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¿Puede tener más sentido la vida?La Atalaya 2000 | 15 de julio
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EL VALOR nominal y el valor real no siempre coinciden. El mayor billete de banco emitido en Estados Unidos era de 10.000 dólares, mientras que el papel en el que estaba impreso solo valía unos centavos.
¿Se ha preguntado alguna vez si pueden dar verdadero sentido a su vida unos papeles con poco valor intrínseco? Muchos piensan que sí. Millones de personas trabajan día y noche para ganar todo lo que les sea posible. A veces, van en pos del dinero a costa de la salud, los amigos y hasta la familia. ¿Para qué? ¿Puede traer satisfacción real y duradera el dinero, o lo que compremos con él?
Según los investigadores, cuanto más buscamos la satisfacción en las posesiones materiales, menos probabilidades hay de que la encontremos. El periodista Alfie Kohn ha llegado a la conclusión de que “la satisfacción sencillamente no se vende. [...] Quienes piensan que en la vida lo más importante son las riquezas suelen experimentar un grado insólito de inquietud y depresión, así como un menor nivel general de bienestar” (International Herald Tribune).
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Cómo puede tener más sentido la vidaLa Atalaya 2000 | 15 de julio
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UN ANTIGUO proverbio dice: “No te afanes por obtener riquezas. Cesa de tu propio entendimiento. ¿Has hecho que tus ojos les echen un vistazo, cuando no son nada? Porque sin falta se hacen para sí alas como las de un águila y vuelan hacia los cielos” (Proverbios 23:4, 5). En otras palabras: no es prudente agotarse tratando de enriquecerse, pues las riquezas pueden irse volando como si poseyeran las alas de un águila.
Como indica la Biblia, las posesiones materiales pueden desaparecer rápidamente. Quizá se desvanezcan de la noche a la mañana por causa de un desastre natural, una crisis económica u otras circunstancias imprevistas. Además, hasta los que consiguen prosperidad material suelen sentirse desilusionados. Veamos el caso de John, cuyo trabajo consistía en actuar ante políticos, figuras del deporte y la realeza.
John dice: “Me dediqué por completo a mi trabajo. Prosperé económicamente, me alojé en hoteles lujosos y, en ocasiones llegué a ir al trabajo en un avión privado. Al principio me gustaba, pero con el tiempo llegó a aburrirme. La gente para la que actuaba me parecía superficial. Mi vida no tenía sentido”.
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