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De la Tierra Madre a las diosas de la fertilidadLa Atalaya 1991 | 1 de julio
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De la Tierra Madre a las diosas de la fertilidad
¿RECONOCE usted a la diosa que aparece en la portada de esta revista? Es Isis, diosa madre egipcia de la antigüedad. Si usted ha visitado un museo o ha hojeado un libro de historia antigua, probablemente haya visto ídolos que se parecen a este. Sin embargo, considere esto: ¿Se inclinaría usted ante la diosa Isis, y la adoraría?
Si usted es miembro de alguna religión de la cristiandad, puede que esa pregunta le parezca extraña. Quizás insista en que adora al Creador, a quien se dirigen las palabras: “Padre nuestro, que estás en los cielos”. (Mateo 6:9, Nácar-Colunga.) La idea de inclinarse ante una diosa madre pudiera parecerle extraña, hasta repugnante. Sin embargo, históricamente tal adoración ha sido una práctica muy difundida, y puede que a usted le sorprenda enterarse de quiénes, precisamente, adoran a la gran diosa madre hoy.
Pero antes de considerar ese asunto, consideremos algunos datos sobre cuán extenso era el culto de la diosa madre en la antigüedad. Parece que tal adoración ha sido una forma muy antigua de religión falsa. Los arqueólogos han desenterrado estatuillas e imágenes de diosas madres desnudas en lugares antiguos de toda Europa, y desde los países del Mediterráneo hasta la India.
Se consideraba a la Tierra Madre como la fuente constante de toda forma de vida, que daba la vida y luego la quitaba al sobrevenir la muerte. Al verla así, se la adoraba, pero también se la temía. Al principio se creía que las facultades reproductivas de ella eran asexuales. Después, según la mitología, dio a luz al masculino Cielo Padre y llegó a ser esposa de este. Esta pareja produjo un sinnúmero de otros dioses y diosas.
El prototipo babilonio
Istar era la diosa principal del panteón babilonio, idéntica a Inanna, diosa sumeria de la fecundidad. Es paradójico que era tanto diosa de la guerra como diosa del amor y de la voluptuosidad. En el libro Les Religions de Babylonie et d’Assyrie, el erudito francés Édouard Dhorme dijo sobre Istar: “Era la diosa, la señora, la madre misericordiosa que escucha las oraciones e intercede ante los dioses airados y los calma. [...] Fue elevada sobre todo, llegó a ser la diosa de las diosas, la reina de todos los dioses, la soberana de los dioses del cielo y la Tierra”.
Los adoradores de Istar la llamaban “la Virgen”, “Santa Virgen” y “Virgen Madre”. La “Oración de lamentación a Istar”, antiguo escrito sumerioacadio, dice: “Oro a ti, oh Señora de señoras, diosa de diosas. Oh Istar, reina de todos los pueblos. [...] Oh poseedora de todo poder divino, que llevas puesta la corona del dominio. [...] Capillas, lugares santos, lugares sagrados y santuarios te prestan atención. [...] ¿Dónde no se te hacen imágenes? [...] Mírame, oh Señora mía; acepta mis oraciones”a.
Se esparce la adoración de la diosa madre
El orientalista Édouard Dhorme habla de la “expansión del culto de Istar”. Se esparció por toda Mesopotamia, e Istar misma o diosas con nombres diferentes pero atributos parecidos fueron adoradas en Egipto, Fenicia y Canaán, así como en Anatolia (Asia Menor), Grecia e Italia.
La diosa madre principalmente adorada en Egipto era Isis. H. G. Wells, historiador, escribió: “Isis atraía a muchos devotos que le consagraban su vida. Sus imágenes se alzaban en el templo, coronadas como imágenes de la Reina del Cielo, y con el niño Horus en los brazos. Los cirios ardían y goteaban ante ella, y los exvotos de cera colgaban al lado del altar” (Esquema de la historia). El culto de Isis fue sumamente popular en Egipto. También se esparció por toda la zona del Mediterráneo, especialmente a Grecia y Roma, y hasta llegó a regiones del oeste y el norte de Europa.
En Fenicia y Canaán el culto dado a la diosa madre se concentró en Astoret, o Astarté, de quien se decía que era la esposa de Baal. Al igual que su equivalente babilonia, Istar, era diosa de la fertilidad y de la guerra. En Egipto se han hallado inscripciones antiguas en las que a Astarté se la llama señora del cielo y reina de los cielos. Los israelitas tuvieron que luchar constantemente contra la influencia degradante de la adoración que se daba a esta diosa de la fertilidad.
Al noroeste, en Anatolia, la equivalente de Istar fue Cibeles, conocida como la Gran Madre de los dioses. También se la llamaba la Engendradora de Todos, la Alimentadora de Todos, la Madre de todos los Benditos. Desde Anatolia el culto de Cibeles se esparció primero a Grecia y después a Roma, donde sobrevivió hasta muy entrada la era común. El culto de esta diosa de la fertilidad incluía baile frenético, autolaceración por parte de los sacerdotes, autocastración por parte de los que aspiraban al sacerdocio, y procesiones en las que se cargaba la estatua de la diosa en medio de mucho esplendorb.
Los griegos primitivos adoraban a una Tierra Madre deificada a quien llamaban Gea. Pero en el panteón griego llegó a haber diosas del tipo de Istar, como Afrodita, la diosa de la fertilidad y el amor; Atenea, la diosa de la guerra; y Deméter, la diosa de la agricultura.
En Roma, Venus era la diosa del amor, y, como tal, correspondía con la Afrodita de Grecia y la Istar de Babilonia. Sin embargo, los romanos también adoraban a las diosas Isis, Cibeles y Minerva (la Atenea de Grecia), las cuales reflejaban de una manera u otra al arquetipo de la Istar de Babilonia.
Es patente que por miles de años el culto dado a la diosa madre rivalizó vigorosamente con la adoración pura del gran Creador, Jehová. ¿Desapareció el culto a la gran diosa madre, o ha sobrevivido hasta nuestro día? Sírvase leer el artículo que sigue.
[Notas a pie de página]
a Ancient Near Eastern Texts, edición preparada por James B. Pritchard, Princeton University Press, páginas 383, 384.
b Otra diosa de la fertilidad adorada en Asia Menor era la Ártemis de Éfeso, que consideraremos en el artículo siguiente.
[Fotografía en la página 3]
La ISTAR de Babilonia representada por una estrella
[Reconocimiento]
Cortesía de The British Museum
[Fotografía en la página 4]
La ISIS de Egipto con el dios infante Horus
[Reconocimiento]
Musée du Louvre, París
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¿Existe todavía el culto a la diosa madre?La Atalaya 1991 | 1 de julio
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¿Existe todavía el culto a la diosa madre?
EL CULTO a la diosa madre todavía se practicaba en los días de los cristianos primitivos. El apóstol Pablo se enfrentó con tal práctica en Éfeso, Asia Menor. Como en Atenas —otra ciudad donde se veneraban diosas—, Pablo había dado testimonio allí acerca del “Dios que hizo el mundo”, el Creador vivo, quien no es “semejante a oro, o plata, o piedra, [ni] semejante a algo esculpido por el arte e ingenio del hombre”. Aquello fue el colmo para los efesios, pues la mayoría de ellos adoraban a la diosa madre Ártemis (Artemisa). Los que se ganaban la vida haciendo templetes de plata de la diosa provocaron un alboroto. Por unas dos horas la muchedumbre clamó: “¡Grande es Ártemis de los efesios!”. (Hechos 17:24, 29; 19:26, 34.)
La Ártemis de Éfeso
Los griegos también adoraban a una Ártemis, pero la identificación de esta con la Ártemis que se veneraba en Éfeso solo puede ser vaga. La Ártemis griega era una diosa virgen de la caza y el alumbramiento. La Ártemis efesia era una diosa de la fecundidad. Su enorme templo en Éfeso era visto como una de las siete maravillas del mundo. Su estatua —de la que se creía que había caído del cielo— la representaba como una personificación de la fertilidad, con el busto cubierto de hileras de pechos de forma ovalada. La forma extraña de esos pechos ha dado origen a varias explicaciones, como la de que representan guirnaldas de huevos o hasta testículos de toros. Sea cual sea la explicación, queda claro que es símbolo de la fertilidad.
Es interesante notar que, según The New Encyclopædia Britannica, la estatua original de aquella diosa “estaba hecha de oro, ébano, plata y piedra negra”. Una estatua muy conocida de la Ártemis efesia —estatua que data del siglo II E.C.— la presenta con rostro, manos y pies negros.
La imagen de Ártemis era paseada por las calles. El escriturario R. B. Rackham escribe: “Dentro del templo [de Ártemis] se guardaba[n] [...] sus imágenes, templetes y utensilios sagrados, de oro y plata, que en las grandes fiestas se llevaban a la ciudad y luego se devolvían [al templo] en una procesión magnífica”. Aquellas fiestas atraían a centenares de miles de peregrinos de toda Asia Menor. Ellos compraban templetes de la diosa y la aclamaban como grande, su señora, la reina, la virgen, “la que escucha y acepta las oraciones”. En medio de aquel ambiente, requirió gran valor el que Pablo y los cristianos primitivos alabaran al “Dios que hizo el mundo”, en vez de a dioses y diosas hechos de “oro, o plata, o piedra”.
De diosa madre a “Madre de Dios”
El apóstol Pablo predijo una apostasía cuando habló con los ancianos de la congregación cristiana de Éfeso. Advirtió que se levantarían apóstatas y hablarían “cosas aviesas”. (Hechos 20:17, 28-30.) En Éfeso, entre los peligros siempre ocultos estaba el volver a la adoración de la diosa madre. ¿Ocurrió eso en realidad?
En la New Catholic Encyclopedia leemos: “Como centro de peregrinación, se consideraba que Éfeso era el lugar donde había sido enterrado [el apóstol] Juan. [...] Otra tradición, de la cual da testimonio el Concilio de Éfeso (431), enlaza a la Santísima Virgen María con San Juan. La basílica donde se celebró el Concilio se llamó la Iglesia de María”. Otra obra católica (Théo—Nouvelle encyclopédie catholique) habla de la “tradición creíble” de que María acompañó a Juan a Éfeso, y allí pasó el resto de su vida. ¿Por qué es importante para nosotros hoy ese supuesto enlace entre Éfeso y María?
Permitamos que The New Encyclopædia Britannica conteste: “La veneración de la madre de Dios recibió su impulso cuando la Iglesia Cristiana se convirtió en la iglesia imperial bajo Constantino, y las masas paganas entraron a raudales en la iglesia. [...] Su devoción y su religiosidad se habían desarrollado por milenios mediante el culto a la ‘gran madre’ divina y a la ‘virgen divina’, algo que venía desde las viejas religiones populares de Babilonia y Asiria”. ¿Qué mejor lugar podía haber que Éfeso para la “cristianización” del culto a la diosa madre?
De modo que en Éfeso, en 431 E.C., el llamado tercer concilio ecuménico declaró oficialmente a María “Theotokos”, palabra griega que significa “portadora de Dios” o “Madre de Dios”. La New Catholic Encyclopedia dice: “El que la Iglesia usara este título fue indudablemente un paso de importancia decisiva para el desarrollo de la doctrina y la devoción marianas en siglos posteriores”.
Las ruinas de la “Iglesia de la Virgen María”, donde se reunió aquel concilio, todavía pueden observarse allí donde estaba la antigua Éfeso. También se puede visitar una capilla que, según una tradición, fue la casa donde vivió y murió María. El papa Paulo VI visitó esos santuarios marianos de Éfeso en 1967.
Sí, Éfeso fue el foco de la transformación del culto pagano a la diosa madre —como el que halló Pablo en el primer siglo— en una devoción ferviente a María como “Madre de Dios”. Es principalmente mediante la devoción a María como la adoración de la diosa madre ha sobrevivido en las tierras de la cristiandad.
La adoración de la diosa madre todavía existe
Según la Encyclopædia of Religion and Ethics, el escriturario W. M. Ramsay razona que en “el siglo V la honra que se daba a la Virgen María en Éfeso era [una forma reavivada] del viejo culto pagano que se daba a la Virgen Madre en Anatolia”. El Diccionario teológico del Nuevo Testamento declara: “Las representaciones católicas de la ‘madre de Dios’ y de la ‘reina de los cielos’ son posteriores al N[uevo] T[estamento] y, por otra parte, tienen antecedentes en religiones orientales más antiguas. [...] En el culto a María que aparece posteriormente se encuentran muchos vestigios de los cultos paganos de la madre y de la virgen divinas”.
Esos vestigios son demasiado numerosos y detallados para que sean casualidad. No se puede negar la similitud que existe entre las estatuas de madre e hijo de la Virgen María y las de diosas paganas, como Isis. Los centenares de estatuas e iconos de la Virgen Negra en iglesias católicas de todo el mundo no pueden dejar de traer a la memoria la estatua de Ártemis. La obra Théo—Nouvelle encyclopédie catholique dice lo siguiente de esas Vírgenes Negras: “Parece que han sido un medio de transferir a María lo que restaba de la devoción popular a Diana [Ártemis] [...] o Cibeles”. Las procesiones del día de la Asunción de la Virgen María también tienen como prototipo las procesiones en honor de Cibeles y Ártemis.
Los títulos mismos que se dan a María nos recuerdan a las diosas madres paganas. A Istar se la aclamaba como la “Santa Virgen”, “Señora mía” y “la madre misericordiosa que escucha las oraciones”. Tanto a Isis como a Astarté se las llamaba “Reina del Cielo”. A Cibeles se la denominaba “Madre de todos los Benditos”. Todos esos títulos, con ligeras variaciones, se aplican a María.
El Concilio Vaticano II fomentó el culto de la “Santísima Virgen”. El papa Juan Pablo II es muy conocido por su fervorosa devoción a María. Durante sus extensos viajes, siempre aprovecha la oportunidad para visitar santuarios marianos, incluso el de la Virgen Negra de Czestochowa, en Polonia. Encomendó el mundo entero a María. Por eso no sorprende que bajo “Mother Goddess” (Diosa madre) The New Encyclopædia Britannica escriba: “El término también se ha aplicado a figuras tan distintas como las llamadas Venus de la Edad de Piedra y la Virgen María”.
Pero no es solo en la veneración católica romana de María como ha sobrevivido hasta la actualidad la adoración de la diosa madre. Un dato curioso es que apoyadoras del movimiento feminista han publicado mucha literatura sobre el culto a diosas madres. Creen que a las mujeres se las ha oprimido extremadamente en este mundo dominado agresivamente por los hombres y que la adoración orientada hacia la mujer refleja las aspiraciones de la humanidad a un mundo menos agresivo. Parece que también creen que hoy el mundo sería un lugar mejor y más pacífico si tuviera mayor orientación hacia el feminismo.
Sin embargo, la adoración de una diosa madre no dio paz al mundo antiguo, y no traerá paz hoy. Además, hoy más y más personas —de hecho, millones que se asocian con los testigos de Jehová— están convencidas de que María no va a salvar a la tierra, por más que la respeten y la amen como la fiel mujer del primer siglo que tuvo el maravilloso privilegio de dar a luz a Jesús y criarlo. Los testigos de Jehová tampoco creen que el Movimiento de la Liberación Femenina —aunque quizás algunas de sus peticiones estén justificadas— pueda hacer realidad un mundo pacífico. Para eso acuden al Dios de quien Pablo habló a los atenienses y a los efesios, “el Dios que hizo el mundo y todas las cosas que hay en él”. (Hechos 17:24; 19:11, 17, 20.) Ese Dios Todopoderoso, cuyo nombre es Jehová, ha prometido un glorioso nuevo mundo donde “la justicia habrá de morar”, y podemos confiar de lleno en su promesa. (2 Pedro 3:13.)
En cuanto al punto de vista bíblico sobre la posición de la mujer ante Dios y el hombre, esto se considerará en páginas subsiguientes de esta revista.
[Fotografía en la página 5]
ASTORET Diosa cananea del sexo y de la guerra
[Reconocimiento]
Musée du Louvre, París
[Fotografía en la página 6]
ÁRTEMIS Diosa de la fertilidad de Éfeso
[Reconocimiento]
Musei dei Conservatori, Roma
[Fotografía en la página 7]
La “MADRE DE DIOS” de la cristiandad
[Reconocimiento]
Catedral de Chartres, Francia
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