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El conflicto entre la ciencia y la religión¡Despertad! 2002 | 8 de junio
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El conflicto entre la ciencia y la religión
“¿Será que la religión es una enfermedad infecciosa de la razón?”—Richard Dawkins, biólogo.
ALGUNAS personas piensan que la ciencia y la religión son enemigos mortales. Les parece que ambos contrincantes se hallan enzarzados en una lucha de tal magnitud, que solo triunfará uno de ellos cuando muera el otro.
En un bando se encuentran científicos como el químico Peter Atkins, quienes piensan que es “imposible” conciliar la religión con la ciencia. Atkins afirma que creer “que Dios es la explicación —de cualquier asunto, por no decir de todo— es una abominación desde el punto de vista intelectual”.
En el otro bando se hallan personas religiosas que culpan a la ciencia de la destrucción de la fe. Estas sostienen que la ciencia, tal y como es hoy, constituye un engaño; opinan que, si bien es posible que los hechos que esta investiga sean verdaderos, la mala interpretación que hace de ellos socava la fe de los fieles. Por ejemplo, de acuerdo con el biólogo William Provine, el darwinismo supone en definitiva que “la ética no tiene ningún fundamento [y que] la vida no tiene ningún significado”.
Sin embargo, este conflicto se debe en parte a las declaraciones falsas o imposibles de probar efectuadas por ambos bandos. Durante siglos, los líderes religiosos han enseñado mitos y leyendas, así como dogmas erróneos, que están en pugna con los hallazgos científicos actuales y que no se basan en la Escritura inspirada. Por ejemplo, la Iglesia Católica Romana condenó a Galileo por concluir, correctamente, que la Tierra gira alrededor del Sol. El descubrimiento de Galileo no contradecía la Biblia en absoluto, pero sí lo que la Iglesia enseñaba en aquella época. Por otro lado, también es reprochable el que los científicos presenten como un hecho la teoría indemostrable de que la vida evolucionó a partir de materia inanimada sin la intervención divina. Además, ridiculizan las creencias religiosas porque, en su opinión, carecen de rigor científico.
Entonces, ¿es posible conciliar la ciencia con la religión? La respuesta es sí. De hecho, la ciencia probada y la religión verdadera no se contradicen, sino que se complementan.
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¿Cómo se originaron el universo y la vida?¡Despertad! 2002 | 8 de junio
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¿Cómo se originaron el universo y la vida?
“La ciencia sin la religión está coja, la religión sin la ciencia está ciega.”—Albert Einstein.
EN ESTOS tiempos en los que vivimos tienen lugar sucesos asombrosos a una escala sin precedentes. Los nuevos descubrimientos relacionados con el espacio han obligado a los astrónomos a revisar sus teorías sobre el origen del universo. Mucha gente, fascinada por el cosmos, se sigue planteando los viejos interrogantes que provocan nuestra existencia y el lugar que ocupamos en el mundo: ¿cómo y por qué surgieron el universo y la vida?
Incluso cuando miramos en otra dirección —hacia nuestro interior— y pensamos en el mapa del genoma humano, surgen preguntas como estas: ¿cómo se originó la gran variedad de formas de vida; y quién las creó, si es que alguien lo hizo? La absoluta complejidad de nuestro patrón genético impulsó a un presidente estadounidense a decir que “estamos aprendiendo el idioma en el que Dios creó la vida”. Uno de los científicos principales que participan en la descodificación del genoma humano reconoció con modestia: “Hemos echado un primer vistazo a nuestro manual de instrucciones, que antes solo conocía Dios”. Pero las preguntas siguen en pie: ¿cómo y por qué?
“Dos ventanas”
En la comunidad científica hay quienes afirman que todos los mecanismos del universo se pueden explicar mediante un análisis racional y que no hace falta recurrir a la sabiduría divina. Sin embargo, a muchas personas, entre ellas algunos científicos, no les satisface este punto de vista. Procuran comprender la realidad recurriendo tanto a la ciencia como a la religión, pues opinan que la primera trata de explicar cómo llegamos a existir nosotros y el mundo que nos rodea, mientras que la segunda se ocupa principalmente del porqué.
Respecto a esta dualidad, el físico Freeman Dyson dijo: “La gente intenta comprender el gran universo mirando a través de dos ventanas: la ciencia y la religión”.
“La ciencia se preocupa por lo mensurable; la religión, por lo inconmensurable”, observó el escritor William Rees-Mogg. Y añadió: “La ciencia no puede demostrar ni refutar la existencia de Dios, igual que no puede demostrar ni refutar ningún principio moral o estético. No hay ninguna razón científica para amar al prójimo ni respetar la vida humana [...]. Sostener que no existe nada que no pueda probarse científicamente es un terrible error, pues eso implicaría negar la existencia de casi todo lo que valoramos en la vida, no solo Dios o el espíritu humano, sino el amor y la poesía y la música”.
El “credo” científico
A menudo parece que las teorías científicas se basan en premisas cuya defensa exige una determinada clase de fe. Por ejemplo, respecto al origen de la vida, la mayoría de los evolucionistas sostienen ideas cuya base es la fe en ciertas “doctrinas”. Mezclan hechos y teorías, y se valen del peso de su autoridad para imponer la creencia ciega en una evolución. Es como si en realidad dijeran: “No se puede culpar al hombre por su falta de ética o moralidad porque es un mero producto de la biología, la química y la física”. El biólogo Richard Dawkins dice que en el universo ‘no hay diseño ni propósito, ni existe el bien ni el mal; solo una absurda indiferencia’.
A fin de defender creencias como estas, algunos científicos optan por pasar por alto las extensas investigaciones de otros expertos que contradicen la base teórica de sus conclusiones sobre el origen de la vida. Aunque hubieran transcurrido miles de millones de años, se ha demostrado que es matemáticamente imposible la formación accidental de las complejas moléculas que constituyen una célula viva en buen funcionamiento.a Por lo tanto, las teorías dogmáticas sobre el origen de la vida que aparecen en numerosos libros de texto no deben considerarse válidas.
Creer que la vida surgió debido a la ciega casualidad exige más fe que creer en la creación. El astrónomo David Block señaló: “Quien no cree en un Creador necesita más fe que quien sí lo hace. Cuando alguien asevera que Dios no existe, hace una generalización sin fundamento, es decir, formula una premisa basada en la fe”.
Los descubrimientos científicos pueden infundir en algunos expertos una actitud reverencial. Albert Einstein admitió: “Difícilmente encontraréis entre los talentos científicos más profundos, uno solo que carezca de un sentimiento religioso propio. [...] Su sentimiento religioso adquiere la forma de un asombro extasiado ante la armonía de la ley natural, que revela una inteligencia de tal superioridad que, comparados con ella, todo el pensamiento y todas las acciones de los seres humanos no son más que un reflejo insignificante”. Ahora bien, esta actitud reverencial no motiva necesariamente a los científicos a creer en un Creador, un Dios personal.
Los límites de la ciencia
La ciencia y sus logros merecen nuestro respeto. Sin embargo, muchas personas concordarán en que, si bien la ciencia es un modo de conocer la realidad, no es la única fuente de conocimiento. El propósito de la ciencia es describir los fenómenos naturales y explicar cómo ocurren.
La ciencia nos ayuda a comprender mejor el universo físico, es decir, todo lo que es observable. Pero, sin importar cuánto avance la investigación, nunca podrá contestar la pregunta fundamental de por qué existe el universo.
“Hay interrogantes que los científicos jamás podrán responder”, asegura el escritor Tom Utley. Y añade: “Es posible que la gran explosión tuviera lugar hace doce mil millones de años, pero ¿por qué ocurrió? [...] ¿Cómo llegaron a existir esas partículas en primer lugar? ¿Qué había allí antes?”. Utley concluye: “Está más claro que nunca que la ciencia jamás satisfará nuestra sed de respuestas”.
El conocimiento científico al que ha conducido esta curiosidad ilimitada, lejos de refutar la existencia de Dios, solo ha confirmado que vivimos en un mundo increíblemente complejo, intrincado e imponente. A muchas personas con capacidad crítica les parece plausible concluir que las leyes físicas y las reacciones químicas, así como el ADN y la asombrosa variedad de seres vivos, señalan a un Creador. No hay pruebas irrefutables que demuestren lo contrario.
‘La fe es real’
Si un Creador dio origen al universo, no podemos esperar comprenderlo a él o sus propósitos utilizando telescopios, microscopios u otros instrumentos científicos. Imagínese que un alfarero ha hecho un jarrón. Por mucho que usted examine la pieza no logrará averiguar por qué la fabricó. Para saber la razón, tendría que preguntarle al alfarero.
El biólogo molecular Francis Collins explica cómo la fe y la espiritualidad pueden ayudar a llenar el vacío que deja la ciencia: “No esperaría que la religión fuera el medio adecuado para determinar la secuencia del genoma humano, tal como no esperaría que la ciencia fuera el medio para investigar lo sobrenatural. Ahora bien, las preguntas más importantes, las que verdaderamente interesan, como ‘¿Por qué estamos aquí?’ o ‘¿Por qué tenemos los seres humanos una necesidad espiritual?’, no las puede responder la ciencia de forma satisfactoria. Muchas de las supersticiones que surgen terminan desapareciendo, pero ese no es el caso de la fe, lo que indica que es algo real”.
El porqué
La religión verdadera revela el porqué de nuestra existencia y cuál es el propósito de la vida. Al hacerlo, también ofrece valores y normas morales y éticas, así como guía en la vida. El cosmólogo Allan Sandage lo expresó así: “No acudo a un libro de biología para aprender a vivir”.
Millones de personas de todo el mundo creen haber hallado adónde acudir para aprender a vivir. También creen que han encontrado respuestas verdaderamente satisfactorias a las preguntas de por qué estamos aquí y hacia dónde nos dirigimos. Dichas respuestas existen, pero ¿dónde se encuentran? En el libro sagrado más antiguo y de más amplia distribución: la Biblia.
La Biblia indica que Dios preparó la Tierra pensando especialmente en los seres humanos. Isaías 45:18 dice respecto a ella: “Dios [...] no la creó sencillamente para nada, [sino] que la formó aun para ser habitada”. Además, dotó al planeta de todo lo que el hombre necesita, no solo para vivir, sino para disfrutar al máximo de la vida.
Los seres humanos recibieron la comisión de administrar la Tierra, de ‘cultivarla y cuidarla’ (Génesis 2:15). Asimismo, la Biblia explica que el conocimiento y la sabiduría son dones de Dios, y que debemos amarnos unos a otros y hacer el bien a los demás (Job 28:20, 25, 27; Daniel 2:20-23). De modo que solo podemos llevar una vida con propósito y significado si descubrimos y aceptamos el propósito de Dios para la humanidad.b
¿Cómo pueden las personas reflexivas de la actualidad salvar el aparente abismo que separa la razón científica de la fe religiosa? ¿Qué principios pudieran ayudarlas a lograr tal objetivo?
[Notas]
a Véase el libro ¿Existe un Creador que se interese por nosotros?, cap. 3, titulado “¿Qué origen tuvo la vida?”, publicado por los testigos de Jehová.
b Si se desea más información al respecto, véase el folleto ¿Qué propósito tiene la vida? ¿Cómo descubrirlo?, publicado por los testigos de Jehová.
[Ilustraciones y recuadro de la página 7]
Qué dicen algunos científicos
Hay quienes creen que la mayoría de los científicos evitan las cuestiones espirituales y teológicas porque no son religiosos o porque no quieren involucrarse en el debate entre la ciencia y la religión. Sin embargo, ese no es, ni mucho menos, el caso de toda la comunidad científica. Observe a continuación lo que han dicho algunos de ellos.
“El universo tuvo un principio, pero los científicos no pueden explicar por qué se originó. La respuesta es Dios.” “Creo que la Biblia expone la verdad, que es un libro inspirado por Dios. Tiene que haber un ser inteligente detrás de la complejidad de la vida.”—Ken Tanaka, geólogo planetario de U.S. Geological Survey.
“La brecha que separa los distintos tipos de conocimiento (el científico y el religioso) es artificial. [...] El conocimiento acerca del Creador y el conocimiento sobre la creación están estrechamente relacionados.”—Enrique Hernández, investigador y profesor del Departamento de Física y Química Teórica de la Universidad Nacional Autónoma de México.
“A medida que avancemos en la investigación [sobre el genoma humano], descubriremos la complejidad, la interdependencia de todos los elementos implicados. Los hechos indicarán que nuestro origen se debe a un creador o agente inteligente.”—Duane T. Gish, bioquímico.
“La ciencia y la religión no son incompatibles. Ambas buscan la misma verdad. La ciencia demuestra que Dios existe.”—D. H. R. Barton, profesor de Química, Texas.
[Reconocimientos]
NASA/U.S. Geological Survey
Foto: www.comstock.com
NASA y The Hubble Heritage Team (STScI/AURA)
[Ilustraciones de la página 5]
¿Puede la investigación científica explicar por qué estamos aquí?
[Reconocimiento]
Por cortesía del Observatorio de Arecibo/David Parker/Science Photo Library
[Reconocimiento de la página 6]
Estrellas de las págs. 2, 3, 5 y parte superior de la pág. 7: National Optical Astronomy Observatories
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Cómo conciliar la ciencia con la religión¡Despertad! 2002 | 8 de junio
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Cómo conciliar la ciencia con la religión
“La ciencia y la religión ya no se consideran incompatibles.” (The Daily Telegraph, Londres, 26 de mayo de 1999.)
TANTO la ciencia como la religión, en sus formas más nobles, buscan la verdad. La ciencia descubre un mundo en magnífico orden, un universo con claros indicios de haber sido diseñado por un ser inteligente. La religión verdadera da sentido a esos descubrimientos al enseñar que, tras el diseño que se advierte en el mundo físico, está la mente del Creador.
“La religión me ayuda muchísimo a comprender y valorar la ciencia”, dice el biólogo molecular Francis Collins. Y añade: “Cuando descubro algo sobre el genoma humano y entonces recapacito sobre el misterio de la vida, me invade un sentimiento de asombro, admiración y respeto reverencial. Me digo: ‘¡Qué maravilla! ¡Solo Dios lo sabía de antemano!’. Es una sensación sumamente hermosa y conmovedora que me motiva a apreciar a Dios y que hace que la ciencia me resulte aún más gratificante”.
¿Qué puede ayudarnos a conciliar la ciencia con la religión?
Una búsqueda interminable
Aceptemos los límites. La búsqueda de respuestas acerca del universo, el espacio y el tiempo infinitos parece no acabar nunca. El biólogo Lewis Thomas señaló: “Este proceso no tendrá fin, siendo como somos una especie de insaciable curiosidad, siempre explorando, observando cuanto nos rodea e intentando comprender las cosas. Nunca resolveremos el enigma. No me imagino un punto final en el que todo el mundo suspire aliviado y diga: ‘Por fin lo comprendo todo’. Siempre habrá algo que se nos escape”.
Tocante a la religión verdadera, la búsqueda de conocimiento también es interminable. Pablo, uno de los escritores de la Biblia, afirmó: “Ahora no vemos más que reflejos en un espejo que no nos dejan más que enigmas por resolver [...]. Ahora conozco sólo en parte” (1 Corintios 13:12, Barclay).
No obstante, el conocimiento parcial o la falta de respuestas tanto en el campo científico como en el religioso no impiden que lleguemos a conclusiones lógicas basadas en los hechos establecidos. No necesitamos saber los detalles sobre el origen del Sol para estar absolutamente seguros de que va a salir mañana.
Permitamos que hablen los hechos. Al buscar respuestas, debemos dejarnos guiar por principios sólidos. A no ser que nos atengamos a hechos cuya veracidad ha sido demostrada fuera de toda duda, pudiéramos extraviarnos fácilmente en nuestra búsqueda de la verdad científica y religiosa. Siendo realistas, nadie puede examinar todo el conjunto de las pruebas e ideas científicas, que en la actualidad llenan enormes bibliotecas. Sin embargo, la Biblia recoge enseñanzas espirituales de un modo que resultan fáciles de investigar. Además, los hechos apoyan su veracidad.a
Sin embargo, respecto al conocimiento en general, tanto en lo que a la ciencia como a la religión se refiere, hay que realizar un esfuerzo concienzudo para distinguir entre los hechos y las especulaciones, entre la verdad y el engaño. Como aconsejó el escritor bíblico Pablo, es necesario rechazar “las contradicciones del falsamente llamado ‘conocimiento’” (1 Timoteo 6:20). Para conciliar la ciencia con la Biblia, debemos permitir que los hechos hablen por sí mismos, es decir, evitar las conjeturas y las especulaciones, y examinar cómo los hechos se apoyan y complementan mutuamente.
Por ejemplo, si tenemos presente que en la Biblia la palabra día se emplea para referirse a diferentes períodos de tiempo, nos daremos cuenta de que el relato de los seis días creativos recogido en Génesis no contradice necesariamente la aseveración científica de que la edad de la Tierra es de cuatro mil quinientos millones de años. Según la Biblia, este planeta ya existía antes de que comenzaran los días creativos, aunque no especifica cuánto tiempo antes (véase el recuadro “¿Fueron los días creativos períodos de veinticuatro horas?”). Incluso si la opinión científica cambiara e indicara que la antigüedad de la Tierra no es la mencionada, lo que dicen las Escrituras seguiría siendo cierto. En vez de contradecir la Biblia, en este y muchos otros casos, la ciencia proporciona en realidad un gran caudal de información suplementaria sobre el mundo físico tanto del presente como del pasado.
Fe, no credulidad. La Biblia nos brinda conocimiento de Dios y sus propósitos, el cual no se encuentra en ninguna otra parte. ¿Por qué debemos confiar en la Biblia? Ella misma nos invita a comprobar su exactitud. Piense en su utilidad, en su autenticidad histórica, en su honradez y en la franqueza de sus escritores. Al investigar la exactitud de las Escrituras, por ejemplo, las declaraciones de naturaleza científica que contienen o, aún mejor, los cientos de profecías que se han cumplido infaliblemente a lo largo de los siglos hasta nuestros días, es posible tener fe firme en ella como la Palabra de Dios. La fe en la Biblia no es credulidad, sino confianza en la exactitud de su contenido, una confianza basada en hechos.
Respetemos la ciencia; reconozcamos el valor de la religión. Los testigos de Jehová invitan a las personas de mentalidad abierta, sea que tengan inclinaciones científicas o religiosas, a buscar sinceramente la verdad en ambos campos. En sus congregaciones, los Testigos fomentan un sano respeto por la ciencia y las conclusiones científicas que han sido probadas. Asimismo tienen el pleno convencimiento de que la verdad religiosa solo se halla en la Biblia, la cual, respaldada por abundantes pruebas, afirma francamente que es la Palabra de Dios. El apóstol Pablo señaló: “Cuando ustedes recibieron la palabra de Dios, que oyeron de parte de nosotros, la aceptaron, no como palabra de hombres, sino, como lo que verdaderamente es, como palabra de Dios” (1 Tesalonicenses 2:13).
Claro está, al igual que ha sucedido con la ciencia, también se han infiltrado en la religión mentiras y prácticas perjudiciales, de modo que existen la religión verdadera y la falsa. Por esta razón, muchas personas han dejado las religiones tradicionales y se han convertido en miembros de la congregación cristiana de los testigos de Jehová. Dichas personas se han desilusionado con sus anteriores religiones, ya que estas se aferran a tradiciones y mitos humanos en vez de aceptar la verdad revelada.
Sin embargo, los cristianos verdaderos le encuentran auténtico significado a la vida; significado basado en un conocimiento profundo del Creador —tal como se le revela en la Biblia— y de su propósito expreso respecto a nosotros, los seres humanos, y el planeta en el que vivimos. Los testigos de Jehová hallan satisfactorias las respuestas razonables que da la Biblia a preguntas como por qué estamos aquí y adónde nos dirigimos. Con mucho gusto compartirán con usted dicha información.
[Nota]
a Véase La Biblia... ¿la Palabra de Dios, o palabra del hombre?, publicado por los testigos de Jehová.
[Recuadro de la página 10]
¿Fueron los días creativos períodos de veinticuatro horas?
Algunos fundamentalistas protestantes sostienen que la historia prehumana se explica mediante el creacionismo, y no la evolución. Afirman que el mundo físico fue creado en tan solo seis días de veinticuatro horas, hace de seis mil a diez mil años. Sin embargo, tales afirmaciones promueven una enseñanza que no es bíblica, lo cual ha hecho que muchas personas se burlen de la Biblia.
Ahora bien, cuando aparece en las Escrituras la palabra día, ¿designa esta siempre un período de veinticuatro horas literales? En Génesis 2:4 se habla del “día que Jehová Dios hizo tierra y cielo”. Este día incluye los seis días creativos mencionados en el capítulo 1 de Génesis. Según el uso que recibe esta palabra en la Biblia, un día es un espacio de tiempo determinado, que puede ser de mil o de muchos miles de años. Los días creativos a los que se refieren las Escrituras quizá duraron miles de años cada uno. Además, la Tierra ya existía antes de que comenzaran los días creativos (Génesis 1:1). Por consiguiente, tanto el relato bíblico como la ciencia verdadera concuerdan en este punto (2 Pedro 3:8).
Respecto a la afirmación de que los días creativos fueron períodos de solo veinticuatro horas, el biólogo molecular Francis Collins comenta: “El creacionismo ha hecho más daño a la concepción seria de la fe que cualquier suceso de la historia moderna”.
[Recuadro de la página 11]
¿Es superior la ética científica?
Muchas personas dedicadas a la investigación científica han dado la espalda a la religión por su resistencia al progreso científico, su sombrío historial y su hipocresía y crueldad, lo cual es comprensible. El profesor de Microbiología John Postgate observa: “Las religiones del mundo son [...] las causantes del horror de los sacrificios humanos, las cruzadas, los pogromos y las inquisiciones. En el mundo moderno, este lado más oscuro de la religión se ha hecho peligroso, pues al contrario de la ciencia, la religión no es neutral”.
Al comparar la supuesta racionalidad, objetividad y disciplina de la ciencia con esta oscura faceta de la religión, Postgate afirma que “la ciencia se ha convertido en el principal baluarte de la ética”.
¿Es cierta tal afirmación? La respuesta es no. El mismo Postgate reconoce que “en la comunidad científica también hay celos, codicia, prejuicio y envidia”. Y añade que “unos cuantos científicos han sido capaces de matar en el nombre de la investigación, como sucedió en los campos de prisioneros de Japón y de la Alemania nazi”. Cuando la revista National Geographic asignó a un periodista para que investigara por qué había llegado a publicarse en sus páginas un artículo sobre lo que resultó ser un fósil falso, el periodista llegó a la conclusión de que todo había sido “una historia de secretismo, confianza mal depositada, choques de egos desmedidos, vanidades, ilusiones infundadas, ingenuas conjeturas, errores humanos, terquedad, manipulación, murmuraciones, engaño [y] corrupción”.
Y no hemos de olvidar que es la ciencia la que ha creado espantosas armas bélicas, tales como armas biológicas, gases venenosos, misiles, bombas “inteligentes” y bombas nucleares.
[Ilustración de las páginas 8 y 9]
Nebulosa Hormiga (Menzel 3) desde el telescopio espacial Hubble
[Reconocimiento]
NASA, ESA y The Hubble Heritage Team (STScI/AURA)
[Ilustraciones de la página 9]
La ciencia ha descubierto un mundo lleno de inconfundibles indicios de un Diseñador inteligente
[Ilustración de la página 10]
Los testigos de Jehová fomentan fe en la Biblia y respeto por la ciencia verdadera
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