses 1:6-9).
Cómo hallar el camino correcto
Francis Bacon, filósofo, ensayista, jurista y político inglés del siglo XVII, recomendó “ponderar y evaluar” para hallar la verdad. Y uno de los primeros presidentes estadounidenses, Thomas Jefferson, dijo: “La razón y el libre examen son las únicas armas eficaces contra el error. [...] Son los enemigos naturales del error”. Si buscamos de corazón la verdad, ‘ponderaremos y evaluaremos’, y recurriremos a “la razón y el libre examen”.
Sir Hermann Bondi, científico británico, señaló por qué es esencial tal actitud: “Puesto que no puede haber más que un solo credo verdadero, se deduce que los seres humanos son muy dados a aceptar de buena fe y a pies juntillas las falsedades en el campo de la religión revelada. Cabría esperar que este hecho obvio nos hubiera inducido a tener cierta humildad y a pensar un poco en que, no importa lo profunda que sea nuestra fe, es concebible que estemos equivocados”.
Entonces, ¿cómo podemos determinar si andamos en ‘el camino estrecho que conduce a la vida’? Jesús enseñó que hay que adorar a Dios “con verdad”. Por ello, la razón dicta que si hay dos doctrinas opuestas entre sí, no es posible que ambas sean ciertas. Por ejemplo: o el ser humano tiene un alma que sobrevive a la muerte, o no. O Dios va a intervenir en los asuntos humanos, o no. O Dios es una Trinidad, o no. Quienes buscan la verdad desean respuestas objetivas a estas cuestiones trascendentales. Los testigos de Jehová creen que Dios nos las proporciona en su Palabra, la Biblia.a
Puesto que “toda Escritura es inspirada de Dios”, la mejor manera de examinar la validez de una determinada enseñanza es compararla con lo que dice la Biblia (2 Timoteo 3:16). Si así lo hace, usted ‘probará para sí mismo lo que es la buena y la acepta y la perfecta voluntad de Dios’ (Romanos 12:2). ¿Puede ‘probarse a sí mismo’ que sus convicciones se fundan en la Biblia? Es importante poder hacerlo, pues Dios no desea que usted sea extraviado junto con “toda la tierra habitada” (Revelación [Apocalipsis] 12:9).
¿Hacen falta maestros?
Jesús no entregó a sus discípulos unos cuantos rollos y les dijo: “Aquí tienen todas las respuestas a sus preguntas. Váyanse a casa y encuéntrenlas ustedes mismos”. Más bien, les enseñó con paciencia y bondad la palabra de Dios. Por su parte, los que aceptaron sus enseñanzas adoptaron los mismos métodos docentes. Examinemos el ejemplo del discípulo Felipe. Habló con un funcionario etíope sincero que ya conocía las Escrituras gracias a su relación con los judíos. Pero necesitaba ayuda. Por ello, Felipe, un representante de la congregación cristiana, recibió instrucciones de ayudarlo. De no haber estado aquel oficial dispuesto a dialogar sobre religión, no habría aprendido cuál era el cometido de Jesús en el propósito de Dios. Un ejemplo magnífico para todo el que busca la verdad (Hechos 8:26-39).
¿Está usted dispuesto a hablar de sus creencias y a plantear preguntas, como el etíope? Si lo hace, puede obtener grandes beneficios. Los testigos de Jehová se complacen en hablar de la Biblia con quienes desean de corazón saber lo que dice. No aportan sus opiniones personales, sino que procuran enseñar lo que dice la Biblia misma.
El funcionario etíope aprendió detalles extraordinarios acerca de Jesucristo, como la forma en que Dios lo utilizaría para salvarnos. En la actualidad, está mucho más próxima la realización plena del propósito divino. En la Tierra van a ocurrir prodigios estremecedores. Como indica el siguiente artículo, todo el mundo sentirá las consecuencias, aunque, claro está, serán diferentes para cada uno de nosotros en función de nuestra actitud y actuación.
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La esperanza que brinda la religión verdadera¡Despertad! 1999 | 22 de febrero
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La esperanza que brinda la religión verdadera
POR naturaleza, nos gusta hablar de lo que nos interesa o emociona. Esta es una de las razones por las que a los testigos de Jehová les complace difundir el maravilloso mensaje bíblico, que se centra en el Reino de Dios y contesta preguntas relativas a cuestiones que suscitan vivo interés en nuestro tiempo, como el porvenir, la seguridad, la salud y la felicidad (Lucas 4:43).
Pero, antes de nada, ¿qué es el Reino de Dios?
Una esperanza alentadora
El Reino de Dios es el gobierno divino ejercido por su Hijo, el “Príncipe de Paz”, de quien dice la Biblia: “Un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado; y el regir principesco vendrá a estar sobre su hombro. Y por nombre se le llamará [...] Príncipe de Paz. De la abundancia del regir principesco y de la paz no habrá fin” (Isaías 9:6, 7).
Mirando al futuro lejano —sí, a nuestra época y sus gobernantes— otra profecía bíblica vaticinó: “En los días de aquellos reyes el Dios del cielo establecerá un reino que nunca será reducido a ruinas. [...] Triturará y pondrá fin a todos estos reinos, y él mismo subsistirá hasta tiempos indefinidos” (Daniel 2:44).
El Reino de Dios, donde domina Cristo, el Príncipe de Paz, cumplirá la oración que enseñó Jesús a sus seguidores: “Padre nuestro que estás en los cielos, [...]. Venga tu reino. Efectúese tu voluntad, como en el cielo, también sobre la tierra” (Mateo 6:9, 10). ¿Qué significará para la Tierra y para nosotros la venida del Reino de Dios? Veamos varias promesas de Jehová Dios, según aparecen consignadas en la Biblia. Algunas de ellas se ilustran en estas páginas.
Un mensaje de Dios
Las maravillosas promesas de la Palabra de Dios no deben quedar ocultas, lo que nos remite al punto de las conversaciones sobre temas religiosos. Jesús predijo que, antes del fin de este sistema, sus seguidores tomarían la iniciativa de predicar el Reino de Dios: “Estas buenas nuevas del reino se predicarán en toda la tierra habitada para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin” (Mateo 24:14; 28:19, 20; Hechos 1:8).
Los testigos de Jehová proclaman este mensaje por todo el mundo. La Atalaya, revista que acompaña a la que tiene en sus manos, se edita ahora en 130 idiomas, y la portada de los más de veintidós millones de ejemplares que se imprimen de cada número contiene el subtítulo “Anunciando el Reino de Jehová”.
La prudencia recomienda que uno se informe antes de tomar decisiones que repercutan en su vida (Proverbios 18:13). Por lo tanto, le invitamos a aprender más acerca del glorioso Reino de Dios y de lo que puede significar para usted. Con este fin, no se prive de tratar asuntos bíblicos. No hay ninguna conversación que sea más informativa, interesante e importante (Juan 17:3).
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