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  • Las iglesias: ¿qué rumbo han tomado?
    ¡Despertad! 2007 | febrero
    • Las iglesias: ¿qué rumbo han tomado?

      ¿QUÉ está pasando con las iglesias de la cristiandad? En su país, ¿se encuentran en auge, o en declive? A veces nos llegan informes de África, Europa oriental y Estados Unidos que hablan del renacer de la fe y de asistencias multitudinarias. Sin embargo, las noticias procedentes de otras regiones del mundo, y particularmente de Europa occidental, mencionan cierres de templos, pérdida de feligreses e indiferencia religiosa.

      En vista de la mengua en la concurrencia, numerosas iglesias adoptan nuevos estilos. A veces se jactan de “no juzgar a nadie”, dando a entender que Dios acepta todo tipo de conducta. Y cada vez recurren más a las diversiones, el emocionalismo o las atracciones mundanas en vez de ofrecer enseñanza basada en la Palabra de Dios. Aunque algunos de los fieles consideran que dichos cambios son necesarios para adaptarse al mundo moderno, un nutrido número se pregunta sinceramente si las iglesias estarán apartándose de la misión que encargó Jesús. Demos un vistazo a la trayectoria que han seguido las iglesias en los últimos decenios.

  • ¿Qué está pasando con las iglesias?
    ¡Despertad! 2007 | febrero
    • ¿Qué está pasando con las iglesias?

      IBEROAMÉRICA entera, desde México en el norte, hasta Chile en el sur, posee en muchos aspectos una identidad cultural común. Sus ciudadanos mayores recuerdan bien el tiempo en que, en esencia, no había más que una religión: el catolicismo, que espada en mano habían impuesto los conquistadores de España en el siglo XVI. En Brasil, las autoridades coloniales también pertenecían a una nación católica: Portugal. A lo largo de cuatrocientos años, la Iglesia apoyó a los gobiernos de turno a cambio de gozar del respaldo económico y del reconocimiento como religión oficial.

      No obstante, algunos sacerdotes, conscientes de estar perdiendo el apoyo de las masas por favorecer a las clases altas, iniciaron en la década de 1960 una campaña en pro de los pobres, impulsando la llamada teología de la liberación. Este movimiento, nacido en Latinoamérica, constituía una protesta contra la miseria en la que vivían muchos católicos.

      Pero a pesar de la participación activa del clero en movimientos políticos populares, millones de feligreses han emigrado a otras confesiones religiosas. Por doquier se levantan templos que ofrecen un culto que incluye himnos enfervorizados, acompañamiento de palmas e incluso un ambiente roquero. “En Latinoamérica, el movimiento evangélico se halla dividido en un sinnúmero de iglesias, [...] que a menudo son dominio exclusivo de su pastor. Cuando las congregaciones crecen, suelen fragmentarse y dar origen a iglesias diferentes.” (Faces of Latin America [Facetas de Latinoamérica], de Duncan Green.)

      Europa da la espalda a las iglesias

      Por más de dieciséis siglos, la mayor parte de Europa estuvo bajo gobiernos que presumían de cristianos. Ahora bien, ¿de cuánta salud goza la religión en Europa en pleno siglo XXI? En el año 2002, el sociólogo Steve Bruce hizo este comentario sobre Gran Bretaña: “En el siglo XIX, casi todas las bodas eran religiosas” (God is Dead—Secularization in the West [Dios está muerto. La secularización en Occidente]). Sin embargo, ya para 1971, solo lo eran el 60% de los casamientos, y la proporción aún bajó al 31% en el año 2000.

      El corresponsal de temas religiosos del diario londinense The Daily Telegraph aludió a la citada decadencia: “Todas las principales confesiones, desde la anglicana hasta la católica, pasando por la metodista y las Iglesias Reformadas Unidas, registran un declive crónico”. Y también dijo lo siguiente con motivo de cierto informe: “En Gran Bretaña, las iglesias bien pudieran encontrarse al borde de la extinción para el año 2040, cuando solo asistirá a los oficios dominicales el 2% de la población”. Y se han realizado declaraciones muy parecidas referentes a los Países Bajos.

      “En las últimas décadas, nuestro país ha sufrido una clara secularización. Para el año 2020 se prevé que el 72% de la población no tendrá ninguna afiliación religiosa”, señaló un informe de la Oficina de Planificación Social y Cultural de los Países Bajos. Y un periódico alemán afirmó: “Cada vez son más los alemanes que acuden a la brujería y otras formas de ocultismo en busca del consuelo que antes les daban la Iglesia, el trabajo y la familia. [...] En todo el país, muchos templos tienen que cerrar por falta de fieles”.

      ¿Qué puede decirse de los europeos que aún frecuentan los lugares de culto? La mayoría no lo hace para enterarse de lo que pide Dios. Un informe de Italia dice: “Los italianos suelen arreglar la religión a su medida, para que encaje con su estilo de vida”. Un sociólogo de dicho país agrega: “Tomamos del Papa lo que nos conviene”. Otro tanto podría decirse de los católicos españoles, cuya devoción ha dado paso al consumismo y a la búsqueda del paraíso económico inmediato.

      Estas posturas no se parecen en nada a las enseñanzas y prácticas de Cristo y sus discípulos. Jesús no ofreció una religión de estilo cafetería o bufé, un autoservicio en el que cada uno elige lo que le gusta y deja lo demás. Más bien, dijo: “Si alguien quiere venir en pos de mí, repúdiese a sí mismo y tome su madero de tormento día tras día y sígame de continuo”. Con estas palabras Jesús mostró que el camino del cristianismo exigía sacrificio y esfuerzo (Lucas 9:23).

      Estados Unidos y la religión como artículo comercial

      A diferencia de Canadá, donde según los expertos impera el escepticismo, en Estados Unidos se suele tomar muy en serio los asuntos religiosos. De acuerdo con las principales empresas de sondeos de opinión, más del cuarenta por ciento de los entrevistados aseguran ir a la iglesia todas las semanas, aunque los recuentos indican que la proporción real pudiera rondar el veinte por ciento. Asimismo, más del sesenta por ciento dicen creer en la Biblia como Palabra de Dios. No obstante, su fidelidad a una confesión en particular pudiera ser efímera, pues son frecuentes los cambios de iglesia. Si un predicador pierde popularidad o carisma, rápidamente pudiera perder también a sus feligreses, lo que a menudo conlleva una gran disminución de sus ingresos.

      Algunas iglesias estudian los métodos comerciales para “vender” mejor sus servicios religiosos. A veces llegan a pagar miles de dólares a consultorías. Según una de estas empresas, un pastor comentó muy satisfecho: “Fue una magnífica inversión”. En el caso de las megaiglesias, a las que asisten millares de feligreses, los resultados económicos han sido tan espectaculares que publicaciones especializadas como The Wall Street Journal y The Economist les han dedicado estudios. En ellos afirman que las megaiglesias suelen ofrecer “un ‘paquete completo’ de cuidados del cuerpo y del alma”. Así, algunos complejos eclesiásticos incluyen restaurantes, cafés, salones de belleza, saunas e instalaciones deportivas. Y entre sus atractivos figuran teatros, visitas de famosos y música contemporánea. Ahora bien, ¿qué es lo que enseñan los predicadores?

      A pocos les extrañará que uno de los temas predilectos de los sermones sea “el evangelio de la prosperidad”, uno de cuyos principios es el siguiente: para ser rico y estar sano, haga generosos donativos. Y el Dios que se anuncia deja pasar casi todo en materia de moralidad. Un sociólogo lo resume así: “Las iglesias estadounidenses son lugares para curar, y no para juzgar”. Muchas religiones populares se especializan en dar consejos de autoayuda para triunfar en la vida. Y cada vez más personas prefieren las iglesias aconfesionales, que apenas hablan de las doctrinas consideradas divisivas. Pero de lo que sí hablan es de política, y muchas veces con toda la claridad del mundo. En los últimos años han salido a la luz ejemplos de este hecho, con el consiguiente bochorno para más de un clérigo.

      ¿Tiene lugar en Estados Unidos un renacer de la fe? En 2005, la revista Newsweek destacó la gran aceptación de que gozan ciertas prácticas religiosas, entre ellas “el culto rico en gritos, pataleos y desmayos”. Luego puntualizó: “Podrá discutirse en qué consiste este fenómeno, pero no se trata en ningún caso de una afluencia masiva de fieles a la iglesia”. De hecho, cuando los sondeos preguntan por la afiliación religiosa, la opción que registra un mayor crecimiento es esta: “Ninguna”. En realidad, algunas congregaciones ganan feligreses tan solo porque otras los pierden. Hay quienes afirman que la gente está abandonando “en tropel” las confesiones tradicionales, con sus ceremonias, su música de órgano y sus vestiduras sagradas.

      En este breve análisis hemos visto que las iglesias están fragmentándose en Latinoamérica y perdiendo feligreses en Europa, mientras que en Estados Unidos los están conservando, pero eso sí: los conservan por obra y gracia de las diversiones y los actos emocionalistas. Cierto es que hay muchas excepciones, pero, por regla general, las iglesias están luchando a brazo partido por mantener su popularidad. ¿Será indicio de que el cristianismo ha entrado en decadencia?

      [Ilustración y recuadro de la página 6]

      “El SUPERMERCADO DE LA FE”

      Según fuentes acreditadas, el director del Servicio Nacional de Vocaciones de la Iglesia Católica de Francia dijo: “Nos hallamos ante el supermercado de la fe. Los creyentes salen a consumir, y si ven que no les llena determinada confesión, buscan otra”. En un estudio sobre la religión en Europa, la profesora Grace Davie, de la Universidad de Exeter (Gran Bretaña), comentó: “Cada cual se limita a ‘tomar de aquí y allá’ entre la variada oferta existente. La religión [...,] como tantas otras cosas, es hoy asunto de opción, estilo de vida y preferencia”.

      [Ilustración de las páginas 4 y 5]

      Palabras garabateadas a la entrada de una iglesia de Nápoles (Italia)

      [Reconocimiento]

      ©Doug Scott/age fotostock

      [Ilustración de las páginas 4 y 5]

      Muchos mexicanos han abandonado el catolicismo

  • ¿Qué futuro le espera al cristianismo?
    ¡Despertad! 2007 | febrero
    • ¿Qué futuro le espera al cristianismo?

      ¿SE HA mantenido puro el cristianismo, como luz del mundo, o se ha corrompido? ¿Se convertirá en la religión de toda la humanidad, o desaparecerá del mapa? Las respuestas a estas preguntas nos conciernen a todos.

      Valiéndose de una parábola sencilla, Jesús indicó que poco después de que sembrara las semillas del cristianismo, entraría en acción su enemigo, Satanás (Mateo 13:24, 25). Por lo tanto, la transformación que sufrió el cristianismo durante sus primeros siglos no fue tan solo un fenómeno social, sino, más bien, el efecto de la intervención del Diablo. Hoy, las iglesias de la cristiandad perpetúan los errores del pasado y cosechan por ello las consecuencias (2 Corintios 11:14, 15; Santiago 4:4).

      Se ataca furtivamente al cristianismo

      Jesús pronosticó que se adulterarían sus enseñanzas, al decir: “El reino de los cielos ha llegado a ser semejante a un hombre que sembró semilla excelente en su campo. Mientras los hombres dormían, vino el enemigo de él y sobresembró mala hierba entre el trigo, y se fue”. Aunque parezca extraño, cuando los siervos avisaron al amo de la maldad que se había cometido y le pidieron permiso para arrancar la mala hierba, él les respondió: “No; no sea que por casualidad, al juntar la mala hierba, desarraiguen el trigo junto con ella. Dejen que ambos crezcan juntos hasta la siega; y en la época de la siega diré a los segadores: Junten primero la mala hierba y átenla en haces para quemarla; entonces pónganse a recoger el trigo en mi granero” (Mateo 13:24-30).

      Como explicó Jesús, el sembrador de trigo de esta comparación era él mismo, y las semillas, los cristianos verdaderos. Por su parte, el enemigo que sembró mala hierba entre el trigo no era otro que “el Diablo”. La mala hierba representaba a rebeldes apóstatas que fingirían servir a Dios (Mateo 13:36-42). El apóstol Pablo aclaró lo que sucedería: “Después de mi partida entrarán entre ustedes lobos opresivos y no tratarán al rebaño con ternura, y de entre ustedes mismos se levantarán varones y hablarán cosas aviesas para arrastrar a los discípulos tras de sí” (Hechos 20:29, 30).

      La corrupción del cristianismo

      ¿Se hicieron realidad la parábola de Jesús y la predicción de Pablo? Sin ninguna duda. Hubo hombres ambiciosos que asumieron el control de la congregación fundada por Jesús y la utilizaron para adelantar sus objetivos personales. Cristo había dicho a sus discípulos: “Ustedes no son parte del mundo” (Juan 15:19). Sin embargo, estos hombres sedientos de poder formaron alianzas con los gobernantes y crearon iglesias estatales que acumularon un poder y una riqueza inmensos. Dichas iglesias enseñaron “cosas aviesas”, o retorcidas, como que el ciudadano tenía que idolatrar a la patria y dar por ella hasta la última gota de su sangre. De este modo, los cristianos de nombre participaron en las cruzadas y masacraron a los “infieles”. Además, participaron en guerras homicidas contra quienes, en teoría, eran sus hermanos en la fe. Ciertamente, no demostraron neutralidad cristiana ni amor al prójimo (Mateo 22:37-39; Juan 15:19; 2 Corintios 10:3-5; 1 Juan 4:8, 11).

      Es obvio que las iglesias que llevan siglos afirmando ser cristianas lo son tan solo de fachada. Así, no es raro que, como vimos en los artículos anteriores, anden siempre dividiéndose en nuevas confesiones, entrometiéndose en la política y manipulando a su antojo las leyes divinas. Tales frutos no nacen del cristianismo auténtico, sino del falsificado, del que sembró el Diablo. Entonces, ¿adónde se encamina la religión falsa? Como mostró Jesús en su parábola, desaparecerá, pero no solo por falta de respaldo popular, sino porque será juzgada y destruida.

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