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¿Anhela usted un mundo justo?La Atalaya 1997 | 15 de noviembre
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¿Anhela usted un mundo justo?
UN VELERO de madera, de tres mástiles y dos cubiertas, se acerca a la costa de lo que en la actualidad es Cape Cod (Massachusetts, E.U.A.). La tripulación y los 101 pasajeros que van a bordo se encuentran agotados debido a que han estado embarcados durante sesenta y seis días. Han realizado un arduo viaje a través del océano Atlántico a fin de escapar de la persecución religiosa y la penuria económica.
Cuando los pasajeros de esta embarcación, llamada Mayflower, divisan tierra el 11 de noviembre de 1620, sus ojos brillan con la esperanza de un nuevo comienzo. Deseosos de colocar los cimientos de un mundo mejor, la mayoría de los varones adultos del grupo firman el acuerdo del Mayflower, en el cual convienen en promulgar “leyes justas y ecuánimes” para “el bienestar general de la colonia”. ¿Se ha hecho realidad su sueño de un mundo justo, de rectitud moral e imparcialidad para todos?
Pese a que el acuerdo firmado a bordo del Mayflower se considera un pilar del sistema de gobierno estadounidense, ese país está tan plagado de injusticias como todos los demás. Piense, por ejemplo, en el caso de un hombre al que la policía disparó mientras procuraba huir después de haber asaltado y tiroteado al dueño de una tienda. Demandó a la policía y a la ciudad de Nueva York, y recibió una indemnización de millones de dólares.
Analice otro ejemplo. Mientras los estudiantes de una escuela de derecho se examinaban para el título de abogado en Pasadena (California, E.U.A.), uno de ellos sufrió un ataque y se desplomó. Dos estudiantes que se encontraban cerca de él lo auxiliaron de inmediato aplicándole el método de resucitación cardiopulmonar por espacio de cuarenta minutos hasta que llegaron los paramédicos. Sin embargo, cuando solicitaron tiempo compensatorio para terminar el examen, la persona encargada se lo negó.
También está el asunto del castigo por la comisión de delitos. Ed Rubenstein, analista de asuntos económicos, manifestó: “La mayoría de los actos delictivos no conducen al arresto. No se lleva a juicio a muchas de las personas arrestadas. A muchos convictos se les pone en libertad condicional. Desde la óptica del delincuente, existe cierta probabilidad, pero no la seguridad, de recibir el castigo que se esperaría”. Al analizar los datos sobre el robo, llegó a la conclusión de que el futuro ladrón “eludirá el encarcelamiento en el 98% de los casos”. La poca probabilidad de que se le castigue produce como resultado más delincuencia y más víctimas. (Eclesiastés 8:11.)
En muchos países, una minoría adinerada acumula cada vez más riquezas mientras que las masas pobres se enfrentan a la injusticia económica. Dicha injusticia abunda cuando, debido al color de la piel, la ascendencia étnica, el idioma, el sexo o la religión, la gente dispone de pocas posibilidades de mejorar sus condiciones de vida, o siquiera de sustentarse. Por ejemplo, The New York Times informó que “en el sur de Asia, donde predomina el hinduismo, 250 millones de personas —la mayoría de ellas de la India y Nepal— nacen y mueren en calidad de intocables”. Como consecuencia, la pobreza, el hambre y la enfermedad han hecho estragos entre ellas. Se ven afligidas por la injusticia desde que nacen hasta que mueren.
¿Qué puede decirse de lo que parecen ser injusticias que se deben a factores sobre los que el ser humano no tiene dominio? Piense en los niños que nacen con defectos congénitos, como la ceguera, el retraso mental o la deformidad. Si una mujer diera a luz un bebé tullido o muerto, mientras que cerca de ella otras mujeres estrecharan entre sus brazos a niños saludables, ¿no le embargaría a esta un sentimiento de injusticia?
Por desgracia, la injusticia abunda y también sus frutos: el sufrimiento intenso y la falta de paz, alegría y satisfacción. Muchas personas, indignadas por la injusticia que ven o de la que son víctimas, han recurrido a la violencia, y de esa forma han ocasionado más sufrimiento humano. La mayoría de las guerras se han peleado por motivos que los implicados han considerado injusticias.
¿Por qué no ha podido el hombre producir un mundo justo? ¿Es tan solo un sueño tal mundo?
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Un mundo justo no es solo un sueñoLa Atalaya 1997 | 15 de noviembre
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¿Por qué ha fracasado el hombre?
Un factor principal implicado en el fracaso de los intentos de instaurar un mundo justo es el defecto que hemos heredado de Adán y Eva, nuestros primeros padres. La Biblia dice: “Por medio de un solo hombre el pecado entró en el mundo, y la muerte mediante el pecado, y así la muerte se extendió a todos los hombres porque todos habían pecado”. (Romanos 5:12.) El defecto es el pecado. Aunque fueron creados perfectos, Adán y Eva optaron por rebelarse contra Dios y de esa forma se hicieron pecadores. (Génesis 2:16, 17; 3:1-6.) Como consecuencia, dejaron a sus hijos un legado de tendencias pecaminosas e impropias.
¿No son los rasgos de la personalidad tales como la codicia y el prejuicio fruto de las tendencias pecaminosas? Y, ¿no son dichos rasgos los factores que potencian las injusticias del mundo? La codicia, pues, es la causa subyacente del daño intencional al medio ambiente y de la opresión económica. No hay duda de que los conflictos étnicos y las injusticias raciales son un producto del prejuicio. Los mencionados rasgos también llevan a la gente a robar, engañar y obrar de otros modos en perjuicio del prójimo.
Aun los esfuerzos por actuar con justicia y hacer el bien motivados por las más nobles intenciones suelen fracasar debido a nuestras inclinaciones pecaminosas. Hasta el apóstol Pablo confesó: “Lo bueno que deseo no lo hago, pero lo malo que no deseo es lo que practico”. Respecto a esta lucha, agregó: “Verdaderamente me deleito en la ley de Dios conforme al hombre que soy por dentro, pero contemplo en mis miembros otra ley que guerrea contra la ley de mi mente y que me conduce cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros”. (Romanos 7:19-23.) Es probable que hoy en día nos enfrentemos a la misma lucha. Debido a ella se producen injusticias con tanta frecuencia.
El modo de gobernar del hombre también contribuye a las injusticias del mundo. En todos los países existen leyes y quienes velan por su cumplimiento, así como, por supuesto, jueces y tribunales. Si bien es cierto que algunos hombres de principios han tratado de promover los derechos humanos y la justicia ecuánime para todos, la mayoría de sus intentos han fracasado. ¿Por qué? Resumiendo los diversos factores implicados, Jeremías 10:23 indica: “Bien sé yo, oh Jehová, que al hombre terrestre no le pertenece su camino. No pertenece al hombre que está andando siquiera dirigir su paso”. Al estar alejado de Dios, el hombre sencillamente no es capaz de instaurar un mundo recto y justo. (Proverbios 14:12; Eclesiastés 8:9.)
Una gran barrera que impide que el hombre consiga un mundo justo lo constituye Satanás el Diablo. La Biblia dice sin ambages que este ángel rebelde es el “homicida” y el “mentiroso” original, y que “el mundo entero yace en el poder del inicuo”. (Juan 8:44; 1 Juan 5:19.) El apóstol Pablo lo llama “el dios de este sistema de cosas”. (2 Corintios 4:3, 4.) Puesto que odia la justicia, Satanás hace todo lo posible por fomentar la iniquidad. En tanto él domine el mundo, las injusticias de todo tipo y los ayes resultantes esclavizarán a la humanidad.
¿Significa todo lo anterior que la injusticia es un mal inevitable en la sociedad humana? ¿Es la instauración de un mundo justo un sueño imposible?
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