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Ya no es un libro prohibido¡Despertad! 1986 | 8 de junio
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Ya no es un libro prohibido
EN ALGUNOS países católicos, la actitud de la Iglesia Católica respecto a la Biblia ha cambiado drásticamente en las últimas décadas. Los católicos de mayor edad todavía recuerdan la época cuando se miraba con desagrado —si no era que se condenaba por completo— la lectura de la Biblia. En muchos países predominantemente católicos la gente común consideraba la Biblia como un libro protestante que no se debía leer.
Sobre la situación que existía en Francia durante los siglos XVIII y XIX, el señor Georges Auzou, profesor de las Sagradas Escrituras en el Seminario Mayor de Ruán, Francia, escribió —en su libro La Parole de Dieu (La Palabra de Dios), que cuenta con la aprobación de la iglesia— lo siguiente: “No se animaba la lectura de la Biblia. [...] De hecho, aparte del clero y de algunos círculos de intelectuales, los católicos ya no leían el santo Libro. Había desaparecido de las librerías [católicas]. Continuamente se promovía la idea de que la Biblia era un libro peligroso y hasta malsano [...] Fue proscrito rotundamente en los conventos de monjas y en las instituciones educativas cristianas [católicas]”.
Entonces los asuntos comenzaron a cambiar. Mignot, obispo católico de Fréjus y Tolón, Francia, escribió en el prefacio del Dictionnaire de la Bible (1891-1912) de Vigouroux: “Ciertamente estamos presenciando un despertamiento respecto al estudio de la Biblia en Francia. Hace veinte años [las preguntas bíblicas] [...] interesaban solo a un círculo muy limitado de iniciados. [...] Se le daba cada vez menos importancia a la lectura y al estudio de la Biblia. Nunca se consideraban esos temas, y si por casualidad algún lego piadoso citaba de Isaías o Proverbios, ¡la gente lo miraba de manera sorprendida y sospechaba que este tenía inclinaciones protestantes!”.
Ante la creciente actividad de las sociedades bíblicas protestantes, en 1893, 1920 y 1943 los papas León XIII, Benedicto XV y Pío XII publicaron, respectivamente, encíclicas en cuanto al estudio de la Biblia. Pero estas cartas papales influyeron más en los teólogos y el clero que en el público católico.
El verdadero cambio vino con el segundo concilio Vaticano (1962-1965). El concilio declaró: “El santo Sínodo también insta encarecida y especialmente a todos los fieles cristianos, en especial a los religiosos, a aprender mediante la lectura frecuente de las Escrituras divinas el ‘sublime conocimiento de Cristo Jesús’ (Fili. 3,:8). ‘Porque desconocer las Escrituras es desconocer a Cristo.’ [dijo Jerónimo]”.
Así, en 1966 los autores del libro A Guide to Catholic Reading (Una guía para lectura católica) escribieron: “Por siglos el católico medio ha creído que la Biblia es un libro inspirado divinamente y que, con la tradición, es la fuente de toda enseñanza católica. Pero también se le ha advertido que ejerza extrema precaución al emprender la lectura de la Biblia y se le ha animado a que la lea, preferiblemente, bajo estrecha supervisión clerical o religiosa. [...] Afortunadamente la situación ha cambiado radicalmente y hoy día se insta, se exhorta y se suplica a los católicos de todo lugar que lean el Libro de Libros”. (Cursivas nuestras.)
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¿La Biblia, o la tradición?... un dilema para los católicos sinceros¡Despertad! 1986 | 8 de junio
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¿La Biblia, o la tradición?... un dilema para los católicos sinceros
EN LOS últimos años se ha hecho cada vez más fácil obtener la Biblia en países católicos. Por ejemplo, en España se han publicado más traducciones de las Santas Escrituras en castellano en los pasados 50 años que en los 500 años antes de eso. De igual manera, los católicos franceses tienen a su disposición varias versiones de la Biblia, aprobadas por la iglesia, que han sido traducidas de los idiomas originales. También los escriturarios católicos de habla inglesa han producido algunas traducciones nuevas de la Biblia.
Así que hoy día cualquier católico que quiera leer la Biblia puede hacerlo. Pero es preciso que lea una versión debidamente aprobada, la cual debe contener notas explicativas. ¿Por qué impone esta condición la Iglesia Católica? Porque afirma que hay otra fuente de revelación divina —la tradición— y dichas notas se consideran necesarias para armonizar una cosa con la otra. Ahora, ¿cuál de las dos fuentes —la Biblia, o la tradición— considera más importante la iglesia?
Permitida, pero no es esencial
El libro A Catholic Commentary on Holy Scripture plantea la pregunta: “¿Es necesario leer la Biblia para alcanzar la salvación?”. En respuesta declara: “No hay precepto universal, ni divino, ni apostólico, que diga que los fieles —todo hombre, mujer y niño— deba leer personalmente la Biblia”.
Así, aunque la Iglesia Católica ahora permite que sus miembros lean las Santas Escrituras, y hasta les otorga una indulgencia plenaria “si la lectura dura por lo menos media hora”, no considera que dicha lectura bíblica sea indispensablea. Al explicar la razón, el Dictionnaire de la Bible, católico francés, declara: “La tradición es el conducto más común por el que toda enseñanza de la fe llega a la humanidad. El uso del Nuevo Testamento vino después. Este no contiene el entero depósito de la fe, y el uso de él no es esencial”.
Se antepone la tradición a la Biblia
Por lo tanto, no se exige que los católicos lean la Biblia. Y aunque la leyeran, esta debe ocupar un lugar secundario; la tradición es primero. La Iglesia Católica afirma que los cristianos primitivos dependieron de la tradición oral antes de recibir la Palabra escrita y que, por consiguiente, se deben entender las Escrituras a la luz de la tradición que la iglesia ha preservado.
En confirmación de este punto de vista, cierto libro que ha sido preparado para ayudar a los católicos de habla francesa a leer la Biblia declara: “La revelación divina, aun la que se expresa predominantemente en las Escrituras, le fue confiada a una comunidad de fieles, la Iglesia viva; esto hace surgir la cuestión vital de la relación que existe entre la Biblia, la Tradición y la Iglesia. [...] Esta luz adicional [de las Escrituras], una vez dada, se une al tesoro de la Tradición y la completa. [...] Por lo tanto, las Escrituras dependen enteramente de la Tradición”. (Initiation Biblique, páginas 963, 971.) (Cursivas del autor.)
¿Cuánta confianza tendrá un católico sincero en la Biblia cuando lea las siguientes palabras en un libro escrito por un profesor católico de las Sagradas Escrituras: “La tradición precede, abarca y acompaña las Escrituras, y va más allá de lo que estas dicen”b? ¿O qué pensará él si toma en sus manos A Catholic Dictionary y lee esto: “La Iglesia [...] afirma que toda Escritura es la palabra de Dios, pero a la misma vez sostiene que hay una palabra de Dios no escrita superior a las Escrituras”?
El dilema de los católicos que leen la Biblia
Por siglos el católico común aceptó el dogma de la iglesia sin ponerla en tela de juicio porque no tenía nada con qué medir la veracidad de sus doctrinas. La mayoría de los católicos aprendieron su fe de memoria, en las clases de catecismo. Si pedían al catequista, o a su sacerdote, que les explicara doctrinas difíciles de entender, como la Trinidad o la Inmaculada Concepción de María, con toda probabilidad la explicación que recibían era: “Eso es un misterio sagrado”.
Pero el segundo concilio Vaticano cambió las cosas. La Iglesia Católica Romana experimentó un aggiornamento, o un ponerse al día, que abrió el camino —como nunca antes— para que los católicos se hicieran un autoexamen. El Vaticano II dio su aprobación para que se publicaran más “traducciones adecuadas y correctas” de la Biblia, y dio instrucciones a los obispos católicos para que “dieran a los fieles bajo su cuidado instrucción apropiada respecto al uso correcto de los libros divinos”. Así, el católico común puede ahora obtener la Biblia, leerla y comparar lo que dice con lo que se le ha enseñado.
No obstante, este cambio no se ha llevado a cabo sin que se hayan creado problemas. Muchos católicos están descubriendo, por primera vez en su vida, que gran parte del dogma de la iglesia no se halla en ninguna parte de la Biblia. Entre esas enseñanzas está la devoción a María, las oraciones a los “santos”, la veneración de reliquias, las indulgencias, el purgatorio y el limbo.
Concerniente a este último, A Catholic Dictionary reconoce: “Se tenía una repugnancia natural a la creencia de que se hubiera de atormentar en el infierno a los que no habían cometido pecado alguno, y esta dificultad hizo que los teólogos adoptaran diversas teorías a modo de escape”. El limbo es una de esas teoríasc.
Sin embargo, la Biblia declara que los muertos están durmiendo en el sepulcro, esperando la resurrección. (Eclesiastés 9:5, 10; Juan 5:28, 29.) Puesto que no hay tal cosa como un alma inmortal, no puede haber un infierno de tormento. ¡Así que no era necesario inventar la teoría del limbo para salir del atolladero teológico! Este es solo un ejemplo del dilema en que se hallan ahora muchos católicos que leen la Biblia. ¿En qué van a creer ellos, en las tradiciones que el hombre ha inventado, o en la Biblia?
Un dilema para la Iglesia Católica
Pero el problema es aún mayor. Probablemente un sacerdote evada dicho dilema del católico individual por medio de decir: ‘No hay problema. La tradición completó la revelación de la Biblia. Acepte la tradición de la Iglesia’. Sin embargo, el asunto no es tan sencillo como parece.
Paul Henry, un profesor jesuita del Instituto Católico de París, escribió: “Las Escrituras son normativas [establecen una norma autoritativa] para la vida, la adoración, la moralidad y la doctrina teológica de la Iglesia. Normativas, no en el sentido de que todo lo que Dios haya revelado o lo que Él desee esté escrito explícitamente en las Escrituras, sino en virtud de que nada de lo que la Iglesia haya hecho o enseñado infaliblemente puede ser contrario a las Escrituras”.
Es suficientemente malo afirmar que la tradición completa las Santas Escrituras. Esto, en sí, es contrario a lo que pueden leer los católicos en su Biblia en 1 Corintios 4:6. Pero el enseñar dogmas —como el fuego del infierno, el purgatorio y el limbo— que no solo no se hallan en la Biblia, sino que claramente son ‘contrarias a las Escrituras’, coloca a la Iglesia Católica entre la espada y la pared. (Ezequiel 18:4, 20; Romanos 6:23.)
Examine la tradición a la luz de la Biblia
En el segundo concilio Vaticano, la Iglesia Católica públicamente instó “a todos los cristianos fieles” a ocuparse en la “lectura frecuente de las Escrituras divinas”.
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‘¡Que todos fueran profetas!’¡Despertad! 1986 | 8 de junio
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La obra de educación bíblica del católico
La tercera asamblea general de la Federación Mundial Católica para el Apostolado Bíblico se celebró en Bangalore, India, en agosto de 1984. Se reunieron allí delegados de 53 países. La Federación se fundó en Roma en 1969. Eso fue tres años después que el papa Paulo VI comisionó a un cardenal alemán en Roma para que estudiara las necesidades de la Iglesia Católica en asuntos relacionados con la Biblia. El presidente actual es el monseñor Ablondi, obispo de Liorna, Italia.
Al exhortar a la Federación a repasar sus metas, el papa Juan Pablo dijo en su mensaje: “La Federación está comprometida a ayudar a los católicos por todas partes del mundo a tener fácil acceso a la Palabra de Dios. [...] Ciertamente, toda actividad y todo testimonio en la Iglesia debe manar de la Palabra viva [...] El ‘oficio profético’ del Pueblo de Dios se debe ejercer conscientemente como un verdadero servicio de la Palabra. [...] Al participar en la obra de traducción, publicación y difusión de la Palabra, uno se ocupa en satisfacer las necesidades de los que tienen hambre y sed de la Palabra de Dios. (Compárese con Amós 8:11.) Esto aplica también a la obra de instruir a los que un día se dedicarán a enseñar y predicar las Sagradas Escrituras”.
En armonía con su tema, este congreso bíblico católico dijo en su declaración final: “La Federación es consciente de que si todo el Pueblo de Dios va a desempeñar su parte profética, tiene que tener acceso a la Palabra de Dios (un ejemplar personal de la Biblia en su propio idioma). Tiene el derecho de que se le eduque en el conocimiento de las Escrituras [...] Esta Asamblea reitera que la obra de evangelizar de la Iglesia gira en torno a lo que dice la Biblia”.
Una posición imposible de sostener
Así, a los católicos se les anima ahora no solo a leer la Biblia, sino a participar activamente en una obra de evangelizar que gira en torno a lo que la Biblia dice. Esto es algo digno de encomio. Pero los coloca en una posición imposible de sostener.
Por un lado, la Iglesia Católica enseña que la tradición tiene prioridad sobre la Biblia. ¿Cómo puede esperarse que un católico llegue a ser un maestro celoso de la Biblia y a la vez permanezca fiel a su iglesia? Por ejemplo, él leerá en la Biblia: “El alma que pecare, ésa perecerá”. (Ezequiel 18:4, 20, Nácar-Colunga, versión católica; compárese con Bover-Cantera.) Pero su iglesia enseña que el alma es inmortal y que todas las almas están ya sea en el infierno, el limbo, el purgatorio o el cielo. ¿Qué enseñará él... el dogma católico, o la Biblia?
Además, la Iglesia Católica aprueba la publicación de ediciones de la Biblia que contienen notas y comentarios que lo que hacen es socavar la confianza del lector en que la Biblia es la Palabra inspirada de Dios. Por ejemplo, en la introducción que dice “Cómo leer su Biblia”, The New American Bible, cuyo prólogo es una bendición del papa Paulo VI, dice: “¿Cómo sabe uno si está tratando con historia o con alguna forma de habla figurativa? [...] La mayoría de los científicos sostienen que la especie humana, de un modo u otro, se desarrolló de formas de vida inferiores. Este conocimiento ha ayudado a los cristianos a reconsiderar el ‘cómo’ de la actividad creativa de Dios y a entender que los capítulos 2 y 3 de Génesis no son una lección de antropología, sino una alegoría que nos enseña que el pecado es raíz de todo mal”.
De modo que antes que los lectores de esta Biblia católica siquiera lleguen a las primeras páginas de Génesis se les dice que lo que leerán no es historia, sino sencillamente una alegoría. Esto equivale a decir que Jesús usó una alegoría como fundamento de la monogamia cristiana al usar a Adán y Eva de ejemplo. (Mateo 19:3-9; Génesis 1:27; 2:24.) Además, si la humanidad no tuvo un antepasado común, la doctrina cristiana fundamental respecto al sacrificio de Jesús se derrumba. (Mateo 20:28; Romanos 5:12, 17-19; 1 Corintios 15:45.)
Esta misma Biblia católica llega hasta el punto de suscitar dudas sobre la autenticidad de las palabras de Jesús que están registradas en la Biblia. Bajo “Cómo leer su Biblia”, dice: “Debemos tener presente que no era la intención de los escritores de los Evangelios escribir historia en el sentido científico de la palabra [...] ¿Participó Jesús en estas conversaciones? ¿Contestó exactamente como lo relata la Biblia? No se puede decir con certeza que así sea”.
¿Cómo puede esperarse que los católicos sinceros lean la Biblia con fe y se ‘dediquen a enseñar y predicar las Santas Escrituras’ a otros cuando su iglesia aprueba la publicación de tales declaraciones que destruyen la fe? Y comentarios que socavan la fe, semejantes a estos, se hallan también en la Biblia de Jerusalén, y en otras Biblias y enciclopedias católicas.
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