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¿Hay una sola religión verdadera?¡Despertad! 2008 | marzo
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¿Hay una sola religión verdadera?
La pregunta puede resultar ofensiva para algunos. Frente a la gran multitud de creencias que existe en el mundo, hay quienes piensan que solo una persona estrecha de miras o arrogante puede afirmar que tiene el monopolio de la verdad. Seguro que debe de haber algo bueno en toda religión, o al menos en la mayoría, quizás razonen. ¿Es usted de la misma opinión?
DESDE luego, hay situaciones en las que conviene dejar margen para la diversidad de opiniones. Por ejemplo, quizás alguien siga determinada dieta por considerarla muy útil. Pero ¿debería imponerla a los demás, como si se tratara del único régimen para estar saludable? Obviamente, sería una muestra de sensatez y modestia de su parte abrirse a la posibilidad de que existan dietas tan buenas como la suya, o incluso mejores, por lo menos para otras personas.
¿Sucede lo mismo con la religión? ¿Existen varias alternativas aceptables de entre las cuales elegir, dependiendo de la crianza que uno haya tenido y de su percepción de la vida? ¿O hay un solo cuerpo de doctrina verdadera que sea de aplicación universal? Analicemos lo que dice la Biblia. Primero veamos si la verdad es algo alcanzable, porque si no, ¿qué sentido tendría buscar una religión verdadera?
¿Es alcanzable la verdad religiosa?
Poco antes de que lo mataran, Jesucristo dijo a su interrogador, Poncio Pilato: “Todo el que está de parte de la verdad escucha mi voz”. Muy seguramente con una dosis de escepticismo, el gobernador romano replicó: “¿Qué es la verdad?” (Juan 18:37, 38). Jesús, en cambio, nunca dudó de que hubiera una verdad, por lo que no tuvo reparos en hablar de ella. Escuche lo que declaró en cuatro diferentes ocasiones:
“Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio acerca de la verdad.” (Juan 18:37.)
“Yo soy el camino y la verdad y la vida.” (Juan 14:6.)
“Dios es un Espíritu, y los que lo adoran tienen que adorarlo con espíritu y con verdad.” (Juan 4:23, 24.)
“Si permanecen en mi palabra, verdaderamente son mis discípulos, y conocerán la verdad, y la verdad los libertará.” (Juan 8:31, 32.)
En vista de la convicción con que Jesús habló tanto de la verdad como de llegar a conocerla, ¿no deberíamos al menos contemplar la posibilidad de que exista una verdad religiosa y que podamos alcanzarla?
¿Existe la verdad absoluta?
Sin duda, usted, querido lector, estará de acuerdo en que hay cosas de las que podemos estar absolutamente seguros, como son nuestra existencia y la de los objetos que nos rodean. Los árboles, las montañas, las nubes, el Sol, la Luna... en fin, el mundo físico, no son imaginaciones nuestras. Claro, no faltará quien intente convencernos con razonamientos filosóficos de que hasta la realidad de estas cosas es discutible; pero resultaría difícil aceptar una idea tan disparatada.
Luego están las leyes naturales, de las que también podemos estar totalmente seguros. Si uno salta al vacío, cae; si no come, siente hambre, y si pasa mucho tiempo sin comer, muere. No nos planteamos la posibilidad de que estas leyes sean válidas solo para algunos, pues son leyes universales por cuanto nos afectan a todos, sin excepción.
La Biblia alude a una de estas leyes al preguntar: “¿Puede un hombre recoger fuego en el seno sin que se le quemen las mismas prendas de vestir?”. Que la ropa arde en contacto con el fuego era una verdad universal cuando se escribieron estas palabras; no obstante, el proverbio hace referencia a algo mucho más importante, a saber, que “cualquiera que tenga relaciones [sexuales] con la esposa de su semejante” sufrirá lamentables consecuencias (Proverbios 6:27, 29).
¿Es esta una verdad absoluta? Algunos responderán negativamente y dirán que la moralidad es un asunto personal, que depende de la crianza, las creencias y las circunstancias de cada cual. Pues bien, examinemos algunas de las leyes morales de Dios contenidas en la Biblia y veamos si son o no verdades universales.
La Biblia condena el adulterio (1 Corintios 6:9, 10). Pese a ello, muchas personas rechazan este precepto como una verdad, y por eso son adúlteras. Sin embargo, en términos generales, las consecuencias no pueden ser más amargas: malas conciencias, divorcios y hondas cicatrices emocionales, entre otras.
Dios también desaprueba la borrachera (Proverbios 23:20; Efesios 5:18). ¿Qué les sucede a los que acostumbran emborracharse? En muchos casos pierden el trabajo, la salud y la familia, que también sufre emocionalmente (Proverbios 23:29-35). Dichas consecuencias les sobrevienen incluso a los que no creen que la borrachera sea mala. ¿Le parece que la validez de estas leyes morales es relativa, que depende de las creencias o percepciones del individuo?
Por otro lado, están los preceptos morales positivos de la Biblia, como amar a la esposa, respetar al marido y hacer el bien al prójimo (Mateo 7:12; Efesios 5:33). Cuando los cumplimos, nos beneficiamos. ¿Diría usted que tales consejos son provechosos solo para unos cuantos, y no para todos?
Las consecuencias de observar o no las leyes morales de la Biblia son ineludibles, de donde se deduce que tales leyes no son simples ideas alternativas, sino verdades. Las pruebas demuestran que obedecerlas reporta beneficios, mientras que incumplirlas redunda en perjuicio.
Reflexione sobre este punto: si las leyes morales de la Biblia son aplicables a toda la humanidad, ¿no deberían serlo también sus pautas sobre la adoración, así como sus enseñanzas sobre lo que ocurre cuando morimos y la esperanza de un futuro eterno? Es lógico concluir que estas también son verdades universalmente válidas. Sus efectos alcanzan a todo el mundo, no solo a quienes creen en ellas.
Como hemos visto, es posible encontrar la verdad. Jesús dijo que la Palabra de Dios, la Biblia, es la verdad (Juan 17:17). Entonces, ¿a qué se debe que aún siga pareciendo inalcanzable? Se debe a que hay una multitud de religiones que afirman enseñar lo que dice la Biblia. ¿Cuál de todas enseña la verdad de la Palabra de Dios? ¿Tiene que ser una sola? ¿No pudieran diversas religiones poseer la verdad, o al menos partes de ella?
[Comentario de la página 4]
¿Qué relación hay entre las consecuencias de abrazar el fuego y las consecuencias de desobedecer las leyes divinas?
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¿Quién determina cuál es la religión verdadera?¡Despertad! 2008 | marzo
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¿Quién determina cuál es la religión verdadera?
JESÚS dejó claro que hay religiones que no cuentan con la aprobación de Dios. Habló de “falsos profetas” y los comparó a un árbol que produce malos frutos y es “cortado y echado al fuego”. También afirmó: “No todo el que me dice: ‘Señor, Señor’, entrará en el reino de los cielos” (Mateo 7:15-22).
Y refiriéndose a algunos que se declararían seguidores suyos, dijo: “Les confesaré: ¡Nunca los conocí! Apártense de mí, obradores del desafuero” (Mateo 7:23). Además, al hablar a los líderes religiosos de su época, les aplicó las palabras que Dios dirigió a los israelitas apóstatas: “En vano me siguen adorando, porque enseñan como doctrinas mandatos de hombres” (Marcos 7:6, 7).
Evidentemente, no todas las religiones gozan de la aceptación de Dios o de su Hijo. En otras palabras, no todas son verdaderas. ¿Quiere decir eso que solo una enseña la verdad? ¿No puede Dios obrar a través de varias de ellas y rechazar ciertas otras? ¿O no puede aceptar o rechazar la adoración que le rinden individuos de diferentes confesiones, sea lo que sea que estas enseñen?
El apóstol Pablo escribió bajo inspiración divina: “Ahora los exhorto, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, a que todos hablen de acuerdo, y que no haya divisiones entre ustedes, sino que estén aptamente unidos en la misma mente y en la misma forma de pensar” (1 Corintios 1:10). Asimismo, la Biblia insta a los cristianos a ser “de la misma mente y tener el mismo amor, estando unidos en alma, teniendo presente el mismo pensamiento” (Filipenses 2:2).
Cuando tal unidad existe, el resultado natural es una sola religión. No en balde la Biblia dice que solo hay “un Señor, una fe, un bautismo” (Efesios 4:4, 5).
Lo que revela la Biblia
Que la anterior conclusión se apoya firmemente en las Escrituras lo prueban otros pasajes. Al examinarlos, aprendemos que Dios estableció un sistema de adoración para su pueblo. En las primeras etapas de la historia humana utilizó patriarcas, o jefes de familia, como sus representantes. Algunos patriarcas de renombre fueron Noé, Abrán (Abrahán), Isaac y Jacob (Génesis 8:18-20; 12:1-3; 26:1-4; 28:10-15).
Los descendientes de Jacob terminaron esclavizados en Egipto, donde a pesar de la cruel opresión a la que fueron sometidos, se multiplicaron hasta sumar varios millones. Dios los liberó de la servidumbre, los condujo milagrosamente a través del mar Rojo y los adoptó como pueblo, dándoles leyes por medio de Moisés. Así nació el pueblo de Israel, el pueblo de Dios (Éxodo 14:21-28; 19:1-6; 20:1-17).
Hay que resaltar que Dios no aprobaba los ritos religiosos de las naciones vecinas de Israel. Es más, castigó a su pueblo cuando este se desvió de Sus leyes y adoptó tales ritos (Levítico 18:21-30; Deuteronomio 18:9-12).
¿Qué tenían que hacer los forasteros que quisieran adorar al verdadero Dios? Tenían que romper con su religión falsa y adorar a Jehová junto a Israel. Muchos lograron la aprobación de Dios y fueron sus siervos leales. Entre ellos hubo mujeres, como Rahab la cananea y Rut la moabita; hombres, como Urías el hitita y el etíope Ébed-mélec, y grupos, como los gabaonitas. Salomón, rey de Israel, elevó una sincera plegaria a favor de todos los que, como estos extranjeros, se unieran al pueblo de Dios para practicar la adoración verdadera (2 Crónicas 6:32, 33).a
Después de que Jesús vino a la Tierra
Cuando Jesús fue enviado a la Tierra, la religión verdadera se cimentó en sus enseñanzas y los propósitos de Dios se hicieron muchísimo más claros. Con el tiempo, los verdaderos adoradores de Dios fueron llamados “cristianos” (Hechos 11:26). Por consiguiente, los judíos que quisieran obtener la aprobación divina debían abandonar su religión. No tenían dos sistemas religiosos de entre los cuales elegir ni podían rendir culto de forma individual. Como ya vimos en la Palabra de Dios, los verdaderos adoradores estaban unidos en “una fe” (Efesios 4:4, 5).
Hoy día, la idea de que Dios trate con la humanidad mediante una única religión pudiera parecer extrema y difícil de digerir; no obstante, esa es la conclusión a la que apunta la Biblia. Así lo entendieron muchas personas que antes adoraban a Dios a su manera y que luego se sumaron a los auténticos adoradores de Jehová. Cualquier recelo que hubieran albergado al principio fue sustituido por una inmensa alegría y grandes bendiciones. Por ejemplo, la Biblia cuenta de un etíope que tras abrazar el cristianismo y bautizarse, “siguió su camino regocijándose” (Hechos 8:39).
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