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  • ¿Habrán llegado los primeros cristianos al Lejano Oriente?
    La Atalaya 2009 | 1 de enero
    • Rutas náuticas hasta Alejandría y Roma

      Al conquistar los territorios de los sucesores de Alejandro, Roma se convirtió en el principal comprador de los productos orientales. Hasta allí llegaban marfil de África, incienso y mirra de Arabia, especias y piedras preciosas de la India e incluso seda de China. Estas valiosas mercancías arribaban a dos importantes puertos en la costa egipcia del mar Rojo: Berenice y Myos Hormos. De ahí se transportaban por diversas rutas de caravanas a la ciudad de Coptos, a orillas del río Nilo.

      Una vez allí, las mercancías se llevaban por el Nilo —la principal arteria de Egipto— hasta Alejandría, donde se volvían a embarcar rumbo a Italia o a cualquier otro destino. Una ruta alternativa hasta Alejandría iba a través de un canal que comunicaba el extremo norte del mar Rojo —en un lugar próximo a la moderna ciudad de Suez— con el Nilo. Lo cierto es que estos puertos egipcios no estaban muy lejos de los territorios donde predicó Jesús, por lo que no es descabellado pensar que los misioneros cristianos pudieran haber llegado fácilmente hasta ellos.

      Cierto geógrafo griego del siglo I llamado Estrabón cuenta que en sus días salían anualmente 120 navíos comerciales de Myos Hormos rumbo a la India. De aquella época nos ha llegado un manual de navegación —probablemente escrito por un mercader egipcio que hablaba griego— que aporta varios datos de interés para nosotros.

      Este antiguo manual, al que a menudo se lo conoce por su nombre en latín —Periplus Maris Erythraei (Periplo del mar Eritreo)—, describe rutas marítimas que llegan a miles de kilómetros al sur de Egipto, a lugares tan distantes como Zanzíbar. Con respecto a las rutas en dirección este, el autor del libro da listas de distancias, lugares donde fondear, grandes bazares y mercancías. También menciona las características de los poblados que se encontraban siguiendo la costa sur de Arabia, bajando por la costa oeste de la India hasta Ceilán (actual Sri Lanka) y subiendo por la costa este hasta llegar al río Ganges. Sus minuciosas y gráficas descripciones hacen pensar que había visitado los lugares de los que hablaba.

      Occidentales en la India

      Según el Periplus, un destino habitual de los comerciantes occidentales del siglo I era una ciudad llamada Muziris, próxima a la punta del subcontinente indio.a A estos mercaderes —conocidos en la India como “yavanas”— incluso se los menciona en algunos poemas de principios de nuestra era escritos en tamil. “Las hermosas naves de los yavanas —dice uno de ellos— llegan con oro y se van con pimienta, mientras Muziris se queda envuelta en ruido.” En otro se anima a un príncipe del sur de la India a beber el aromático vino de los yavanas. Entre las mercancías occidentales más apreciadas en la India había objetos de cristal, metales, corales y tejidos.

      De hecho, se han hallado muchas pruebas de importaciones occidentales en este país. Así, en Arikamedu (yacimiento arqueológico ubicado en la costa del sureste de la India) se han descubierto fragmentos de jarras de vino y platos romanos con sellos de alfareros de Arezzo, localidad del centro de Italia. “Nada estimula más la imaginación de los investigadores modernos —dice cierto historiador— que encontrar en el cieno del golfo de Bengala fragmentos firmados por artesanos que tenían sus hornos a las afueras de Arezzo.” Otra prueba de que había relaciones comerciales con el Mediterráneo es la gran cantidad de monedas romanas —de oro y plata— que se han desenterrado en el sur de la India. La mayoría datan del siglo I y contienen las efigies de los emperadores romanos Augusto, Tiberio y Nerón.

      Por otro lado, también es posible que algunos ciudadanos romanos establecieran colonias comerciales en el sur del país. Así parece sugerirlo la Tabla de Peutinger, un antiguo mapa que muestra los límites del mundo romano en el siglo I y del que se conserva una copia que data de la Edad Media. En él se indica que en Muziris había un templo dedicado al emperador Augusto. Según cierto libro, “semejante obra arquitectónica solo pudo ser construida por súbditos del Imperio romano que vivieran en Muziris o que, como mínimo, pasaran mucho tiempo allí” (Rome’s Eastern Trade: International Commerce and Imperial Policy, 31 BC–AD 305 [Comercio internacional y política imperial de los romanos en Oriente entre el 31 a.C. y el 305 d.C.]).

      En los registros romanos se citan al menos tres visitas de embajadores indios durante el reinado de Augusto (que se extendió desde el 27 antes de nuestra era hasta el 14 de nuestra era). Y en armonía con cierto estudio, “tales delegaciones tenían un importante objetivo diplomático”, a saber, establecer dónde podían realizar sus negocios los diferentes pueblos, dónde podían exigirse impuestos, dónde podían vivir los extranjeros, etc.

  • ¿Habrán llegado los primeros cristianos al Lejano Oriente?
    La Atalaya 2009 | 1 de enero
    • Sabemos la fecha de uno de esos viajes gracias a los anales de la dinastía Han posterior (Hou Han Shu), que documentan el período comprendido entre el año 23 y el 220 de nuestra era. Esta obra menciona que, en el año 166, una delegación del rey An-tun de Daqin llegó a la corte china para rendir tributo al emperador Huang-ti. Se cree que An-tun puede ser una traducción al chino de Antonino, el nombre de la familia del emperador romano de esa época, Marco Aurelio. Y Daqin era el nombre que los chinos daban al Imperio romano. Los historiadores sospechan que no se trataba de una misión oficial, sino más bien de un grupo de emprendedores comerciantes occidentales intentando comprar seda china sin ningún intermediario.

  • ¿Habrán llegado los primeros cristianos al Lejano Oriente?
    La Atalaya 2009 | 1 de enero
    • Una crítica del emperador

      En el año 22 de nuestra era, el emperador romano Tiberio criticó el insaciable deseo de lujos de sus compatriotas. Dijo que, debido a estos excesos y a la desmedida ansia de joyas de las matronas romanas, se estaban despilfarrando las riquezas del imperio, las cuales acababan en manos de “pueblos extranjeros o enemigos”. El historiador romano Plinio el Viejo (23-79) también se quejó de lo mismo. Según él, se gastaba tanto en adornos para las mujeres y en otros lujos, que los indios, los seres —nombre dado entonces a los tártaros orientales— y los árabes sacaban del imperio “por lo menos [...] mil veces 100 mil sestercios” (Historia Natural, Visor Libros, ortografía actualizada).b

      b Según los analistas, esos 100 millones de sestercios representaban un 2% de la economía del Imperio romano.

      Museo della Civiltà Romana (Roma); Todd Bolen/Bible Places.com

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