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Experimentación animal. ¿Beneficiosa o perjudicial?¡Despertad! 1990 | 8 de julio
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Experimentación animal. ¿Beneficiosa o perjudicial?
SI USTED se encuentra entre los muchos millones de personas que nacieron a principios de este siglo, bien sabrá que su longevidad ha superado por mucho lo que sus padres y el doctor o la comadrona que le asistieron al nacer esperaban. Si nació en Estados Unidos, Canadá o Europa, su esperanza de vida en el año 1900 era de unos cuarenta y siete años, y en otras partes del mundo la expectativa de vida era aún menor. Hoy día la esperanza de vida en muchos países es de más de setenta años.
Tenga la edad que tenga, usted vive en una época paradójica. Sus abuelos o bisabuelos presenciaron los incontrolables efectos de las numerosas enfermedades que diezmaron su generación. La viruela, por ejemplo, causó la muerte de miles de personas cada año y a millones las dejó marcadas con cicatrices para toda la vida. Las gripes también se cobraron sus víctimas —una sola epidemia provocó la muerte de 20 millones de personas en un solo año (1918-1919)—. Al terminar la primera guerra mundial, una epidemia de tifus mató a tres millones de personas en Rusia, y durante la segunda guerra mundial hubo epidemias de tifus en muchos otros países. Se calcula que durante las epidemias de tifus murieron un 25% de las personas infectadas.
La temible parálisis infantil, conocida más tarde con el nombre de poliomielitis, causó anualmente la muerte de unas treinta mil personas por todo el mundo y dejó tullidas a miles más, en especial niños. Algunos niños de tierna edad tampoco sobrevivieron a su primer ataque de fiebre tifoidea, difteria, escarlatina, sarampión, tos ferina o pulmonía. La lista parece interminable. De cada cien mil bebés que nacieron en 1915, unos diez mil murieron antes de cumplir su primer año. Los tumores cerebrales no se podían operar. Se desconocía la manera de poder desobstruir las arterias. Los médicos se veían impotentes para salvar a los que sufrían ataques de corazón y hablar de cáncer era hablar de muerte inapelable.
A pesar de las plagas mortíferas que han asolado al mundo desde finales del siglo pasado y antes, la esperanza de vida del hombre actual ha aumentado en unos veinticinco años. Por eso hoy día en muchas partes del mundo los niños tienen al momento de nacer una esperanza de vida de unos setenta años.
Precio que se ha pagado para salvar vidas
Afortunadamente, la mayoría de jóvenes de nuestros días han escapado de muchas de las enfermedades mortales que causaron el fallecimiento prematuro de muchos de sus antepasados. No obstante, quizás no les deleite saber que muchos de sus amigos del mundo animal —perros, gatos, conejos, monos y demás— fueron sacrificados por el bien de la ciencia médica ‘a fin de que hoy día la gente pudiese vivir una vida más larga y más sana’, como suelen expresarlo los científicos.
Casi todas las enfermedades que se han eliminado o controlado en este siglo —polio, difteria, paperas, sarampión, rubéola, viruela y otras—, se han vencido mediante la experimentación con animales. Los anestésicos y analgésicos, la alimentación y medicación intravenosa, los tratamientos de radiación y quimioterapia para el cáncer, todo ello se experimentó y probó eficaz primero con animales. Y estos no son más que unos cuantos ejemplos.
“Prácticamente no existe ningún tratamiento o procedimiento quirúrgico importante en la medicina moderna que se hubiera podido desarrollar sin la experimentación con animales —dijo el doctor Robert J. White, un eminente neurólogo—. Los experimentos con perros y otros animales condujeron al descubrimiento de la insulina y al control de la diabetes, a la cirugía a corazón abierto, al marcapasos para regular los latidos del corazón, y a todo el campo de los trasplantes de órganos. La polio [...] ha sido erradicada casi por completo de Estados Unidos gracias a vacunas preventivas perfeccionadas en monos. Al experimentar con animales, los investigadores han elevado el índice de curación de los niños afectados de leucemia linfocítica aguda de un 4% en 1965 a un 70% hoy día.”
El papel de la investigación animal lo confirma Harold Pierson, ex ayudante de laboratorio que trabajó bajo la dirección del doctor F. C. Robbins en la universidad Western Reserve, de Cleveland (Ohio, E.U.A.). Pierson dijo a ¡Despertad! que en el programa que habían seguido para descubrir una vacuna oral para la polio se utilizaron riñones de mono. El tejido procedente de un riñón servía para miles de pruebas. Él explicó: “A los monos se les mantenía en condiciones humanas y siempre se les anestesiaba para las operaciones. Desde luego, no se practicó ningún tipo de crueldad deliberada. Sin embargo, debido a tales operaciones, fueron víctimas involuntarias de crueldad científica”.
Las operaciones de corazón y la enfermedad de Alzheimer
Como resultado directo de la experimentación con animales, se han desarrollado nuevas técnicas quirúrgicas para desobstruir arterias ocluidas por depósitos de colesterol, con lo que se han evitado muchos ataques cardiacos, que constituyen la principal causa de muerte en el mundo occidental. Al experimentar primero con animales, los médicos aprenden la forma de eliminar con éxito tumores grandes del cerebro humano y también de volver a unir miembros cercenados —brazos, piernas, manos y dedos—. El doctor Michael DeBakey, quien llevó a cabo la primera operación de bypass coronario (derivación coronaria) con éxito, dijo: “En mi propio campo de investigación clínica, casi todos los avances nuevos en la cirugía cardiovascular se basaron en la experimentación animal”.
Respecto a la enfermedad de Alzheimer, el doctor Zaven Khachaturian, del National Institute of Aging, de Estados Unidos, dijo que aunque “hace ocho años nos encontrábamos en un punto cero, debido a nuestra dedicación a la investigación elemental del funcionamiento del cerebro desde los años treinta, ha habido un progreso increíble en las investigaciones sobre la enfermedad de Alzheimer”. La mayor parte del trabajo requirió el uso de animales, y el doctor comentó que en ellos está la clave para que continúe el progreso en este campo.
El SIDA y el Parkinson
En la actualidad, la investigación más crucial y la que hace que los científicos y los inmunólogos trabajen horas extraordinarias, es la que se lleva a cabo para encontrar una vacuna que combata la temible enfermedad del SIDA, que, según calculan algunos expertos, para el año 1991 matará a unas doscientas mil personas tan solo en Estados Unidos. En 1985 unos científicos del Regional Primate Center, de Nueva Inglaterra (E.U.A.), consiguieron aislar el virus STLV-3 (SIDA de los simios) en unos macacos e introducirlo en otros. El doctor Norman Letvin, inmunólogo de ese mismo centro, dijo: “Ahora que se ha aislado el virus, tenemos un modelo animal en el que podemos perfeccionar vacunas para monos y para humanos. Se puede aprender mucho más de un número muy pequeño de animales en un estudio controlado que lo que se podría aprender de observar a centenares de pacientes humanos que padezcan del SIDA”.
Unos doctores del Yerkes Regional Primate Research Center de la universidad Emory, de Atlanta (E.U.A.), fueron los primeros que, por medio de sus estudios con monos de la especie Rhesus, demostraron la viabilidad de implantar en el cerebro tejido productor de dopamina como tratamiento para la enfermedad de Parkinson. Desde 1985, los neurocirujanos han practicado este tipo de operación en pacientes humanos en el Hospital Universitario Emory. Los médicos consideran este hecho como un posible avance en la búsqueda de la curación para esta enfermedad.
El hombre ha recurrido a los animales para buscar las respuestas a las desconcertantes preguntas sobre cómo mejorar y mantener, aunque temporalmente, su vida imperfecta. No obstante, el uso de animales en el campo de la investigación médica plantea importantes cuestiones morales y éticas que no son fáciles de resolver.
[Recuadro en la página 5]
Experimentación animal: Una práctica antigua
EL EXTENSO uso que hacen los médicos y científicos de los animales para entender la fisiología del ser humano no es exclusivo de este siglo XX. Se han utilizado animales en el campo de la investigación médica durante por lo menos dos mil años. Ciertos registros de Alejandría (Egipto) indican que en el siglo III a. E.C. el filósofo y científico Erasístrato utilizaba animales para estudiar las funciones del organismo y las vio aplicables a los humanos. En el siglo IV, el famoso científico griego Aristóteles recopiló mediante su estudio de los animales información valiosa concerniente a la estructura y el funcionamiento del cuerpo humano. Cinco siglos después, el médico griego Galeno utilizó monos y cerdos para probar su teoría de que las venas llevan sangre y no aire.
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Experimentación animal. Reacciones violentas¡Despertad! 1990 | 8 de julio
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Experimentación animal. Reacciones violentas
SI SE pudiese computar el número exacto de cuadrúpedos que se utilizan en experimentos de laboratorio y como modelos para la investigación médica, la cifra total que daría por año en todo el mundo sería asombrosa. Se calcula que todos los años se utilizan tan solo en Estados Unidos por lo menos 17 millones de animales —como perros, gatos, primates, cobayas y conejos—. Las ratas y ratones componen el 85% de esta cifra. Como no hay registros exactos de cuántos de esos animales se utilizan ni dónde, algunos expertos consideran estas cifras como, a lo más, cálculos deficientes. Algunas fuentes dicen que el total para Estados Unidos se aproxima más a los cien millones. ¿Le resultan sorprendentes estas cifras?
Aunque el sacrificio de estos mamíferos no se ha llevado a cabo sin un propósito definido, ¿le produce aversión solo pensarlo? ¿Considera inmoral esta matanza? Millones de personas aborrecen el uso de animales en la investigación. Hay quienes afirman que el maltrato de animales es exclusivismo de especie. Ese tipo de exclusivista es la persona “partidaria de defender los intereses de su propia especie en contra de los de otras especies”. (Point/Counterpoint Responses to Typical pro-Vivisection Arguments [Reacciones contrarias a los argumentos típicos en pro de la vivisección].) Según los liberacionistas, los exclusivistas de especie “creen que el fin justifica los medios, y que hay que hacer mal [a los animales] para lograr bien [para los humanos]”.
Por otro lado, el punto de vista científico se resume en las siguientes preguntas: ¿Se siente usted agraviado por un sistema que aboga por la matanza de animales a fin de que los médicos puedan aprender nuevas técnicas para practicar operaciones en seres humanos o impedir la propagación de enfermedades mortíferas? ¿Está preparado para renunciar a nuevos fármacos y procedimientos médicos salvavidas porque sabe que primero se experimentaron con animales? ¿Estaría dipuesto o preferiría que para la experimentación quirúrgica, en lugar de a un animal se utilizase a su padre, a su madre o a un hijo suyo al que se le hubiese diagnosticado la muerte cerebral pero que su organismo aún estuviese vivo? Y, por último, queda la siguiente pregunta: si la investigación con un animal pudiera salvarle a usted o a un ser querido de una enfermedad atroz o de la muerte, ¿la rechazaría por opinar que es inmoral sacrificar a un animal para salvar a un ser humano? Hay quienes dirían que este dilema no es tan fácil de resolver.
Movimiento de liberación animal
No obstante, durante la década de los ochenta se produjo una creciente sensibilidad contra el uso de animales en el campo de la investigación. Hoy día esa sensibilidad se ha traducido en una red mundial de organizaciones activas que continúan aumentando en fuerza y número de miembros. Dichas organizaciones manifiestan abiertamente sus demandas de que se elimine por completo el uso de todos los animales para la experimentación médica o de laboratorio.
Los activistas en pro de los derechos de los animales se hacen oír mediante manifestaciones callejeras, presiones políticas, revistas y periódicos, radio y televisión, y, de forma más notable, mediante tácticas agresivas y violentas. Un prominente activista canadiense dijo lo siguiente respecto a este movimiento de liberación: “Se extiende con rapidez por Europa, Australia y Nueva Zelanda. En Estados Unidos cada vez es más poderoso, y en Canadá ha experimentado un crecimiento extraordinario. Hay un grupo de redes diseminadas por todo el mundo y la tendencia mundial es la de apoyar a los movimientos que defienden los derechos de los animales de una forma más agresiva”.
Algunas de estas ‘redes agresivas’ están dispuestas a utilizar la violencia para defender su causa. Durante los últimos años, por lo menos veinticinco laboratorios de investigación en Estados Unidos han sido objeto de actos de vandalismo por parte de grupos que defienden los derechos de los animales. En los laboratorios de algunas universidades han estallado bombas. Estos ataques han causado daños por valor de millones de dólares (E.U.A.). Se han destruido importantes registros, así como datos valiosos. Algunos animales de laboratorio han sido robados y puestos en libertad. En uno de tales actos se destruyó investigación valiosa sobre la ceguera infantil. También se ha destruido equipo costoso valorado en centenares de miles de dólares.
En una carta abierta dirigida a las autoridades universitarias y a los medios de comunicación, un grupo militante de la liberación animal se jactó de que destruir en unos doce segundos un microscopio valorado en diez mil dólares con una barra de acero que les había costado solo cinco dólares había sido “una operación muy rentable”. En otros centros de investigación, médicos y científicos encontraron sangre vertida sobre los archivos y los materiales de investigación, así como consignas liberacionistas pintadas con espráis en las paredes. En un informe se menciona “hostigamiento, incluso amenazas de muerte contra científicos y sus familias”. En Estados Unidos, los que abogan por la liberación animal han amenazado de muerte o con violencia a más de una docena de científicos. En 1986, un locutor dijo durante un programa de la BBC de Londres: “Lo que une a los activistas es la convicción de que en la guerra para libertar a los animales, la acción directa —la destrucción de la propiedad y hasta de la vida— está moralmente justificada”.
La dirigente de un movimiento de liberación animal dijo: “Nadie ha resultado herido, pero eso es una amenaza peligrosa [...]. Más tarde o más temprano alguien devolverá los golpes y alguna persona puede resultar herida”. En esa entrevista, que tuvo lugar en 1986, la misma dirigente liberacionista predijo que habría violencia en Gran Bretaña y Alemania occidental. Los casos de bombas incendiarias y actos de violencia que han tenido lugar hasta ahora han confirmado su predicción. En Estados Unidos ya se ha atentado contra la vida de un hombre cuya compañía experimenta con animales. La rápida acción por parte de la policía le salvó de una bomba. No obstante, no todos los que abogan por la liberación animal concuerdan con estas tácticas violentas e ilegales.
¿Por qué se oponen?
Según The Journal of the American Medical Association, “la mayoría de los que se preocupan por el uso que se hace de los animales en la investigación biomédica pueden dividirse en dos categorías generales: primero, los que se preocupan del bienestar de los animales y que no se oponen a la investigación biomédica, sino que quieren estar seguros de que a los animales se les trata de la forma más humana posible, que la cantidad de animales utilizados es estrictamente la mínima requerida y que tan solo se utilizan animales cuando es necesario”. Según encuestas recientes, este colectivo lo compone la mayoría que menos se hace oír.
Segundo, “los que se preocupan por los derechos de los animales y que adoptan una posición más radical y opuesta por completo al uso de animales en la investigación biomédica”. “Los animales tienen derechos fundamentalmente inalienables —dijo el codirector de uno de tales grupos—. Si un animal es capaz de notar dolor o sentir temor, entonces tiene derecho a que no se le trate así.” Otro portavoz dijo: “No existe ningún fundamento racional para decir que un ser humano tiene derechos especiales. Tanto da que sea una rata, un cerdo, un perro o un niño. Todos son mamíferos”.
Muchos de los que están profundamente convencidos de que hay que luchar por la liberación animal se oponen a que se utilicen animales para comer, para vestir, en los deportes y hasta como animales de compañía. Los que se oponen a que se pesque y coma pescado han arrojado al agua a pescadores. Hay quienes han sido víctimas de maltrato verbal en las calles por llevar prendas y complementos de piel. Personas con un punto de vista más radical respecto al uso y abuso de los animales han entrado por la fuerza en algunas tiendas y han destruido costosas prendas de piel. Uno de ellos dijo: “No tomaré huevos para desayunar ni llevaré artículos de cuero”. “Detrás de casi cada loncha de tocino magro y de cada huevo de apariencia inocua —advertía un boletín de la Humane Society, de Estados Unidos— se esconde una larga y oculta historia de sufrimiento intolerable.” Acompañado de fotografías de cerdas y gallinas confinadas a pequeñas pocilgas y jaulas, el boletín afirmaba que estas condiciones tan extendidas en la industria del cerdo y las aves de corral convierten un “plato de huevos con tocino en nada menos que ‘el desayuno de la crueldad’”. Es obvio que en la cuestión de la defensa de los derechos de los animales existen sentimientos muy intensos y sinceros.
Historias de terror
Muchas personas creen que la oposición a la investigación animal está plenamente justificada. Uno de los casos más infames tuvo que ver con el Head Injury Laboratory de una prestigiosa universidad americana. En unas videocintas robadas durante una incursión por parte de un movimiento de liberación animal se vio a “monos a los que se les golpeaba la cabeza en el interior de una máquina mientras los investigadores se reían por el comportamiento irregular de criaturas con el cerebro dañado”, informó la revista Kiwanis de septiembre de 1988. Esto hizo que el gobierno dejase de suministrar fondos a dicho laboratorio.
También se lleva a cabo la infame prueba de Draize, demasiado común en las industrias de cosméticos, champús, detergentes y lejías. Esta prueba se utiliza para medir el grado de irritación que pueden causar en los ojos de una persona aquellos productos que podrían introducirse en ellos por accidente. Suele realizarse colocando de seis a nueve conejos albinos en unos cepos de los que solo pueden sacar la cabeza y el cuello, lo que impide que se rasquen los ojos con las patas cuando les vierten en ellos la sustancia química. Se dice que los conejos chillan de dolor. Hasta muchos investigadores se oponen enconadamente a este tipo de prueba y tratan de que deje de utilizarse. Los movimientos en pro de los derechos de los animales han demostrado con documentos la veracidad de muchas historias de horror relacionadas con laboratorios de investigación animal.
Los que abogan por la liberación animal no tienen una opinión muy elevada del doctor Robert White, a quien citamos antes. La American Anti-Vivisection Society escribió que él “es el infame vivisector de Cleveland que ha trasplantado cabezas de monos y ha mantenido cerebros de monos vivos en un fluido fuera del cuerpo”.
Como sucede en el caso de muchas controversias, existen los dos extremos, pero también un término medio que trata de aprovechar los mejores efectos y eliminar los peores. Por ejemplo, ¿existen algunas alternativas prácticas a la experimentación animal? ¿Es el rechazo total a la investigación animal la única respuesta viable y equilibrada? En nuestro próximo artículo se tratarán estas preguntas.
[Fotografía en la página 6]
Conejos en cepos para hacerles la prueba de Draize en los ojos
[Reconocimiento]
PETA
[Reconocimiento en la página 8]
UPI/Bettmann Newsphotos
[Recuadro en la página 9]
Distintas opiniones
“CREO que los animales tienen derechos que, aunque diferentes a los nuestros, son igual de inalienables. Creo que los animales tienen derecho a que no les inflijamos dolor, temor o privación física. [...] Tienen derecho a que no se les trate brutalmente en ningún aspecto a fin de utilizarlos para alimento, entretenimiento o cualquier otro propósito.”—Roger Caras, naturalista, telediario de la cadena ABC (E.U.A.). (Newsweek, 26 de diciembre de 1988.)
“En líneas generales, no puedo pasar por alto el mucho bien que ha resultado de tal investigación. Vacunas, terapias, técnicas quirúrgicas y procedimientos desarrollados en laboratorios han incrementado sobremanera la esperanza de vida en el siglo pasado [...]. Por eso, no usar animales en el campo de la investigación podría verse como una opción inhumana: teníamos la manera de aprender cómo aliviar la enfermedad, pero no la utilizamos.”—Marcia Kelly, Health Sciences, otoño de 1989, universidad de Minnesota.
“Yo digo ‘no’ a la experimentación animal. No solo por razones éticas, sino sobre todo por razones científicas. Se ha demostrado que los resultados de los experimentos con animales no son de ningún modo aplicables a los seres humanos. Existe una ley natural conectada al metabolismo [...], según la que una reacción bioquímica, que ha sido establecida para una especie, solo es válida para esa especie en particular y no para otra. [...] La experimentación animal es falaz, inútil, cara y además cruel.”—Gianni Tamino, investigador de la universidad de Padua, la principal facultad de Medicina de Italia.
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Experimentación animal. Punto de vista equilibrado¡Despertad! 1990 | 8 de julio
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Experimentación animal. Punto de vista equilibrado
A PESAR de lo polémico que puede resultar el precio pagado, la mayoría de la gente cree que la investigación animal ha producido un gran bien a la humanidad. Incluso los que defienden los métodos violentos que se utilizan contra la experimentación animal han sido beneficiarios de los nuevos conocimientos médicos, procedimientos quirúrgicos y fármacos para combatir la enfermedad.
Martin Stephens, de la Humane Society, de Estados Unidos, dijo: “Tenemos que ser honrados y reconocer que se han conseguido algunos beneficios con la investigación animal, pero nuestro objetivo final es prescindir por completo de los animales”. (Parade Magazine, 9 de octubre de 1988.) “Admito —dijo Vicki Miller, presidenta de la Humane Society, de Toronto— que a finales del siglo pasado se les dio un uso bastante bueno a los animales. No se puede negar que el control de la diabetes provino de la investigación animal, pero ahora que disponemos de todo tipo de tecnologías alternativas, ya no se necesita.” (The Sunday Star, Toronto [Canadá].)
A esta misma crítica se le preguntó cómo respondería a los que plantean el siguiente argumento: “Si por salvar la vida de un bebé ha de morir una rata, merece la pena. Si no se investiga con animales, mueren bebés para salvar ratas”. La respuesta que ella dio al periódico Globe and Mail, de Toronto, fue: “Es una cuestión muy emotiva, por lo que ha sido casi imposible ganar. [...] Existe la cuestión de la rata o el bebé, y siempre se pierde”.
En el artículo anterior se planteó la pregunta: “Si la investigación con un animal pudiera salvarle a usted o a un ser querido de una enfermedad atroz o de la muerte, ¿la rechazaría usted?”. John Kaplan, profesor de Derecho de la universidad Stanford, de California, respondió lo siguiente en la revista Science de noviembre de 1988: “Los que se oponen a la investigación con animales raras veces insisten en sus principios y comunican a sus médicos que no utilicen los resultados de la investigación biomédica con animales cuando existe la posibilidad de que hacerlo beneficie a sus seres queridos o a ellos mismos, así como tampoco han estado dispuestos a renunciar a las ventajas de cualesquier avances futuros procedentes de la investigación animal. Podemos admirar los principios que impelen a los testigos de Jehová a rechazar transfusiones de sangre [...] y los que impelen a aquellos que se oponen a la caza de animales de piel fina a no llevar pieles, pero debemos combatir enérgicamente la ideología que motiva a los que se oponen a la investigación animal a no defender su causa mediante el ejemplo, sino a presentar argumentos poco honrados con el fin de deponer cada uno de los beneficios”.
“Al público se le debería informar —escribió el director de la revista Science en el número del 10 de marzo de 1989— que la investigación con animales también beneficia a otros animales. De hecho, una vacuna contra la peste bovina, virus que mata con lentitud y dolor a millones de cabezas de ganado, se perfeccionó mediante experimentos con animales; hoy día la Organización Mundial de la Salud utiliza esa vacuna para millones de cabezas de ganado en África.”
El punto de vista bíblico
Después del diluvio global de los días de Noé, Jehová Dios promulgó el siguiente decreto para Noé y su descendencia, de la que nuestra generación forma parte: “Todo animal moviente que está vivo puede servirles de alimento. Como en el caso de la vegetación verde, de veras lo doy todo a ustedes. Solo carne con su alma —su sangre— no deben comer”. (Génesis 9:1, 3, 4.) Las pieles de animales también podían utilizarse para confeccionar prendas de vestir, lo cual no sería una violación del dominio que Dios había concedido al hombre sobre el reino animal. (Génesis 3:21.)
“Si a los animales se les puede usar como alimento para sostener la vida de la gente —comentó la revista ¡Despertad! del 8 de noviembre de 1980—, parece razonable el que se les use en experimentos médicos para salvar vidas. No obstante, esto no da licencia para llevar a cabo experimentos inútiles que se efectúen repetidas veces sin ninguna restricción y que sometan a los animales a sufrimiento intenso.” Ciertamente, la crueldad despiadada hacia los animales es injustificable desde el punto de vista bíblico. (Éxodo 23:4, 5, 12; Deuteronomio 25:4; Proverbios 12:10.)
Muchos médicos y científicos admiten que el movimiento radical de los que se oponen a la investigación animal ha tenido algún resultado positivo. “Muchísimos puntos en los que insiste el movimiento que lucha por el bienestar de los animales son extremados pero justos”, admitió un científico. “Seguro que las vidas y los sufrimientos de los animales tienen que valer para algo”, declaró el científico americano Jeremy J. Stone. “Hay conocimiento que quizás se obtiene a un precio demasiado elevado”, aceptó el fisiólogo británico doctor D. H. Smith. “Concordamos con el deseo de hacer que la investigación sea menos dolorosa, de cuidar bien a los animales con los que experimentamos y de reducir el número de ellos”, dijo el doctor J. B. Wyngaarden, del Instituto Nacional de la Salud, de Estados Unidos. Y un activista en pro de la defensa de los animales admitió: “Utilizar animales sin ningún tipo de consideraciones solía ser casi una muestra de hombría. Hoy día se cree que hay que buscar otras alternativas”.
“Alternativas” es la palabra clave. Los científicos admiten que quizás nunca lleguen al punto de prescindir por completo de los animales en el campo de la investigación, pero no cesan de buscar alternativas dondequiera que sea posible. Por ejemplo, como ahora se dispone de un procedimiento químico, ya no se utilizan conejos para la prueba del embarazo humano ni cobayas para aislar el bacilo de la tuberculosis. Hay métodos de cultivo que en la actualidad salvan la vida de estos animales que de otra forma morirían. Otros procedimientos de cultivo de tejidos han reemplazado la experimentación llevada a cabo con algunos ratones, y muchos conejos destinados a la dolorosa prueba de Draize pueden librarse gracias a la alternativa de utilizar membrana de huevo de gallina para hacer la prueba. Lo cierto es que los que lamentan el sufrimiento de los animales esperan que se descubran muchas más alternativas, y pronto.
No obstante, la mayor alternativa a la experimentación animal será el tan esperado paraíso terrestre por el que los cristianos verdaderos han orado. Jehová Dios, el Creador amoroso, ha prometido que todas las enfermedades, y la propia muerte, serán erradicadas para siempre. En el nuevo mundo que Dios ha prometido, entre el hombre y los animales reinará siempre la paz, y no habrá nada que les haga sentir miedo. Tampoco habrá más enfermedades ni, por lo tanto, más necesidad de recurrir a la experimentación animal. La crueldad será cosa del pasado. (Isaías 25:8; 33:24; 65:25; Mateo 6:9, 10.)
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