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  • Aprendió a ser misericordioso
    La Atalaya 2009 | 1 de abril
    • Su mensaje no pasó desapercibido. Seguramente, Jonás se había preparado para una respuesta hostil, o hasta violenta. Sin embargo, ocurrió algo totalmente inesperado: ¡la gente le hizo caso! Sus palabras se extendieron como reguero de pólvora, y en poco tiempo la condena profética de Jonás estaba en boca de todos. ¿Cuál fue el resultado? “Los hombres de Nínive empezaron a poner fe en Dios, y procedieron a proclamar un ayuno y a ponerse saco, desde el mayor de ellos aun hasta el menor de ellos.” (Jonás 3:5.) Ricos y pobres, poderosos y débiles, jóvenes y viejos... todos se arrepintieron de sus pecados. Finalmente, las noticias de la reacción del pueblo llegaron a oídos del mismísimo rey.

      El monarca también se contagió del temor de Dios. Se levantó de su trono, se quitó sus vestiduras reales, se vistió con la misma prenda rudimentaria que llevaban sus súbditos y “se sentó en las cenizas”. Luego promulgó un decreto junto con “sus grandes” —es decir, los nobles— para que todo el mundo se sumara al ayuno que se había iniciado voluntariamente. Ordenó que todos se vistieran de saco, incluidos los animales domésticos.c Además, el rey reconoció con humildad que su pueblo había cometido grandes maldades y que eran muy violentos. Al parecer, tenía la esperanza de que Dios viera su arrepentimiento y les mostrara misericordia, pues dijo: “¿Quién hay que sepa si el Dios verdadero [...] se vuelva de su cólera ardiente, de modo que no perezcamos?” (Jonás 3:6-9).

      Hay críticos a los que les cuesta creer que los ninivitas se arrepintieran de forma tan súbita. No obstante, algunos biblistas señalan que semejante reacción encaja con el carácter cambiante y supersticioso de esas culturas antiguas. En cualquier caso, el propio Jesucristo aludió tiempo después al arrepentimiento de los ninivitas (Mateo 12:41). Y sabía de lo que hablaba, pues cuando ocurrieron aquellos hechos, él estaba en el cielo y vio por sí mismo todo lo sucedido (Juan 8:57, 58).

  • Aprendió a ser misericordioso
    La Atalaya 2009 | 1 de abril
    • c Este detalle puede sonar extraño, pero existen precedentes en la antigüedad. El historiador griego Heródoto narra una ocasión en que los antiguos persas incluyeron a su ganado en ciertos ritos funerarios en honor de un general muy apreciado.

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