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  • La enseñanza de la resurrección nos concierne
    La Atalaya 2005 | 1 de mayo
    • 1. ¿Cómo se convirtió la resurrección en causa de discordia entre los miembros del Sanedrín?

      CORRÍA el año 56 de nuestra era, y el apóstol Pablo se hallaba en Jerusalén tras concluir su tercer viaje misional. Lo habían detenido soldados romanos, pero se le hizo comparecer ante el Sanedrín, el tribunal supremo judío (Hechos 22:29, 30). Pablo notó que entre sus miembros había saduceos y fariseos, dos grupos religiosos que discrepaban en un tema importante: la resurrección. Los primeros la negaban, y los segundos la aceptaban. De modo que Pablo expuso su opinión sobre esta enseñanza diciendo: “Varones, hermanos, yo soy fariseo, hijo de fariseos. Respecto a la esperanza de la resurrección de los muertos se me está juzgando”. Al instante, la entera asamblea se sumió en el caos (Hechos 23:6-9).

      2. ¿Por qué estuvo Pablo dispuesto a defender su fe en la resurrección?

      2 Años atrás, cuando iba de camino a Damasco, Pablo recibió una visión en la que oyó la voz de Jesús. “¿Qué haré, Señor?”, le llegó a preguntar, y Jesús le respondió: “Levántate, sigue tu camino a Damasco, y allí se te dirá acerca de todo lo que te está señalado hacer”. Al llegar a la ciudad, Ananías, un servicial discípulo cristiano, halló a Pablo y le explicó: “El Dios de nuestros antepasados te ha escogido para que llegues a conocer su voluntad y veas al Justo [al resucitado Jesús] y oigas la voz de su boca” (Hechos 22:6-16). No es de extrañar, pues, que Pablo estuviera dispuesto a defender su fe en la resurrección (1 Pedro 3:15).

      Declaración pública de la esperanza de la resurrección

      3, 4. ¿Cómo demostró Pablo ser un tenaz defensor de la resurrección, y qué podemos aprender de su ejemplo?

      3 Tiempo después, Pablo compareció ante el gobernador Félix. En aquella ocasión, cuando “un orador público” llamado Tértulo presentó los cargos de los judíos contra él, acusándolo de sedición y de ser el cabecilla de una secta, Pablo respondió con una franca réplica: “Esto sí te confieso, que, según el camino que ellos llaman ‘secta’, de esta manera estoy rindiendo servicio sagrado al Dios de mis antepasados”. Y, abordando el tema principal, afirmó: “Tengo esperanza en cuanto a Dios, esperanza que estos mismos también abrigan, de que va a haber resurrección así de justos como de injustos” (Hechos 23:23, 24; 24:1-8, 14, 15).

      4 Unos dos años más tarde, el sucesor de Félix, Porcio Festo, pidió al rey Herodes Agripa que interrogara a Pablo, quien se hallaba preso. Festo le explicó que los acusadores contradijeron la afirmación de Pablo de que “cierto Jesús que estaba muerto [...] estaba vivo”. En su defensa Pablo argumentó: “¿Por qué se juzga increíble entre ustedes el que Dios levante a los muertos?”. Y añadió: “Porque he obtenido la ayuda que proviene de Dios, continúo hasta este día dando testimonio tanto a pequeño como a grande, pero no diciendo ninguna cosa salvo las que los Profetas así como Moisés declararon que habían de efectuarse: que el Cristo había de sufrir y, como el primero en ser resucitado de entre los muertos, iba a publicar luz tanto a este pueblo como a las naciones” (Hechos 24:27; 25:13-22; 26:8, 22, 23). ¡Qué tenaz defensor de la resurrección! Como Pablo, también nosotros podemos proclamar convencidos que habrá una resurrección. Ahora bien, ¿qué reacción cabe esperar de la gente? Probablemente la misma que él recibió.

      5, 6. a) ¿Cómo reaccionó la gente que escuchó a los apóstoles defender la resurrección? b) ¿Qué es preciso hacer al tiempo que expresamos nuestra esperanza en la resurrección?

      5 Veamos lo que le sucedió a Pablo tiempo atrás cuando estuvo en Atenas, durante su segundo viaje misional (alrededor de los años 49 a 52). El apóstol habló con personas que creían en muchas deidades y las instó a conocer el propósito de Dios de juzgar con justicia la tierra habitada mediante un varón a quien había nombrado, que era el mismísimo Jesús. Pablo expuso que Dios había suministrado una garantía habiendo resucitado a Jesús. ¿Cómo reaccionaron sus oyentes? Dice el relato: “Pues bien, al oír de una resurrección de muertos, algunos empezaron a mofarse, mientras que otros dijeron: ‘Te oiremos acerca de esto hasta en otra ocasión’” (Hechos 17:29-32).

  • La enseñanza de la resurrección nos concierne
    La Atalaya 2005 | 1 de mayo
    • La fe y la resurrección

      7, 8. a) Según se muestra en una carta a la congregación corintia del siglo primero, ¿cómo puede resultar en vano la fe? b) ¿Por qué distingue a los verdaderos cristianos tener un concepto claro de la resurrección?

      7 No todos los cristianos del siglo primero aceptaron enseguida la esperanza de la resurrección. A algunos les costó, como a ciertos miembros de la congregación de Corinto. A estos, Pablo escribió: “Les transmití, entre las primeras cosas, lo que yo también recibí: que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras; y que fue enterrado, sí, que ha sido levantado al tercer día según las Escrituras”. Luego confirmó esta verdad diciendo que el Cristo resucitado “se apareció a más de quinientos hermanos”, la mayoría de los cuales aún estaban vivos (1 Corintios 15:3-8). Y agregó: “Si de Cristo se está predicando que él ha sido levantado de entre los muertos, ¿cómo dicen algunos entre ustedes que no hay resurrección de los muertos? Realmente, si no hay resurrección de los muertos, tampoco ha sido levantado Cristo. Pero si Cristo no ha sido levantado, nuestra predicación ciertamente es en vano, y nuestra fe es en vano” (1 Corintios 15:12-14).

      8 En efecto, la enseñanza de la resurrección reviste tanta importancia que si no se acepta, la fe cristiana resulta inútil. Es más, tener un concepto claro de la resurrección distingue a los verdaderos cristianos de los falsos (Génesis 3:4; Ezequiel 18:4). Por eso, Pablo la incluye en “la doctrina primaria” y nos exhorta a que “pasemos adelante a la madurez”. “Y esto lo haremos —afirma él—, si Dios en realidad lo permite.” (Hebreos 6:1-3.)

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