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    Perspicacia para comprender las Escrituras, volumen 1
    • A Pablo lo azotaron con varas en la ciudad de Filipos, un incidente que luego utilizó contra sus perseguidores, aprovechando la oportunidad para defender y establecer legalmente las buenas nuevas que predicaba. Pablo había sido azotado en público y echado en prisión, pero cuando los magistrados supieron que era ciudadano romano, tuvieron mucho temor, y no solo por haberlo azotado, sino por haberlo hecho sin ni siquiera haberlo juzgado y condenado. Además, tanto él como Silas habían sido expuestos en público como malhechores. En consecuencia, cuando los magistrados ordenaron que ambos fuesen puestos en libertad, Pablo dijo: “Nos fustigaron públicamente sin ser condenados, a nosotros que somos hombres romanos, y nos echaron en la prisión; ¿y ahora nos echan fuera secretamente? ¡No, por cierto!, antes, que vengan ellos mismos y nos saquen”. Los magistrados tuvieron que disculparse personalmente por su error, pues el relato dice: “De modo que los alguaciles informaron estos dichos a los magistrados civiles. Estos tuvieron temor al oír que los hombres eran romanos. Por consiguiente, vinieron y les suplicaron y, después de sacarlos, les solicitaron que partieran de la ciudad”. (Hch 16:22-40.) Así se pudo conseguir que la predicación de las buenas nuevas quedara vindicada y no se considerase una violación de la ley, pues al poner los propios magistrados en libertad a Pablo y Silas, la inocencia de ambos hombres llegó a ser de conocimiento público. Pablo obró de esta manera porque deseaba “establecer legalmente las buenas nuevas”. (Flp 1:7.)

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    Perspicacia para comprender las Escrituras, volumen 1
    • Los romanos primero despojaban a las víctimas de sus vestiduras exteriores y luego las golpeaban con varas. (Hch 16:22, 23.) El término griego que se traduce ‘golpear con varas’ es rha·bdí·zō, emparentado con rhá·bdos (vara, bastón). (Compárese con 1Co 4:21, Int.) Ambas palabras griegas están relacionadas con el sustantivo rha·bdóu·kjos, que en Hechos 16:35, 38 se traduce por ‘alguacil’, aunque su significado literal es “portador de vara”. (Compárese con NTI, nota.)

      Los romanos también utilizaban el azote. Estiraban a la víctima y, al parecer, le ataban las manos con correas a un poste. (Hch 22:25, 29.) El número de azotes quedaba a la discreción del comandante, y por lo general después se fijaba en un madero a la víctima. El relato bíblico menciona que después que Pilato cedió al grito insistente de los judíos para que fijara a Jesús en un madero y les puso en libertad a Barrabás, “en aquel momento [...] tomó a Jesús y lo azotó”. (Jn 19:1; Mt 20:19.) Los romanos usaron el azote para ‘interrogar’ a sus víctimas, con el fin de conseguir una confesión o un testimonio. (Hch 22:24, 25.) Se empleaban dos palabras griegas para ‘azotar’: ma·sti·gó·ō (Mt 10:17) y ma·stí·zō (Hch 22:25), ambas relacionadas con má·stix, que en sentido literal puede traducirse por ‘azote’ (Hch 22:24; Heb 11:36) y en sentido metafórico, por ‘dolencia [o enfermedad] penosa’. (Mr 3:10; 5:34.) No obstante, se consideraba ilegal azotar a un ciudadano romano. La Ley Valeria y la Ley Porcia, vigentes intermitentemente entre los años 509 y 195 a. E.C., eximían a los ciudadanos romanos de los azotes: la Ley Valeria, cuando el ciudadano apelaba al pueblo; la Ley Porcia, sin tal apelación.

      El instrumento de azotar más temible se conocía como flagellum (flagelo). Consistía en un mango al que se sujetaban varias cuerdas o tiras de cuero. A estas tiras se les añadía peso con pedazos de hueso o metal de superficie irregular para hacer más doloroso y efectivo el golpe. El sustantivo griego fra·guél·li·on (“látigo”, Jn 2:15) es una helenización del latín flagellum. Está emparentado con el verbo fra·guel·ló·ō, que se traduce “dar latigazos”. (Mt 27:26; Mr 15:15.)

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